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La comunicación a través de la televisión por el cable y por el satélite, así como la efectuada por las cada vez más numerosas y diversificadas redes sociales o virtuales de la tecnología electrónica, sigue extendiéndose como lenguaje universal. Sin embargo, la importancia de la comunicación que proviene de la que con rigor ya se puede llamar televisión tradicional o popular, es decir de la que se transmite por las ondas electromagnéticas del espacio abierto, radica en que aún seguirá siendo por muchos años la más cercana a la gente en países como el nuestro. Esto se debe, entre otros factores, a que su uso no requiere del pago de una tarifa, ni exige dominar las destrezas operativas de las continuas invenciones técnicas, de las aplicaciones y de los demás recursos y lenguajes siempre cambiantes de las redes virtuales.

Estas y otras características específicas de la televisión de señal abierta, tradicional o popular son indicaciones de que ella sigue ejerciendo más influencia que cualquier otro medio de comunicación social sobre el comportamiento individual y colectivo de gran parte de la humanidad. Su poder se extiende sobre todos los campos de la vida, como el económico, político, social, cultural y otros, puesto que el televisor es todavía el principal instrumento de difusión y recepción mundial y nacional de los programas y anuncios producidos y transmitidos por el periodismo, la publicidad y las industrias del entretenimiento doméstico audiovisual1.

La evidencia del poder de la televisión también se expresa en la altísima concentración de su régimen de propiedad y de gestión. Son muy pocas las organizaciones, estatales y privadas —con prescindencia de que estas últimas persigan fines comerciales o educativos— que disfrutan el otorgamiento de una autorización y de una licencia para brindar dicho servicio. Son muy pocas las personas que poseen la facultad de decidir minuto a minuto cuál es la programación que se va a difundir por la televisión a docenas o cientos de millones de personas. En el caso del sector privado comercial de la televisión nacional —el único observado y analizado en este libro, pues el educativo y el estatal representan otras problemáticas— estos condicionamientos de orden organizativo, técnico y legal dan lugar a la creación de un conjunto reducido de operadores de evidente exclusividad, al cual precisamente por ello va adosada una gran responsabilidad.

Desde la temprana invención de la televisión hace casi un siglo, pero sobre todo a medida que ella fue demostrando su extraordinaria capacidad de absorción de la vida planetaria cotidiana en los últimos cincuenta años, la realización de sus actividades de producción y difusión ha suscitado cada vez más estudios y debates, tanto acerca de su naturaleza, como de su organización, su funcionamiento y otros muchos temas. En los países más estables jurídica y políticamente, estas cuestiones se han abordado ordinariamente de manera racional y planificada. En otros más inestables, se han afrontado en medio de coyunturas políticas especialmente dramáticas, por ejemplo como consecuencia de los enfrentamientos entre los gobernantes y los propietarios de las empresas de la televisión. Tales fueron, por ejemplo, las experiencias vividas en el Perú durante el régimen del general Juan Velasco Alvarado iniciado el año 1968, y luego de producirse la caída del gobierno de Alberto Fujimori el año 2000.

Entre las preguntas frecuentemente suscitadas en nuestro país al de satarse debates o emprenderse estudios sobre la televisión, están las siguientes:

– ¿Cuál es la naturaleza jurídica de la televisión privada, en cuanto servicio de comunicación que utiliza, con fines comerciales o educativos, el escaso recurso natural de propiedad de la nación denominado espectro radioeléctrico?

– ¿Cuáles son las necesidades de la nación, en cuanto propietaria del espectro radioeléctrico, que deben ser atendidas por las operadoras de la televisión, que son solo usuarias de dicho recurso natural?

– ¿Cuáles son los principios, reglas y valores, tanto de orden legal, como de orden ético, que deben guiar la realización de las actividades de la televisión?

– ¿Son diferentes dichos principios, reglas y valores, según que la televisión desarrolle tareas de periodismo o de entretenimiento?

– ¿Están obligadas las televisoras en general, públicas y privadas, comerciales y educativas, a contribuir en cualquier tipo de programa a la educación y a la formación moral y cultural de la nación, según el último párrafo del artículo 14 de la Constitución Política del Perú?

