Читать книгу Cartas (I) - Josemaria Escriva de Balaguer - Страница 10

Оглавление

I.

INTRODUCCIÓN GENERAL A LAS “CARTAS”

por

José Luis Illanes

El presente volumen de la “Colección de Obras Completas de Josemaría Escrivá de Balaguer” está dedicado a cuatro de las treinta y ocho Cartas que san Josemaría escribió a los miembros del Opus Dei para exponer de forma detallada aspectos fundamentales del espíritu, del apostolado y de la historia de la institución a la que, siguiendo la luz fundacional del 2 de octubre de 1928, había dado vida.

I. El género de las “Cartas” en san Josemaría Escrivá

San Josemaría utilizó con frecuencia el vocablo “cartas”, de claras resonancias familiares, para referirse no sólo a su correspondencia ordinaria, sino también a escritos dirigidos a los miembros del Opus Dei[1]. Así, por ejemplo, designó con ese término a las tres breves Cartas circulares que les escribió en 1938 y 1939 cuando, estando cercano el fin de la Guerra Civil española, podía pensarse en redoblar el impulso apostólico[2]. Y lo mismo hizo en otros momentos en los que deseó comunicar algo a todos los miembros de la Obra. Consta, además, que desde comienzos de la década de 1930, pensaba escribir Cartas[3], inspiradas no por situaciones circunstanciales sino por realidades permanentes del espíritu y la vida del Opus Dei, como es el caso de las que ahora consideramos.

Al proceder así san Josemaría daba a la palabra “carta” un significado análogo al que tiene en bastantes autores de la época clásica y, después, en la tradición eclesiástica. Es decir, una exposición detenida y detallada de un tema, o de una serie de temas relacionados entre sí, dirigida no a una persona determinada, sino a un conjunto amplio, e incluso universal, de personas. Y esto con las características propias del estilo epistolar, es decir, familiar y directo, con hondura espiritual e intelectual, pero evitando formalismos y todo tono doctoral o académico. «Mis Cartas —escribe en una de ellas— [...] son una conversación de familia, para daros luz de Dios y […] para que conozcáis algunos detalles de nuestra historia interna»[4]. Y en otro lugar: «Mis Cartas no son un tratado [...]. Os diría también ahora que son voluntariamente desordenadas. Algunos conceptos, que quiero que se mantengan muy precisos y con mucha claridad en vuestra inteligencia y en vuestra vida, los repetiré de palabra y por escrito mil veces. […]. No penséis que pretendo agotar los temas que toco. No es ésta mi finalidad»[5]. La lectura de los documentos que ahora se comienzan a publicar pone de manifiesto que san Josemaría se mantuvo fiel a esa intención: no habla como un pensador que reflexiona especulativa y doctoralmente sobre una realidad, sino como el padre y fundador de una obra a la que trasmite un mensaje que está destinado a convertirse en vida.

¿De qué tratan estas Cartas?[6] Aunque no siempre abordan un tema de modo monográfico, puede esbozarse una clasificación según su contenido predominante, teniendo en cuenta que en muchos casos se intercalan amplias digresiones, reflexiones o recuerdos, sobre cuestiones diferentes, lo que quita a la exposición, como se ha dicho, toda impresión de tratado o de exposición sistemática.

Diez Cartas abordan aspectos o facetas del espíritu del Opus Dei, como la santificación de la vida ordinaria; la busca de la santidad y la vida de oración, siendo contemplativos en medio del mundo; la humildad, condición indispensable para crecer en la vida espiritual; el carácter secular de la vida y del apostolado de los miembros del Opus Dei; la libertad y responsabilidad en las cuestiones temporales; la santificación del trabajo; la misión específica del Opus Dei, en el contexto de la unidad y diversidad en los modos de participar los cristianos en la misión de la Iglesia; la vocación a la Obra, como llamada a santificarse en el propio estado; la santificación de la vida matrimonial y familiar; la labor de administración doméstica, condición para el desarrollo del espíritu de familia del conjunto del Opus Dei.

Otras siete se dedican a distintos aspectos del apostolado: el apostolado de amistad y confidencia, parte esencial de la labor evangelizadora de los miembros del Opus Dei; el apostolado con la juventud; el que se realiza a través de las labores de educación y enseñanza y de los medios de comunicación social; las características de las obras apostólicas promovidas por los fieles del Opus Dei; el compromiso de celibato y la disponibilidad para el servicio al apostolado; el inicio de la labor apostólica en nuevos países.

Cuatro más hablan del sacerdocio en el Opus Dei: de la necesidad de los sacerdotes para el desarrollo de la Obra; de la cooperación orgánica entre presbíteros y seglares y del espíritu de servicio, rasgo básico del comportamiento sacerdotal.

Otras siete desarrollan temas relacionados con la formación de los miembros del Opus Dei: la necesidad de la preparación espiritual y doctrinal religiosa para el cumplimiento de la misión cristiana en el mundo; la importancia del estudio de la teología; la unión con el Magisterio en todo tiempo y singularmente en los momentos de cambio y de crisis doctrinal; la seriedad, profundidad y conciencia de servicio en la investigación filosófica y teológica; las condiciones fundamentales para un verdadero diálogo, tanto en la vida ordinaria como en el terreno doctrinal: amor a la verdad, respeto a los demás, comprensión, estudio; la fortaleza en la fe y en la fidelidad al depósito de la Revelación.

En otras diez Cartas encontramos una preponderancia de cuestiones históricas —entremezcladas con temas ascéticos y explicaciones sobre los rasgos fundamentales del espíritu del Opus Dei—, especialmente acerca del itinerario jurídico de la institución y de las dificultades que han jalonado la historia de la Obra: la erección como instituto secular, con los rasgos, limitaciones y ambigüedad de esa figura jurídico-canónica y los riesgos derivados del modo en que fue aplicada; el hecho de que el Opus Dei no necesita votos, sino que pide virtudes: importancia tanto de las virtudes teologales como de las humanas, en la formación y en la vida de los fieles del Opus Dei; actitud ante las dificultades y calumnias: saber perdonar, pero sin dejar de manifestar la verdad sobre el espíritu y la vida propias; la secularidad, rasgo esencial del espíritu del Opus Dei: necesidad de vivirla y de defenderla; urgencia en alcanzar de la Santa Sede un cambio en la configuración jurídica de la Obra[7].

II. Prehistoria y proceso de redacción del “ciclo de las Cartas”

¿Cuándo y cómo escribió estas Cartas? Ya en la década de 1930, como hemos dicho, pensaba en ellas para que pudieran ayudar, a quienes se iban uniendo a él, a profundizar en los ideales y horizontes que les había abierto mediante la predicación o en charlas personales. El 24 de abril de 1933 escribe en sus Apuntes íntimos: «Dios mío: ya lo ves suspiro por vivir sólo para tu Obra, y en lo espiritual dirigir toda mi vida interior a la formación de mis hijos, con ejercicios, pláticas, meditaciones, cartas, etc.»[8]. Dos meses después, al concluir los ejercicios espirituales que realizó ese año, anota: «Propósito: terminado el trabajo de obtención de grados académicos, lanzarme —con toda la preparación posible— a dar ejercicios, pláticas, etc., a quienes se vea que pueden convenir para la O. [Obra], y a escribir meditaciones, cartas, etc., a fin de que perduren las ideas sembradas en aquellos ejercicios y pláticas y en conversaciones particulares»[9].

En 1934 y 1935 redactó tres documentos destinados a los miembros del Opus Dei, e inició un cuarto, que no completó hasta 1950. No usó, sin embargo, el calificativo de “cartas”, sino otro diverso: el de “instrucciones”. Se trata, en efecto, de escritos que, como indica su nombre, aspiran a ofrecer orientaciones y normas concretas de acción, teniendo presentes tanto principios básicos como realidades circunstanciales[10]. La intención de san Josemaría era dar prioridad a las Instrucciones y a otros documentos necesarios para el gobierno y el desarrollo del Opus Dei, dejando para un segundo momento las Cartas, como se lee en una de ellas: «Hay escritos míos, las Instrucciones, que, por su naturaleza, no los detengo: os los entrego enseguida, para que los meditéis y los pongáis en práctica. (…) Las Cartas —en cambio— pueden esperar y, a veces, deben esperar: no sé cuándo llegará, la que ahora escribo a vuestro poder. No os hacen falta estos documentos, al menos inmediatamente, porque todo lo positivo ya lo vivís, y lo vivís bien»[11].

El curso de los acontecimientos hizo que la preparación y redacción definitiva de las Cartas se hiciera esperar, pero las fue preparando desde antiguo. Durante toda su vida anotó y reunió materiales que le servirían para diversos propósitos: tomaba apuntes —breves en unos casos, más extensos en otros— con los frutos de su oración personal y de la experiencia, y los conservaba —con frecuencia guardados en sobres— con vistas a su meditación personal, a su predicación o, eventualmente, a la redacción de escritos. Esos materiales —muy variados: frases incisivas, párrafos largos relativamente elaborados, esquemas más o menos desarrollados, guiones o esbozos de meditaciones, quizá algún borrador extenso…— pudieron ofrecer la base para las Cartas que ahora nos ocupan, junto a las trascripciones de sus meditaciones y charlas, que a lo largo de los años las mujeres y hombres del Opus Dei se preocuparon de recoger[12].

