Читать книгу Manual del Director de Grupo. Una guía para hacer efectivo el cuidado y la formación integral de los estudiantes. - José Guillermo Martínez Rojas - Страница 7
ОглавлениеOrigen y sentido pedagógico del acompañamiento
Acompañar significa estar con el otro, caminar con, seguir al otro para saber lo que está viviendo y elaborando personalmente, apoyándolo en su proceso individual de desarrollo humano, ayudándole a crear las condiciones para que pueda ir definiendo y construyendo progresiva y paulatinamente su propio proyecto de vida. También es situarse al lado del otro como compañero de camino, estableciendo relaciones profundas de diálogo y amistad, relaciones de compañía y solidaridad que le permitan crecer como persona, e incluso, compartir con el otro lo que se es y lo que se tiene, sin que cada uno deje de ser quien es.
Para educar integral y auténticamente es necesario acompañar, hacer seguimiento, y para acompañar y hacer seguimiento es indispensable tener vocación de educador, lo que necesariamente supone dedicación y entrega. Esta relación de compañía es la que permite al otro contar con un espacio para expresarse tal y como él es, sintiéndose libre, escuchado, comprendido, lo cual le ayuda a confrontarse, aceptarse y superarse como persona, como ser humano en proceso de construcción.
El educador como acompañante ha de ayudar a caminar a cada estudiante con sus propios pies, de tal forma que pueda asumir su responsabilidad como ser humano. Por ello es importante entender que acompañar y hacer seguimiento a un estudiante no significa ser permisivo con esa persona, o resolverle sus problemas, o no permitirle ser lo que puede y debe ser. El acompañante ‘camina con…’, es decir, se pone al lado del acompañado para ir a su lado por donde va avanzando, con criterio y capacidad de discernimiento1, para orientar, para apoyar, para guiar, sin que este acompañamiento se constituya en un proceso de anulación de ese otro, o se limite a ser un espectador de lo que él vive, sin intervenir.
El acompañante también realiza la función de transmitir principios y valores al acompañado, al proponer modelos de identificación que posibiliten la construcción de su personalidad. Todo ello con el firme propósito de ayudarle a crecer, a aprovechar al máximo todo su potencial, permitirle ser persona y contribuir a su proceso de maduración y crecimiento, de desarrollo humano.
Meueler (1988) plantea que el verdadero acompañante es el que infunde ánimos, libera la creatividad y las energías propias de aquel a quien acompaña: a quien aprende el arte del acompañamiento lo que le importa no es refinar las técnicas del dominio, sino abolirlas, esto hace que el acompañamiento vaya en contraposición del esquema de ser atendido y planeando desde afuera o desde otra persona, distinta, al acompañado. Ello necesariamente supone que el acompañante, el guía, el director de grupo, al acompañar debe estar centrado en el proceso de contribuir a la construcción de sus estudiantes como seres humanos dentro del sinnúmero de posibilidades y opciones que cada uno de ellos tenga.
El acompañamiento presupone que aquel a quien se acompañará sabe a dónde quiere ir, tiene o está construyendo un proyecto de vida, tiene unos objetivos personales en la etapa de vida en la cual se halla y está dispuesto a poner todas las condiciones y a emplear todas las herramientas con las que pueda contar para alcanzar la meta que se ha propuesto. En el contexto escolar, en cada año lectivo que inicia los estudiantes tienen unas metas, como aprobar el grado en el cual se han matriculado, construir saberes y aprender contenidos que les permita seguir adelante con su proceso de desarrollo cognitivo, madurar más como seres humanos, cumplir las metas que los padres y cada quien de modo personal se ha propuesto, de cara a la construcción de aquello que será su vida adulta y profesional. No es el acompañante quien determina la meta y la velocidad con que se debe avanzar en el proceso de desarrollo y maduración del estudiante, justamente por todo lo anterior se puede acompañar a quien quiere emprender un camino y acepta ser acompañado, pero también se puede invitar y motivar a ser acompañado cuando el otro está desorientado.
Muchas veces los estudiantes, especialmente en la etapa de la adolescencia, no tienen mucha claridad hacia dónde quieren ir, hacia dónde quieren llevar su vida, o en otras ocasiones sus múltiples y complejos problemas, o la soledad en la que viven, o las necesidades afectivas que padecen, entre otras muchas situaciones, no les permite centrarse en pensar a futuro o en construir un proyecto de vida, sino que más bien se limitan a vivir el momento. En estas condiciones, un muy buen director de grupo sabe cómo acompañar y caminar con sus estudiantes para conducirlos hacia zonas con mayor claridad en sus vidas.
