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Introducción

Nau drúade bemáta Jamáunta yodimemberá

(Esta tierra es de todos)

Leyenda en el escudo de Apartadó, Antioquia

La estructura de la propiedad rural en Colombia es el resultado de múltiples factores, tales como: condiciones iniciales de distribución de la tierra durante la Colonia, procesos de colonización, débiles derechos de propiedad, mercados de tierras ineficientes, conflicto armado, narcotráfico, entre otros (Ibáñez y Muñoz-Mora, 2010). Estas dinámicas han creado un círculo donde el control por la tierra se convierte en la motivación y el principal factor de persistencia de múltiples conflictos violentos en el país, los cuales se acentúan en zonas con abundancia de recursos naturales y localizaciones geopolíticas privilegiadas para el desarrollo de actividades productivas (Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo, 2011).

Este es el caso de la región de Urabá, localizada al noroccidente del departamento de Antioquia. Su ubicación privilegiada sobre el mar Caribe en la frontera con Panamá, sumada a condiciones agroecológicas únicas, la convierten en un territorio con alta proyección agroindustrial y como un puerto clave para el comercio con Centro y Norteamérica (Parsons, 1996).1 Históricamente, estas condiciones también lo han convertido en un territorio en disputa por su alto valor para los actores legales e ilegales, lo cual ha dado lugar a una crisis humanitaria persistente durante las últimas décadas, con acciones violentas como desplazamiento forzado, masacres, asesinatos selectivos y presencia de múltiples actores armados, entre otros (Suárez, 2007; García y Aramburo, 2011). Cuando se alude a “conflicto” a lo largo de este trabajo, se refiere a los fenómenos que se acaban de mencionar: disputa territorial, crisis humanitaria y presencia violenta de múltiples actores armados.

Justo antes de la firma del Acuerdo de Paz con la principal guerrilla del país –las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia (en adelante FARC)– en 2016, en Urabá se encontraban el 10% del total de casos registrados de expulsiones (desplazamientos individuales) y el 20% de los desplazamientos masivos a nivel nacional (Centro Nacional de Memoria Histórica, 2015, pp. 142-143). Muchos de estos casos estuvieron relacionados con procesos sistemáticos de apropiación ilegal de tierra. En efecto, según la Unidad de Restitución de Tierras (URT), a mayo de 2020, solamente en el municipio de Turbo se presentaban 2.745 solicitudes de restitución de tierras (3% del total nacional), convirtiéndose en el municipio con mayor número de solicitudes del país; en conjunto, los municipios de Urabá cuentan con 6.500 solicitudes (5% del total nacional). Estos datos son parte de la radiografía de un territorio en constante disputa, lo cual se ha traducido en una alta tasa de población victimizada y una región con altos niveles de pobreza y desigualdad.

La Ley de Víctimas y Restitución de Tierras (Ley 1448 de 2011) y la firma del Acuerdo de Paz con las FARC abrieron una luz de esperanza para finalizar la lucha territorial en Urabá. No obstante, la falta de eficacia para consolidar la presencia del Estado en la región, sumada a la consolidación de grupos emergentes, ha creado un ambiente de tensión y violencia que ha perdurado y que podría ser la antesala de una reactivación del conflicto (Defensoría del Pueblo, 2018). Una de las principales características de este nuevo periodo de violencia es la victimización selectiva de líderes sociales y defensores de los derechos humanos, en especial, aquellos relacionados con procesos de restitución de tierras. Aunque no existe un consenso sobre las cifras, según la Corporación Jurídica Libertad y la Fundación Sumapaz, para 2018, “en el Urabá se presentaron 24 casos de amenazas individuales, 13 amenazas colectivas, 11 casos de hostigamientos colectivos, 3 casos de censura y 2 homicidios” (2018, p. 38) en contra de líderes sociales y defensores de derechos humanos. Esto presenta una nueva etapa del conflicto en la región que muestra una preocupante realidad en la que la consolidación de la paz está lejos de ser realidad (Defensoría del Pueblo, 2018).

Entre las muchas razones del fracaso de esta consolidación de la paz se encuentra una limitada comprensión de la magnitud del conflicto armado en Urabá y de los mecanismos a través de los cuales este modificó la sociedad local. Aunque múltiples trabajos académicos e investigaciones han analizado extensamente la descripción y caracterización del conflicto en Urabá,2 son escasos los que han intentado reconstruir las relaciones de los diferentes antecedentes de violencia y la estructura de la sociedad, en particular, la estructura de propiedad de la tierra.3 Esto no es exclusivo del Urabá antioqueño: en Colombia, la carencia de datos históricos sobre la distribución de la propiedad y la complejidad de las diferentes manifestaciones del conflicto armado en las distintas regiones han impedido la construcción de aproximaciones consistentes sobre ambos asuntos (Ibáñez y Muñoz-Mora, 2010; PNUD, 2011).

La identificación de los mecanismos por medio de los cuales el conflicto armado modificó las estructuras de propiedad es una herramienta indispensable para la aplicación y sostenibilidad de políticas de postconflicto, de restitución y de reparación de víctimas (PNUD, 2011).