Hasta 1962 no vio necesario —o no le fue posible— emprender la redacción final de sus Cartas. La primera de la que tenemos noticia fue enviada a la imprenta a finales de 1962[13], mientras estaba teniendo lugar la primera sesión del Concilio Vaticano II y sólo unos meses después de que las gestiones realizadas ante la Santa Sede en la primavera de 1960 y enero de 1962, para la obtención de un nuevo estatus jurídico, hubieran tenido un resultado negativo, dilatando la resolución del problema. Esa Carta —la n.º 6—, dedicada a dar una visión de conjunto del espíritu y del apostolado de los miembros del Opus Dei, destacando su secularidad, testifica el trabajo del fundador en 1962-1963 para recalcar la plena secularidad de su espíritu y su apostolado. En esa misma línea está el hecho de que la siguiente Carta que se imprimió, en febrero de 1964, fue la n.º 28, que estaba dedicada a explicar que la Obra no es un instituto secular de hecho. Esta Carta, de sólo siete páginas, se colocó como introducción a las Constituciones de 1963[14], por lo que estaba ya escrita en el periodo inicial que estamos considerando.

En ese contexto histórico, teológico y jurídico[15] tomó cuerpo la decisión de san Josemaría de proceder ya, sin dilaciones, a la redacción definitiva del “ciclo” de las Cartas[16], tarea que para él tenía visos de una empresa unitaria, habida cuenta que había concluido ya —o estaba terminando— otro ciclo, el de las Instrucciones impresas, a las que —como hemos indicado— había querido dar prioridad, y estaban saliendo de la imprenta otros escritos jurídicos, de formación y de gobierno, que habían requerido su atención durante años.

La decisión de sacar sus Cartas dio lugar a un periodo de intenso trabajo. Comenzó reuniendo sus papeles personales, tanto los que tenía localizados como los que podían estar en el archivo, para lo que —a principios de 1963— se sirvió de la ayuda de algunos Delegados regionales o missi, como se les llamaba entonces[17]. En ocasiones esos papeles —inconfundibles por la peculiar caligrafía de Escrivá— no incluían fecha alguna; otros, en cambio, estaban fechados o, al menos, ofrecían datos que permitían fecharlos.

En los años siguientes, incluyendo los veranos, san Josemaría se dedicó a esta tarea, sin abandonar su dedicación a las labores de gobierno. Javier Echevarría, que le ayudó como secretario, recordaba que «trabajó de muchas maneras e intensamente. De modo fundamental dictando las viejas fichas, y completándolas en su formulación, con el uso de un magnetofón. Personalmente le ayudé en esa tarea, interrumpiendo la grabación cuando me hacía una señal con la mano, y volviendo a conectar cuando repetía esa señal en sentido inverso. Fue un trabajo intenso pero rápido, al contar ya con el material. Después me encargó que copiara a máquina las Cartas, y me dijo que reutilizara las mismas cintas para las sesiones siguientes. Quiso que no se conservaran ni las fichas ni el material. En algunas ocasiones, reunía el material y rogaba a unos pocos que lo elaboraran más»[18].

A lo largo del primer semestre de 1964, estuvieron listas las ocho primeras Cartas, que se fueron imprimiendo y enviando a las diversas circunscripciones del Opus Dei[19]. Además de la ya mencionada, de 7 páginas[20], de tema jurídico-canónico, en febrero de ese año se envió otra breve, de 11 páginas, sobre la fidelidad al Magisterio en circunstancias de confusión doctrinal[21], y en abril otra igualmente breve, en la que trató también de la unidad con el Magisterio en la investigación teológica y filosófica[22]. Siguieron, en mayo, otras dos, también de pocas páginas, sobre la vocación profesional de los miembros del Opus Dei y el sostenimiento de las obras de apostolado[23] y acerca de la formación teológica en la Obra[24], respectivamente. En julio, por fin, san Josemaría mandó otras tres, más largas, entre 23 y 30 páginas, donde escribió sobre la específica finalidad del Opus Dei en el contexto de la misión de la Iglesia[25], las características del ministerio sacerdotal en la Obra[26] y las disposiciones que deben acompañar a quien cambia de país para extender la labor del Opus Dei[27].

Estas primeras ocho Cartas estaban en latín —como se explicará más adelante—, aunque originariamente san Josemaría las redactó en castellano. En marzo de 1965 decidió mandar una nueva versión, esta vez en latín y castellano, para facilitar su asimilación, y añadió otras dos nuevas: una de 32 páginas, acerca de la necesidad de preservar y expresar con claridad la plena secularidad de los miembros de la Obra[28], y otra, de 38 páginas, sobre las diferencias entre la entrega en el estado religioso y en el Opus Dei, cuyo espíritu expone en sus rasgos esenciales[29].

Acabado este primer bloque de escritos, el 6 de junio de 1965 envió a las diversas circunscripciones regionales la siguiente nota: «1. De estos treinta y siete años, tengo mucho material escrito que no he dado a la Imprenta todavía. / 2. En la medida de lo posible, y para que lo podáis aprovechar, quiero recogerlo ordenadamente e imprimirlo con la fecha en que se escribió. / 3. Señalad temas concretos de nuestra espiritualidad y de nuestra labor apostólica, y problemas determinados que os parezcan de mayor importancia, para imprimir antes el material que desarrolla esos puntos. / 4. No se trata de que os esforcéis en encontrar temas, ni mucho menos de que resulten cosa de imaginación; sino de señalar lo que ya os veis obligados a tratar, y especialmente las cosas sobre las que conviene que yo dé la doctrina viva y perenne de la Obra»[30].

La segunda parte de 1965 registró el periodo más intenso y fecundo de trabajo, pues en enero del año siguiente san Josemaría dio a la imprenta quince nuevas Cartas, relativamente largas, que suman 714 páginas[31]. Consta que en esta labor contó, como señala Mons. Echevarría, con la ayuda de colaboradores o secretarios, a los que encomendó la busca de citas y referencias, y en ocasiones la preparación de minutas desarrolladas de algunos pasajes, que él asumía, si los consideraba conformes con sus deseos, y que, en todo caso, reelaboraba[32]. Cada uno de sus escritos fue objeto de diversas lecturas en las que iba introduciendo cambios: correcciones de lenguaje, precisión de unas u otras ideas, pasajes nuevos, sustitución de unas citas por otras, matices diversos, etc. Todo esto traía consigo la necesidad de copiar varias veces a máquina los textos, labor que san Josemaría procuró siempre aliviar, indicando que, si podía evitarse, no se copiaran las páginas enteras, sino sólo las líneas o los párrafos a los que afectaba la modificación, componiendo luego, mediante el sistema de cortar y pegar —en la década de 1960 no se trabajaba con ordenadores, sino con sencillas máquinas de escribir— las páginas que se pasaban de nuevo a su consideración[33].

Los temas son variados, y algunos de ellos están tratados en más de una Carta: la santificación de la vida ordinaria; la humildad; la misión del Opus Dei en servicio de la Iglesia; el apostolado de la doctrina; el apostolado en el campo de la enseñanza; los sacerdotes en la Obra y la primera aprobación jurídica; diversos aspectos del espíritu de la Obra, especialmente la santificación del trabajo; el itinerario jurídico y algunas contradicciones, la fisonomía secular del Opus Dei y las diferencias con los institutos seculares; las Obras de San Miguel y de San Gabriel, etc.

A lo largo de 1966 siguieron apareciendo más Cartas: el 6 de mayo se enviaba una de 51 páginas sobre la secularidad de los miembros de la Obra y su libertad en las cuestiones sociales, políticas, etc.[34]; el 22 de noviembre salieron tres más: una —que ya hemos mencionado—, de 61 páginas, que consta había sido impresa ya en 1963 y que trata sobre los rasgos característicos de la llamada al Opus Dei y de su misión evangelizadora al servicio de la Iglesia[35]; una más de 54 páginas sobre la labor de San Rafael[36] y otra de 67 acerca del apostolado de la opinión pública[37].

Por fin, en 1967, concretamente el 6 de febrero, se mandaron otras tres Cartas: una de 41 páginas sobre la libertad y el espíritu de servicio que caracterizan la vida de los miembros del Opus Dei [38]; otra de 59 páginas sobre las Administraciones domésticas[39] y una más, de 77, sobre el diálogo apostólico[40]. Aunque no se envió hasta 1971, se tienen datos de que en enero de 1967 estaba terminada de redactar una Carta larga, de 191 páginas, sobre la fidelidad a la doctrina católica, ante la confusión que había contagiado algunos sectores[41].

