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DÉCIMAS DEL GUADARRAMA

1

Lograda suerte de estío

por ausencia de ciudades.

Diálogo de sociedades

en las márgenes del río.

Señor de su señorío,

el álamo se asegura,

cabalga plata y altura

a golpes de brisa y hoja

y ofrece a la tarde roja

su delgadez sin cintura.

2

Vivo para la distante

malva que crece tan honda;

para la copa redonda

del pino vive mi amante.

Sandalia de caminante

y vuelo de garza real.

Aventura desigual

donde mi anhelo se pierde.

Mi amante es un pino verde

con la copa de cristal.

3

La catarata infantil

del arroyo se desata.

Trenzado a su cabalgata

se hace mayo tanto abril.

Para romper el añil

de este cielo que se enciende,

la zarzamora se prende,

paso a paso, a la ladera,

y triunfa una primavera

para la luz que desciende.

4

En la menta abanderada

descansa la mariposa.

Está tan lejos la rosa

como el perfil de la espada.

No importa; aroma y cruzada

nardo y arroyo los dan.

En los espinos están

de guardia torres floridas,

y el viento, suelto de bridas,

se proclama capitán.

5

El búho —canto de esquilas—

asusta a la noche oscura;

huyen al son su figura

las heredades tranquilas.

El cielo en diez mil pupilas

se asoma por mi ventana

y hay una copla galana

que escala la acacia en flor.

¿Por qué camino de amor

vendrá mi amante mañana?

6

Hoy subo la amanecida

—sendero turbio, alta loma—,

mensajero sin paloma

para mi amante perdida.

Mi voz salta. No hay huida

posible. Invade un claror

que desnuda. —¡Amor, amor…!—

Y nadie contesta. El alba

ha descubierto en la malva

carne de mi amante en flor.

7

Dame para la escalada

el cayado de tu brazo;

la almohada de tu regazo

para descansar, amada.

Dame la miel apretada

de tus hombros, al llegar;

tus manos para peinar

mi cabeza contra el viento,

y dame tu voz, que siento

que se me escapa el cantar.

8

En las agujas del pino

tu vestido cosería.

Vísteme de tu alegría

para seguir mi camino.

Heraldo de mi destino,

protégeme en tu candor.

Yo le pediré a la flor

que baje al llano a buscarte

para después desnudarte

con su desnudo de olor.

9

Camino de la Fuenfría

te llevaré en mi caballo;

te diré versos de mayo

mientras llega el mediodía.

Cómplice de tu alegría

subirá la zarzamora,

y en el viento, retadora,

serás la mágica espuela

que haga saltar la canela

de mi caballo, señora.

10

Por el surco va la yunta

con su rosario de días,

ensartando mediodías

en el testuz. Se barrunta

temporal. El cielo apunta

su amenaza. Llueve. En cada

piedra hay un verdor. Cansada

se abre la mano, contenta,

y en el yugo espera atenta

Castilla la adelantada.

Poesía

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