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JOAQUÍN BENITO DE LUCAS

PRÓLOGO A LA PRIMERA EDICIÓN

Una de las primeras preguntas que se hará el lector de poesía en general, y de la de José García Nieto en particular, es por qué hasta hoy no se había publicado una antología de la obra de este poeta. Bien es verdad que en 1951 la editorial Afrodisio Aguado dio a luz en su diminuta —por el tamaño— colección «Más Allá» dos tomitos en los que se recogían los ocho primeros libros por él publicados. También, en 1970, la colección «Arbolé», dirigida por el poeta Luis López Anglada, publicó el volumen 8 con el título Los tres poemas mayores, donde se reunían El parque pequeño, Elegía en Covaleda y La hora undécima, los dos primeros publicados conjuntamente en una edición de 1959 por la editorial Punta Europa, y el tercero, en 1963, en la colección «Palabra y Tiempo», dirigida también por Luis López Anglada. Además, en 1973 apareció la edición completa de Toledo, que acogía los libros Toledo (1945), Corpus Christi y seis sonetos (1962) y Facultad de volver (1970), más otros poemas

de La red (1955) y Geografía es amor (1961) cuyos motivos eran también toledanos. E, incluso, en 1982, Espasa-Calpe, en la colección «Austral», editó un volumen extra que contenía Tregua (1951), La red (1955) y Geografía es amor (1961).

Y, sin embargo, hasta hoy no existía una antología lo suficientemente amplia y representativa en la que se ofrecieran ejemplos que diesen una idea lo más aproximada posible de la obra de nuestro autor, compuesta por treinta libros.

En el caso de José García Nieto, quizá más que en el de otros poetas de su promoción, el conocimiento de algunos de sus libros no presupone el conocimiento de los contenidos que se encierran en los demás, no sólo por el tema, sino, también, por los procedimientos métricos empleados. O, dicho de otro modo, su obra, aunque obedece a una unitaria visión de la realidad, está sustentada en una serie de ­preocupaciones fundamentales que pueden manifestarse de distintos modos según como sean tratadas. Por ello se hacía necesaria, ya hace tiempo, la publicación de una antología de toda su producción poética.

Pero junto al valor intrínseco de su obra, al hablar de José García Nieto conviene tener en cuenta su importancia fundamental en el desarrollo de la poesía española durante los años inmediatamente posteriores a la guerra civil. Son los años de la publicación de sus primeros libros, los años del nacimiento del grupo de poetas denominado «Juventud Creadora», los años de la revista Garcilaso. Muy joven aún, García Nieto inicia la aventura poética junto a otros jóvenes con iguales inquietudes —Pedro de Lorenzo, Jesús Juan Garcés, Jesús Revuelta, los hermanos Prado Nogueira y Camilo José Cela, entre otros— enarbolando la bandera del «neogarcilasismo». Del mismo modo que la generación del 27 tomó a Góngora como modelo

—aunque sólo fuera en el año del tercer centenario de su muerte— y los poetas de la generación de 1936 reivindicaron la poesía de Fernando de Herrera, un nutrido grupo de poetas de la promoción que surgió inmediatamente después de la contienda nacional, encabezados por José García Nieto, tomó a Garcilaso de la Vega como guía y modelo. Este hecho, que puede considerarse como la manera de irrumpir esos jóvenes en la vida literaria, tuvo además consecuencias notables en el desarrollo posterior de la poesía de la época. Gracias a ese impulso «garcilasista», la poesía, que vivía en duermevela tras tres años de guerra, comenzó a despertar en 1940, fecha de la publicación de Víspera hacia ti, para resucitar plenamente a partir de mayo de 1943, fecha de la aparición del primer número de la revista Garcilaso. Glosando a don Antonio Machado en su «Retrato» cuando dice que cortó «las viejas rosas del huerto de Ronsard», José García Nieto fue el jardinero que cortó también las viejas rosas, pero estas del jardín de Garcilaso, para hacer con ellas una corona que sirvió como ejemplo en esos momentos en los que la lírica crecía escasa y pobre en nuestro país­.

A partir de esa fecha surgen nuevas revistas de poesía —Espadaña (1944), Proel (1944), Entregas de Poesía (1944), Halcón (1945), Verbo (1946), Cántico (1947)…— que con distintas estéticas y diferente orientación, pero estimuladas por el ejemplo de Garcilaso, van a enriquecer la poesía de esos años siguiendo caminos distintos

—y algunos contrarios— a los seguidos por Garcilaso.

La poesía de esa primera época de José García Nieto, que recoge el espíritu que él mismo llevó a Garcilaso, está transida de un sentimiento de serenidad y equilibrio. El poeta, con una visión de la realidad clara y armoniosa, enmarcada dentro de un paisaje de amable belleza, canta con esperanzado optimismo un nuevo renacer del verso. Y para ello utiliza un lenguaje claro, equilibrado y convincente, y unas formas métricas heredadas de la tradición renacentista.