Sin contar la últimamente mencionada, hasta el 6 de febrero de 1967 san Josemaría había impreso y enviado 32 Cartas, por un total de 1270 páginas. Un mes antes, en enero, había salido una nueva edición de las seis Instrucciones, con amplias notas de Álvaro del Portillo.

Faltan por mencionar otras cinco que completan este largo ciclo; dos de las cuales fueron impresas y enviadas en vida de san Josemaría, pero se ignora en qué fecha. Una trata de la auténtica renovación de la vida cristiana y de la Iglesia, en fidelidad al Magisterio[42]; otra, sobre la necesidad de un cambio en la configuración jurídica del Opus Dei, de modo que se respete la realidad de su espíritu y de su vida[43]. Una más fue impresa, pero no se envió[44]; mientras que las dos restantes no hay seguridad sobre su impresión ni envío en vida de san Josemaría[45]. Estas tres últimas son más bien largas: dos superan las 200 páginas y la tercera casi llega a 400. Tocan temas jurídicos y de historia de las contradicciones, junto a otras cuestiones. Su contenido exigía esperar tiempo antes de darlas a conocer y el mismo fundador indicó que esa decisión fuera tomada después de su muerte, a juicio prudencial de sus sucesores[46].

No sabemos qué orden siguió san Josemaría en el proceso de redacción, pues no llevó un diario del trabajo que realizaba, por lo que la fecha de terminación de las diversas Cartas puede deducirse —como se ha hecho hasta aquí— sólo de las notas en las que consta su entrega a la imprenta para proceder a su edición o su envío a las diversas circunscripciones regionales.

III. Datación de las Cartas

Al irse desarrollando el trabajo, san Josemaría tomó la decisión de conservar sólo el texto de la última versión. Esto ha tenido una consecuencia positiva de gran importancia: no hay duda sobre cuál es el texto del autor. Pero a la vez hace que resulte difícil e incluso, en ocasiones, imposible determinar sus diversas capas redaccionales, es decir, qué párrafos o frases provienen de papeles antiguos, y cuáles, en cambio, de años posteriores o del momento en que san Josemaría procedió a completar su redacción. El texto final cobra así una importancia decisiva. Y esto era, precisamente, lo que el fundador del Opus Dei deseaba conseguir.

Refirámonos ahora a la datación que quiso que llevaran las Cartas. En las que están datadas en los años sesenta, su fecha coincide —con mayor o menor aproximación— con la de la redacción material. Otras tienen una fecha antigua, que puede ser eco de la datación de los papeles que sirven de base a la redacción final o de su memoria viva de todo el proceso fundacional. Dicho con otras palabras: las fechas antiguas de las Cartas no son las de su última redacción —que se sitúa, como ya se ha dicho, entre 1962 y 1967—, sino la de papeles antiguos y la del tiempo en el que la substancia de esa Carta estaba presente —aunque tal vez, en algunos casos, con otras palabras— en la predicación de san Josemaría. Quiere, ciertamente, dejar constancia de que en los años treinta, cuarenta o cincuenta predicaba la substancia de lo que recoge en las Cartas que llevan esas fechas, pero lo que le interesa no es tanto la forma literaria o el detalle cronológico, cuanto, precisamente, la substancia, que es lo que, como fundador, se sabía comprometido a entregar a quienes le siguieran.

En algún momento san Josemaría consideró —y así lo comentó tanto a Álvaro del Portillo como a Javier Echevarría, a quien debo la información— la posibilidad de dar a las Cartas de origen antiguo dos fechas, como había hecho en 1950 con la Instrucción de San Gabriel, que inició en 1935 y terminó en 1950, una vez que la Santa Sede autorizó que se admitiera como miembros del Opus Dei a personas unidas en matrimonio o que aspiraban a casarse. Pero —continúa el testimonio de Mons. Echevarría— desechó pronto esa idea[47]. Pensó que, atribuyéndoles dos fechas, podía dar la falsa impresión de que la substancia de esos escritos era consecuencia de su reflexión personal en los años en que terminó de prepararlos, y no —según era la realidad— como parte de la inspiración fundacional. La decisión que san Josemaría tomó en aquel momento testimonia su conciencia de la acción de Dios en el origen y la historia de la Obra.

No hay en las Cartas ningún intento de imitar el estilo de sus escritos de años pasados ni de reconstruir la historia. Se sirve de textos antiguos junto a otros más modernos, pero, con plena conciencia de estar situado en los años sesenta; no aspiraba a realizar obra de historiador, sino a trasmitir, con el lenguaje y el bagaje espiritual que en ese momento poseía, el espíritu y la realidad del Opus Dei tal y como la ha ido contemplando y viviendo a lo largo de los años, atento siempre a las luces recibidas de Dios a partir del 2 de octubre de 1928. De ahí que en las Cartas —excepto, claro está, en las jurídico-canónicas— haya muy pocas referencias históricas concretas. Como es lógico, intenta evitar los anacronismos, para mantener la indispensable coherencia de cada escrito[48].

En unos casos la determinación de la fecha deriva de acontecimientos concretos que la Carta presupone o a los que hace referencia (por ejemplo: las primeras ordenaciones de sacerdotes; las distintas aprobaciones jurídicas; la terminación de la Ratio institutionis o plan de los estudios filosófico-teológicos de los miembros del Opus Dei; la celebración del Concilio Vaticano II, etc.). Otras dataciones podrían provenir de una decisión, de cuño no histórico sino simbólico, de san Josemaría[49]; es decir, de su deseo de referir el conjunto del ciclo de las Cartas a la totalidad de la historia de la Obra. En este punto san Josemaría actuó siguiendo un principio claro: procurar que las Cartas fueran cubriendo, por su fecha, la totalidad de los años de vida del Opus Dei, dando así testimonio, también con sus fechas, de la continuidad, dentro de los lógicos desarrollos, de su mensaje[50].

IV. Título de las Cartas

Cuando, en los años 1934 y 1935, san Josemaría redactó y envió a los miembros del Opus Dei tres Instrucciones, les puso un título: Instrucción sobre el espíritu sobrenatural de la Obra de Dios, Instrucción sobre el modo de hacer proselitismo, Instrucción sobre la obra de San Rafael. Al afrontar la preparación de las Cartas no procedió así.

Durante todo el proceso de redacción y revisión de las Cartas, el fundador del Opus Dei trabajó en su lengua nativa, es decir, en castellano. En un primer momento pensó en la posibilidad de que las Cartas se difundieran entre los fieles del Opus Dei, no en la lengua castellana en la que estaban redactadas, sino en latín, subrayando así, con el sentido de perennidad que tiene la antigua lengua del Lacio, la firmeza del magisterio fundacional que en todas se contenía[51]. En consecuencia, las primeras Cartas que dio por concluidas las hizo traducir al latín[52] antes de enviarlas. Cuando después las fue mandando a las circunscripciones regionales —ya en esa lengua—, indicó que cada una se designara por su íncipit latino, seguido de la fecha con la que estaban datadas[53].

Meses después, san Josemaría abandonó la idea de traducir sus Cartas al latín. Aun así, a pesar de que las siguientes no fueran en ese idioma, quiso que se designaran por el íncipit en esa lengua y la fecha; pero si —por excepción— algún texto se citaba en publicaciones externas al Opus Dei se debería utilizar solamente la fecha, sin el íncipit[54]. En 1981, cuando ya había fallecido el fundador, se decidió que, incluso internamente y hasta nueva indicación, no se empleara el íncipit[55]. Algunos años después, se optó por acudir a la palabra Carta, seguida —sin ninguna separación por medio de una coma y en cursiva— de la fecha que en cada caso le correspondía, de modo que quedara claro que la datación no tenía una finalidad específicamente cronológica, sino la de integrar un título: Carta 24-III-1930, Carta 24-III-1931, etc.

Después de atenta consideración, en la presente edición crítico-histórica se ha decidido designar las Cartas por un número, que sigue el orden de la datación original, y al mismo tiempo incluir entre corchetes la siguiente información: tema de que trata, íncipit por el que se conoció dentro de la Obra, datación de san Josemaría y fecha en que consta su impresión o envío a las circunscripciones del Opus Dei, o algún otro dato que contribuya a fijar su cronología. Así se procede en el elenco completo que se da en el apartado VI.

V. Revisiones y reimpresiones de las Cartas

Después del primer envío en versión latina, el 24 de diciembre de 1964 san Josemaría mandó retirar esas Cartas y destruirlas[56]. El motivo era enviar una nueva versión con la traducción castellana, como ya hemos apuntado, además de corregir errores o realizar alguna otra mejora. Cuando, a principios de 1967, la mayoría de las Cartas estaban ya en los diversos países, se comenzaron a detectar otras erratas, que se fueron comunicando y apuntando en las páginas de la edición castellana. Ese mismo año, san Josemaría decidió realizar una edición en volúmenes, especialmente cuidada, donde se corrigieron muchos de esos errores y se incluyeron índices muy amplios, para facilitar las tareas de formación. La tirada fue limitada, de cerca de un centenar de ejemplares, que iban destinados a los órganos de gobierno de las diversas circunscripciones. Se pensó en trece tomos. El proyecto empezó a realizarse enseguida: en diciembre de 1967 se envió el tomo I; en marzo de 1968, el tomo II; en noviembre de 1968, el tomo III; en enero de 1971, el tomo V, y en junio de 1972, el tomo XIII. No hay constancia de que se enviaran más tomos, pero es posible que se hicieran pruebas para imprimir algunos más, cada uno dedicado a una de las Cartas largas de las que no consta su envío[57].

