Читать книгу Comedias de humor - José Ignacio Serralunga - Страница 8

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VOZ EN OFF: Esta historia comenzó

una noche de tormenta

oscura como una afrenta

y más fría que un cuchillo;

la luna era un gran pocillo

lleno de helado de menta.

Era la escarcha tan gruesa

y tan gélida la luna

que no se veía ni una

persona por esos lares.

Imagínense los bares, más desiertos que la puna.

(Comienza a verse la silueta del Guapo, apoyado en un farol, a contraluz, luego iluminándose gradualmente.)

En la puerta del boliche

de un tal Próspero Lavalle,

en la esquina de una calle

con otra, que la cortaba,

un guapo solo fumaba

su atadito de Imparciales.

Como fondo, en la ventana

recortaba su silueta,

con un brillo de tafeta

y un contraluz como el raso,

sorbiendo lento aquel faso

que apretaba con la jeta.

El humo penetra denso

hasta su pecho caliente,

pero de cerca se siente

cuando apoya en el farol

sus zapatos de charol,

cómo le tiemblan los dientes.

GUAPO: A mí me tiemblan los dientes

y me vibra el cuerpo entero,

pero no es el frío fiero

sino el calor que me invade,

porque unos ojos de jade

me calientan, cual brasero.

Para explicarlo mejor,

esos ojos, dos luceros

que iluminan mi sendero,

son de un verde tan profundo

en cuya hondura me hundo

cual caracú en el puchero.

Esas manos delicadas

son una fuente de lirios

-la fuente de mis delirios-

allí abrevo como alondra

que busca en el monte sombra

sin sospechar el peligro.

¡Esa melenita de oro

que enmarca, tan delicada,

su carita redondeada!

Es tan rubia como el trigo,

y no parece, les digo,

que usara agua oxigenada.

¡Clamo al cielo y al infierno!

Quiero a esa rubia en mis brazos,

enlazada con un lazo

si hace falta, qué joder.

¡A ver quién tiene el poder!

(Apareciendo de improviso, viste ropas harapientas)

MARCO ANTONIO: ¿Me llamaba?

GUAPO: ¡Qué cagazo!

MARCO ANTONIO: No hay por qué asustarse, joven.

Usted acaba de llamarme

y acá estoy, de hueso y carne,

con apariencia de humano,

para darle a usted esa mano.

Permítame presentarme.

GUAPO: Ya sé, no me diga nada,

a usted el olor lo delata.

MARCO ANTONIO: ¿Tengo mucho olor a pata?

GUAPO: Usted despide al hablar un hedor particular, como a veneno de ratas.

MARCO ANTONIO: Es el azufre, seguro.

Es lo que allá respiramos

en los pagos del Fulano.

Pero veamos la urgencia

que merece esta emergencia.

Métale, vamos al grano.

GUAPO: Disculpe la desconfianza.

Antes que mi alma le venda,

y espero que no se ofenda,

muéstreme sus credenciales,

sus papeles oficiales,

o del diablo, alguna prenda.

Porque le voy a decir,

y disculpe lo sincero,

que parece un pordiosero,

su pinta nada garanta.

Me parece flor de chanta,

tiene agujero en los agujeros.

MARCO ANTONIO: Usted no debe guiarse

por la imagen de la gente,

que es un engaño aparente.

Podemos decir entonces

que el hábito no hace al monje

ni al diablo lo hace el tridente.

(Mientras habla se saca la ropa harapienta, debajo tiene vestuario impecable de diablo.)

Yo ya no quiero salir

con zapatillas de marca.

Si hoy mismo un flaco me garca

y me aprieta con un fierro,

que si esta boca no cierro

me pasa a buscar la parca.

GUAPO: Es verdad, es cosa seria

salir solo en estos pagos.

Cualquier ñato te hace estragos

si te clava un tramontina.

MARCO ANTONIO: Y agarrate catalina

si es una banda de vagos.

GUAPO: Mas no ha de temer la muerte

el que vive en el infierno,

si le gusta más: averno,

que es como un horno de barro,

como un enorme cigarro

en un lenguaje más tierno.

MARCO ANTONIO: Si metáforas prefiere,

el desafío le agarro.

El infierno es como el barro:

todo sucio, negro, oscuro,

lleno de hollín, le aseguro,

como un calefón con sarro.

GUAPO: Me imagino la humareda.

