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INTRODUCCIÓN

La Pasión de Cristo está llamada a informar la vida cristiana entera, y por eso meditarla y contemplarla es la cumbre de la oración cristiana. Sin embargo, no son muchos los textos disponibles para facilitar ese ejercicio a los lectores actuales.

Los cuatro Evangelios son la base primera y absoluta de esa oración. Pero lo apretado y lacónico de su lenguaje suele exigir comentarios que ambienten la Pasión en su medio religioso y cultural, así como también reflexiones que iluminen su inagotable contenido.

Las muchas versiones del Via Crucis, excelente práctica, son por naturaleza breves y fragmentarias, y abarcan solo una parte de los hechos de la Pasión, muerte y Resurrección del Señor.

Hay obras clásicas dedicadas a su relato completo, como las de santo Tomás Moro, Luis de la Palma o san Alfonso María de Ligorio. Sin embargo, el tipo de sensibilidad y de lenguaje que les es propio no siempre ha resistido bien el paso de los siglos, y el lector contemporáneo puede necesitar la ayuda de textos más conformes a la mentalidad de nuestros días.

Hay también obras modernas del género Vida de Cristo, que en sus capítulos finales relatan y comentan la Pasión con mucha propiedad, aunque brevemente, como las de Fillion, Pérez de Urbel, Guardini, Daniel-Rops, Karl Adam y, con más extensión, Martín Descalzo.

Las revelaciones que recibió Ana Catalina Emmerich sobre la Pasión son cosa de orden superior. Pero siendo ella casi iletrada, debieron ser recogidas de sus labios por el escritor Clemens Brentano, quien les agregó bastante fantasía de su propia cosecha. Aun así, es posible seleccionar allí pasajes conmovedores, que llevan el sello del Espíritu.

El presente libro sigue rigurosamente los relatos evangélicos de la Pasión, versículo tras versículo, y los explaya en forma narrativa y considerativa. Lo hace en el lenguaje que todos hablamos, y no contiene otras citas que las bíblicas, ni afán alguno de erudición ni de exégesis.

Obviamente hay aquí cierta exégesis bíblica y una teología de la cruz implícitas, pero sin tecnicismo alguno, y solo en el grado indispensable para una mejor comprensión de la Pasión.

Al mismo tiempo, me he permitido ese tanto de glosa espiritual, de imaginación y de afectividad personal, que consideré adecuado para vislumbrar la insondable riqueza de los Evangelios, pero siempre al hilo de su relato. He evitado, pues, aquellas fantasías como de novela, con que algunos autores intentan enriquecerlos.

Junto con la luz de la fe teologal, sin embargo, en el seguimiento de la Pasión no estará de más un factor humano importante: ese toque de imaginación, que hace vivas ante nuestros ojos las escenas de su desarrollo. Una imaginación sobria pero efectiva nos ayuda a representarnos en forma más vigorosa los sufrimientos que padeció Jesús por nuestra salvación.

Todavía una consideración previa: tendemos a sentir horror al sufrimiento. Esa es la condición humana, la misma que hizo suya Jesús. Las páginas que siguen quisieran ayudar también al creyente que sufre a realizar en Cristo la transfiguración del dolor en redención, seguida por sus innegables frutos de paz y alegría.

Espero que esta obra ayude a los lectores, tanto a la hora de la oración como del sacrificio, a asomarse a la inmensidad del dolor de amor con que Jesús nos redimió de nuestros pecados, y a atisbar la incomparable grandeza de su corazón, desde las angustias mortales de Getsemaní hasta la gloria indecible de su Resurrección.

La pasión de Cristo

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