En 1969 consta que san Josemaría revisó de nuevo los manuscritos, de cara a una nueva edición, unas veces tomando él mismo la pluma, otras dictando a Javier Echevarría. Así lo explicaba Mons. Echevarría en una anotación[58]: «Después de haber usado la primera edición impresa de las Cartas, el Padre ha hecho a mano algunas correcciones sobre el texto, que está copiado a máquina en cuartillas: en esas páginas queda, pues, el texto definitivo». Respecto a las Cartas que van de 1951 en adelante, prosigue Mons. Echevarría, «el Padre me ha ido dictando las correcciones que ha querido introducir, para que yo las pusiera en un ejemplar tirado en la imprenta». Finalmente, siempre en esa misma nota, Mons. Echevarría comenta que «con el fin de evitar posibles equivocaciones en las ediciones futuras», san Josemaría determinó que se debía proceder oportunamente a destruir todos los ejemplares impresos que hubiera tanto en Roma como en las diversas Regiones a las que se habían enviado[59].

De cara a la edición futura definitiva, siguió revisando esos escritos en varias ocasiones más, una concretamente entre 1974 y 1975, corrigiendo erratas y puliendo algunos textos. El 14 de noviembre de 1974 indicó por fin a las Comisiones Regionales que retiraran los ejemplares de las Cartas que hubiera en los centros y los guardaran en la sede de la Comisión Regional[60]. Además del motivo indicado —la edición definitiva— las tensiones que conoció la vida de la Iglesia a partir de la segunda mitad de la década de 1960, y el hecho de que se previera que el lapso de tiempo para llegar a la configuración de la Obra como Prelatura personal podía ser largo —no se alcanzó hasta 1982—, le aconsejaron extremar la prudencia en momentos en los que todavía no había concluido el itinerario jurídico, cuestión hondamente sentida por san Josemaría[61]. Es probable que —hasta que llegara ese momento— pensara en realizar ulteriores revisiones de esos textos, antes de la edición definitiva. Pero no pudo completar ese proyecto, porque Dios le llamó a sí el 26 de junio de 1975.

El 12 de septiembre de 1975, cumpliendo con el deseo del fundador —ya expresado desde 1969 y renovado antes de su fallecimiento[62]—, Mons. del Portillo ordenó la destrucción de todos los ejemplares de las Cartas impresas que se conservaban en las sedes de las Comisiones y Asesorías Regionales y que se habían retirado anteriormente de los centros, manteniendo en Roma sólo los imprescindibles para proceder, cuando llegara el momento, a una nueva edición.

Ese momento pareció llegar el 28 de noviembre de 1982, día en que Juan Pablo II erigió el Opus Dei en Prelatura personal y sancionó sus estatutos. Ya desde unos meses antes, cuando se preveía que la decisión pontificia podía ser inminente, Mons. Álvaro del Portillo comenzó a considerar esa posibilidad, redactando incluso notas o textos introductorios que podrían acompañar esa reimpresión, que se hizo de acuerdo con los originales dejados por san Josemaría, corrigiendo solo algunas pequeñas erratas. De una de esas introducciones, que data de abril o mayo de 1983, provienen las siguientes palabras: «Han pasado ya cinco meses desde que la Trinidad Santísima nos concedió la Intención especial: cumplo con un sabor agridulce lo que dispuso nuestro Padre de reeditar sus Cartas, y lo hago también con la felicidad de que os ayudarán a ser más de Dios. Pedid para que también a mí me suceda lo mismo, siendo buen ejecutor de su espíritu y buen hijo suyo»[63].

Sin embargo, otro proceso histórico, el de la beatificación y canonización del fundador del Opus Dei, iniciado el 19 de febrero de 1981, vino a cruzarse con el proyecto de edición de las Cartas, determinando los tiempos y modos de su realización. Concluida la parte instructora de un proceso de canonización es necesario, en efecto, presentar ante la Congregación para las Causas de los Santos todos los escritos, también los inéditos, de la persona que se aspira que sea beatificada y posteriormente canonizada. A ese efecto, bajo la dirección y orientación de mons. Álvaro del Portillo, se preparó en 1985 una nueva edición de las Cartas. En esta edición cada Carta constituía un fascículo individual, con una portada sencilla en la que constaba la palabra “Carta” seguida de la datación correspondiente. A la Congregación se entregaron en tres estuches de color granate, en los que las Cartas estaban dispuestas por orden cronológico y presentadas como cartas colectivas dirigidas a los miembros del Opus Dei. La tirada fue muy reducida: sólo los ejemplares necesarios para la entrega a la Congregación y para conservar algunos en la sede central del Opus Dei[64].

El 17 de mayo de 1992 tuvo lugar, en la plaza de san Pedro, la solemne ceremonia de beatificación de san Josemaría. Diez años más tarde, el 6 de octubre de 2002, Juan Pablo II procedía, también en la plaza de San Pedro, a la canonización. Entre estas dos fechas se sitúa, en primer lugar, la creación en la Universidad de Navarra del Centro de Documentación y Estudios Josemaría Escrivá de Balaguer, en 1995, y después, en Roma, del Istituto Storico San Josemaría Escrivá, el 9 de enero de 2001, por parte de Mons. Javier Echevarría, Prelado del Opus Dei desde 1994, al que confió la edición crítico-histórica de los escritos del fundador, tanto los ya editados como los inéditos. Esta posibilidad se venía estudiando desde algunos años antes, pero no se logró concretar hasta ese momento. Próxima ya a concluir la primera fase del plan de trabajo que se fijó el Instituto —la publicación de ediciones crítico-históricas de los escritos aparecidos en vida de san Josemaría[65]—, se da ahora paso a la segunda: la publicación de inéditos. Tarea comenzada con el volumen En diálogo con el Señor[66], que entra en una nueva etapa con la publicación de las Cartas, a las que introduce el presente escrito.

VI. Elenco detallado del conjunto del “ciclo de las Cartas”

A continuación, se presenta el elenco completo de las 38 Cartas que san Josemaría tenía proyectado editar en 13 volúmenes[67]. Las hemos numerado tomando como referencia las fechas puestas por san Josemaría, y hemos indicado sintéticamente el tema de cada una, así como otros datos que ayudan a fijar su cronología.

Como ya se ha comentado, no sabemos cuándo terminó san Josemaría cada una de sus Cartas. De algunas conocemos el momento en que declaró haberla terminado de redactar[68], o la leyó en voz alta ante un grupo de personas[69]. De otras nos consta sólo el momento en que salieron de la imprenta o fueron enviadas a las diversas circunscripciones regionales, pero este dato no dice todo sobre su terminación, pues podían estar concluidas meses o años antes y haber esperado un lapso de tiempo largo hasta que san Josemaría decidiera mandarlas a los distintos países o le fuera posible hacerlo, teniendo en cuenta que la expedición se solía realizar a mano, esperando la ocasión del viaje de alguna persona. Ocurrió también, como ya hemos explicado, que alguna Carta se terminó y se imprimió pero no se llegó a mandar hasta varios años después. De alguna sabemos que se imprimió pero no consta cuándo se envió, y finalmente hay varias de las que solamente conocemos que san Josemaría las dio por terminadas antes de su muerte en 1975.

Por las razones apuntadas, no siempre resulta fácil proponer una fecha de efectiva terminación. Que fuera impresa o expedida proporciona un término ad quem, pero no es un dato definitivo en todos los casos. Además, la documentación que tenemos sobre estos envíos no siempre es completa y a veces se requiere una deducción indirecta para obtener como resultado una datación sólo aproximada[70]. De forma que podemos señalar sólo fechas orientativas —quizá podrán ser más precisas cuando se realicen las correspondientes ediciones críticas—, que testimonian el momento en el que el fundador del Opus Dei quiso ponerles punto final.

En el elenco, a continuación, indicamos también el número de páginas de cada Carta, según la versión a imprenta de 1985. Aunque su formato (16,7 x 23,6 cm) es más grande que las ediciones de los años sesenta, el dato de las páginas sirve para darse una idea de la extensión de cada una y compararlas con las demás:

 Carta n.º 1: sobre la llamada a la santidad y al apostolado en la vida ordinaria; también designada por el íncipit Singuli dies, lleva la fecha del 24 de marzo de 1930 y fue enviada a las circunscripciones regionales el 21 de enero de 1966[71]; 23 págs.

