Читать книгу Jesús y los esenios - José Manuel Andueza Soteras - Страница 3
RAZÓN DE ESTE TEXTO
ОглавлениеComo le gusta repetir al excelente biblista Xavier Alegre, todo texto sin contexto es un pretexto. En efecto, así es. Y ese peligro puede correr también el libro que se presenta a continuación.
Por eso comienzo ubicando el contexto en el que hay que situarlo para así entenderlo. Y lo hago en un doble sentido. Primero, contestando a la pregunta acerca del origen que impulsa a dedicar un tiempo a investigar y escribir estas líneas. En segundo lugar, explicando el sentido de volver a abrir una ventana que parecía cerrada sobre la posible vinculación entre Jesús y los esenios, intentar descubrir qué puede aportarnos a nosotros dicho conocimiento.
Respecto a la pregunta acerca del nacimiento de este texto, la historia comienza hace mucho. En concreto, cuando tenía catorce años. Recuerdo cómo en clase de Religión nos hablaron de los diferentes grupos tanto sociales como políticos que conformaban la sociedad palestinense en tiempos de Jesús. Allí se encontraban los saduceos, los fariseos, el sanedrín, los sacerdotes, los zelotas... y los esenios. De estos últimos, después de explicarnos qué pensaban, cómo se organizaban y cuáles eran sus costumbres, se nos dijo que no aparecían en el Nuevo Testamento. Y fue entonces cuando en mi mente adolescente empezaron a surgir una serie de preguntas que me han acompañado a lo largo de muchos años.
¿Por qué estudiamos un grupo que no aparece en los evangelios? Primera pregunta, tal vez interesada porque así eliminaba materia. Mas no era esa mi intención. La asignatura me gustaba; el profesor, también, y tenía ganas de conocer más. Así que poco a poco la pregunta se fue configurando con la intención de encontrar una formulación más acorde con lo que iba surgiendo en mi interior.
¿Por qué no aparecen en los evangelios? Esta era la pregunta. Las respuestas podían ser diversas. Tal vez porque dicho grupo no existía en tiempos de Jesús. Era una posibilidad. Pero no era eso lo que nos había dicho el profesor. Quizá el motivo real fuera que se trataba de un grupo insignificante que apenas tuviera contacto con Jesús y su grupo de amigos. No había respuesta. Al menos no una respuesta clara que pudiera convencerme.
El profesor insinuó ante mi cuestión que tal vez era porque, al desaparecer el grupo, algunos de ellos se pasaron al cristianismo y de esta manera no hacía falta hablar de un pasado diferente a su presente actual. Tal vez. Pero solo era un tal vez que no agotaba mis ansias de saber más sobre el tema. ¿Realmente era cierto? ¿Dejaron los esenios de ser esenios para hacerse cristianos? ¿Lo hicieron todos? ¿Qué pasó con quienes no dieron ese paso? ¿Se puede comprobar que realmente algunos sí dieron el salto al cristianismo?
Años más tarde, en mi último curso de colegio, a algunos alumnos se les invitaba a participar en la clase de Religión de tres cursos inferiores. Me propusieron colaborar y acepté encantado. Aprovechando que esa tarde en que se tenía la asignatura nosotros no teníamos clase, acompañábamos al profesor asignado, de manera que, tras su explicación, hacíamos grupos pequeños de diez alumnos con los que charlábamos, analizábamos, compartíamos lo que nos había suscitado la explicación, a la par que se contestaban una serie de preguntas. Cada alumno mayor acompañaba uno de esos grupos.
Un día, el profesor nos invitó a los alumnos mayores a explicar uno de los temas que se trabajaban. A mí me tocó explicar los grupos sociales en tiempos de Jesús. Y de nuevo aparecieron los esenios. Y de nuevo vuelve a surgir la pregunta. ¿Por qué no aparecen en los evangelios?
Dicen que la curiosidad mató al gato, pero creo que también las preguntas son lo que nos hace avanzar y descubrir un mundo de posibles respuestas que se abre ante nosotros y que nos obliga a conocer, aprender, optar por unas determinadas respuestas que pueden configurar nuestro pensamiento y, en según qué momento, también nuestro estilo de vida. Porque conocer más a Jesús, entenderle mejor, puede ayudarnos a descubrirle mejor, a interpretar mejor el Evangelio, su mensaje, y también lo que nos pide a los cristianos de hoy en día.