MARCO ANTONIO: En los pagos del demonio

todos sufrimos de insomnio

porque el tipo que hace el fuego

-parrillero desde luego-

le echa sulfuro de amonio.

Un humo denso, dañino,

que penetra en los pulmones

y causa mil infecciones:

tos convulsa, falso crup,

y tiene olor a chucrut,

aunque hay otras opiniones.

GUAPO: ¿Mucho calor?

MARCO ANTONIO: Ni le cuento.

Se suda a chorros, no a gotas.

Es para andar en pelotas.

Desde el suelo el calor sube,

y se han ido por las nubes

los precios de las ojotas.

GUAPO: Yo me habría imaginado

mucha farra, diversiones.

MARCO ANTONIO: Esas son falsas versiones

del infierno, si es un asco.

Yo le reitero, es un fiasco,

por más que lo promocionen.

GUAPO: ¿Así que usted no es el Jefe,

según comienzo a entender?

No es el mismo Lucifer,

ni Luzbel, ni Satanás.

No es Belcebú, no es Añá.

¿Quién vendría usted a ser?

MARCO ANTONIO: Yo soy como un delegado

del mismísimo Demonio,

y mi nombre es Marco Antonio,

como el del César famoso.

Aunque yo soy más hermoso

que este tipo, Marco Antonio.

GUAPO: Usted tiene que ayudarme

porque estoy desesperado.

Estoy muy enamorado

de una preciosa mujer

que acabo de conocer.

Y ¿Usted sabe? Estoy casado.

De noche sueño con ella,

de día escribo versitos,

ya perdí hasta el apetito

y por pensar sólo en ella,

ya me perdí dos paellas

y un par de sábalos fritos.

Mis amigos me rechazan,

tengo el alma por el suelo,

y sólo encuentro consuelo

en estas noches de frío,

devorándome los libros

de Bucay y de Coelho.

Imagínese mis noches

durmiendo con esa vaca.

La cama hace traca traca,

ronca como un tren expreso

¿Se imagina darle un beso

con ese aliento de urraca?

Mientras tanto en mis oídos

susurra suave la voz

que me dice: vámonos,

amémonos vida mía,

y me despierta la arpía

con un acceso de tos.

(Marco Antonio despliega oportunamente folletería, fotos, utilería adecuada para ilustrar cada oferta.)

MARCO ANTONIO: Tenemos un par de opciones:

Una es matar al bisonte,

si prefiere gliptodonte,

con todo respeto dicho,

al referirme a ese bicho

que usted tiene por consorte.

GUAPO: Siga, siga, me interesa,

puede contar con mi ayuda.

Esa vieja polleruda

me tiene inflado, podrido,

desvencijado y ardido.

Es una bestia peluda.

MARCO ANTONIO: Podemos suministrarle

una dosis de veneno,

y un poco de ibuprofeno

por si le duele la panza.

Porque si la gorda lanza

vomita dos baldes, llenos.

GUAPO: No me convence del todo

liquidarla con cianuro.

Es preferible, le juro,

quedaría sin consuelo,

si al bajar del Portezuelo

se le rompieran los frenos.

MARCO ANTONIO: ¿Un accidente de ruta?

Es lo más convencional,

pero es poco original.

Yo le aseguro que al rato

de proceder al maltrato,

usted va al correccional.

A ver si le gusta esto:

Cuando se meta en el baño.

GUAPO: ¡La volamos con un caño!

MARCO ANTONIO: Espere, no sea impaciente.

Eso va a ser evidente

porque causa mucho daño.

GUAPO: Tiene razón, es muy burdo

reventarla en el retrete,

por el barullo que mete.

MARCO ANTONIO: Hágame caso y escuche:

Le ponemos en el buche

tres cuartos kilos de cohetes.

GUAPO: Ay, qué lindo, la imagino

volando al aire en pedazos,

desarmándose en retazos

de cartílagos y grasa,

costeletas y carnaza.

MARCO ANTONIO: Chinchulín, riñón y bazo.

GUAPO: El problema es que eso mancha,

deja todo hecho un chiquero,

manchar el baño no quiero.

MARCO ANTONIO: Entonces métale bala,

o una pequeña bengala,

que le deja un solo agujero.

Además, el velatorio

no requiere gran servicio

si usted lo hace con oficio:

Le dispara por la espalda,

no hace falta maquillarla

pa tapar el orificio.

Y figúrese el velorio:

Usted se sienta y observa

cómo llora esa caterva

de parientes repugnantes,

que nunca vinieron antes

a traer ni un kilo e yerba.