 Carta n.º 2: sobre la importancia de la humildad en la vida espiritual; también designada por el íncipit Videns eos; lleva la fecha del 24 de marzo de 1931 y fue enviada el 21 de enero de 1966[72]; 58 págs.

 Carta n.º 3: sobre la misión sobrenatural y apostólica de los miembros del Opus Dei en medio del mundo; también designada por el íncipit Res omnes; lleva la fecha del 9 de enero de 1932 y se mandó el 21 de enero de 1966[73]; 83 págs.

 Carta n.º 4: sobre el modo de anunciar la doctrina cristiana a través del apostolado personal; también designada por el íncipit Vos autem; lleva la fecha del 16 de julio de 1933 y fue enviada el 21 de enero de 1966[74]; 32 págs.

 Carta n.º 5: trata de la misión del Opus Dei y de los laicos cristianos en el campo de la educación y la enseñanza; también designada por el íncipit Euntes ergo, lleva la fecha del 2 de octubre de 1939 y fue enviada el 21 de enero de 1966[75]; 31 págs.

 Carta n.º 6: acerca de los rasgos característicos de la llamada al Opus Dei y de su misión evangelizadora, al servicio de la Iglesia; también designada por el íncipit Sincerus est; lleva la fecha del 11 de marzo de 1940 y fue enviada el 22 de noviembre de 1966[76], aunque hay noticias de su impresión ya en febrero de 1963[77]; 61 págs.

 Carta n.º 7: sobre la obra de San Rafael, para la formación cristiana de la juventud; también designada por el íncipit Quem per annos; lleva la fecha del 24 de octubre de 1942 y fue mandada el 22 de noviembre de 1966[78]; 54 págs.

 Carta n.º 8: trata el tema de la libertad en las cuestiones temporales y el espíritu de servicio que caracterizan a la vida de los miembros del Opus Dei; también designada por el íncipit Legitima hominum, lleva la fecha del 31 de mayo de 1943; fue enviada el 6 de febrero de 1967[79]; 41 págs.

 Carta n.º 9: acerca de la solución jurídica que ha permitido disponer de sacerdotes en el Opus Dei, salidos de las filas de los miembros laicos; también designada por el íncipit Opus nostrum, lleva la fecha del 14 de febrero de 1944 y fue enviada el 21 de enero de 1966[80]; 19 págs.

 Carta n.º 10: sobre la peculiar misión de los sacerdotes en el Opus Dei; también designada por el íncipit Sacerdotes iam, lleva la fecha del 2 de febrero de 1945 y fue enviada el 21 de enero de 1966[81]; 34 págs.

 Carta n.º 11: su tema es la formación espiritual, profesional, humana y doctrinal-religiosa en el Opus Dei; también designada por el íncipit Divinus magister, lleva la fecha del 6 de mayo de 1945 y fue enviada el 21 de enero de 1966[82]; 43 págs.

 Carta n.º 12: sobre el apostolado de la opinión pública, como servicio a Dios y a los hombres por medio del trabajo en el mundo de la comunicación; también designada por el íncipit Numquam antehac, lleva la fecha del 30 de abril de 1946 y fue enviada el 22 de noviembre de 1966[83]; 67 págs.

 Carta n.º 13: explica las incomprensiones y calumnias con las que algunos han intentado dificultar el caminar de la Obra, más concretamente a lo largo de su itinerario jurídico; también designada por el íncipit Ascendente eo, es la única que lleva dos fechas: 29 de diciembre de 1947 y 14 de febrero de 1966; es posible que fuera impresa en vida de san Josemaría[84], aunque no consta que fuera enviada; 209 págs.

 Carta n.º 14: trata del trabajo profesional, como medio específico para alcanzar la santidad; también designada por el íncipit Meum gaudium, lleva la fecha del 15 de octubre de 1948 y fue expedida el 21 de enero del 1966[85]; 33 págs.

 Carta n.º 15: con motivo de la definitiva aprobación pontificia de la Obra, en el marco de la legislación sobre los Institutos seculares, explica que la vinculación al Opus Dei exige ante todo virtudes; concretamente se detiene en la consideración de las teologales, resaltando su importancia en el espíritu de la Obra; también designada por el íncipit Perfice gressus, lleva la fecha del 8 de diciembre de 1949 y decidió darla a la imprenta en septiembre de 1969[86]; de ella existió una versión impresa en vida de san Josemaría[87], que no fue enviada[88]; 242 págs.

 Carta n.º 16: sobre la vocación profesional de los miembros del Opus Dei y el sostenimiento de las obras de apostolado; también designada por el íncipit Bene nostis; lleva la fecha del 14 de febrero de 1950 y fue enviada antes del 17 de mayo de 1964[89]; 13 págs.

 Carta n.º 17: reflexionando sobre la ambigüedad de la legislación sobre la figura de los Institutos seculares y su evolución, exhorta a seguir adelante con fidelidad al espíritu de la Obra; también designada por el íncipit Via deflectit, lleva la fecha del 7 de octubre de 1950 y fue remitida el 21 de enero de 1966[90]; 55 págs.

 Carta n.º 18: sobre la formación teológica de los fieles del Opus Dei; también designada por el íncipit Hac nostra aetate, lleva la fecha del 9 de enero de 1951 y no consta la fecha exacta de su envío, pero sí que se había mandado antes del 17 de mayo de 1964[91]; 18 págs.

 Carta n.º 19: aludiendo a las críticas y calumnias que ha sufrido el Opus Dei a lo largo de su historia, exhorta a comprender y perdonar a quienes las han propalado, sin dejar de manifestar la verdad; también designada por el íncipit Hoc tempore, lleva la fecha del 4 de septiembre de 1951 y fue puesta en circulación con las demás del 21 de enero de 1966[92]; 53 págs.

 Carta n.º 20: amplia exposición sobre las virtudes cardinales y su importancia en el espíritu del Opus Dei, como continuación de la Carta n. 15; contiene explicaciones sobre las contradicciones sufridas a lo largo de la historia de la Obra; también designada por el íncipit In patientia, lleva la fecha del 24 de diciembre de 1951; fue profundamente revisada y terminada en 1975[93]; es probable que también llegara a ser impresa en 1975[94], pero no fue enviada[95]; 383 págs.

 Carta n.º 21: sobre la evolución que estaba experimentando la figura de los institutos seculares y las diferencias con el Opus Dei; trata de la secularidad, de la santificación del trabajo profesional, la libertad y responsabilidad de los miembros de la Obra en las cuestiones temporales; también designada por el íncipit Multa scripta, lleva la fecha del 12 de diciembre de 1952 y fue enviada el 6 de mayo de 1966[96]; 51 págs.

 Carta n.º 22: acerca de la finalidad específica del Opus Dei en el contexto de la misión de la Iglesia; unidad y diversidad en el modo de participar en esa misión; también designada por el íncipit Mirabilis omnino, lleva la fecha del 15 de agosto de 1953 y fue enviada el 17 de julio de 1964[97]; 23 págs.

 Carta n.º 23: su tema es la necesidad de preservar y expresar con claridad la plena secularidad de la llamada de los miembros del Opus Dei; también designada por el íncipit Vocationis vestrae, lleva la fecha del 19 de marzo de 1954 y fue remitida el 11 de marzo de 1965[98], aunque estaba ya terminada el 15 de enero de 1965[99]; 32 págs.

 Carta n.º 24: trata de las diferencias entre el estado religioso y el espíritu del Opus Dei, cuyos rasgos esenciales expone; también designada por el íncipit Sicut antea, lleva la fecha del 31 de mayo de 1954 y fue enviada el 11 de marzo de 1965[100], aunque estaba ya concluida el 16 de enero de 1965[101]; 38 págs.

 Carta n.º 25: sobre las características de la labor de los sacerdotes en el Opus Dei; también designada por el íncipit Divinus seminator, lleva la fecha del 28 de marzo de 1955, fue enviada el 17 de julio de 1964[102]; 27 págs.

 Carta n.º 26: acerca del modo de desempeñar el ministerio sacerdotal en el Opus Dei; también designada por el íncipit Ad serviendum, lleva la fecha del 8 de agosto de 1956 y fue enviada el 21 de enero de 1966[103]; 50 págs.

 Carta n.º 27: sobre la obra de san Miguel: formación de los numerarios y agregados y su cooperación en las tareas de formación y de gobierno del Opus Dei; también designada por el íncipit Multum usum, lleva la fecha del 29 de septiembre de 1957 y fue enviada el 21 de enero de 1966[104]; 68 págs.

 Carta n.º 28: sobre la situación jurídica del Opus Dei, que de hecho no es un instituto secular, aunque lo sea de derecho; también designada por el íncipit Non ignoratis, lleva la fecha del 2 de octubre de 1958, fue la primera Carta en ser enviada, en fecha anterior al 15 de febrero de 1964[105]; 7 págs.

 Carta n.º 29: sobre la obra de san Gabriel: la vocación de los supernumerarios y su misión en la santificación del mundo y de la vida matrimonial y familiar; también designada por el íncipit Dei amore, lleva la fecha del 9 de enero de 1959 y fue remitida el 21 de enero del 1966[106]; 59 págs.