Tiempo más tarde inicié mis estudios de Teología. De nuevo me encontré escuchando explicaciones sobre los esenios. En esta ocasión, con más datos, con mayor profundidad. Surgían asociaciones y teorías nuevas. La más habitual era la que ubicaba a Juan Bautista cercano a ellos. También se hablaba de la posible influencia del grupo en Jesús de Nazaret a la par que se establecía el típico cuadro de características fundamentales que marcaba las diferencias del Nazareno con el grupo estudiado.
Eran unas primeras respuestas. Pero todavía insuficientes. Si habían tenido contacto con Jesús de Nazaret, si parece que hubo cierta influencia, si Juan Bautista pudo salir de un grupo esenio –tema que abordaremos en su momento–..., ¿por qué no aparecen en los evangelios? ¿Por qué no hay referencias directas como sí las hay acerca de otros grupos? Preguntas que no encontraban una respuesta clara o que en las respuestas recibidas no acababan de convencerme... La duda persistía.
El siguiente punto era sobre el origen de las cuevas de Qumrán, del «monasterio» encontrado cerca del mar Muerto. La historia de las tinajas llenas de rollos de la Biblia así como también de normas de la comunidad esenia. Incluso tuve la suerte de conocer a un teólogo –creo recordar que era holandés– que había dedicado muchos años de estudio a Qumrán y era un gran experto en una de las cuevas en las que se encontraba una tinaja con textos proféticos. Dicho teólogo había escrito un libro de más de trescientas páginas sobre una de las palabras que aparecía en uno de los manuscritos.
Es una de las cosas que a veces hacemos los teólogos, tal vez sin pensar mucho si dicha labor y esfuerzo aporta algo a la humanidad o al Reino de Dios del que hablaba Jesús de Nazaret. Probablemente exageramos la importancia de algunos elementos, dejando de lado otros aspectos más relevantes y más cercanos al sentido y el mensaje central de la Escritura. Es algo apasionante, ciertamente, pero también tiene su riesgo, ya que puede alejarnos de la vida real, de las personas concretas con quienes compartimos la existencia. Personalmente creo que escribir teología tiene sentido si nos ayuda a ser mejores personas, si nos ayuda también a acercarnos más a la gente y nos ofrece la posibilidad de pensar juntos cómo seguir mejor a Jesús el Nazareno. Este es el punto clave. Pero volvamos a nuestro objeto de interés.
Hace un tiempo, escuchando una charla del biblista Xabier Pikaza, al terminar me acerqué a él y le pregunté por el tema de los esenios y su relación con Jesús de Nazaret. Recuerdo que estuvimos un rato hablando del tema y que uno de los aspectos que me comentó es que no podemos tener muchas certezas. Sí hay cosas escritas, pero más a nivel literario, narrativo e incluso fantasioso que a nivel científico.
En efecto, desde esta última afirmación sí he encontrado más páginas sobre los esenios y su posible relación con Jesús de Nazaret. Pero todo ello queda en el ámbito de las suposiciones más que en el de las afirmaciones. ¿Será que no se puede decir nada con seguridad? ¿Y todo lo que ha sido estudiado, analizado por diferentes expertos? ¿Hasta dónde podemos llegar en el conocimiento real del tema?
Durante los años posteriores he continuado estudiando teología, investigando, compartiendo la fe, y también escribiendo. Hasta ahora no había abordado el tema de los esenios o, mejor dicho, de la relación entre Jesús y este grupo del que nada se nos dice, pero que estuvo presente en Palestina, siendo contemporáneo del Nazareno.
Y lo hago tras darme un tiempo para reflexionar sobre el tema. Durante estos años, la pregunta por los esenios y su ausencia en los evangelios no me ha abandonado, pero tampoco ha sido una prioridad. Es cierto que he ido leyendo sobre el tema, que cada vez que salía algo nuevo intentaba informarme con interés sobre lo que se decía, pero ahí se quedaba todo.