Una de las virtudes más importantes de un buen director de grupo es justamente la sabiduría. Este concepto se debe entender no como la acumulación de conocimientos, sino más bien como la capacidad que tiene una persona para juzgar con propiedad en cada momento de su vida las situaciones en las que debe decidir, para discernir con propiedad, así como la capacidad de decidir atendiendo a la complejidad de la situación particular que se enfrenta, para desde todas estas condiciones orientar a conciencia al otro, no por el camino que el director de grupo quiere o considera que debe ir su acompañado, sino por aquel que es el más apropiado para el estudiante, por aquel que lo conducirá a continuar la construcción de su proyecto de vida, o si no hay proyecto de vida, a buscar el identificar las pistas y señales que lo pueden llevar a ir configurando uno propio.
En el proceso de acompañar no se puede olvidar que la persona acompañada es quien toma las decisiones, quien resuelve los problemas y quien asume una responsabilidad de sí misma. Al acompañante le corresponde estar con el acompañado en su proceso de toma de decisiones, cuando resuelve sus problemas, cuando asume las responsabilidades que le corresponden, siendo un punto de confrontación, dando perspectivas e ideas que ayuden al acompañado a afianzar sus decisiones, permitiéndole que madure en su proceso de ser cada vez más autónomo. El acompañante debe permitir simultáneamente que el acompañado tome la iniciativa pero también que se aquiete cuando sea necesario, exigiéndole y calmándolo, estructurando y trasgrediendo todas las limitaciones.
El acompañamiento es más un arte que una técnica, es una actitud que vive del diálogo y del apoyo mutuo. Al acompañar se le debe permitir al estudiante su autorrevelación (mostrarse tal cual es, darse a conocer desde su interioridad), posibilitar que sus sentimientos, conflictos, vivencias y sueños puedan exteriorizarse, situándose en su lugar, pero sin dejarse envolver por sus emociones para así no perder la objetividad que puede ayudar al otro a confrontarse y avanzar.
Características y cualidades de un buen acompañante
El buen acompañante:
— Es una persona con grandes habilidades para escuchar a los otros; sabe oír, poner atención y seguir lo que el otro le está compartiendo, de tal manera que puede parafrasear lo que un estudiante le está compartiendo. Al igual que el saber escuchar, hace parte de sus características la discreción y la confidencialidad, saber guardar la información que recibe, pero también informar aquello que pueda estar interfiriendo en la vida del estudiante y le pueda causar daño grave.
— Posee cualidades y habilidades como la empatía, la sensibilidad, la sabiduría para aconsejar sin imponer su punto de vista; puede discernir para orientar al otro en una situación difícil; es propositivo y creativo, y en síntesis, es un adulto cercano a sus estudiantes, sin confundirse con ellos o dejar de lado su posición de adulto.
— Sabe ‘leer’ la realidad de sus estudiantes para acercarse a ellos y brindarles apoyo cuando requieren algo o están pasando por una situación difícil en sus vidas.
— Denota habilidades para ser mediador, lo que le permite contribuir a la resolución de los conflictos que se presentan entre los estudiantes, entre ellos y los profesores, entre estos y los padres de familia, y entre los estudiantes y los padres de familia.
— Es un modelo para los estudiantes, es decir, les modela comportamientos y maneras de ser, modos de resolver los problemas, formas de interactuar con los demás.
— Es una persona admirada por los estudiantes, reconocida por sus cualidades humanas, intelectuales o artísticas, poseedora de elementos o modos de ser y proceder que son reconocidos por ellos como valiosos o dignos de imitar.
— No es un par de los estudiantes, sino un adulto que los acompaña en sus procesos académicos, formativos y convivenciales, procurando siempre su crecimiento sin confundirlos o confundirse en la relación que establece con ellos.
— Es una persona auténtica, es decir, segura de sí misma, con una identidad propia, que se muestra tal cual es, fiel a los principios y criterios que hacen parte de su repertorio moral. Asimismo, es una persona equilibrada emocionalmente, lo que le permite manejar con propiedad las situaciones complejas de los estudiantes a su cargo, así como las tensiones y los problemas que puedan surgir en el trabajo de acompañar.
— No vigila ni supervisa a los estudiantes, sino que está con ellos, comparte en forma natural y espontánea la vida de ellos, sin ser una presencia que censura o juzga, de todas maneras teniendo criterios claros sobre lo adecuado y lo no adecuado en el contexto educativo, pero especialmente, buscando siempre el formarlos.
— Sabe poner límites, es decir, siendo cálido, amable y cordial sabe decir ‘no’, conoce hasta dónde puede llegar un estudiante y hasta dónde no deben ir sus comportamientos, sus maneras de ser y de actuar; además, ha asumido los criterios formativos institucionales y desde ellos modula y ajusta dichos comportamientos.
— Como director de grupo es una persona contextualizada con la edad evolutiva, la fenomenología actual de los jóvenes, la situación cultural y social de las familias y del país, que confronta de manera adecuada aquellos aspectos en los que el estudiante puede mejorar teniendo en cuenta sus condiciones y particularidades.