GUAPO: Qué delicia, el gran momento

cuando cierran el cajón,

y no le dejan opción

de volver para este mundo.

¡Si resucita, al segundo,

me meto yo en el cajón!

MARCO ANTONIO: Pero, amigo, usted me ofende.

Si usted contrata conmigo

no es cliente, es un amigo.

Estando muerta su esposa,

puede pensar en la moza...

y comprarse un lindo abrigo.

(Aparece Gabriel y observa la charla sin que lo vean.)

GUAPO: Lo del abrigo no entiendo

¿Andaba corto de rima?

MARCO ANTONIO: ¿Es que acaso se imagina

que yo soy el Santos Vega?

Cualquier palabra no pega.

Acá pega mandarina.

GABRIEL: Veo que el amigo Antonio…

MARCO ANTONIO: Marco Antonio, si le gusta.

GABRIEL: Ya empezó a mostrar la fusta

antes de que el pingo salte.

Nunca habrá rima que falte

si el payador no se asusta.

MARCO ANTONIO: Mi estimado don Gabriel,

no me corra con la vaina,

que este asunto de la guaina

no es cuestión que le competa.

Así que: cierra la jeta,

y el tonito, me lo amaina.

GABRIEL: Pero miren al señor,

orgullosito y malevo.

Si bien recuerdo le llevo

gran ventaja en la cosecha

de almas pobres y deshechas.

MARCO ANTONIO: ¿Por qué no me chupa un huevo?

GABRIEL: Qué bonitas sus palabras.

Qué expresiones tan decentes,

dichas frente a su cliente.

Así nunca tendrá éxito,

y a ver si mejora el léxico,

porque le bajo los dientes.

MARCO ANTONIO: A mi juego me llamaron.

Después no venga con quejas.

Si quiere una moraleja,

preste oídos y atención.

Antes de darle un piñón

le voy a mojar la oreja.

GABRIEL: Hasta acá llegó la cosa,

y mi aspecto circunspecto.

Yo te digo, bicho infecto,

no te salva ni tu vieja.

Vos me mojaste la oreja,

atajate este directo.

MARCO ANTONIO: Yo no salgo del asombro.

¿Cómo me vas a pegar?

Te tendrás que confesar.

Y mientras tanto te digo,

no descuidés el ombligo

y comete este apercát.

GABRIEL: Esa me gusta, en inglés,

como decir waterclós,

rimember, hapi, bicós.

Estudiá cómo le llaman

en los pagos de Buchanan

a este hermoso gancho en cross.

GUAPO: (al público) Estos me tienen cansado,

son poetas de la riña.

Si anuncian antes las piñas

nunca se van a hacer daño.

Tengo ganas de ir al baño,

me cayó mal la fariña.

(Los toma por la solapa o de las orejas)

Ustedes se presentaron

porque yo los convoqué.

Y si escuchan el por qué,

sabrán que tengo un asunto.

(Saca un cuchillo)

Pónganse a trabajar juntos,

o los abro como a un pez.

Ya sé que no es lo correcto,

pero me pide la estética

que respetando la métrica

diga un pez, y no dos peces,

porque esta frase merece

una licencia poética.

Y para ser más correcto,

si me atengo a lo expresado,

no puedo dejar de lado

el vocablo más preciso:

Si se paran sobre el piso

no son peces, son pescados.

(Marco Antonio y Gabriel en conciliábulo.)

MARCO ANTONIO: Okei, recapacitemos.

GABRIEL: Estudiemos este caso:

MARCO ANTONIO: El señor quiere un cambiazo.

GABRIEL: un plan canje si prefiere.

MARCO ANTONIO: La manda a la Gorda al muere.

GABRIEL: y se lleva un bombonazo.

MARCO ANTONIO: Usted no es ningún salame

ya que ideó esta patraña.

Aunque parezca una infamia

se lo digo ¿No ha pensado

desechar el atentado

y practicar la bigamia?

GUAPO: Usted me toma por zonzo

y el tema es bastante serio.

No pienso en el adulterio

por razones religiosas.

La rubia será mi esposa,

La Gorda va al cementerio.

Les doy tiempo hasta mañana

para arreglar la cuestión.

No quiero más discusión,

porque se hará a mi manera:

el minón en mi catrera

y la Gorda en su cajón.

(Marco Antonio y Gabriel vuelven al conciliábulo.)