Ahora vuelvo al asunto. Y lo hago también tras encontrar hace un tiempo un material que considero que puede aportar cierta luz. Durante muchos años se estuvo estudiando a los esenios, sobre todo a partir del descubrimiento de Qumrán. Había tantas teorías o hipótesis como expertos que se acercaban al tema. Poco a poco se fueron acercando algunas posturas y llegando a una serie de conclusiones. Se podría decir que en los años ochenta parecía que el tema estaba casi cerrado. Pero en los noventa se vuelve a abrir una nueva veta.
Se trata del material arqueológico. El material aportado por expertos que han dedicado su vida a investigar los lugares por los que pasó Jesús y desde ahí reconstruir los espacios y las relaciones que pudo tener con sus coetáneos. La arqueología de los últimos años del siglo pasado y la primera década del actual, y lo que viene y vendrá detrás, abre nuevas puertas y nuevas opciones sugerentes acerca de lo que pudo ser la vida en tierras judías. Es cierto que antes ya estaba abierta esta veta, pero ahora de nuevo se vuelve a valorar y sobre todo a intentar unir teología e historia desde lo que se va descubriendo.
Nuevamente encontramos autores que tienen una visión muy clara acerca de la no vinculación de los esenios con Jesús y sus seguidores y otros que opinan justo todo lo contrario. Leer, descubrir, ver... releer los evangelios, los descubrimientos, las diferentes opiniones...
Aquí encontré elementos que apuntaban a los esenios y su posible vinculación con Jesús de Nazaret. Desde aquí, releyendo los evangelios y los diferentes estudios comparativos sobre los esenios y los primeros cristianos, podemos encontrar ciertas aportaciones que nos llevan a la segunda contextualización.
Para entender bien a Jesús y las palabras que encontramos en los evangelios hay que conocer el contexto en que se vive y en el que se dicen. Creo que la posible vinculación con el mundo esenio puede ayudarnos en este aspecto más de lo que creemos. Cada vez estoy más convencido de que su ausencia en los evangelios –si es que realmente no aparecen, tema que ya abordaremos– no es casual. Y desde aquí podemos empezar a responder a la pregunta: ¿por qué no dice nada de los esenios el Nuevo Testamento?
Si nosotros revisamos nuestra historia y vemos el presente, las ausencias y presencias de elementos pasados nos pueden ayudar a entendernos y a entender y leer nuestra vida. Quizá eso mismo pueda servirnos en el estudio del evangelio. Nosotros obviamos aquello que es evidente. ¿Era la vinculación entre esenios y primeros cristianos tan evidente que no hacía falta hablar de ellos? ¿Se daba por sabida dicha relación? ¿Y si no la relación, al menos sí su existencia, su participación en la vida social? Así lo cree, por ejemplo, H. Stegemann, uno de los grandes expertos en Qumrán y en los esenios, que considera que estos constituían el grupo indiscutiblemente más importante del momento, motivo que hacía innecesaria su mención en el Nuevo Testamento.
Podría ser. Pero, cuando los evangelios se escriben ya fuera de Palestina, o para personas ajenas al mundo judío, tal vez esta evidencia pierde su sentido. Quienes no se mueven en dicho contexto lo desconocen. ¿Por qué negar la posibilidad de una mejor comprensión a los receptores del mensaje evangélico? ¿Por qué no hablar de lo que podrían ser unas relaciones naturales? ¿Por qué no explicitar quién era este grupo, qué pensaba, qué hacía?
B. Malina, pionero en la utilización de las ciencias sociales en el estudio del Nuevo Testamento, habla de sociedades de alta contextualización, como la mediterránea, las cuales producen textos esquemáticos e impresionistas que dejan mucho a la imaginación del lector o del oyente. ¿Es esta la solución? Sociedades como la nuestra, de baja contextualización, necesitan explicitar más todo. Otras parece que no tanto. Pero esto no explicaría la ausencia de un único grupo. De otros grupos hay comentarios, aparecen explicitados, nombrados al menos. ¿Por qué no se dice nada de los esenios?
Si es que está ausente, tal como decía unas líneas atrás, ya que, como veremos, hay autores que piensan que sí están presentes, y que tras algunas palabras o nominaciones podemos encontrar a dicho grupo.
