Читать книгу "Una carcajada en un velorio" - Juan Carlos Herrera Correa - Страница 11
ОглавлениеEn torno a la muerte de Ricardo Rendón, muchas conjeturas se han lanzado. Entre las diferentes interpretaciones, estudiosos del arte y de su obra, como la crítica de arte Beatriz González Aranda, historiadores como Germán Colmenares y Alfredo Iriarte, así como en el periodismo, se han movido por hipótesis que parten de su comportamiento y condiciones mentales, por ejemplo, la ciclotimia —trastorno del estado de ánimo, menor a la bipolaridad—. Aspectos como la relación que el melancólico artista tenía tanto con el periodismo como con el Gobierno también aparecen. Se ha vinculado, además, el alcoholismo, una crisis económica, sentimientos de traición en los liberales y, a fin de cuentas, su relación cercana a la muerte; esto último desde la temática de sus caricaturas y su “obsesión necrofílica”.3 Ante este panorama, se pone en hilo la cuestión de la muerte del llamado “mejor caricaturista colombiano del siglo XX”.4 En este problema, nos corresponde hablar de su vida, entender a su familia, su formación y trabajo en las artes gráficas, artísticas y pictóricas. Es un cruce de relaciones desde lo personal, su vida privada, aquellos quienes lo rodearon y lo retrataron, acompañado de una vista de su mente, genialidad y, en especial, su caricatura.
Al ser Rendón un hombre de periódicos, y según Germán Colmenares, un hombre de opinión pública,5 se trata de la comprensión de su trabajo en caricatura para el periódico El Tiempo desde 1924 hasta el día de su muerte. Es el momento cuando su producción perteneció al periódico de mayor circulación en el país y de lectura de millares de personas.6 Son publicaciones de primera página (y, en ocasiones, la ocupan completa) del medio de corte liberal que, con su enorme actividad combatiente, terminó por apoyar y contribuir a la caída de la Hegemonía Conservadora. La llegada a este punto, sin embargo, no correspondió a una línea de trabajo única desde sus inicios en Antioquia. Se habla de dos épocas bien definidas: la juvenil, de Medellín, y su época en Bogotá.7 Pero surge el interrogante: ¿cómo entender su último año de vida? Aunque nos refiramos a una posición intacta en su capacidad de ser radiografía de la historia política del país, como lo define Miguel Escobar para la segunda etapa, este es un año de enormes cambios. Es el tiempo de la victoria liberal, el auge de la figura de Enrique Olaya Herrera y del mismo Rendón.8 A diferencia del ataque constante a los conservadores, con el nuevo Gobierno hubo cambios en la temática, miradas e impresiones que en sus caricaturas dejó en su paso por El Tiempo durante este último año. Si nos conectamos a las hipótesis de la relación de Rendón con el Gobierno, su alejamiento, su crítica y la traición que pudo sentir, resultó en un año diferente a los anteriores, una tercera etapa, un tercer Rendón.
El análisis de su trabajo gráfico se delimitó desde el 7 de agosto de 1930 (día de la posesión del presidente Enrique Olaya Herrera) hasta el 30 de octubre de 1931 (día en que se publica su última caricatura). Esta es la historia del primer año de Gobierno de Olaya Herrera. Un periodo atravesado por el cambio de régimen. Es la formación y sostenimiento de la Concentración Nacional y la crisis económica que desde la Gran Depresión acabaron por descomponer al Partido Conservador y el sistema fiscal nacional. Es el periodo de la reorganización nacional en torno a la figura de la nueva república liberal, con amplias expectativas y enormes presiones por alcanzar un desarrollo económico sostenible, el cual se esperaba estuviera a la par de la búsqueda de la paz; pero que, en cambio, en temas como la cuestión petrolera y la violencia electoral terminarían por agitar esta época.
Su aporte gráfico en las diferentes portadas de El Tiempo durante esos quince meses presenta una línea de historia política. Es un periodo de amplias expectativas y de diferencias entre las denuncias de Rendón con otros sectores de la política agitada de los años treinta. Es un juego entre Rendón, el Partido Liberal, el Conservador, el periódico El Tiempo y la opinión pública, que Rendón representó muy bien. Se trata del cruce y el diálogo entre las dos esferas que forman al Rendón que acaba con su vida el 28 de octubre de 1931. Es una composición de dos caras: una de un hombre excepcional, un artista, pero que a su vez es un “Caballero de triste figura”,9 un hombre acongojado y ciclotímico, de un renombre y una enorme trayectoria intelectual y gráfica en el país. Por otro lado, cuenta una historia política muy agitada, de escenas claras, empapadas de decenas de referencias y múltiples discusiones en torno al cuerpo de Gobierno, aunque llevadas al mundo de las comunicaciones para hacerse líder de una opinión pública. Es un avance en la comunicación como en la publicación de su álbum en 1930, cuando su trabajo queda como consigna transparente de la vida colombiana, así se perdieran “toneladas de papel de imprenta”,10 que tanto se han escrito sobre el país.