GABRIEL: Pobre gorda, me da pena

imaginarla en un nicho,

si no ha de ser tan mal bicho.

MARCO ANTONIO: ¿Y si la mandamos lejos?

La enganchamos con un viejo

que la lleve al Machu Pichu.

GUAPO: Prendo otro pucho y me voy

a tomar fernet con coca

en algún bar de la Boca.

Les dejo libre la escena

para que hagan su faena.

Arréglense con la loca.

Si les sirve de aliciente,

recuerden que este facón

corta en el aire un mechón,

es más rápido que un rayo,

más temerario que un gallo

y no conoce el perdón.

GABRIEL: (al público) Así fue, por vez primera

que un guapo nos puso en caja.

MARCO ANTONIO: Nos dejó la guardia baja,

ni pudimos protestar.

GABRIEL: Este tipo no es de fiar,

y en la primera te faja.

Para poder trabajar

en conjunto, sin errores,

contratamos consultores

externos, que nos costaron

buena plata y nos dejaron

más sabihondos que dotores.

MARCO ANTONIO: Tuvimos que analizar

misión, visión, nuevas fuerzas,

debilidad, fortalezas,

metas propias y motivos,

GABRIEL: y definir objetivos

para orientar nuestra empresa.

MARCO ANTONIO: Aprendimos los resortes

para activar el control,

recursos, reactivación,

reingeniería, procesos

que nos dejaron los sesos

como adentro de un raviol.

GABRIEL: Y nos largamos al ruedo,

como toda gente sabia,

seguros de nuestra labia.

MARCO ANTONIO: Conocimos a la Gorda

y nos tiró por la borda

tanta ciencia, con su rabia.

(Aparece la Gorda en su casa, fregando, barriendo o planchando, y los dos la espían desde afuera.)

GORDA: Pobre de mí, qué desgracia.

Lo único que hago es planchar

y lavar y cocinar.

Yo que tenía ilusiones

y sueños y pretensiones

me los tuve que olvidar.

Meta escoba todo el día,

dale que dale a la plancha,

removedor, quitamanchas.

¡Ya no me entra la bikini,

ya no me calza una mini

porque estoy hecha una chancha!

Tengo los dedos cuarteados,

las manos llenas de callos,

más verrugas que un zapallo.

Tengo olor a lavandina,

a detergente, a creolina

¡Y tengo patas de gallo!

MARCO ANTONIO: Tiene razón la señora,

la vida la ha castigado.

Se ve que el tiempo ha hecho estragos.

GABRIEL: Ahora lo entiendo al esposo,

pa darle un beso a este coso

más que guapo hay que ser mago.

MARCO ANTONIO: Yo pensaba en otra cosa,

no exactamente en un beso.

Si sopesamos el peso

y de la cintura la comba,

hará falta un coche bomba

para causarle el deceso.

GABRIEL: Ave María Purísi...

MARCO ANTONIO: ¿Qué dice, che? No aproveche.

GABRIEL: Disculpe, no es mala leche,

es la costumbre nomás.

¡A ver si atienden acá!

¿Es la familia Mengueche?

GORDA: Discúlpenme la demora,

estaba haciendo mis cosas:

fregaba un jarro de loza,

planchaba cosas de lana

mientras licuaba bananas.

Una es así de hacendosa.

GABRIEL: ¿Qué opina usted de la vida?

MARCO ANTONIO: ¿La mentira y la verdad?

GABRIEL: ¿La muerte y el más allá?

MARCO ANTONIO: ¿El destino de la gente?

GABRIEL: ¿Hay un mundo diferente?

GORDA: ¡Son testigos de Jehová!

¡Ya me vendieron dos biblias

y un Antiguo Testamento!

Me están llenando de cuentos,

me sacaron los ahorros,

ustedes son unos chorros.

GABRIEL: ¿Por qué no espera un momento?

No somos de esa calaña,

no nos atrae su plata.

MARCO ANTONIO: Mírese, como una rata,

en este agujero inmundo.

No hay peor lugar en el mundo.

GABRIEL: ¿Usted está hirviendo batatas?

GORDA: Batata, papa, lentejas,

un repollito, porotos,

pura comida de crotos.

Yo no sé cómo resisto,

ya no me saca ni Cristo

de este lugar tan remoto.

GABRIEL: No pierda las esperanzas.

Si lo que quiere es zafar,

tendría usted que pensar

en cambiar esa actitud.

MARCO ANTONIO: Se le va la juventud

si no empieza a adelgazar.