— Posee una actitud conciliadora que le permite mediar en los conflictos, negociar con otros profesores o directivos en situaciones en las que los estudiantes requieren su apoyo, pero igualmente es exigente con estos cuando debe reorientar sus comportamientos.
Las siguientes son algunas de las funciones que debe tener o puede cumplir un acompañante en el contexto escolar.
— Hacer seguimiento a los estudiantes, lo que necesariamente implica que los conoce, sabe de sus fortalezas y debilidades, cómo les ha ido en el año y cómo les fue en el grado anterior, si tienen materias pendientes, si tuvieron o no compromisos académicos o disciplinarios, si poseen condiciones emocionales, de salud o académicas especiales que el colegio y quienes interactúan con ellos deben conocer.
— Acompañar los procesos convivenciales, académicos, socioafectivos y demás que hagan parte del proceso formativo y académico de los estudiantes, de tal manera que está al tanto de cuanto sucede con ellos, lo que viven, lo que les preocupa, lo que hacen bien y aquello en lo que tienen dificultades.
— Orientar a los estudiantes en el desempeño y trabajo de los procesos y actividades realizados por ellos en la institución, de tal manera que lleva adecuados y eficientes registros de cada uno de ellos, en los que consigna lo pertinente para su seguimiento y orientación.
— Guiar a los estudiantes en la cotidianidad de la vida institucional, con el fin de que puedan responder adecuadamente a las expectativas y necesidades de aquello que el colegio y el grado al cual pertenecen esperan y exigen.
— Aconsejar a los estudiantes, de manera individual o grupal, cuando se hallen en alguna situación que requiera la guía o palabra de un adulto. Aconsejar es guiar y dar un punto de vista, dejando que el estudiante sea en últimas quien tome la decisión y, por lo mismo, asuma las consecuencias de lo decidido.
— Mediar en los conflictos presentes en su entorno, especialmente cuando intervienen en ellos los estudiantes de su grupo, cuando ocurren entre estos o con otros profesores, con el personal de apoyo o administrativo de la institución, con los padres de familia, o entre los padres y los profesores, por citar algunos.
— Representar los intereses de los estudiantes frente a la institución, los diversos estamentos o los profesores, cuando se requiera mediar o negociar con ellos para salvaguardar sus intereses y atender sus necesidades.
— Saber discernir en las distintas situaciones de la vida escolar, sobre todo en las situaciones y problemas en los que se ven envueltos los estudiantes a su cargo, para juzgar dichas situaciones y asumir posiciones particulares bien a favor de ellos o de la institución, con criterio siempre de contribuir a los procesos formativos a su cargo.
— Acompañar de manera individualizada a cada estudiante en su proceso de desarrollo humano para que se vaya construyendo como persona mediante el cuidado y la atención a todas y cada una de sus características personales (Martínez, 2013).
— Hacer seguimiento pormenorizado a las características de cada estudiante, de tal forma que se atiendan oportunamente las dificultades que se puedan presentar en su proceso de desarrollo y maduración para que dichas dificultades no se conviertan en problemas o limitantes para su vida académica, socioafectiva o convivencial (Martínez, 2013).
— Ofrecer acompañamiento y tutoría oportuna a los estudiantes a fin de hacer posible que el proceso de desarrollo humano y de crecimiento como persona se dé dentro de los ideales y parámetros del PEI (Martínez, 2013).
— Contribuir al proceso de ajuste en los procesos educativos y formativos de los estudiantes, de tal manera que se logre una atención lo más individualizada posible y, por supuesto, oportuna y adecuada a las necesidades de cada estudiante (Martínez, 2013).
— Ser el intermediario entre el colegio y los padres de familia, atendiéndolos de manera oportuna y adecuada cuando ellos lo requieran o cuando el acompañante considere que debe interactuar con ellos, en orden de hacer seguimiento a los procesos formativos de los estudiantes y mantenerlos informados sobre este particular (Ramírez, 2003).
— Ser el responsable inmediato del bienestar general del grupo, liderando ideas desde lo académico, lo informativo, lo deportivo, lo social, la convivencia, lo cultural, lo afectivo, entre otros asuntos, promoviendo así el desarrollo individual y grupal del curso que lidera (Ramírez, 2003).
— Mantener comunicación permanente con los demás educadores que trabajan en el curso a su cargo, para conocer y hacer seguimiento al proceso de cada uno de los estudiantes de su grupo (Ramírez, 2003).
— Participar activamente en las reuniones de seguimiento y evaluación, así como de los diversos comités en los espacios de capacitación y demás actividades del curso o grado, contextualizando a los otros educadores o profesores sobre la realidad y necesidades de los integrantes de su grupo (Ramírez, 2003).
— Apoyar de manera efectiva la labor que realizan al aprendizaje el jefe de año, las jefes de escuela y el personal del equipo de apoyo, de tal manera que las actividades y funciones que estas instancias programen lleguen a feliz término (Ramírez, 2003).