En este sentido, este libro busca proveer una nueva lectura del conflicto armado en Urabá, enfatizando en cómo los diferentes periodos de disputa territorial afectaron las estructuras de propiedad de la tierra rural desde mediados del siglo XX. Para esto, se identificaron y caracterizaron los distintos mecanismos de transferencia de la tierra que operaron en la región en diferentes momentos del conflicto y cómo modificaron las estructuras de propiedad de la misma. Dada la naturaleza de largo plazo que tienen los procesos de consolidación de las estructuras de propiedad, el libro hace especial énfasis en el periodo inmediatamente anterior a la negociación y firma del Acuerdo de Paz (2006-2011), el cual sentó las bases de la realidad que se vive actualmente en la región.

La investigación sigue una metodología mixta que combina la amplia comprensión ofrecida por los métodos cualitativos, con la posibilidad de contrastar y generalizar, propia de los métodos cuantitativos, enfoque que provee una comprensión multidimensional de los diferentes factores que han intervenido en la configuración de la estructura de propiedad de la tierra en Urabá, entre ellos el conflicto armado. Así, el libro tiene dos momentos metodológicos: en primer lugar, se identificaron cinco categorías de actores a los cuales se aplicaron diferentes instrumentos cualitativos como: entrevistas informales conversacionales, historias de vida, entrevistas semiestructuradas y grupos focales, cada uno en diferentes momentos de la investigación. En segundo lugar, se utilizó información catastral para analizar las estructuras de propiedad en la región en el periodo 2006-2011, haciendo una primera aproximación a la relación entre las estructuras de propiedad y la violencia en las veredas que componen los municipios de la región. Aunque no se pretende establecer relaciones de causalidad, debido a la complejidad de los fenómenos y su secuencialidad, se busca propiciar el debate sobre las relaciones existentes entre conflicto armado y tenencia de la tierra.

El libro está compuesto por cinco capítulos. El primero ofrece un marco conceptual a través del cual se sientan las bases parar entender el papel de la tierra durante una confrontación armada. En especial, se busca conceptualizar los principales incentivos que hacen que los actores estén dispuestos a luchar por el control simbólico y físico de la tierra en medio del conflicto, proponer una aproximación al análisis de estos incentivos para la transferencia de tierras y los mecanismos que operan en torno a esta problemática, haciendo énfasis en la importancia de: los derechos de propiedad (sobre la tierra), el papel del Estado en su salvaguarda, los efectos del conflicto sobre la estabilidad de dichos derechos, las influencias de la estructura de la tierra sobre la persistencia del conflicto y sus actores, y los distintos mecanismos –teóricos y empíricos– por medio de los cuales se apropia o transfiere tierra en medio del conflicto.

Una vez establecido un marco conceptual de análisis, los siguientes apartados inician el estudio del caso del Urabá antioqueño. En el segundo capítulo, se hace un análisis histórico de la confrontación armada en este territorio, partiendo de los resultados de un trabajo de campo intensivo y la literatura secundaria sobre la historia del conflicto en la región; se propone una periodización de la configuración territorial de Urabá desde la llegada de los primeros grupos guerrilleros, a mediados del siglo pasado, hasta la actualidad. Para cada periodo, se identifican los diferentes actores, características del conflicto y el papel de la tierra dentro de la confrontación armada. El capítulo tres ofrece los resultados del análisis cualitativo de la investigación: la identificación de los mecanismos de transferencia de tierras que han operado en Urabá a través de los periodos determinados en el capítulo anterior. Se encontraron ocho mecanismos de transferencia de tierras: colonización, invasión, repoblamiento, titulación (individual y colectiva), mercado de tierras, despojo material, venta forzada, y falsificación y suplantación; y para cada mecanismo, se describe el tipo de intencionalidad de los actores que intervienen, su naturaleza (legal o ilegal, formal o informal), su temporalidad y los incentivos que hacen que dicho mecanismo sea estratégico. Por otra parte, en el cuarto capítulo se ofrece un análisis detallado a nivel veredal de la información catastral de la región entre los años 2006-2011, haciendo un análisis, por municipio, de las principales variables catastrales y las relaciones entre las estructuras de propiedad y los diferentes periodos de confrontación territorial en el Urabá antioqueño. Estos tres capítulos empíricos resaltan la complejidad de la naturaleza del problema estudiado, a la vez que ayudan a entender mejor la relación entre tierra y conflicto a través del tiempo.

Por último, el capítulo cinco ofrece una reflexión sobre los principales retos y oportunidades de la región a la luz de los hallazgos presentados, con el fin de aportar a las discusiones recientes sobre los desafíos de la construcción de paz en zonas como Urabá (Gómez, Montoya y Nanclares, 2019). En particular, se discuten las principales implicaciones de una política pública en el marco del contexto posterior al Acuerdo de Paz. Por ejemplo, este libro sugiere que las características de los distintos mecanismos de apropiación y transferencia de tierras deben ser tenidas en cuenta por la Fiscalía General de la Nación y otras agencias estatales colombianas a la hora de asignar predios o dirimir controversias sobre su restitución.

Finalmente, se resalta que las conclusiones conectan las preocupaciones teóricas sobre las causas y la profundización de conflictos armados internos con los pilares del Acuerdo de Paz en el país. Específicamente, las falencias en términos de una reforma rural que democratice la estructura de la propiedad de la tierra en Urabá y en el resto del país, y ello en conjunción con las dudas e incertidumbres frente a la participación política de nuevas fuerzas y el asesinato de líderes sociales, que ponen el dedo sobre la llaga en la discusión más amplia sobre tierra y paz en Colombia.

Esta es mi tierra

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