También puede pasar que neguemos elementos en nuestra historia. Puntos oscuros de los que renegamos y que no queremos recordar o que preferimos no hacer presentes. ¿Se trata de eso? ¿Fueron los primeros cristianos, o tal vez Jesús, esenios que renegaron de su grupo? ¿Es cierto lo que comentó mi profesor, que algunos de ellos se hicieron cristianos y, por tanto, quisieron olvidar lo que fueron? Tal vez esto podría explicar la razón por la cual no aparecen citados en los evangelios. ¿Quisieron castigar a dicho grupo mediante su ausencia por las discrepancias que había o por la historia compartida y rota posteriormente?
Podría ser. Pero esta teoría no cuadra con las palabras sobre el perdón y la reconciliación, tan presentes en Jesús. Nos encontramos ante una encrucijada de la que no sabemos cómo salir. Sin embargo, introducirnos en ella puede darnos luz.
Y esa luz puede ayudarnos a saber más sobre la persona de Jesús y sus primeros seguidores. No olvidemos su contexto. Se trata de hombres y mujeres que vivieron hace más de dos mil años en una sociedad agraria muy lejana a la nuestra. Y algunas de las cristologías actuales pueden correr el riesgo de obviar este contexto. Podemos caer en el peligro de dirigir el pasado desde el presente como un director de orquesta a sus músicos, tal como decía el escritor italiano Italo Svevo. Y esto tiene el riesgo de distorsionar el pasado para introducirle coherencia, al menos con nuestra manera de concebir el mundo y la realidad.
Pero nuestra manera de ver el mundo no es la misma que tenían los hombres y mujeres de hace más de dos mil años. Por eso el contexto es fundamental. Y en ese contexto se insertan también los esenios y sus posibles vinculaciones con los cristianos. Sin duda, abordarlas puede acercarnos a comprender mejor el mundo y la vida de las primeras personas que acompañaron a ese judío del que afirmamos que es el Mesías, el Cristo, el Hijo de Dios.
Como dice Beatriz Sarlo, todo discurrir sobre el pasado tiene una dimensión anacrónica. Ello nos pone límites para nuestra comprensión. Y no podemos olvidarlo en aras de la verdad. Abordar esta temática intentando acudir al pasado con los ojos de quienes lo vivieron puede ayudarnos en esta búsqueda que pretendemos realizar. El núcleo del testimonio es la memoria, continúa diciendo dicha autora. Y así podemos entender también los evangelios. Unos textos que, desde la narración, hablan del testimonio de quienes vivieron una experiencia que no querían olvidar ni perder. Y para ello acuden a la memoria de lo ocurrido, si bien la reescriben para dejar claro el mensaje, hecho mucho más importante que la historia en sí.
Una memoria que no quiere decir únicamente que se trata de hablar de hechos concretos. Se trata de indicar verdades. Verdades escondidas detrás de cada texto. Tal vez por eso sea poco útil el hecho de centrarse en una única palabra más que en el entorno y el contexto en que se produce la narración. Tal vez por eso, conocer la relación con los esenios puede aportar importantes indicaciones acerca del contexto real en el que fueron escritos.
Y desde ahí recuperar la verdad que explican. No quedarnos en las palabras, las narraciones concretas, sino llegar a la verdad que quieren transmitir. Solo así seremos fieles al espíritu presente en la Biblia. Para entender con claridad lo que quiero decir, permítaseme que me acerque al mundo del cine. Tal vez hayan visto la película de Tim Burton Big Fish.
En dicha película se narra la relación –los evangelios y la Biblia entera también nos hablan de relación– entre un padre y un hijo. Un hijo que no entiende al padre, porque siempre que le habla lo hace a través de historias, de narraciones fantásticas, que el hijo considera inapropiadas para establecer una relación adulta. El hijo solo ve cuentos para niños y, por tanto, mentiras que le impiden conocer a su padre y su historia. Esto genera una serie de desencuentros entre ambos, más por parte del hijo que del padre.
Hay un momento en la película en que el hijo comienza a investigar esas historias a partir de un documento que relaciona con una de dichas narraciones hasta descubrir que detrás de cada una de ellas se encuentra una verdad sobre la vida de su padre y la suya propia. Esa verdad le permite conocer a su padre y responder a las preguntas que se hace a sí mismo, hasta acabar tomando el relevo del padre explicando las historias. Se trata de unas historias llenas de simbolismo, pero que, como hemos indicado, encierran una verdad más potente y real que la misma historia.