Además, todas aquellas que la institución considere necesarias y pertinentes para el logro de sus objetivos formativos.
Aspectos formativos que requieren especial acompañamiento
Si bien el acompañamiento se debe dar en todos los aspectos de la vida escolar de los estudiantes, existen algunos aspectos que revisten especial importancia en el día a día de la institución y por lo mismo deben ser objeto de especial atención por parte de quien lleva a cabo el proceso de acompañamiento. Dichos aspectos son los siguientes:
Se entiende por dimensión social del ser humano la capacidad que este tiene para vivir ‘entre’ y ‘con’ otros de tal manera que puede transformarse y transformar el entorno sociocultural en el que está inmerso.
La dimensión social abre la posibilidad a los seres humanos de fomentar, construir y participar de una convivencia con los otros que garantice bienes sociales primarios, la libertad, el reconocimiento de la diferencia, la equidad y la responsabilidad social, valores que deben protegerse bajo una idea de justicia legitimada por la formación en instituciones democráticas, que lejos de favorecer los intereses de mayorías o minorías busquen que todaslas personas se integren y comprometan en el desarrollo comunitario de la sociedad a la cual pertenecen para que puedan tener derecho a vivir dignamente (Acodesi, 2002).
Los educadores tienen una especial responsabilidad con la formación en los procesos sociales. Aunque la persona nace con predisposiciones sociales, es necesario estimularlas para propiciar un desarrollo adecuado esas habilidades. Es muy importante, desde pequeño, enseñarle al estudiante a tener en cuenta a los demás, a reconocerlos como interlocutores válidos, a saber compartir lo que se tiene, a ser solidario con los más necesitados, a ser agradecido y cordial, a demostrar el afecto con respeto, a tener alta autoestima y sólida personalidad al relacionarse con los demás (Ramírez, 2003).
En esta perspectiva, el acompañante debe implementar trabajos y talleres conducentes al desarrollo de las habilidades prosociales2 de los estudiantes, puesto que estas se constituyen en un repertorio de comportamientos adecuados para la interacción con sus pares, con los profesores, con otras personas y con sus padres.
Las habilidades prosociales son características y condiciones esenciales para una adecuada interacción en la vida de los estudiantes, de tal manera que adquieran o cuenten con dichas competencias y habilidades, las sepan usar adecuadamente, y con el uso de ellas, interactuar en los múltiples espacios de la vida escolar, social y familiar.
Hoy es común que las personas se quejen o manifiesten que las actuales generaciones de niños y jóvenes carecen de ‘buena educación’ o de ‘buenas costumbres’, lo que tradicionalmente se ha llamado ‘buena educación’. Muchas de estas habilidades y competencias constituyen las normas básicas de cortesía que se requieren para las interacciones sociales, las cuales generalmente se forman en el ámbito familiar y, de alguna manera, la institución educativa debe contribuir a su formación.
La dimensión comunicativa es otro de los elementos del contexto social de los estudiante que se debe trabajar y atender, propiciando espacios para que los estudiantes puedan expresarse asertivamente, garantizando la escucha y el respeto. Así mismo, es importante que en el ambiente escolar se fortalezcan y pulan expresiones verbales y escritas, diferenciando los contextos y el adecuado manejo del lenguaje (Ramírez, G., 2003).
Uno de los aspectos más significativos para los estudiantes es justamente la posibilidad de socializar entre ellos, de interactuar, generando vínculos, que en ocasiones perduran por muchos años. Por ello, el proceso de acompañamiento o de dirección de grupo requiere de un adecuado trabajo, puesto que para los estudiantes este ámbito tiene mucha relevancia y significancia.
La dimensión afectiva se puede entender como
el conjunto de potencialidades y manifestaciones de la vida psíquica del ser humano, que abarca tanto la vivencia de las emociones, los sentimientos y la sexualidad, como también la forma en que él se relaciona consigo mismo y con los demás; comprende toda la realidad de la persona, ayudándola a construirse como ser social y a ser copartícipe del contexto en el que vive. (Acodesi, 2002)
La dimensión afectiva incluye los sentimientos y las emociones, las formas como el ser humano se relaciona consigo mismo, con los demás y con el entorno, a través de la expresión de su condición humana y particularmente de su condición de género, que le da un carácter especial a la vivencia de la sexualidad y a la existencia individual y única. En este proceso de crecimiento psicoafectivo el ser humano va descubriendo la riqueza personal y social y desarrollando sus habilidades para disfrutar de estas riquezas (Acodesi, 2002).
El desarrollo y la maduración afectiva de los estudiantes requiere especial cuidado y atención por parte del acompañante de curso. Este es uno de los aspectos o dimensiones del desarrollo humano que tal vez requiera más atención y cuidado por parte del acompañante.