– ¿A qué órganos, públicos o privados, corresponde supervisar la actuación de la televisión?

– ¿Cuál debe ser el régimen de infracciones y sanciones para regular legalmente y para autorregular éticamente el comportamiento de la televisión?

– ¿Cuál es la competencia de las entidades públicas y cuál la de las privadas en la respectiva administración de la regulación oficial y de la autorregulación ética sobre la televisión?

– ¿Cuál es el rol del público televidente en la delimitación y evaluación de la conducta de la televisión, conjuntamente con las funciones que a este respecto desempeñan los mismos titulares que prestan dicho servicio y los funcionarios del Estado?

Como puede observarse de la relación precedente, entre los tantos y tan diversos asuntos de discusión que ocasiona la televisión privada comercial de señal abierta en todas partes —a la que en general esta obra se referirá indistintamente solo como la televisión— también están presentes los relativos a su regulación legal y más frecuentemente, sobre todo en los últimos años, las pertinentes a su autorregulación ética. Sin embargo, en nuestro país siguen siendo escasos los trabajos realizados a este respecto.

Ello explica en parte haber propuesto y afrontado la realización de esta investigación sobre la ética de la comunicación televisiva para el Instituto de Investigación Científica de la Universidad de Lima. El trabajo resumido en la presente obra se desarrolló entre abril de 2013 y marzo de 2014 y sus resultados expresan inevitablemente sus limitaciones de orden temporal y por supuesto también las de orden conceptual, por lo que se apela a la benevolencia de los lectores. Efectivamente, hay que reconocer que en el trabajo se han omitido muchos puntos que se hubiera querido aportar, más datos y reflexiones sobre las características y funciones de la televisión dentro de la actual cultura planetaria2 y de la sociedad de consumo, la revisión y el análisis de más quejas por infracciones éticas tramitadas ante las operadoras de la televisión nacional, la revisión crítica de las resoluciones administrativas expedidas por el Ministerio de Transportes y Comunicaciones en los casos de denuncias por infracciones éticas de la televisión durante la primera década de vigencia de la Ley de Radio y Televisión y otras cuestiones más de igual trascendencia. Todo ello hubiera permitido ofrecer un cuadro más completo y complejo de información y opinión sobre el objeto de estudio y trascender los límites de un texto de deontología televisiva a los que en gran parte se reduce la presente obra.

No obstante que originariamente la radio estuvo comprendida en el proyecto de investigación con la televisión, también se optó por relegar su estudio para otra ocasión, debido a la excesiva amplitud, complejidad y peculiaridad de las cuestiones que envuelven en la actualidad a cada uno de estos medios de comunicación social. Es verdad que la radio coincide con la televisión en la utilización del espectro radioeléctrico y comparte varias de las características e interrogantes antes anotadas, pero es evidente que también difiere sustancialmente de ella, porque solo emplea el lenguaje del sonido y no el de la imagen, porque entabla con el usuario una relación de mayor continuidad y fidelidad y por otros factores típicos que se deben en gran parte a su mayor portabilidad y proximidad. Por estas y otras muchas razones, también algunas de las cuestiones éticas atingentes a la radio son distintas a las de la televisión y por lo tanto es más conveniente y provechoso afrontar su estudio en forma separada.

Sin embargo, ocasionalmente ambos medios de comunicación social serán aludidos conjuntamente en algunas partes de esta obra, empezando por la primera que está dedicada a la revisión de la propuesta de autorregulación ética de la Ley de Radio y Televisión Nº 28278 y su Reglamento. La denominación misma de esta Ley reúne a ambos medios y en su articulado los clasifica dentro de la categoría común de servicios de radiodifusión, los que pueden ser sonoros y por televisión. Además, muchas de las preguntas y las respuestas de las entrevistas de la tercera parte de esta obra, así como diversos textos y comentarios recogidos de otras fuentes, también se refieren sin distinción a estas dos actividades.