Con relación a lo historiográfico, es importante hacer un balance, un estado del arte en torno a Rendón y a su contexto. Sobre la caricatura como fenómeno político y medio de comunicación, Beatriz González Aranda, en La caricatura en Colombia a partir de la independencia,11 lo sitúa como un paradigma, un fenómeno marcado por su contexto sociopolítico, de una formación intelectual notable y bien definida. Es la pluma de momentos clave en la historia política del país, especialmente antes del periodo liberal. Su temática recorría la intervención del clero en la política y las “roscas” alrededor de la Alcaldía de Bogotá. Su figura, luego de su muerte, queda marcada en una serie de descendientes que dejaron al caricaturista antioqueño como un signo de prestigio y, por tanto, resultaba un afán de remplazarlo y encontrarle sucesor. En la publicación del Banco de la República Bogotá en caricatura12 se ubica a Rendón en la esfera de participación sobre la imagen construida de la ciudad de Bogotá desde la caricatura. Lo sitúa como una carrera de amplia cotización y la formación de una leyenda agitada en vida (en torno a su trabajo de caricatura y a su espíritu bohemio) e impulsada con su suicidio.
En lo que corresponde a su trabajo en específico, la literatura disponible es aún muy corta. Con respecto a trabajos especializados, está Ricardo Rendón: una fuente para la historia de la opinión pública de Germán Colmenares.13 Aparte de reivindicar su figura, presenta el trabajo histórico desde la capacidad de uso de las fuentes gráficas. Se acerca a Rendón como expresión del fenómeno contemporáneo de la opinión pública. Es una caricatura que se mueve entre la conciencia subjetiva y la colectiva, en una imagen construida para el entendimiento de una vida pública que permanecía “aislada y solemne”.14 Como análisis discursivo, Rendón vuelve a aparecer en la tesis de grado de Luz Stella Velázquez Sierra, “Rendón en primera plana”.15 Su aporte está en el tratamiento de la caricatura política en cuanto a una relación compleja entre la imagen visual y el texto escrito, en la formación de un discurso desde elementos semióticos para su producción y comprensión.
El tema de su vida y muerte ha estado más que todo en manos de la literatura y el periodismo. Para la construcción de su biografía, los datos de que disponemos están en manos de autores como Alfredo Iriarte Núñez, en El silencio de los artistas es la muerte,16 y Adel López Gómez, con Ellos eran así: anecdotario de la literatura y la vida.17 Este primer autor se mueve en torno al ensayo y la novela histórica. Reconstruye una serie de pistas y datos con respecto al final de la vida de Rendón. Es un acercamiento a su muerte con la entrega de la interpretación de Edmundo Rico, pionero de la psiquiatría en Colombia, el cual describe el comportamiento ciclotímico y la cenestesia (sumatoria de sensaciones internas) que en un momento anémico y un “raptus ansioso” lo llevaron a su decisión fatal.18 El trabajo de Adel López, por su parte, en su contacto directo con el caricaturista, entrega algunos datos de su espíritu y su figura en la vida en Bogotá. Relata algunas anécdotas que López compartió con Rendón, entre ellas un diálogo sobre la publicación del álbum de caricaturas en 1930. Por último, la reconstrucción de la vida, la imagen y el legado siguen en manos del periodismo. En este espacio, en algunos momentos se ha discutido la figura de Rendón enérgicamente. Se han presentado diversos datos, como descripciones de su espíritu; su obra, tanto en caricatura como en la gráfica publicitaria (pues es el padre del indio de la marca de cigarrillos Pielroja), y sobre su muerte. En El Tiempo se encuentran datos en los aniversarios de su muerte19 y los homenajes y despedidas que allegados al artista realizaron entre el 29 y 30 de octubre de 1931. A ellos se suma la palabra del poeta contemporáneo a Rendón, Luis Vidales, quien da su impresión del artista en el medio de su cercanía política, Voz Proletaria.20
El trabajo gráfico de Rendón para el periodo fue de 64 caricaturas publicadas en la primera página del diario. De una selección de su trabajo, las clasificamos en cuatro temas: el Gobierno, la esperanza, la violencia y el petróleo. Son cuatro historias de exposiciones y denuncias que hace a lo largo de su carrera durante esa época en El Tiempo. Antes de estas cuatro líneas narrativas, tenemos como primer capítulo a “Rendón como persona”, enfocado en un acercamiento a su vida. Es la construcción, desde los datos biográficos, de sus dos primeras etapas y formación, hasta la llegada a Bogotá. De su estilo bohemio y su vida en esta ciudad, llegamos al final de este camino con su entrada a El Tiempo. Se relatan, además, ciertos momentos de su actividad fuera del periódico y otros aspectos cotidianos que lo marcaron hasta ese 28 de octubre. Luego, las cuatro categorías temáticas en las que se agruparon sus caricaturas, a su vez, se ilustran en dos capítulos: “El contexto”, donde se trabaja, por un lado, “La esperanza”, línea ideológica de Rendón. Son las posibilidades de renovación y la celebración de la figura de Olaya Herrera. Es un avance a las críticas y el derrumbe en ciertos momentos de esta imagen. Es el despertar del país luego de la muerte de la Hegemonía Conservadora y la relación que finalmente va a tener Rendón con el nuevo Gobierno, donde se observan los momentos de distancia y cercanía. Por otro, “El Gobierno”, tema que se encarga de la narración de los términos cotidianos, sobre la actividad de los ministros, el Parlamento, el Ejecutivo y la reorganización de la política en construcción del Gobierno liberal.