 Carta n.º 30: trata de las disposiciones que deben acompañar a quien cambia de país para extender la labor del Opus Dei; también designada por el íncipit Dei voluntas; lleva la fecha del 16 de junio de 1960 y salió de Roma el 17 de julio de 1964[107]; 30 págs.

 Carta n.º 31: expone las peculiaridades de la vocación secular en el Opus Dei, en el marco de la historia jurídica de la Obra; también designada por el íncipit Gratias Deo, lleva la fecha del 25 de enero de 1961 y fue enviada el 21 de enero del 1966[108]; 73 págs.

 Carta n.º 32: explica la necesidad de un cambio en la configuración jurídica del Opus Dei, de modo que se respete la realidad de su espíritu y de su vida; realiza consideraciones acerca de algunas dificultades e incomprensiones en la historia del itinerario jurídico; también designada por el íncipit Ne proiicias, lleva la fecha del 25 de mayo de 1962; fue impresa y enviada en los últimos años de la vida de san Josemaría[109], pero se ignora la fecha precisa; 90 págs.

 Carta n.º 33: exhorta a la fidelidad al Magisterio; también designada por el íncipit Optime nostis, lleva la fecha del 2 de octubre de 1963 y fue enviada no más tarde del 15 de febrero de 1964[110]; 11 págs.

 Carta n.º 34: impulsa a cuidar la unidad con el Magisterio en la investigación teológica y filosófica; también designada por el íncipit In Opere Dei, lleva la fecha del 14 de febrero de 1964 y fue expedida poco después, antes del 6 de abril de 1964[111]; 10 págs.

 Carta n.º 35: trata de la auténtica renovación de la vida cristiana y de la Iglesia, en fidelidad al Magisterio, ante algunas desviaciones doctrinales y prácticas; también designada por el íncipit Veritatem facientes, lleva la fecha del 15 de agosto de 1964 y fue impresa y enviada en los últimos años de la vida de san Josemaría, pero se ignora la fecha precisa[112]; 93 págs.

 Carta n.º 36: sobre la santificación del trabajo de las mujeres del Opus Dei, en particular de las tareas domésticas y de la atención de los centros de la Obra; también designada por el íncipit Verba Domini, lleva la fecha del 29 de julio de 1965 y fue enviada antes del 6 de febrero de 1967[113]; 59 págs.

 Carta n.º 37: sobre el diálogo, también designada por el íncipit Argentum electum, lleva la fecha del 24 de octubre de 1965 y fue enviada el 6 de febrero de 1967[114], 77 págs.

 Carta n.º 38: sobre los puntos centrales de la dogmática y la moral cristianas, que desea recordar con claridad a los miembros del Opus Dei; también designada por el íncipit Fortes in fide, lleva la fecha del 19 de marzo de 1967; consta que estaba terminada de redactar en enero de 1967[115] pero no fue enviada antes de abril 1971[116] y se mandó otra vez —en formato de volumen—, antes del 16 de junio de 1972[117]; 191 págs.

* * *

El presente volumen de la “Colección de Obras Completas de Josemaría Escrivá de Balaguer” pone al alcance de los lectores unos textos en los que el fundador del Opus Dei, en plena madurez intelectual y espiritual, expuso de forma detallada aspectos fundamentales del espíritu, del apostolado y de la historia de la institución a la que, siguiendo la luz recibida el 2 de octubre de 1928, había dado vida. Con esta publicación, a la que seguirán otras Cartas y las Instrucciones, cuyos trabajos de edición se encuentran también en curso, la Colección entra en una nueva etapa, de gran importancia para conocer la riqueza de las enseñanzas espirituales de san Josemaría.

José Luis Illanes

Miembro del Istituto Storico San Josemaría Escrivá

[1] Para una visión de conjunto de los escritos del fundador del Opus Dei, ver José Luis ILLANES, “Obra escrita y predicación de san Josemaría Escrivá de Balaguer”, SetD 3 (2009), pp. 203-276, y, más brevemente, ID., “Escritos de san Josemaría. Descripción de conjunto”, en DJE, pp. 390-400. Sobre las Cartas, su datación y elaboración, ver, además de las pp. 246-257 del artículo citado de SetD 3 (2009), ID., “Cartas (obra inédita)”, en DJE, pp. 204-211.

[2] Las tres han sido ya publicadas: Alfredo MÉNDIZ, “Tres cartas circulares del fundador del Opus Dei (Burgos, 1938-1939)”, SetD 9 (2015), pp. 353-377.

[3] Cfr. nota n.º 8.

[4] Carta n.º 13, § 13. Remitimos a esta Carta, y a otras que citaremos a lo largo de esta introducción, designándolas por el número que tienen en el elenco que daremos más adelante.

[5] Carta n.º 15, § 3.

[6] Cuanto viene a continuación se refiere al conjunto de Cartas que san Josemaría terminó de redactar entre 1962 y 1967, que constituyen un ciclo o conjunto unitario. Existen además otras Cartas, sobre las que puede encontrarse información en: ILLANES, “Obra escrita”, pp. 203-276; ID., “Escritos”, pp. 390-400; ID., “Cartas”, pp. 204-211.

[7] Además, existen otras cartas de tipo pastoral que no pertenecen a este “ciclo” y que envió a los miembros del Opus Dei en momentos determinados de la historia, como las “tres campanadas” de los años setenta y otras con motivo de aniversarios, ordenaciones de sacerdotes u otros motivos, que se editarán en un volumen aparte de la misma serie de Obras completas. Cfr. ILLANES, “Cartas”, en DJE, pp. 210-211.

[8] Apuntes íntimos, 24 de abril de 1933 (n.º 989).

[9] Apuntes íntimos, junio de 1933 (n.º 1723).

[10] Sobre estos documentos, ver Luis CANO, “Instrucciones (obra inédita)”, en DJE, pp. 650-655.

[11] En Carta n.º 13, § 13.

[12] Sobre la conservación de los papeles más antiguos y su traslado a Roma en los años cincuenta, pueden verse algunos datos en la ya citada voz ILLANES, “Cartas”, pp. 204-211.

[13] En 1954, dispuso por primera vez, en Roma, de una pequeña imprenta propia, llevada por un equipo de mujeres del Opus Dei, de la que saldrán las primeras ediciones de las tres antiguas Instrucciones de los años treinta, que existían hasta entonces sólo a multicopista y que san Josemaría mandó retirar y destruir pues contenían bastantes errores, y las Cartas. Una nota de la imprenta de la sede central de la Obra, del 26 de febrero de 1963 (Ip 27/63, en AGP, serie E.3.4, 904-3579 [prov.]) propone dos posibles tipos de encuadernación para esta Carta lo que implica que el trabajo de impresión estaba muy avanzado, y por tanto que el manuscrito se había entregado a la imprenta a finales de 1962 (ref. a un encargo con protocolo 24/62). Sobre estos datos, y otros análogos agradezco la investigación realizada por Francesc Castells, director del Archivo General de la Prelatura, así como a Carlo Pioppi y a Luis Cano, respectivamente Director y Secretario del Istituto Storico San Josemaría Escrivá.

[14] Codex Iuris Peculiaris Societatis Sacerdotalis Sanctae Crucis et Operis Dei, datado el 24 de octubre de 1963. Cfr. Itinerario, pp. 349-350. El 2 de octubre, el fundador había presentado a Pablo VI una serie de modificaciones a las Constituciones, que fueron aprobadas el 24 de ese mes. Como prólogo colocó un texto que será la primera Carta que mandará a sus hijas e hijos, en febrero del año siguiente, la n.º 28, con el íncipit latino Non ignoratis.

[15] Una referencia, breve pero más detallada, a este contexto en la ya citada voz ILLANES, “Cartas”, en DJE, pp. 204-211.

[16] Tanto Pedro Rodríguez como yo mismo, entre otros muchos, podemos testificar el uso por san Josemaría de esa expresión “ciclo” o de otras análogas, para referirse a su trabajo en las Cartas.

[17] Se trata de un cargo, previsto en los estatutos del Opus Dei, para favorecer la relación entre los órganos centrales de gobierno y las diversas regiones o países donde está extendida su labor apostólica. Este grupo de Delegados regionales se dedicó a ese trabajo desde el 21 de enero al 12 de marzo de 1963 (en diversos momentos hay referencias en el diario del Consejo General de esa época, aunque sin descender a detalles; en AGP, serie M.2.2, 430-4). Varios de los Delegados que participaron en esa reunión han fallecido, pero ha sido posible reconstruir el trabajo realizado gracias a los recuerdos de otros, todavía en vida (sus testimonios se conservan en AGP, serie A.3, 87-2-8), así como a los de algunos de los miembros en aquel momento del Consejo General y, muy particularmente, a los de Mons. Javier Echevarría, en las conversaciones personales con quien escribe estas líneas.