Acompañar este proceso de los estudiantes no significa ‘jugar’ al psicólogo o al orientador, que son quienes tienen la formación y los elementos necesarios y adecuados para atender profesionalmente los aspectos más complejos y delicados de su vida afectiva. Acompañarlos en esta dimensión de su desarrollo humano va más en la dirección de conocer lo que pueden estar viviendo, saber orientar los aspectos básicos de su proceso de desarrollo, escuchar y orientar la búsqueda de ayuda profesional en caso de que lo requieran, entre otros aspectos.
La dimensión afectiva de los estudiantes, junto con la dimensión cognitiva, son los dos aspectos que más cambios y transformaciones tienen durante la vida escolar, justamente por todo lo que significa la vida en sociedad, pero además porque son los aspectos que más evolucionan en su proceso del desarrollo humano. Esta dimensión, entre otros muchos aspectos, incluye el manejo de las emociones y los afectos, la maduración sexual, la construcción de la autoimagen y el concepto personal, la formación de elementos como la autoestima, la seguridad en sí mismo, la construcción de un proyecto de vida.
Ser acompañante en este aspecto afectivo supone ir más allá del plano de la información, contrarrestar con su presencia y orientación el inmenso influjo de los medios de comunicación, que generalmente en este campo desorientan y deshumanizan (Ramírez, 2003). No se debe olvidar que los dispositivos electrónicos ofrecen posibilidades ilimitadas de acceso a información en diferentes formatos los cuales mantienen sobreinformadas y sobreexpuestas a las actuales generaciones, incluso llegando a exponerlos a problemas y delitos como el sexting, el grooming, el ciberbullying y demás fenómenos que han surgido fruto de los actuales desarrollos de las tecnologías de la información y la comunicación (TIC).
Por dimensión ética se puede entender la posibilidad del ser humano de tomar decisiones a partir del uso de su libertad, la cual se rige por principios que sustenta, justifica y significa desde los fines que orientan su vida, provenientes de su ambiente sociocultural. Como es obvio, esta es una manera como se puede definir la dimensión ética del ser humano, en tanto es una de sus potencialidades que es preciso trabajar para alcanzar su pleno desarrollo como persona. También se la puede entender como aquella condición de la realidad humana por la que esta se construye libre y coherentemente. Desde esta perspectiva, se puede afirmar que la historia humana depende, en gran medida, de las decisiones responsables y libres de los seres humanos que, en cuanto tales, están orientadas por modelos que trascienden normativamente (sentido, fines, ideales) la realidad fáctica (Acodesi, 2002).
Una de las preguntas fundamentales de la ética es con relación a la coherencia. ¿Puede un individuo ser coherente consigo mismo, sin tener en cuenta la coherencia que debe también tener con su comunidad? Para que la persona sea coherente en sus principios y valores, debe saber poner en práctica y saber formular las consecuencias y los desafíos de la comunidad en que vive. La primera pregunta orienta la moral hacia una ética ‘individualista’, mientras que la segunda lo hace hacia una ética ‘colectivista’ o comunitaria. La solución adecuada está en realizar una síntesis dialéctica de los dos cauces de la responsabilidad, aunque destacando la importancia metodológica y real de la responsabilidad comunitaria (Acodesi, 2002).
El proceso de formación ética de los estudiantes es tal vez uno de los elementos más relevantes de las acciones y procesos educativos que se dan en la escuela, puesto que ella está llamada, junto con la familia, a generar los procesos necesarios y pertinentes para que los estudiantes, en su proceso de desarrollo humano y de maduración, avancen hacia niveles cada vez más altos de juicio moral. En este proceso hay elementos que desempeñan un papel preponderante, como el manejo de la norma, la asunción de las consecuencias por las decisiones tomadas, la aplicación de consecuencias lógicas y sanciones por las faltas cometidas, la racionalidad de las normas, la construcción personal de principios y criterios de acción, entre otros.
Desde esta perspectiva, el acompañamiento del docente a los estudiantes es vital, puesto que en muchos de los elementos y procesos mencionados el acompañante o director de grupo se halla involucrado o desempeña una función preponderante en ellos. En este sentido, el trabajo del acompañante es fundamental para lograr el desarrollo moral de los estudiantes, la maduración de su juicio moral. Este trabajo no se hace desde la adoctrinación o la imposición heterónoma de normas, sino más bien y sobre todo desde el conflicto moral, el debate en torno a la racionalidad de las normas, el respeto y cumplimiento de lo prescrito en el Manual de Convivencia de la institución, el respeto a los acuerdos de grupo y todo lo demás que se proponga desde la dirección de este, de tal manera que se contribuya real y efectivamente al desarrollo o la formación de este aspecto.