Así nos tenemos que acercar también a los relatos evangélicos, con el ansia de buscar la verdad que nos quieren relatar tras sus palabras. Y aquí todo ayuda. Y el contexto, no me cansaré de repetirlo, es esencial para ser veraz al contenido y no falsear desde nuestro presente el pasado. Otra cosa es que ese pasado tiene mucho que decirnos a los cristianos del presente, y que tenemos que actualizar al hoy el mensaje. Pero para ello debemos entender y conocer bien cuál es ese mensaje.
Su tiempo y el nuestro tienen una densidad diferente. Sin embargo, no podemos ni debemos renunciar a encontrar significados que nos ayuden en el conocimiento del ayer y puedan ser aplicados a la vida de hoy. Debemos intentar acercarnos a la experiencia del otro. En nuestro caso, a la experiencia de aquellos que caminaban con Jesús. Y su vida y sus relaciones con el entorno y los diferentes grupos pueden aportar datos y ayudarnos a imaginarnos paseando por los caminos de Palestina, escudriñando el sentido de lo que allí se veía y se vivía.
Por eso intentaré analizar y responder a las diferentes preguntas que sobre el tema me han acompañado desde la adolescencia. Se trata de un trabajo que nace de mi interés personal, pero que considero que puede ayudar a otros muchos a acercarse más al estudio, conocimiento y, sobre todo, seguimiento de Jesús de Nazaret.
Lo que este texto presenta no puede considerarse una ciencia exacta y cerrada. Solo se trata de un posible acercamiento desde lo que otros autores han descubierto y expuesto. Flirtea con la literatura, con la creatividad, con la imaginación, con la suposición. Pero creo que puede que no esté muy lejos de la realidad que se vivía y se escondía tras los caminos de Galilea y Judea, de Samaría y territorios limítrofes.
Acercarnos al Jesús histórico es realmente difícil. Nos faltan datos. Los textos que nos llegan no son textos históricos, sino textos que, a partir de una historia, quieren transmitir un mensaje. Los primeros cristianos descubrieron en Jesús al Hijo de Dios, y dicho descubrimiento prima sobre la base histórica. Por eso los evangelios no son historia.
Pero, al mismo tiempo, acercarnos al Jesús histórico o a la historia que vivió nos ayuda a entenderle más, a comprender qué descubrieron o qué vieron en él aquellos que lo experimentaron como el Mesías. Este es el interés de acercarnos a este tema, de intentar ofrecer alguna pista, un poco de luz que pueda ayudarnos a descubrir más a ese Jesús, a entender mejor su ser Mesías, su ser Hijo de Dios.
Por eso comenzaremos intentando explicar quiénes eran y cómo vivían los esenios. Posteriormente, vincularemos a este grupo con Jesús de Nazaret y sus primeros seguidores, recorriendo pasajes evangélicos, caminos y pueblos visitados por los primeros discípulos. Dejo para el final las posibles conclusiones y respuestas concretas a las preguntas aquí expuestas y a las nuevas que puedan ir surgiendo a lo largo del texto.
Unas últimas indicaciones. La primera: en este recorrido he ido disfrutando de la lectura de diferentes autores. Con unos discrepo, con otros me encuentro en sintonía, pero de todos ellos voy aprendiendo. Para no hacer farragoso el texto, evitaré introducir citas y notas sobre dichos autores. Espero que entienda el lector que pretendo hacer un texto fácil de leer y que por ello me limitaré a indicar lo que piensan algunos de estos autores sin indicar el lugar donde lo hacen. Al final del libro se encuentra una breve bibliografía de algunos de los textos más importantes de los que me he servido.
Y la última. Este texto simplemente pretende ofrecer una serie de apuntes desde la curiosidad, la duda y el deseo de aprender más y acercarme más al mensaje y la vida de Jesús de Nazaret. Pero quiere hacerlo retomando el evangelio que fue dado para los sencillos, anunciado para ellos. Mi deseo es que este texto sea excusa para volver a pensar en cómo seguir mejor el mensaje de Jesús. Esto es lo importante, cómo hacer todo lo posible para construir el Reino de Dios.