[18] Testimonio de Mons. Javier Echevarría, manuscrito sin fecha pero situado en sus últimos años (en AGP, serie A.3, 87-2-8). San Josemaría se refiere a este trabajo con magnetofón en una carta al Consiliario del Opus Dei en España, Florencio Sánchez Bella, del 1 de noviembre de 1966: «Están terminando de imprimir un paquete de cartas mías, que espero poder enviaros pronto: al dar vuelta a estos papeles, me doy buena cuenta del cambio de los tiempos, porque antes escribía las cosas a mano, o con alguna máquina más o menos arcaica —aun en estos casos, las correcciones van de mi mano—, pero ahora —desde el cincuenta, poco más o menos— he empleado cinta magnetofónica o dictáfono, y no os dejo rastro de la mano mía en todo este tiempo último. Es mejor, más rápido y más cómodo para mí seguir trabajando de esta manera. Así charlo, me traen copiado a doble espacio y a máquina lo que he dicho, y la cinta sirve para muchas veces. Barato también» (en AGP, serie A.3-4, 285-5).

[19] La fecha de envío que utilizamos corresponde a la del escrito que solía acompañar a cada documento. A veces, esta data ha de considerarse con un margen de algunos días o semanas, pues la expedición material podía demorarse, dependiendo del país al que iban.

[20] Tomamos el dato de las páginas de la última edición disponible, realizada en 1985, que es la única completa que se conserva, y que fue realizada en un formato más grande.

[21] La Carta n.º 33.

[22] La Carta n.º 34.

[23] Carta n.º 16.

[24] Carta n.º 18.

[25] Carta n.º 22.

[26] Carta n.º 25.

[27] Carta n.º 30.

[28] Carta n.º 23.

[29] Carta n.º 24.

[30] Nota del 6 de junio de 1965 (en AGP, serie E.1.3, 244-4).

[31] Son las Cartas n.os 1-5; 9-11; 14, 17, 19, 26-27, 29 y 31.

[32] No existe un elenco de quienes actuaron como secretarios de san Josemaría en este campo, como es lógico teniendo presente el carácter instrumental de la colaboración que prestaban. En cada caso, el fundador de la Obra se dirigía a uno u otro de los que estaban a su alrededor, en cuanto miembros del Consejo General u oficiales de alguna de las oficinas dependientes del Consejo, y solicitaba su ayuda, que siempre agradecía con especial delicadeza. Acudiendo a la memoria de quienes estaban en Roma en los años 1960, ha sido posible concretar algunos nombres: en primer lugar, Mons. Álvaro del Portillo, que, junto con Javier Echevarría, estuvo en todo momento a su lado, y también, en mayor o menor grado, pero siempre en la posición auxiliar ya descrita, otros como Joaquín Alonso (1929), Carlos Cardona (1930-1993), Julián Herranz (1930), José Luis Illanes (1933), Antonio Livi (1938) y José Luis Soria (1932).

[33] Me permito dejar aquí, aunque resulte más bien largo, un testimonio escrito sobre mi trabajo y mi actitud de espíritu en relación con el encargo que me dio san Josemaría sobre dos de sus Cartas. Un día me llamó y me habló en términos muy generales de su trabajo en las Cartas. Me preguntó si podría ayudarle en una de ellas (me habló primero de una, y luego, pasado un tiempo, de la otra). Como es lógico, le dije enseguida que sí. Era una manifestación de confianza que me conmovió: que nuestro fundador acudiera para una tarea como la de las Cartas a alguien joven, como yo lo era —tenía entonces apenas treinta años—, me impresionó y dio un tono de especial servicio a la Obra a todo el trabajo que realicé. El Padre me dijo cuál era el tema que quería tratar en cada Carta y esbozó su contenido; y también —no estoy seguro de que fuera en el primer momento o después— la fecha que iba a tener, ya que quería reflejar en sus Cartas lo que había sido su predicación a lo largo de los años. De hecho me dio material antiguo y algunas orientaciones. Recuerdo, en cambio, muy bien que me dijo que tuviera presente, junto al material que me entregaba, todo lo que le había oído decir en meditaciones y tertulias en el Colegio Romano de la Santa Cruz, al que me había incorporado en otoño de 1957 y en el que había tenido ocasión de escucharle en muchas ocasiones. Quedaba claro que en las Cartas quería dejar constancia del mensaje perenne de la Obra. Me puse enseguida al trabajo. Hice memoria de cuanto le había escuchado sobre el tema. Lo que san Josemaría me había pedido era que preparara una minuta de la Carta. Me hice la idea de que, al menos en esa época, le gustaba trabajar sobre textos seguidos que, en el supuesto de que los considerara aceptables como punto de partida, procedía a corregir, introduciendo cambios, supresiones y añadidos; y eso varias veces, es decir, haciendo copiar cada versión, que volvía a revisar a fondo hasta llegar —en ocasiones después de seis o siete revisiones— a un texto que correspondía a lo que deseaba expresar.

[34] Carta n.º 21.

[35] Carta n.º 6. Aunque la investigación está todavía en curso, algún dato apunta a que fue enviada ya en diciembre de 1963.

[36] Carta n.º 7.

[37] Carta n.º 12.

[38] Carta n.º 8.

[39] Carta n.º 36.

[40] Carta n.º 37.

[41] Carta n.º 38.

[42] Carta n.º 35.

[43] Carta n.º 32.

[44] Carta n.º 15.

[45] Son las Cartas n.os 13 y 20.

[46] En 1967, en la introducción al primer volumen de Cartas, del que se hará mención más adelante, el beato Álvaro del Portillo explicaba —refiriéndose a varias de ellas— que «el Padre desea que no se hagan públicas hasta después de su muerte» y que «es más oportuno dar alguno de esos Documentos a la imprenta cuando haya pasado tiempo, de modo que el ambiente haya madurado y los hechos históricos se proyecten lejanos».

[47] Solo hizo una excepción: la Carta n.º 13, que lleva dos fechas.

[48] Por ejemplo, en la Carta n.º 3, 2d, se lee la descripción de un episodio sobrenatural que experimentó el 7 de agosto de 1931. En la versión del volumen de 1967, había escrito —refiriéndose a ese momento— que “hace años” había sentido una locución divina dentro de su alma. Al revisar el texto, se dio cuenta de que existía un anacronismo, porque la Carta estaba fechada en 1932, por lo que no se podía hablar de “hace años” y cambió esa expresión por “tiempo atrás”, como puede verse en el aparato crítico.

[49] A san Josemaría le gustaba datar sus textos —y, a veces, también situar los acontecimientos y celebraciones— en fechas que tuvieran un valor en sí, por ser alguna fiesta de la Obra, el aniversario de algún acontecimiento importante de su historia, etc.

[50] Testimonio de Ernesto Juliá Díaz, redactado el 2 de febrero de 2005, en AGP, serie A.3, 87-2-8.

[51] En esta decisión, junto al aprecio por el latín, hondamente valorado por san Josemaría como lengua litúrgica e idioma usual durante siglos en la Iglesia e incluso en la civilización occidental, pudo influir el hecho de que el 22 de febrero de 1962, cuando estaba iniciando el proceso de redacción final de las Cartas, Juan XXIII hubiera promulgado la const. apost. Veterum sapientiae, destinada a fomentar la preservación y el aprendizaje del latín y su uso en la Iglesia.

[52] Estas traducciones al latín corrieron a cargo de dos expertos latinistas que trabajan en aquellos años en oficinas dependientes del Consejo General del Opus Dei: el canonista español José Luis Gutiérrez y el filósofo italiano Antonio Livi (de ambos se cuenta con testimonios en el archivo: AGP, serie A.3, 87-2-8).

[53] Nota 45/64, 4 de abril de 1964 (en AGP, serie E.1.3, 243-4).

[54] Nota 23/65, 11 de marzo de 1965 (en AGP, serie E.1.3, 244-3) y Nota 23/65, nueva versión, 21 de enero de 1966 (en AGP, serie E.1.3, 244-3).

[55] Nota 215/81, 23 de diciembre de 1981, en AGP, serie E.1.3, 628-1 (prov.).

[56] Nota del 24 de diciembre de 1964, en AGP, serie E.1.3, 250-1.

[57] Ver notas n.os 84, 88 y 94.

[58] Anotación del 26 de mayo de 1969, en la portada de un ejemplar de la Carta n.º 18, en AGP, serie A.3, 93-3-1.

[59] Así se hizo a partir de 1974, aunque se procedió por fases, como enseguida diremos. Los ejemplares, mecanografiados o impresos, sobre los que se realizó la revisión se conservan en AGP, serie A.3, leg. 91 a 96.

[60] Nota 7012/74, del 2 de diciembre de 1974 (AGP, serie E.1.3, 247). No se retiraron todas las Cartas largas, como la n.º 38 y las tres últimas que escribió en los años setenta (conocidas dentro del Opus Dei como las “tres campanadas”) y algunas más, que quedaron en los centros que las poseían, del mismo modo que las Instrucciones.