Lo político y la formación ciudadana
Se entiende por lo político el conjunto de acciones, procesos y formas de interactuar entre los integrantes de un grupo humano o social, en relación con los asuntos que conciernen a lo público, a la organización y a las interacciones entre sus integrantes, con el fin de lograr una adecuada organización, el bien común y la vida digna para todos. Si bien la institución educativa no es igual a una sociedad y a un Estado, sí tiene muchos elementos semejantes a ellos, y muchos de los trabajos e interacciones que se dan en su contexto contribuyen a la formación política y ciudadana de los estudiantes, puesto que la escuela es como un laboratorio donde se vive en pequeño aquello que posteriormente será su vida como adultos.
Por formación ciudadana se entiende toda aquella acción formativa y educativa que se lleva a cabo en la escuela, con el fin de educar a los estudiantes en el proceso de asumir los elementos más significativos del sistema político del cual hacen parte, poniendo especial énfasis en los mecanismos, estrategias y procesos propios del sistema político que hacen posible la participación de todos los ciudadanos, como integrantes de un Estado. Esta formación ciudadana involucra otros procesos, como la formación ética y moral, la formación en la vida afectiva, la resolución de conflictos, entre otros muchos aspectos que los estudiantes viven en la cotidianidad de la vida escolar, y por ello, los aprenden a manejar o a resolver, según sea el caso.
El trabajo en la institución educativa está enfocado en la formación de un sujeto político que pueda dar cuenta de lo que ocurre a su alrededor y, además, promueva la formación de un pensamiento —juicio— crítico y una acción política que contribuyan a generar sociedades más justas, más respetuosas de los derechos humanos, más incluyentes y, sobre todo, más democráticas. Dicho sujeto político debe promover la conformación de una idea de justicia que incluya tanto lo individual como lo social para construir un proyecto social y político que garantice la sana convivencia. Además, independientemente de las condiciones actuales de cada una de las sociedades, se pueda elaborar una idea de responsabilidad social acorde con los actuales cambios en el contexto social y político del mundo y que, de alguna manera, no desconozca la contingencia y fragilidad humanas, sino más bien, cree las condiciones para su atención.
Formar a los estudiantes como sujetos políticos está relacionado con un concepto de ciudadano, sin el cual no es posible la modificación del orden social. Por tal motivo, el sujeto político debe ser formado en tres direcciones: a) Conciencia histórica, desde la cual cada ser humano tenga conocimiento de los momentos históricos que hicieron parte de la formación social y política de su entorno y, a través de ellos, pueda explicar el momento histórico actual; b) Formación en valores cívicos, los que se constituyen en elementos claves para la participación y deliberación de los integrantes de una organización política; entre dichos valores se pueden considerar las virtudes cívicas y la identidad ciudadana; dentro de las virtudes cívicas pueden considerarse el sentido de lo público, la solidaridad, la justicia, el reconocimiento de la diferencia, entre otras; dentro de la identidad ciudadana pueden considerarse el sentido de pertenencia y la construcción de comunidad; por último, c) La formación de un pensamiento —juicio— y una acción política, en los que se abre espacio para la deliberación y la confrontación política.
Es decir, los seres humanos, a través de la palabra, del razonamiento y del discurso, se relacionan con los demás y pueden discutir acerca de los asuntos que les son comunes. Como el lenguaje hace parte integral de los seres humanos, el discurso —su uso— es parte constitutiva de la esfera política, porque se hace uso de la palabra y se puede participar comunitariamente de ella, por tal razón, y tal como lo afirman algunos filósofos, los seres humanos tienen una vivencia común, acerca de los valores que constituyen, en torno a lo que se llama el bien común. Por esta razón se debe fomentar en los estudiantes su capacidad para pensar y dialogar en un escenario que posibilite la participación y la deliberación, dentro de los límites del respeto a la diferencia y la pluralidad.
Como acompañantes, los profesores pueden estimular la formación del sujeto político buscando desarrollar una conciencia clara de responsabilidad social y de participación, valores que se potencializan en la cotidianidad de la vida escolar. Uno de los medios más evidentes para hacerlo es la elaboración y aplicación del Manual de Convivencia, donde se ratifica la importancia de los consensos, los acuerdos, el compromiso y el respeto por lo consensuado o acordado (Ramírez, 2003).
De igual manera, el acompañante debe generar procesos de formación en los estudiantes a su cargo que vayan en la dirección del cuidado y la conservación, así como de respeto por el espacio público, tanto de la institución como de la ciudad. Los estudiantes deben y pueden aprender en la escuela el cuidado de lo público como parte de la búsqueda del bien común. Esta experiencia solo se logra despertando un profundo sentido de pertenencia, fruto de un ambiente de comunidad participativa, en el cual los estudiantes interactúan con los demás integrantes de la comunidad educativa, pueden expresar sus formas de pensar y de ser, y contribuyen al logro de metas comunes.