La programación de la televisión nacional ofrece una extensa gama de contenidos que podrían observarse y analizarse en relación a los fines de esta investigación, pero se ha tenido que escoger solo algunos de ellos. La segunda parte de esta obra se dedica a la revisión de los casos de quejas por infracciones éticas tramitados ante la Sociedad Nacional de Radio y Televisión (SNRTV), entidad privada en la que se agrupan empresas que prestan el servicio de radio y televisión comercial y que tienen su sede en Lima. Por lo tanto, en esta investigación se ha dejado de lado la revisión y análisis de los casos por infracciones éticas y de sus respectivas resoluciones que pueden haberse generado en el sector de operadoras educativas de televisión y en el sector de operadoras estatales de televisión, ambos también de gran número y de influencia en el consumo mediático del país, sobre todo fuera de la ciudad capital.

Una primera distinción fundamental sobre los contenidos de la televisión es entre la llamada parrilla de programación que el operador comercial ofrece al público por su propia iniciativa y la programación de los anuncios publicitarios contratados por otros. Las cuestiones relativas a la ética de la publicidad, incluso de la que se transmite por la televisión, ya han sido tratadas por el autor en otro estudio realizado para el Instituto de Investigación Científica de la Universidad de Lima el año 2012 y publicado bajo el título Ética de la comunicación publicitaria (2014). Por tanto, la investigación que se presenta resumida en este libro se centra primordialmente en la revisión y análisis de la problemática ética de los programas de la televisión y no de la publicidad que se difunde por dicho medio de comunicación.

Entre los programas de la televisión también se pueden reconocer, por un lado, los que tienen contenidos periodísticos e informativos, como los noticieros, y, por el otro, los que propagan contenidos de entretenimiento, esparcimiento o distracción. Los primeros se presentan fundamentalmente como expresiones de la realidad, cuyo principal valor es la búsqueda de la verdad, entendida como la adecuación entre lo que se dice y lo que existe, y están destinados a guiar y servir a las personas en su necesidad de desenvolverse con suficiente conocimiento y conciencia en el mundo fáctico. Los segundos, por el contrario, aspiran a sacar a las personas de la realidad de sus deberes y obligaciones cotidianos, y conducirlas a través de las mentiras, la fantasía, los juegos y los ensueños, a vivir en un tiempo y espacio inexistentes. Los códigos de ética sobre el trabajo de quienes se dedican a la producción del primer tipo de contenidos se ha multiplicado y uniformizado a lo largo de dos siglos y se expresa en una lista bastante universal de principios, reglas y valores, como informar con verdad, cultivar la credibilidad, respetar el honor y otros conexos. En cambio, no se ha generado un fenómeno semejante respecto al trabajo de quienes se dedican a la realización de actividades de entretenimiento. La gama de alternativas que circulan acerca de cómo debiera ser la regulación de su conducta, se extiende desde el extremo que afirma que ella no debe limitarse en nada (ars gratia artis, el arte vale por sí mismo), hasta el que le impone restricciones mayores que a otras actividades, como lo prueba la existencia tradicional de la censura previa que rigió por siglos para la impresión de libros y la exhibición de espectáculos públicos.

Vargas Llosa se ha referido extensamente a las diferencias entre ambos tipos de contenidos de la comunicación, los que llama informativos o históricos, y los novelescos o de ficción, y por ende a las características distintas de los sistemas normativos éticos que los rigen:

se trata de sistemas opuestos de aproximación a lo real. En tanto que la novela se rebela y transgrede la vida, aquellos géneros (periodismo, historia) no pueden dejar de ser sus siervos. La noción de verdad o mentira funciona de manera distinta en cada caso… La novela es, pues, un género amoral, o más bien, de una ética sui géneris, para la cual verdad o mentira son conceptos exclusivamente estéticos (Vargas Llosa, 2007, p. 20).

Sirvan estas palabras para dejar introducida una de las cuestiones trascendentales que entre otras de igual relevancia se intentará ir dilucidando de alguna manera a lo largo de esta obra: ¿cabe exigir regulación o autorregulación a los programas de entretenimiento de nuestra televisión, o aquellas solo rigen para los programas periodísticos e informativos de este medio de comunicación? Aunque en esta obra no se deja duda de que la respuesta a dicha interrogante es afirmativa, tampoco se omite reconocer que es complicada la tarea que tienen por delante ambos sistemas normativos, el público y el privado, cuando se trata de afrontar la delimitación y supervisión conductual de quienes se dedican a atender los requerimientos de entretenimiento, esparcimiento, diversión, o tiempo libre de la gente, todo lo cual ocupa cada día una dimensión más amplia y compleja dentro de la vida individual y social.