GORDA: ¿Qué tiene que ver mi peso

con mi actitud negativa?

¿Cómo he de ser positiva

teniendo al lado a mi esposo

que es un ratón, un cargoso

que me da tan mala vida?

Usted no sabe, señor,

cómo me busca camorra.

Me hace hacerle mazamorra

y después me pide un guiso.

MARCO ANTONIO: Qué sabroso, con chorizo

GABRIEL: y pimiento calahorra.

GORDA: Yo dejé de ir al gimnasio.

No hice más abdominales

ni espinales, ni dorsales.

GABRIEL: ¿Así comenzó a engordar?

GORDA: Es que tuve que dejar

hasta la dieta Scardale.

GABRIEL: ¿Y el señor?

GORDA: De pura joda:

Antes de comer, fernet,

y al degustar su brochet

de pollo, ternera y chancho,

y un bife de lomo ancho,

se baja dos cabernet.

MARCO ANTONIO: ¿Y de postre?

GORDA: Lemon pie,

un budín, fresco y batata,

un almendrado, casata,

docenas de pastelitos.

GABRIEL: ¿Son al horno?

GORDA: No, son fritos,

y a mí el hígado me mata.

Por culpa de ese menú

comenzaron las peleas:

Que a mí me sube la urea

y a mí el colesterol malo.

Una vez me molió a palos

porque me escondí una oblea.

MARCO ANTONIO: Pero vea qué bonito,

el señor es un bandido.

Ya nos había engrupido

con el cuento de su esposa.

GABRIEL: Me parece que las cosas

son al revés ¡Qué podrido!

GORDA: A la siesta empieza al lío

porque el tipo, que es muy fino,

ya se tomó cuatro vinos:

Un marsala, un semillón,

un malbec y un sauvignon.

MARCO ANTONIO: ¡Chupa como dos beduinos!

GORDA: Se me le suben los humos,

comienza con los insultos.

Y acá nos somos muy cultos:

Si yo le digo guanaco,

él me contesta en el acto

que le lleve al baño el bulto.

GABRIEL: Esa es una grosería

inadmisible en un guapo.

¡Tratarla a usted como un guapo!

MARCO ANTONIO: Me despierta el bajo instinto

de agarrarlo con el cinto

y darle un par de sopapos.

GABRIEL: El problema es que su esposo

se enamoró como un pibe,

las consecuencias no mide.

MARCO ANTONIO: Y hasta tiene mala fe.

Sin ir más lejos, a usted,

quiere tirarla a un aljibe.

GORDA: Yo ya me lo presentía,

porque de un tiempo a esta parte

se iba de farra los martes

y volvía los domingos.

Y estaba hecho un tilingo,

si hasta leía a Descartes.

Pensar que en sus años mozos

él venía a cortejarme

y era incapaz de dejarme

caminar sola en la noche.

Me llevó hasta a Bariloche,

y ahora quiere matarme.

¿A dónde fueron mis risas,

mis momentos más felices?

Quisiera que alguien me avise

en dónde perdí mis años.

Pienso en el guapo tacaño

y me pican las narices.

Yo querría un día de estos,

si el cielo me lo permite,

como quien goza un confite,

tomando mucha carrera,

de una patada certera

le acomodaba el upite.

GABRIEL: (al público) Encontramos un recurso,

extraordinario, por cierto,

que nos dejó el campo abierto

para hacer nuestra jugada.

MARCO ANTONIO: Porque si el guapo engranaba

ya nos dábamos por muertos.

GABRIEL: Convocamos a las partes

a audiencia conciliatoria,

MARCO ANTONIO: para que haciendo memoria

de los agravios vertidos

y los hechos acaecidos,

GABRIEL: saliera a la luz la historia.

MARCO ANTONIO: Nos designamos nosotros,

mediadores de este caso.

GABRIEL: Comenzamos sin atraso,

con presunción iuris tantum,

MARCO ANTONIO: y el guapo acudió al per saltum

mientras prendía otro faso.

GABRIEL: Reaccionamos de inmediato,

veloces como dos cohetes,

MARCO ANTONIO: para tapar el boquete d

e anterior jurisprudencia

GABRIEL: y el guapo, con gran solvencia, nos dijo:

GUAPO: ¡par de zoquetes!

¿A qué se meten ustedes

a terciar sin fundamento?

Si me escuchan un momento

sabrán que será justicia

cuando acabe la malicia

y termine mi tormento.