Se entiende por académico, el conjunto de actividades, acciones y procesos de orden pedagógico y educativo, que buscan el desarrollo integral de los estudiantes y que se encuentran definidos en el Plan de Estudios y en el PEI de la institución. Dicho trabajo está orientado al desarrollo armónico de todos los aspectos constitutivos de los estudiantes como personas, a fin de hacerlos competentes y eficientes para la educación superior. De igual manera, este aspecto abarca la implementación y el desarrollo de los programas especiales que la institución haya asumido como parte de su proceso formativo y que determinan o hacen parte del Plan de Estudios de ella.
Lo académico es uno de los elementos que dan sentido a las instituciones educativas. En esta perspectiva, la vida escolar gira en torno a lo académico, determinando con ello muchos de los procesos, interacciones y actividades que en ella se programan y ejecutan. La vida escolar está organizada en torno a actividades académicas orientadas en gran medida a los estudiantes.
El acompañante desempeña un papel importante en la vida académica de los estudiantes y la institución. De alguna manera, es un mediador entre lo que la institución busca y logra, y los estudiantes, que se hallan en proceso formativo. El docente acompañante debe ser garante de los procesos académicos de los estudiantes a su cargo. Ha de estar informado, no solo de los procesos que son de su responsabilidad personal, sino del trabajo que realizan sus compañeros docentes con los estudiantes, de las metas y objetivos del grado, de las fortalezas y debilidades de los estudiantes, de los conflictos y problemas que surgen entre ellos y los docentes, de las maneras de proceder de estos últimos, de los estándares de calidad para los trabajos académicos que los profesores exigen, entre otros asuntos.
En lo académico, el acompañante o director de grupo tiene una función preponderante, no solo mediando, sino también exigiendo, proponiendo, acompañando, solicitando apoyos especiales y, en últimas, haciendo todo lo que esté a su alcance y estipulado para lograr que los estudiantes acompañados por él sean exitosos en su vida académica, alcancen los objetivos y logros en cada una de las materias del grado que están cursando, de tal manera que sean exitosos al final del año lectivo y puedan aprobarlo con la suficiente calidad.
El trabajo de acompañar los procesos académicos de los estudiantes demanda del acompañante o director de grupo muchas de sus habilidades y competencias, pues no solo debe saber mediar, sino tener el criterio y el juicio necesarios para estimular a los estudiantes, de tal manera que ellos asuman sus responsabilidades, den lo mejor de sí mismos, aprovechen todo su potencial y alcancen el mejor desempeño posible. El acompañante debe ayudar a su acompañado para que este siempre asuma sus responsabilidades y dé lo mejor de sí; ha de saber exigir, sin ser coercitivo, pero tampoco generando dependencias que inutilicen al estudiante.
Finalmente, no se debe olvidar que un estudiante dará tanto de sí mismo según su potencial, pero sobre todo, cuando es estimulado por sus profesores para que todo ese potencial salga a flote y logre desarrollarlo mejor. En esta tarea el acompañante desempeña un papel fundamental, pues debe conocer muy bien a sus estudiantes a fin de saber cuál es el nivel de su potencial y generar las estrategias adecuadas para estimularlos, de tal manera que efectivamente den lo mejor de sí.
Generalmente lo deportivo y lo recreativo son dos aspectos de la vida de los estudiantes que ellos más disfrutan, pues allí pueden, entre otras cosas, ser libres, espontáneos, mostrarse tal cual son, quemar energía, dar rienda suelta a su creatividad, expresar sus emociones y, en fin, tener una serie de comportamientos y actuaciones que les permite socializar con sus amigos y compañeros, e incluso, ser reconocidos por alguna cualidad o aptitud especial.
Desde este punto de vista, cuando los estudiantes están participando o practicando algún deporte, o están teniendo algún espacio recreativo, el acompañante del grupo encuentra una ocasión privilegiada para interactuar con ellos, darse a conocer en un rol diferente y conocerlos a ellos, incluso para identificar cualidades y aptitudes que en otros contextos no sería posible hacerlo.
Como se afirmó, el acompañante ‘camina con’, está presente, no como una presencia censuradora o disciplinaria dispuesta sobre todo a castigar o a señalar lo inadecuado, sino más bien como una presencia de igualdad ante los estudiantes, sin ser igual a ellos. Esto quiere decir que, en la mayoría de los casos, si el acompañante participa en un deporte o una actividad recreativa con sus estudiantes, ha de ser en condición de igualdad a ellos, sin caer en la presencia que todo lo juzga. Obviamente, si por alguna razón requiere asumir su papel como formador o educador, lo puede y debe hacer, pero mientras esto no sea necesario un buen espacio de interacción con los estudiantes le permitirá no solo conocerlos mejor, sino hará posible que ellos lo vean como una persona común, de carne y hueso, que también tiene emociones, sentimientos, habilidades o cualidades distintas de aquellas que están circunscritas al rol del docente que imparte alguna materia.