Entre los contenidos de entretenimiento de la televisión pueden distinguirse los relatos con historias y personajes de ficción, como las teleseries, las películas y las telenovelas, etcétera, que son representadas por artistas; y las presentaciones que no son de ficción y que unas veces se difunden previa grabación y otras veces en tiempo real, o “en vivo y en directo” como se suele decir en el argot televisivo nacional, con la participación de animadores y conductores que actúan con sus nombres verdaderos. Estos programas se ofrecen bajo múltiples géneros y formatos que están siempre —ahora más que antes— en continua renovación e hibridación, como los musicales, los concursos, los deportivos, los llamados reality shows, talk shows, gossip shows y tantos otros.

La revisión y análisis de las quejas por infracciones éticas de la segunda parte de esta obra se ha concentrado exclusivamente en algunos casos que se han presentado contra programas de entretenimiento de la televisión, tanto de ficción, como de no ficción, preferentemente producidos en el país y difundidos por operadoras comerciales, que cuentan con un alto nivel de audiencia y cuyos contenidos han suscitado controversias y a veces también el planteamiento de quejas o denuncias, así como la expedición de pronunciamientos o resoluciones de los órganos privados o públicos a cuyo cargo está la supervisión de la normativa ética o legal sobre la televisión.

No obstante esta delimitación de las características de los casos de quejas que se van a revisar, es posible que a veces también se recojan y se brinden informaciones y opiniones sobre la programación de la televisión de entretenimiento en general y sobre géneros y formatos adicionales a los antes señalados, e incluso sobre la programación periodística. Es deseable que de este modo el conjunto del material finalmente observado y comentado contribuya en mayor medida a enriquecer el creciente y necesario debate nacional sobre la ética de la televisión de entretenimiento en el país.

Entre los objetivos originalmente planteados en el proyecto de investigación y los que concretamente se han mantenido a través de su realización, más los que se han recogido y seguido en la exposición del presente libro, se encuentran los siguientes:

1) Efectuar el análisis de la propuesta de autorregulación ética contenida en la Ley de Radio y Televisión Nº 28278 del año 2004 y de su Reglamento D.S. 005-2005-MTC, comparándola con las que se hallaban presentes en los proyectos legislativos que han dado lugar a la Ley indicada.

2) Examinar una selección de casos de quejas por infracciones éticas sobre programas de entretenimiento que fueron planteados y resueltos por las respectivas instancias decisorias de la Sociedad Nacional de Radio y Televisión.

3) A partir de la revisión y el análisis de la normativa ética, de los casos antes referidos y de las entrevistas a personas que conocen el mundo de la televisión de entretenimiento, que se presentan en la tercera parte de esta obra, sopesar el nivel de eficacia que la Ley ha tenido a este respecto en su primera década de vigencia, es decir si las reglas concernientes a la autorregulación ética se acatan, se cumplen, o se aplican en una medida significativa dentro de la vida cotidiana de los operadores de la televisión. Igualmente, evaluar la efectividad derivada del cumplimiento de dicha normativa, es decir si este ha servido, de manera relevante o notoria, para alcanzar los propósitos esperados por el legislador respecto a la actuación de la televisión de entretenimiento en el país.

4) Esbozar sugerencias acerca del mejoramiento de la propuesta de autorregulación ética contenida en la Ley de Radio y Televisión y su Reglamento, a fin de que puedan ser evaluadas y eventual-mente aprovechadas por quienes están involucrados o interesados en que crezcan la eficacia y la efectividad de las actuales normas éticas sobre la televisión nacional de entretenimiento.

La metodología empleada ha comprendido la utilización de los siguientes recursos, cuyos hallazgos se exponen en cada una de las tres partes que tiene la obra, a saber:

1) Exégesis de los textos de la Ley de Radio y Televisión y de su Reglamento en la parte concerniente a la propuesta de autorregulación ética que contienen, comparándola con las de los proyectos legislativos principales que los antecedieron.