GABRIEL: (al público) El hombre encendió la mecha.

Fue un alegato vibrante,

MARCO ANTONIO: y hasta diría elegante

dentro de la gran tensión.

GORDA: ¡Callate, vos, maricón!

GABRIEL: Dijo la Gorda al instante.

GORDA: Este tránsfuga maldito

quiere cambiarme por otra.

GUAPO: Seguro, si es una potra.

GORDA: Dejame hablar infeliz.

GUAPO: No te dejo ¡meretriz!

Andá a lavarme la ropa.

GORDA: Que te la lave la rubia,

ya que tanto te interesa.

Estoy segura de que a esa,

en dos meses a esta parte,

cuando intentes arrimarte

le va a “doler la cabeza”.

GUAPO: A vos te dolía siempre

por tu brutal frigidez.

Acordate de esa vez

que te compré lencería.

Dijiste: qué porquería

y te dormiste otra vez.

GORDA: Bueno, basta, qué me importa,

ya no me interesa un pito

discutir con este tipo.

GUAPO: Lo mismo digo, señora,

no le pido ni la hora,

y yo al pucho, me lo pito.

GABRIEL: (al público) Un callejón sin salida

pareció la encrucijada

MARCO ANTONIO: y una idea afortunada

salió al ruedo como un toro.

Dijimos los dos a coro:

GABRIEL y MARCO ANTONIO: ¿Qué dirá la oxigenada?

GUAPO: Con la rubia no se metan,

acá no está en discusión.

Lo que faltó es decisión

de ustedes dos, maricones,

que no tuvieron cojones

para enfrentar al camión.

GORDA: Yo quiero a la rubia acá.

Le meto un par de piñones,

la tapo con almohadones

pa que no le queden señas,

y le arrimo tanta leña

que le borro los riñones.

GUAPO: ¡Animal, bestia insensible!

¡Es un peligro latente!

¡Si se encuentra de repente

con la rubia en una esquina,

le va a dar con lavandina,

la va a dejar transparente!

GORDA: Traemelá, vas a ver.

Si la agarro con mis dedos,

la estrangulo con denuedo,

le quito el aire de a poco

y va a quedar hecha moco.

Ahí si querés te la cedo.

GUAPO: ¡Detengan esa masacre!

Yo sé muy bien lo que dice.

El momento en que la pise

con sus patas de elefante,

será como con un guante

hacer puré unos manises.

Antes que eso, señores,

yo prefiero resignarme,

dejarla libre, olvidarme

de sus ojos, su silueta,

sus polleras de tafeta

y su irresistible charme.

Porque este amor tan profundo

sabe de renunciamientos,

y no exagero ni miento

si les digo que prefiero

arrojarme a un basurero

saturado de excrementos.

MARCO ANTONIO: La metáfora es grosera

y un poquito repugnante.

GABRIEL: ¿Por qué no las piensa antes?

Madure un poco las cosas,

disfrute más de la prosa.

GUAPO: Es que yo no soy Cervantes.

Pero lo voy a intentar:

Mi amor roba de los ríos

guijarros, arena y frío.

Tiene de la tierra oscura

memoria y raíz; frescura,

de las gotas del rocío.

Yo sólo quiero salvar

a esta mujer, pues la quiero.

Si es necesario me muero,

me suicido, me holocausto,

vendo mi alma como el Fausto,

me hago matar por dinero.

Me arrepiento de mis dichos,

renuncio a mis pretensiones,

sublimo las emociones,

me hago monje, me hago eunuco,

me hago pasar por trabuco,

salgo a la calle en calzones.

Lo que pidan, yo lo hago:

Me corto el rostro, las manos,

me entrego como cristiano

en las fauces del león,

me conchabo de peón

en un restaurant coreano.

GABRIEL: ¡A la flauta, qué momento!

MARCO ANTONIO: Me parece que el señor

ha demostrado un fervor

digno de un mártir, de un santo.

GABRIEL: Se ve que la quiere tanto que sacrifica su amor.

MARCO ANTONIO: Ha puesto sobre la mesa la verdadera verdad,

GABRIEL: Y nos obliga a fallar

sin fallas, qué paradoja.

MARCO ANTONIO: Cuando la fruta está roja

es hora de cosechar.

GABRIEL: Ordenemos las ideas:

Estaba en juego la vida

de una persona querida,

y el señor, sin meditar,

ofrecióse en un altar

como un sacrificio druida.

