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Agradecimientos

Agradezco al Fondo Editorial PUCP, personificado en Patricia Arévalo, y a Militza Angulo Flores, por su excelente trabajo en el cuidado de esta publicación; asimismo, a los miembros del comité, como Celia Rubina, por sus valiosos comentarios y el apoyo del vicerrector de Investigación Aldo Panfichi. Quiero agradecer especialmente al Sistema de Bibliotecas de la PUCP por la digitalización de las imágenes que acompañan este ensayo: Katia Hanza, Mariela Del Águila Patricia Sánchez, Greta Manrique, Ismael Canales, José Carlos Córdova, Kevin Wong, Willy Picón, Alejandro Vallejos, Isaac Ramos, Silvestre Céspedes y José Estrella.

Asimismo, agradezco a Nicole Mejía Loyola, por el arte de la portada, y a las profesoras Evelyn Núñez, Andrea de la Cruz, Claudia Cárdenas y Romina Giorgio, de la Facultad de Arte y Diseño de la PUCP, por todo el apoyo brindado.

Este libro es fruto de mi paso por las aulas en la Facultad de Letras y Ciencias Humanas de la PUCP, que se cristalizaron en mi tesis de licenciatura. Desde que ingresé a la carrera de Historia tuve muchas dudas, pero gracias a la influencia de Jorge Lossio, realicé un cambio de rumbo. Cuando Jorge fue profesor asesor del Coloquio de Estudiantes de Historia nos hicimos muy cercanos: siempre nos reuníamos para ver el desarrollo del evento y, además, conversábamos de política; fue en esas amenas charlas que, poco a poco, me introduje en el tema de la historia de la salud. Agradezco que Jorge fuera mi asesor y, sin duda, desde que lo conocí a finales de 2012, fue la persona que más huella ha dejado en mi desarrollo personal y profesional en la universidad. De los profesores de la especialidad, reconozco el apoyo importante y el impulso de José de la Puente Brunke, quien confió siempre en mis propuestas; a Claudia Rosas, por ser una excelente maestra e introducirme en la historia de la marginalidad; y de igual forma, a Iván Hinojosa y Jesús Cosamalón, por acercarme al periodo contemporáneo. Quiero agradecer especialmente a Carlos Gálvez y a Miguel Costa, quienes a pesar de ser colonialistas siempre me apoyaron y apostaron por mí.

En mis múltiples paseos al Centro de Lima, al jirón Capón y aledaños, siempre me daba una vuelta por el Instituto Riva-Agüero para visitar a Ada Arrieta y, de paso, comer un sánguche en el Carbone. Ada quiso saber qué tema investigaba para la licencia y le conté de qué trataba. Grande fue mi sorpresa cuando me contó que el Archivo del Instituto resguardaba documentos de Raúl Patrucco, quien fue el primero en investigar al VIH/sida en el Perú. Ni tonto ni perezoso, fui más seguido al Centro de Lima para descubrir más sobre este valioso hallazgo y pude encontrar sus anotaciones, cartas, pruebas médicas y recortes de periódicos. Fue una gran fortuna, puesto que, con ello, podía hacer una triangulación entre el conocimiento médico y lo que mostraba la prensa sobre aquella epidemia.

Desde el plano institucional la PUCP ha hecho gran soporte en el desarrollo de la investigación. Con el premio PADET de la Dirección de Gestión de la Investigación (DGI), pude obtener una base material inigualable y sin ella no hubiera podido concretizar esta investigación. Debo reconocer que el trabajo tuvo buena recepción, pues ganó el concurso a la mejor tesis que brindó la Asociación Peruana de Historia de la Ciencia, la Salud y la Tecnología, presidida por el profesor Marcos Cueto.

Tengo que mencionar a colegas de la especialidad como David Mogrovejo, Marcos Alarcón, Christo-pher Cornelio, Alonso Campos, Guillermo Palma, Ilse de Ycaza, Sebastián Pastor y Carlos Aime, quienes fueron de gran ayuda al escuchar el tema atentamente y dar muy buenas sugerencias. El apoyo de amigos de otras carreras como Alonso Marañón, Álvaro Paredes Valderrama, Lizardo Silva, Roy Espinoza y del profesor Guillermo Rochabrún fue importante para que el trabajo se nutra de nuevas perspectivas. Finalmente, la persona más importante y a quien he dedicado este ensayo es mi madre Gliceria Emperatriz, quien apoya todas mis propuestas y mi inclinación por la disciplina histórica. Su amor incondicional hizo posible que pueda obtener el temple necesario para desarrollar muchas de mis potencialidades, a pesar de las limitaciones, que van más allá de mi voluntad.

A mi madre

Sida y temor

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