Читать книгу Enseñemos paz, aprendamos paz - Juan David Enciso - Страница 6
ОглавлениеPrólogo
Recientemente, al terminar una conferencia sobre un tema relacionado con el objeto de este libro, una persona del auditorio se puso de pie y me lanzó una pregunta: “Profe, si el conflicto duró cincuenta años, ¿cuánto durará el posconflicto?”. Este interrogante, aparentemente sencillo, me generó un cuestionamiento de fondo, que no pretendo resolver aquí, pero que nos permite reflexionar acerca de algunas concepciones implícitas en el planteamiento. La primera, es que cuando la categoría central para medir o caracterizar el conflicto es su duración, cabe esperar que su solución también se enmarque en una categoría temporal; entonces, el posconflicto debe tener una duración determinada y, de alguna manera, proporcional a la duración del conflicto. La segunda, es la lectura del conflicto como una realidad permanente y connatural a la sociedad colombiana, que solo varía en su intensidad y, por tanto, se requieren denominaciones diferentes para categorizar su mayor o menor agudeza.
El riesgo de una aproximación así, presente de manera explícita o implícita en las categorías de análisis, en la semántica y en las narrativas relacionadas con el tema, es que el conflicto se eleva a una condición estructural de la sociedad, mientras que la paz, en sentido amplio, se considera como una realidad coyuntural y episódica. El planteamiento de este libro es exactamente lo contrario. Como afirmaba Juan David Enciso, editor académico de este libro, en una sesión del Centro de Estudios de Educación para la Paz en la que nos proponía el enfoque para esta obra:
Queremos proponer una mirada esperanzadora de la educación para la paz, porque con determinados ejercicios de la memoria podemos correr el riesgo de que el afán de reparación nos lleve a encerrarnos en el círculo vicioso de la perpetuación del conflicto; de que el estatus de víctima se convierta en una especie de carta de presentación de nuestro relacionamiento social y político.
La educación para la paz es un proceso permanente, que no puede estar atado a una coyuntura política, aunque debe saber responder a los requerimientos de los contextos específicos. Por esta razón, la actualidad de este libro no depende de su cercanía en el tiempo con la negociación y los acuerdos de paz con la guerrilla de las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia (FARC), o de que se publique durante o después del periodo, indeterminado, que el discurso político ha denominado como “posconflicto”.
Enseñar y aprender paz debe ser una tarea continua y dinámica de todas las instituciones sociales y de los agentes educativos, no solo de la escuela y de los profesores. Sin embargo, por la amplitud del tema y el objetivo propio del Centro de Estudios en Educación para la Paz, se impone la necesidad de acotar nuestras reflexiones y enmarcarlas en contextos escolares o en instituciones que desarrollan intencionalmente programas de pedagogía social para la paz.
Por otro lado, es necesario resaltar que la pedagogía de la paz tiene que ser un trabajo colaborativo, de aprendizajes mutuos y de roles complementarios e intercambiables entre todos los actores de ese proceso educativo. Para enseñar paz, debemos aprender paz y, a su vez, aprender paz nos habilita para enseñarla.
La paz, como la entendemos en esta obra, no son construcciones teóricas o solamente curriculares, sino principalmente procesos sociales en los que se articulan agentes, discursos, prácticas y contextos en torno a la voluntad de superación de situaciones generadoras de violencia. En ese sentido, lo educativo entraña una mirada “activa” del futuro que se construye; pero no solo desde la memoria de la guerra, sino también desde la memoria de la paz, presente en las experiencias de paz que mostramos, a veces ignoradas y siempre inconclusas porque son caminos en construcción. El anhelo de paz nos enseña que la educación para la paz ha sido posible, incluso, en escenarios en los que permanece latente el riesgo del reclutamiento forzado, las luchas por el territorio, la colonización ideológica o, simplemente, la presión violenta del narcotráfico.
Algunas de esas prácticas se pueden dar en las aulas; por eso el libro presenta experiencias y casos que ilustran cómo la institución educativa contribuye al propósito de la paz; pero no es ese su escenario único y, ni siquiera, el más natural. La educación para la paz tiene un escenario mucho más amplio, se da también en la familia o en la vida de la comunidad. La pedagogía para la paz tiene una connotación específicamente social, no disciplinar o curricular, incluso dentro de la institución escolar. En fin, el aprendizaje social de la paz se puede dar aun cuando no sea una pretensión explícita dentro de un proceso educativo curricularizado.
Por otra parte, resultaría una postura reduccionista situar la educación para la paz como una estrategia de resolución de los conflictos (peace making), que sería, a su vez, condición de posibilidad para la construcción de estructuras sociales justas y estables (peace building), pero considerando esta última tarea como cometido casi exclusivo de la política. La educación para la paz no es solo una condición de posibilidad para que las comunidades puedan alcanzarla. Es mucho más; es, en sí misma, construcción de paz; es fortalecimiento y consolidación de procesos de justicia, de equidad, de solidaridad y de fraternidad: la educación para la paz es necesaria, también, bajo la hipótesis de la paz.
Por esa razón, nos hemos propuesto hacer más énfasis en la memoria de la paz que en la memoria de la guerra; de ahí que los conceptos propuestos vayan acompañados de experiencias de paz que nos muestran que la educación para la paz ha sido posible, incluso, en escenarios en los que permanece latente el riesgo del reclutamiento forzado o el recrudecimiento del conflicto armado.
El libro se divide en tres grandes secciones, lo que no supone que los autores consideren que la educación para la paz sea un proceso deductivo, que se da a partir de supuestos conceptuales o modelos sociales. Por eso, nuestra obra no se puede situar dentro de un enfoque o paradigma socioeducativo predeterminado. Corresponde al lector clasificar nuestros supuestos y propuestas, los autores solo queremos suscitar reflexión, iniciativas y compromiso con la paz de nuestro país.
En la primera sección, que hemos titulado “Conceptos”, se muestran diferentes contextos y relaciones en los que se da la educación para la paz, desde el aula hasta el ámbito internacional, pasando por las relaciones familiares y comunitarias.
La segunda sección, “Experiencias”, presenta situaciones reales, proyectos de aula o de política pública que han demostrado su bondad en la construcción de paz desde instancias diversas a las que tradicionalmente se reclaman del Estado, como la fuerza pública, la administración de justicia o la inversión en infraestructura. Es una forma de mostrar que las comunidades poseen en sí mismas las bases para el fortalecimiento del tejido social y puede apelarse a otros actores –como las organizaciones sociales y culturales– para suplir lo que a veces no logra proporcionar el Estado en el corto plazo.
Finalmente, en la sección titulada “Desafíos”, presentamos un capítulo que hace referencia a las opciones de la sociedad civil para acompañar la implementación de los acuerdos de La Habana y que, en definitiva, es una excusa para mostrar de manera pedagógica el rol que puede asumir la ciudadanía en la construcción de paz.
Ciro Hernando Parra Moreno
Decano Facultad de Educación
Universidad de La Sabana