MARCO ANTONIO: La señora, por su parte,

la reclama para sí

con inusual frenesí,

para dividirla en postas

como el islero en la costa

que fríe un rico patí.

GABRIEL: La decisión salomónica

ya la enseñó Salomón.

MARCO ANTONIO: Es decir, el colofón

de esta terrible querella

será: ¡Nada para ella!

(al Guapo) Y para usted, el minón.

(Gran conmoción, los tres hombres festejan.)

GORDA: ¡No pueden ser tan injustos!

El fallo es improcedente,

discriminan a la gente

por el peso corporal,

y premian a este animal

GABRIEL: ¡Que la señora se siente!

GORDA: Yo me siento, sí señor,

me siento muy defraudada.

Me estafaron por confiada,

y ya no me importa un corno,

está muy claro el soborno.

¡La sentencia fue comprada!

GABRIEL: No le puedo permitir

que deslice esa sospecha.

GORDA: ¡La denuncia ya está hecha!

MARCO ANTONIO: Retráctese, irreverente.

GORDA: A vos te bajo los dientes

GUAPO: ¡Cuidado el cross de derecha!

GORDA: Yo no concibo admitir

esta terrible condena,

mi espíritu se envenena

frente a este gran contubernio.

Al guapo le dan un premio.

GUAPO: ¡Y a vos te dan una enema!

(Los tres hombres ríen grosera y exageradamente)

GUAPO: Y ya que estamos, de paso

para que el tiempo no pierda

la puedo emplear como sierva.

MARCO ANTONIO: Ahorrando todo el salario

cubre nuestros honorarios

GUAPO: ¡Y que se vaya a la mierda!

(Ríen a carcajadas. La Gorda comienza a tener espasmos, convulsiones, se agita, es una escena muy dramática.)

GORDA: Siento que voy a morir,

la injusticia me atraganta,

se me cierra la garganta,

mis ojos ya ven nublado.

Traigan un cura a mi lado

porque quiero morir santa.

GABRIEL: No hace falta un sacerdote,

yo puedo prestar mi oreja.

Si se “descárria” una oveja

yo la acerco hasta el rebaño.

Tengo en esto muchos años,

es una historia muy vieja.

GORDA: Quiero decirle al de arriba

que mis faltas fueron muchas,

que mi espíritu está en lucha

porque en grande yo he pecado.

¡No se quede ahí parado,

acérquese así me escucha!

Yo le he mentido a mi esposo.

Le he jurado amor eterno,

sin embargo, cada invierno,

le acomodé en la testuz,

como si fuera un cebú,

un hermoso par de cuernos.

Lo engañé con mil señores,

me revolqué cual culebra,

me enloquecí como cebra

que busca en el parque pasto.

Me acosté con medio Abasto

y medio Parque Saavedra.

Con los cien barrios porteños

reacomodé la osamenta,

porque no soy nada lenta

en esto de andar de farra.

Tengo de tigra las garras,

y él, de ciervo, cornamenta.

GABRIEL: Yo gestionaré el perdón

para tus culpas oscuras,

para tus locas locuras

perpetradas en el lecho.

Pon esta cruz en el pecho

y abrázala con ternura.

GUAPO: ¡Yo me opongo a esa injusticia!

Llenó mi alma de veneno,

me ha dejado como un reno

y este tipo la perdona.

MARCO ANTONIO: Sus deudas ya le condona

si es que no lo detenemos.

(Desesperado, el Guapo se lanza sobre Gabriel y lo inmoviliza tomándolo por detrás para impedir que actúe en defensa de la Gorda.)

GUAPO: ¡Clamo al poder de la noche!

¡Que el castigo sea eterno!

¡Que la maldiga el averno!

¡Que la despose el demonio!

¡Llévatela, Marco Antonio,

que se pudra en el infierno!

MARCO ANTONIO: A mi juego me llamaron.

Su alma será del de abajo,

y aunque me costó trabajo,

yo te digo a vos, Gabriel,

piedra tijera papel,

te gané esta vez ¡Carajo!

Que se haga la voluntad

de este señor que me ordena.

¡Que nunca acaben sus penas!

¡Que su alma se petrifique!

¡Que con el diablo fornique

mientras le sopla la quena!

GORDA: Tenga piedad de mi alma.

Yo lo único que anhelo

es una nube en el cielo,

fresca y blanda, de algodón.

Si me manda pal fogón

se me chamusca hasta el pelo.