En lo que respecta a las formas métricas clásicas, cuánta razón tenía Juan Ramón Jiménez al escribirle, acusando recibo del envío de Sonetos por mi hija, en estos términos:

«Muchas gracias, mi querido amigo, por haberme enviado sus Sonetos por mi hija (los publicaré en la revista Universidad, para que se lean en Puerto Rico). ¡Qué hermosos son! A veces me pregunto ¿en qué nos aventajan los llamados clásicos a nosotros?, ¿en qué bellezas han ido más cerca de la belleza esos clásicos? Sonetos como estos suyos, el segundo, el cuarto, todos, ¿no son como los de Garcilaso, Lope, Góngora, Quevedo, Calderón, o mejores, más enteramente mejores…?»1

En efecto, basta acercarse a cualquiera de los muchos sonetos que forman la obra de nuestro autor en libros como Corpus Christi y seis sonetos, La red, Sonetos y revelaciones de Madrid o Piedra y cielo de Roma, por poner sólo cuatro ejemplos, para convencerse de que el juicio de Juan Ramón Jiménez no tiene nada de falso elogio ni de infundada valoración…

Pongamos un ejemplo del primero de los libros citados:

Cuántas veces, orillas de otros ríos,

aguas como estas aguas, lentamente

han dejado vagar por su corriente

los claros sueños de los ojos míos.

Por otoños e inviernos, por estíos,

por primaveras, con la vida enfrente,

alzaba hacia la luz, calladamente,

las ramas de mis árboles sombríos.

Siempre hay un agua lenta, acompasada,

que acerca con la curva de su espada

una esperanza en que el amor se esconde.

Así tú vuelves hoy, oh espada rota,

la delgadez de mi niñez remota

y un cielo que he perdido no sé dónde.2

Pero José García Nieto no es sólo un sonetista comparable —según Juan Ramón— a cualquiera de los mejores poetas del Renacimiento y el Barroco, sino que también es un poeta de gran aliento cuando expone en sus poemas extensos —tan extensos que algunos constituyen todo un libro— sus preocupaciones religiosas, su angustia ante la muerte o sus reflexiones sobre el paso demoledor del Tiempo.

Rosario Hiriart3 nos lo muestra como un ser contemplativo de una realidad —la de él— variada y compleja; como un poeta que lo mismo poetiza aspectos amorosos de su vida sentimental con una técnica impecable, que medita sobre la angustia existencial del hombre y su «estar» en el mundo. Por lo tanto, su amplia obra está concebida a través de una variada contemplación de la realidad múltiple, que el poeta reconoce y ordena con procedimientos también muy variados.

Se da una evolución, pues, a lo largo de toda la obra, en la que sus principios garcilasistas se ven enriquecidos, en unos casos, y superados, en otros, por nuevos asuntos y variados procedimientos métricos. En esa evolución, el propio poeta es consciente de cómo se han liberado del «dolorido sentir»:

Ahora quito la cinta de las cartas. Leed; leamos. Son amor vencido.

Tiempo del corazón. Males del hombre. Golpes de España… Quemo lo que es mío. Yo, solo, me he quitado «el dolorido sentir».4

Pero ¿cuáles son los temas de la poesía de José García Nieto? Si resulta difícil determinar cuáles sean los temas fundamentales de cualquier poeta, en el caso de García Nieto esta dificultad parece agrandarse. Se podría convenir que todo sujeto poético, al realizar su obra, se mueve impulsado por los asuntos fundamentales que desde siempre han sido motivo de preocupación para el hombre: Dios, Tiempo, Muerte, Amor. Si consideráramos que estos cuatro temas son comunes a la mayor parte de nuestra historia literaria, podríamos llegar erróneamente a la conclusión de que toda la poesía española es un calco de sí misma. Y, sin embargo, como todos sabemos, no ocurre así. Cada sujeto poético se enfrenta al mundo y lo interpreta desde una perspectiva diferente: la que le ofrece su visión de la realidad. Y a través de esa visión, de esa mirada contemplativa, da una interpretación individualizada de cada tema. En el caso de nuestro poeta podemos percibir unos núcleos generadores de su obra, unas «preocupaciones fundamentales» que, aunque en algún aspecto coincidan con las de otros poetas de épocas anteriores o de la actual, ofrecen en García Nieto un marcado sello personal, no sólo en su interpretación y planteamiento poéticos, sino también en sus resultados.

Así lo comprobamos tanto si poetiza sobre el amor como si reflexiona sobre el tiempo, medita sobre la idea de Dios o discurre acerca de nuestra geografía. Amor, Tiempo, Dios y España son, pues, cuatro elementos que constituyen lo esencial de su producción lírica.

Si todo lo que hasta aquí se ha dicho brevemente con el propósito de comprender mejor la poesía de José García Nieto no fuera equivocado, podríamos convenir en que estamos ante un lírico que ha arriesgado su palabra para «decir» aquello que el hombre moderno necesita «escuchar». «Los poetas son los heraldos de la paz y su voz se apaga con infinita tristeza cuando la paz no florece y grana en próvidos racimos»5, dijo Camilo José Cela hablando de nuestros poetas. José García Nieto nos ha dejado en el mensaje de su obra la paz, la suya y la nuestra, recuperada tras su bajada a lo más profundo del ser del hombre. El lector será el mejor testigo de que la paz no es sólo una paloma que zurea en torno nuestro, sino también un águila que nos habita el corazón. Sólo el poeta, en este caso José García Nieto, es el que puede, de igual modo, mimar la paloma y domeñar el águila.

J. B. L.

1 Juan Ramón Jiménez, Cartas literarias, Barcelona, Bruguera, 1977, pág. 274.

2 «Hombre junto al Tajo», Corpus Christi y seis sonetos, Toledo, Impr. Gómez Menor, 1962, pág. 15.

3 La mirada poética de José García Nieto, Barcelona, Icaria, 1990.

4 «1936-1939», Memorias y compromisos, Madrid, Editora Nacional, 1966, pág. 110.

5 Nuevo elogio de la lengua española, Madrid, Real Academia Española, 1983, pág. 56.

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