Compartir con ellos algunos de estos espacios de deporte y recreación debe ser una meta de todo acompañante, especialmente al inicio del año escolar, para conocer a los estudiantes y para que lo conozcan a él. Tampoco se trata de estar presente en todo momento, cobijándolos de manera omnipresente, pues ello también puede cansarlos, hacer que pierdan su espontaneidad y sentirse siempre vigilados.
No se debe olvidar que un buen acompañante o director de grupo también conoce en detalle las habilidades y aptitudes especiales de los estudiantes, de tal manera que si ellos practican algún deporte de alto rendimiento sabe cuándo tienen torneos o presentaciones, cómo les está yendo, qué les gusta y que los molesta, en fin, todo lo que hace que se sientan individualizados y reconocidos en sus particularidades, de tal manera que no hacen parte de la masa ni pasan inadvertidos.
Los conflictos y las dificultades especiales
En la vida escolar los estudiantes se suelen ver envueltos en situaciones que si no se manejan adecuadamente pueden degenerar en problemas, pues dependiendo de circunstancias concretas y particulares el indebido manejo de las emociones podría generar hechos de alguna gravedad. En esta realidad, es importante la labor del acompañante o director de grupo, por cuanto debe tener suficiente capacidad de juicio y discreción para manejar esas situaciones, buscando ser imparcial, mediando y haciendo que asuman una posición, las resuelvan debidamente y, en últimas, asuman las consecuencias de sus decisiones.
Como se dijo al hablar de las cualidades y funciones de un buen director de grupo o acompañante, este debe tener suficiente tino, prudencia y sabiduría para guiar a los estudiantes, exigiendo, pero también comprendiendo; mediando, pero también exigiendo a las partes voluntad y actitudes que lleven a resolver los conflictos; acompañando y apoyando, pero también permitiendo que cada parte asuma sus responsabilidades, por mencionar algunas actitudes y comportamientos idóneos de un acompañante a la hora de ayudar a resolver adecuadamente los conflictos entre ellos.
Y de igual manera que en los conflictos, los estudiantes pueden tener dificultades especiales, que un buen director de grupo o acompañante requiere conocer y tener registradas en su texto de seguimiento a cada uno. Muchos sufren problemas familiares complejos, o situaciones físicas, emocionales o cognitivas adversas, o en últimas, alguna condición particular que requiere apoyo institucional personalizado, el cual, de alguna manera, se materializa en el trabajo que hace el acompañante. Por lo tanto, el director de grupo o acompañante debe conocer esas dificultades especiales; sin que ello implique inmiscuirse en la vida privada de los estudiantes, precisa saber todo aquello que pueda interferir en la vida escolar de ellos para darle un manejo adecuado a dichas circunstancias.
En estas situaciones se requiere de cualidades del director de grupo o acompañante como la discreción y la prudencia, pues la información que él conoce requiere manejarse con tacto y reserva, obrando siempre en beneficio del estudiante y de las tareas y responsabilidades que la institución educativa tiene frente a este. El director de grupo o acompañante ha de saber cuándo hablar y cuándo callar; también, a quién referir los hechos, puesto que no se debe ventilar la vida privada de los estudiantes, como tampoco ocultar información relevante que pueda desencadenar un problema mayor.
Además de lo anterior, en esta categoría figuran situaciones delicadas y complejas en las que pueda estar involucrado un estudiante, como la ideación suicida; las conductas delictuales; el consumo de sustancias psicoactivas, alcohol o tabaco; las prácticas de actividades paranormales; la pertenencia a tribus o grupos de culturas urbanas; conflictos como el acoso escolar, el abuso sexual, la violencia intrafamiliar o cualquier otra conducta o situación que ponga en riesgo su integridad o el éxito de su proceso formativo en la institución.
Frente a estas últimas eventualidades, dada la gravedad que pueden revestir, el acompañante debe conocer los protocolos y las políticas institucionales, para darles el manejo estipulado en ellos, de tal manera que no se pongan en riesgo ni al estudiante ni a su familia ni a la institución educativa.
Todos los anteriores, constituyen aspectos o elementos que conciernen a un director de grupo o acompañante, los cuales ha de conocer y manejar con propiedad para poder cumplir los objetivos formativos de la institución educativa, y sobre todo, para que el proceso de acompañamiento sea efectivo y eficiente.
1 Discernir es un verbo que se emplea para significar el tener la aguda capacidad de juicio para juzgar entre dos o más opciones, y desde los criterios, principios y valores que la persona tiene o ha optado por emplear en su decisión, elegir, siempre buscando lo mejor. Lo contrario a discernir es tomar decisiones por impulso, por emocionalidad, sin tener en cuenta los argumentos y las razones a favor y en contra de la decisión que se está tomando, sin ser capaz de seguir las emociones que se experimentan para tomar la decisión que se debe
2 En el Anexo 4 se incluye una tabla con el conjunto de habilidades prosociales más comunes, que se sugiere tener como referente para ser trabajadas con los estudiantes.