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Carta-presentación

Querido Josemari:

No sé quién es más atrevido, si tú escribiendo hoy una biografía de Ignacio de Loyola, o yo presentándola. Sin duda tú. Gustoso sumo mi atrevimiento al tuyo.

Confesarte que, cuando me enviaste el primer original de este libro, mi primera reacción fue: «Pero, ¿dónde se ha metido este muchacho?». Luego me fui metiendo yo. Hasta el final. Me metiste tú, tu manera de narrar. Lo que contabas, detalle más, detalle menos, me lo sabía. Pero lo nuevo de este libro no es la erudición, sino el arte de contar la historia recreándola, filmándola contigo dentro, como de hoy mismo.

Con lo cual me has probado que la historia es inagotable, si uno se mete en ella y la recrea. Has entendido muy bien lo del «como si presente me hallase» de Ignacio de Loyola (Ejercicios espirituales, 114). La que tú cuentas no es la historia de Pedro de Ribadeneira o la de Diego Laínez, que estuvieron físicamente presentes en muchas cosas, ni tampoco la de García Villoslada hoy, ni la de Dalmases, o la de André Ravier o la de Tellechea... Y curiosamente no excluye a ninguna ni estorba a ninguna.

Es simplemente tuya. Y esto la hace auténtica desde el título, que es el punto de mira escogido por ti para contemplar a Ignacio. Efectivamente, Ignacio nunca vivió solo. Ni cuando soñaba otros mundos ni, mucho menos, cuando Dios le abrió al suyo.

Y, como soñada o vivida por ti, o las dos cosas juntas, me gusta que confieses que esta historia te ha hecho bien. Como te volverá a hacer bien si un día, por ejemplo a los 80 años, la reescribes, porque te lo pide el cuerpo, de tanto como en esos años seguirás conociendo a Ignacio.

Y otra conclusión a la que me has llevado: Ignacio de Loyola es de hoy, precisamente leyéndolo desde hoy. Anda por nuestras calles, en nuestros medios de comunicación social, en nuestra Iglesia, en nuestra política, en nuestro arte, en nuestra ciencia, en nuestro deporte... Es todo, menos un santo para una hornacina y unas velas. Se le entiende mejor metiéndolo en nuestro mundo, como tú haces.

Total, que me has enseñado muchas cosas sobre alguien a quien creía conocer. No es la tuya una biografía científica. Tampoco fue eso lo que te pidieron. Pero, contando la historia de ayer y de otro, como de hoy y tuya, te ha salido una historia verdadera. ¡Enhorabuena!

Ignacio Iglesias, S.J.

Ignacio de Loyola, nunca solo

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