Los otros dos temas, como epicentro de las situaciones más intensas de la obra de Rendón, se agrupan en el tercer capítulo: “La crisis”. Ahí, con “La violencia” están las tensiones y denuncias que, desde la caricatura, se hacen para comprender este periodo no como un conflicto circunstancial derivado de la época electoral, sino para entender esto como una temprana violencia. Es la configuración de las actitudes de los directorios políticos (conservador y liberal), en una escalada de maniobras políticas y guerreristas, que evolucionaron al paso de la mitad de siglo hasta llegar a la explosión definitiva en el conflicto armado. Con el contrato del Catatumbo, tenemos el último tema: “El petróleo”. Se habla de una política en específico y la cobertura extensa desde los medios de comunicación. No se trata únicamente de relatar lo inmerso en la caricatura, sino también de ver algunos aspectos anteriores. Es una breve historia de los tratados en torno a la explotación petrolera en la región. Es salir del tiempo de Rendón para detallar algunas consecuencias del contrato. Acá está la distancia de un hombre de élite, de intelectualidad y de ciudad, con un mundo social más complejo como el indígena, de relaciones complejas trazadas no solo por la raza y la etnia; también por su condición de protegidos desde los resguardos (con condiciones diferentes a las de otros habitantes de las regiones del país, campesinos y colonos). Es, así mismo, una reflexión desde la historia social. Son los comportamientos de las distintas clases (una alta, que es política, económica e intelectual al mismo tiempo, y un pueblo raso de campesinos, colonos, indígenas y habitantes urbanos) frente al cambio de Gobierno. Sin embargo, veremos que, según el ojo de Rendón, no se alcanza a retratar una realidad de complejas organizaciones e identidades en conflicto (clase, raza, etnia, región, otros partidos políticos, etc.), sino en una tensión de dos mundos, de ese lugar de la política y la élite, contra una base que compone el resto de la población civil. Como cierre de la exposición narrativa, se pone en consideración una sola caricatura en “El epílogo”. Es la interpretación sobre su última caricatura del 30 de octubre adjunto a la exposición de los hechos inmediatos a su suicidio. Es el cubrimiento de El Tiempo a su funeral y las diferentes publicaciones que, desde el día siguiente hasta nuestros días, se hace de su persona, su alma, trabajo y última decisión.
Este libro resulta ser el cruce de miradas que terminan por reencaminar un proceso. El encuentro con tan enigmático personaje fue gracias a la intención del profesor César Ayala y el curso Métodos Históricos, del pregrado de Historia de la Universidad Nacional de Colombia. El azar me puso junto al caballero antioqueño, en un curso en el cual se dio rienda suelta al estudio de la caricatura política en Colombia. Esta producción nace del esfuerzo académico y la imaginación de toda una serie de futuros historiadores, quienes dimos nuestra semilla por recuperar el valor de esta serie de artistas. A través de la prensa, resultaron ser receptores y transmisores a la opinión pública, de la convulsionada política colombiana, especialmente durante el siglo XX. Solo era cuestión de un empujón para seguir avanzando en esta investigación, hasta aterrizar en estas páginas.
El valor de la pluma entintada terminó por ser un aguijón. Los artistas picarían las fibras de los regímenes furibundos desde la consolidación del espíritu republicano en Colombia a finales del siglo XIX. Rendón fue ese punto final. Fue la clausura de una serie de pícaras escenas que estimulaban a los espectadores y hacían tambalear a los gobiernos decadentes. Mi intención e interés fue arrastrar la visión de ese punzón del fenómeno Rendón hasta el pilar de la política y la historiografía liberal. La muerte terrenal del artista y sus arrasadoras hipótesis al respecto no eran mi único punto de atención. Estas páginas son también una revolcada, entre los archivos y las letras del periodismo, a los agrios pasados de la clase política en general que, entre guerrerismo y corrupción, sumió al país en una cruenta violencia. La reconstrucción de ese pálido rostro, decorado con tan vistoso chambergo, salta ahora a las nuevas miradas gracias al apoyo de la Editorial de la Universidad del Rosario. Esta es la nueva etapa de un camino redirigido por un fulguroso encuentro.