[61] En la nota precedentemente citada se hablaba también del temor fundado a que ese material —técnicamente inédito y sin terminar de revisar— pudiera ser copiado o manipulado por extraños, en un momento delicado de la historia jurídico-institucional del Opus Dei. Sobre las etapas finales del itinerario jurídico, los pasos que fue necesario dar hasta llegar a la erección como prelatura personal y las incidencias que jalonaron todo el proceso, ver la parte cuarta y última de Itinerario , pp. 301-503.

[62] «Mariano [san Josemaría] dejó dicho que se actuase así, cuando hubiera pasado el verano», en nota 175/75 del 12 de septiembre de 1975 (AGP, serie E.1.3, 254-4).

[63] En AGP, serie A.3, 190-3-2.

[64] Ejemplares de esta edición se conservan en AGP, serie A.3, leg. 91 a 96.

[65] Se han publicado ya siete volúmenes: Camino, Santo Rosario, Conversaciones, Es Cristo que pasa, La abadesa de Las Huelgas, Escritos varios y Amigos de Dios, mientras están en fase avanzada de preparación otro con Discursos académicos.

[66] El volumen En diálogo con el Señor. Textos de la predicación oral (OC V/1) comprende las meditaciones que san Josemaría revisó en los años setenta para que se incluyeran en las revistas Crónica y Noticias y en los tomos de Meditaciones, publicaciones dirigidas a los miembros del Opus Dei.

[67] Al preparar esta edición, se plantearon dudas acerca de incluir o no la Carta n.º 38, que tiene rasgos diferentes de las demás del “ciclo” de las Cartas, aunque también posee características muy semejantes a ellas, que han terminado por inclinarnos a incluirla en esta relación. Entre otros motivos, san Josemaría la editó como volumen XIII de la colección mencionada.

[68] Esto pasó con la Carta n.º 38, como se verá.

[69] Así sucedió con las Cartas n.os 23 y 24. El dato lo proporciona el diario del Colegio Romano de la Santa Cruz, como se detalla más adelante.

[70] Unas veces, el dato es cierto porque proviene de una nota del Consejo General en la que advierte el momento de su envío. En otros casos no existe —o no se ha encontrado— esa nota y hay que deducirlo del acuse de recibo, realizado generalmente unas semanas o meses después, por parte de las circunscripciones regionales. Pero también esto falta en algún caso, por lo que es preciso acudir a procedimientos indirectos: referencias a esos documentos en notas posteriores, listas de documentos enviados o que se debían retirar o destruir; aquí la precisión —como puede comprenderse— es más pequeña.

[71] Nota 23/65 (nv), del 21 de enero de 1966, en AGP, serie E.1.3, 244-3.

[72] Ibid.

[73] Ibid.

[74] Ibid.

[75] Ibid.

[76] Acuse de recibo, en AGP, serie E.1.3, 281-289.

[77] Nota Ip 27/63, del 26 de febrero de 1963, en AGP, serie E.1.3, 904/3579 (prov.).

[78] Acuse de recibo, en AGP, serie E.1.3, 281-289.

[79] Acuse de recibo, en AGP, serie E.1.3, 281-289.

[80] Nota 23/65 (nv), del 21 de enero de 1966, en AGP, serie E.1.3, 244-3.

[81] Ibid.

[82] Ibid.

[83] Acuse de recibo, en AGP, serie E.1.3, 281-289.

[84] Como volumen IV, pues se le asigna una sigla propia en una lista de documentos de 1972 (en AGP, serie E.1.3, 247), lo que podría significar que estaba impresa o en vías de serlo, como en el caso de la Carta n.º 15, de la cual conservamos alguna página impresa, y que tampoco fue mandada destruir en 1975, porque seguramente no se había enviado.

[85] Nota 23/65 (nv), del 21 de enero de 1966, en AGP, serie E.1.3, 244-3.

[86] En el manuscrito original se lee esta anotación autógrafa de san Josemaría: «Con esta fecha, hago que me copien en limpio las notas de mi Carta del 8 de diciembre de 1949, porque quizá me decida a enviarla a imprimir. Roma, septiembre de 1969».

[87] En AGP, serie A.3, 93-1-2, se conservan galeradas y dos páginas sueltas impresas, que parecen, por su formato, semejantes a las de otros volúmenes, pero no consta que llegara a imprimirse como los demás volúmenes. Excluimos que se enviara, porque no aparece entre los documentos mandados destruir en 1975 (cfr. nota 175/75, en AGP, serie E.1.3, 247).

[88] No aparece en la lista de Cartas enviadas, que se mandaron destruir en septiembre de 1975 (cfr. nota 175/75, en AGP, serie E.1.3, 247).

[89] Acuse de recibo, en AGP, serie E.1.3, G 281-289.

[90] Nota 23/65 (nv), del 21 de enero de 1966, en AGP, serie E.1.3, 244-3.

[91] Acuse de recibo, en AGP, serie E.1.3, G 281-289.

[92] Nota 23/65 (nv), del 21 de enero de 1966, en AGP, serie E.1.3, 244-3.

[93] En el manuscrito original hay una anotación autógrafa de san Josemaría de marzo de 1974, después de haber releído el texto, donde se plantea realizar más adelante «abundantes correcciones» y dividir la materia en apartados «para que resulte más fácil su lectura». Por otra parte, en el n.º 230, entre otras enmiendas autógrafas, explica que añade dos párrafos «al revisar la Carta, en 1975». En AGP, serie A.3, 95-2.

[94] Pudo imprimirse en forma de volumen, concretamente el n.º VII, pues aparece en una relación de documentos de 1972 (en AGP, serie E.1.3, 247), de modo semejante a las Cartas n.os 14 y 37.

[95] No se encuentra entre las Cartas que se mandaron destruir en las diversas circunscripciones (cfr. nota 175/75, en AGP, serie E.1.3, 247).

[96] Acuse de recibo, en AGP, serie E.1.3, G 281-289.

[97] Acuse de recibo, en AGP, serie E.1.3, G 281-289.

[98] Nota 23/65, en AGP, serie E.1.3, 244-3.

[99] Sabemos que fue leída el 15 de enero de 1965 en una tertulia del Colegio Romano de la Santa Cruz (Diario del Colegio Romano de la Santa Cruz, 15 de enero de 1965, en AGP, serie M.2.2, 429-4).

[100] Nota 23/65, en AGP, serie E.1.3, 244-3.

[101] También de esta sabemos que se había concluido antes de la fecha de su envío pues también se leyó en una tertulia del Colegio Romano de la Santa Cruz, el 16 de enero de 1965 (Diario del Colegio Romano de la Santa Cruz, en AGP, serie M.2.2, 429-4).

[102] Acuse de recibo, en AGP, serie E.1.3, G 281-289.

[103] Nota 23/65 (nv), del 21 de enero de 1966, en AGP, serie E.1.3, 244-3.

[104] Ibid.

[105] El 15 de febrero de 1964 se da ya como enviada (cfr. nota 14/64 en AGP, serie E.1.3, 243-4), es posible que se hubiera mandado ya el 20 de diciembre de 1963 (cfr. scg 305/63, en AGP, serie E.1.3, 255). Como ya se ha dicho, san Josemaría la colocó, además, como introducción a la nueva versión del Codex Iuris Peculiaris Societatis Sacerdotalis Sanctae Crucis et Operis Dei, del 24 de octubre de 1963 (cfr. Itinerario , p. 349).

[106] Nota 23/65 (nv), del 21 de enero de 1966, en AGP, serie E.1.3, 244-3.

[107] Acuse de recibo, en AGP, serie E.1.3, G 281-289.

[108] Nota 23/65 (nv), del 21 de enero de 1966, en AGP, serie E.1.3, 244-3.

[109] Aparece entre los documentos que había que destruir en septiembre de 1975 (cfr. nota 175/75, en AGP, serie E.1.3, 247).

[110] El 15 de febrero de 1964 se da ya como enviada (cfr. nota 14/64 en AGP, serie E.1.3, 243-4), es posible que se hubiera mandado ya el 20 de diciembre de 1963 (cfr. scg 305/63, en AGP, serie E.1.3, 255).

[111] En esa fecha se da ya como enviada (cfr. nota 45/64 del 6 de abril de 1964, en AGP, serie E.1.3, 243-4).

[112] Aparece entre los documentos que había que destruir en septiembre de 1975 (cfr. nota 175/75, en AGP, serie E.1.3, 247).

[113] Acuse de recibo, en AGP, serie E.1.3, G 281-289.

[114] Acuse de recibo, en AGP, serie E.1.3, G 281-289.

[115] En una anotación del 20 de enero de 1967 se lee: «El Padre dice que está preparada la Fortes in fide» (Diario del Consejo general, en AGP, serie M.2.2, 430-15).

[116] Acuse de recibo, en AGP, serie E.1.3, G 281-289.

[117] Como volumen XIII, acuse de recibo, en AGP, serie E.1.3, G 281-289.

Cartas (I)

Подняться наверх