MARCO ANTONIO: Ya es muy tarde, mi señora,

agárrese del caballo,

que antes de que cante el gallo

la enviaré con el de rojo.

Cierre muy fuerte los ojos

¡Y que la parta este rayo!

(Lanza un rayo, la Gorda cae fulminada, se hace una pausa terrible. Pueden ser dos rayos, ya que es muy fuerte. Gabriel, liberándose del Guapo, va hacia ella.)

GABRIEL: Qué mala pata, la Gorda,

terminar de esta manera.

Tiene olor como a madera

chamuscada por el fuego.

MARCO ANTONIO: No le sirvieron los ruegos,

ya debe estar en la hoguera.

GUAPO: Señores, me doy por hecho,

hicieron un buen laburo.

Les convido con un puro,

compartan mis alegrías,

les invito una sangría

si no tienen mucho apuro.

MARCO ANTONIO: Vaya nomás, eso sí,

antes de irse con la mina,

o a chupar a una cantina,

si puede colaborar...

unos pesitos dejar...

nuestro sueldo es su propina.

GUAPO: Ustedes digan el precio,

yo lo pago con gran gusto.

Y perdonen por el susto

que les hice yo pasar,

si no los iba a matar.

MARCO ANTONIO: Diez mil pesos, precio justo.

Considere que el cadáver

hay que desaparecer.

Usted no querrá correr

ningún riesgo con la cana,

para esconder a la dama

algún gastito hay que hacer.

GABRIEL: La única condición

que deberá usted cumplir

es ya nunca concurrir

a su antiguo domicilio.

Es el costo del auxilio

que acaba de recibir.

GUAPO: Está bien. ¿A qué volver

a esa casa tan chiquita?

La rubia tiene más guita

que un traficante de coca:

Tiene un palacio en la Boca

y una estancia en Mar Chiquita.

Arrivederchi, muchachi,

se vemo en otra ocasión.

Me está esperando el minón

dentro de una limusín,

para estrenar un bulín

en pleno Constitución. (Sale el Guapo)

GABRIEL: Así fue que coronamos

nuestra fructífera unión.

Le sacamos de garrón

diez mil pesos al fulano,

repartimos vamo y vamo,

y brindamos con un ron.

MARCO ANTONIO: Y la señora, verán,

(la Gorda se incorpora)

puso el cerebro en acción,

planificó la función

de la audiencia con el Guapo,

le pasó en la jeta el trapo

y lo trató de cabrón.

GORDA: Este Guapo es un salame,

yo jamás le puse un cuerno,

pero no hay nada más tierno

que un guapo con baja estima.

Va a sufrir como una mina,

y va a terminar enfermo.

Y ustedes, no se me olviden

que lo esquilmaron al quia

con el seso de esta tía.

Vayan pelando la guita,

acomoden tres pilitas,

que la del medio es la mía.

(Sale la Gorda.)

GABRIEL: Y esta historia, que empezó

una noche de tormenta

oscura como una afrenta

y más fría que un cuchillo,

terminó con mucho brillo:

toda la gente contenta.

MARCO ANTONIO: Ya ha pasado mucho tiempo,

nunca más nos asociamos.

GABRIEL: Nunca más un vamo y vamo,

MARCO ANTONIO: ya nos gastamos la plata,

GABRIEL: ya nos quedamos a pata.

MARCO ANTONIO y GABRIEL: Todo el tiempo nos peleamos.

GUAPO: (desde afuera) ¡Clamo al cielo y al infierno!

¡Quiero a esta rubia difunta!

¡Come como marabunta,

ya me tiene repodrido!

MARCO ANTONIO: Compañero, preste oídos,

porque el destino nos junta.

GABRIEL: La próxima les contamos

cómo logramos zafar

de esta historia singular.

Despídannos con honores.

MARCO ANTONIO: ¡Un fuerte aplauso, señores,

nos vamos a trabajar!

¡Chan chan!

Santa Fe, 21 de junio de 2004

1 Primer Premio III Concurso Nacional de Obras de Teatro de Humor, Biblioteca Teatral Hueney, 2004.

Auspiciado por el Instituto Nacional del Teatro, Fundación Somigliana y TENEAS.

Jurado: Roberto Cossa, Mauricio Kartún y Eduardo Rovner.

Ganadora Provincial, Provincia de Entre Ríos, 2008.

Selección Regional de Teatro Región Centro Litoral, Instituto Nacional del Teatro.

Comedias de humor

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