2) Revisión y análisis de la experiencia de autorregulación ética desarrollada por la Sociedad Nacional de Radio y Televisión (SNRTV), a través de la expedición de resoluciones sobre casos de quejas por infracciones éticas planteados por el público contra programas de entretenimiento de la televisión producidos o difundidos por algunos de los miembros de su institución.

3) Realización de entrevistas a personas que han estado o están vinculadas a la televisión de entretenimiento, mediante la producción, difusión, crónica, docencia, investigación, administración de normas y la realización de otras actividades conexas y debido a lo cual han sido provistos de conocimientos y de experiencias sobre la materia.

Hay que reconocer que estamos viviendo en un mundo convulsionado incesantemente por todo tipo de cambio y entre ellos se encuentra el del desbocamiento de las ansias de consumo de espectáculos y de diversión, en parte porque “las industrias de la cultura y de la comunicación se imponen en tanto que instrumentos de crecimiento y motores de la economía” (Lipovetsky y Juvin, 2011, p. 14). Por lo tanto, resulta más difícil que antes atender satisfactoriamente y con responsabilidad las demandas cada vez más complejas, variadas y segmentadas que tiene el público de información, entretenimiento, esparcimiento, descanso, educación, cultura, formación integral y otros bienes que son de frecuente aspiración en nuestro tiempo. El reto de alcanzar el éxito en este propósito es aún mayor cuando se trata de la televisión, puesto que —literalmente hablando— los ojos de todos están puestos permanentemente sobre ella y sobre sus directivos, sus profesionales y sus trabajadores. Todos ellos están minuto a minuto sobre la pantalla y por tanto más expuestos que los de otras carreras y especialidades al escudriñamiento constante de su conducta.

Teniendo en cuenta esta realidad tan exigente dentro de la cual se desenvuelve la actividad de las televisoras y de la vida profesional y laboral de sus integrantes, resulta apropiado que —a diferencia de lo que suele ser frecuente cuando alguien se ocupa de analizar este medio de comunicación en nuestro país— esta obra empiece reconociendo y agradeciendo en forma especial el arduo trabajo de todas las personas naturales y jurídicas que se dedican con seriedad, dignidad y honestidad a producir y difundir programas de entretenimiento para la televisión.

No hay duda de que el acompañamiento de la televisión hace más llevadera la vida de mucha gente en todas partes del mundo y en nuestro país. También hay que reconocer que aquí todos disfrutan de la mayor libertad que se puede tener para escoger la programación televisiva que más satisface sus expectativas de información, entretenimiento y formación educativa, moral y cultural. Igualmente, cada uno goza del derecho —no menos importante— de prescindir de este medio de comunicación social cuando así lo desea.

El enaltecimiento de las bondades de la televisión de entretenimiento y de quienes laboran en ella, no es óbice para que en la exposición de las páginas siguientes también se incida reiteradamente en una serie de críticas sobre dicha tarea. Sin embargo, se ha querido dejar clara constancia de que tanto lo positivo como lo negativo que directa o indirectamente se dice aquí sobre la televisión, obedece a la pretensión principal de colaborar para que cada día ella genere mejores contenidos y de este modo satisfaga la demanda de su público por una programación de mayor calidad.

Aunque esta obra es de exclusiva responsabilidad del autor, debe dejar constancia de que ha contado con la colaboración de algunas importantes fuentes personales e institucionales. A título individual de Miriam Larco Sicheri, secretaria ejecutiva del Consejo Consultivo de Radio y Televisión (Concortv); Marisol Castañeda y Rosa María Alfaro, de la Asociación de Comunicadores Sociales Calandria y la Veeduría Ciudadana de la Comunicación Social. Mención especial corresponde a Marco y Giovanna de Poli, de la organización Ufficio Ricerca Indigeni Habitat Interdipendenza (URIHI), en Milán, por proveer las facilidades para culminar mis tareas de reflexión y redacción.

Ojalá que este libro sirva para que muchas familias peruanas como la de Cayetana, la niña del alba y sus padres Felipe y Lucero, puedan volver a disfrutar reunidos sus programas preferidos en la televisión nacional.

Ética de la comunicación televisiva

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