Читать книгу Cuentos y poemas en cuarentena - Juan Fritzeromus - Страница 6
ОглавлениеEl segundo mejor del país
Mi nombre es César y soy el segundo mejor jugador del fútbol del país, y además soy escritor. Ya sé que no es muy común que un jugador de fútbol sea a la vez escritor, pero mi historia lo explica: de niño anotaba cada gol que metía, y a partir de los trece años empecé a escribir todas las noches en agendas lo que me pasaba o lo que pensaba en el día.
Por supuesto que si soy el segundo mejor del país es porque hay alguien que es el mejor jugador del país. Ese alguien es Ariel, mi mejor amigo de la infancia. Desde que era niño Ariel era el mejor jugador de fútbol de Gobernador González, nuestro pueblo. Yo jugaba con él y otros niños en el potrero, como la mayoría de los grandes jugadores de la historia.
En esa época yo jugaba con Ariel y otros niños en el potrero. Pero la mayoría de las veces jugábamos en diferentes equipos para nivelarlos porque éramos los mejores. Además de ser un excelente jugador Ariel era un excelente compañero: todos aprendíamos de él y mejorábamos cada vez más. Admito que a veces yo sentía celos de él porque me superaba en todos los aspectos, salvo en uno, y porque parecía una máquina jugando, pero por lo general fui un buen amigo: lo nuestro era una amistosa rivalidad.
El aspecto en el que Ariel no me superaba era el éxito con las mujeres. Aunque a él no parecía importarle mucho conseguir minas, es una verdad que nunca tuvo novia. En cambio, yo tuve mi primer y único amor a los quince años. Su nombre es Belén, mi mejor amiga de la infancia. A diferencia de nosotros dos, Belén era buena alumna, pero más que eso: era la mejor alumna de la escuela, y probablemente incluso del pueblo. Sin embargo, a pesar de su increíble inteligencia y su gran hermosura, no fue exitosa en absolutamente todo.
Entre los trece y los quince años, Belén estaba enamorada de Ariel. Y Ariel era educado y cristiano, pero era difícil de conquistar. Belén le tiraba indirectas, semi directas y directas, pero Ariel no le correspondía. No sé si no le gustaba, si no quería tener una relación con nadie o si se hizo a un lado porque sabía que yo amaba a Belén. Lo que sí sé es que llegó un momento en el que Belén se rindió en su intento de conquistar a ese androide, y yo por supuesto aproveché y la enamoré. Fuimos novios hasta los dieciocho años.
A esa grandiosa edad. Belén y yo nos casamos, pero los tres vivíamos ya en Romaires. Ariel y yo nos mudamos a Romaires para jugar en Plateados, pero después yo me cambié a La Colonia, y Belén se fue a Romaires para estudiar Medicina. Disfrutábamos jugar el superclásico Plateados– La Colonia porque revivíamos los viejos tiempos, pero nos gustaba aún más jugar en los mundiales por Argentina. Además del nivel que había en los mundiales era una oportunidad para jugar juntos, en el mismo equipo. Jugábamos muy bien juntos, e incluso ganamos los mundiales del 2010 y 2014.
Ariel Antonelli y César Carnevale éramos como la Coca– Cola y la Pepsi. Algunos eran fanáticos de Ariel y otros de César. A pesar de que la mayoría de las personas consideraba a Ariel el mejor jugador del mundo, algunos me veían a mí como el mejor, y a otros les gustaba más mi personalidad.
Sin embargo, no todo estaba bien en Ariel. Él tenía un defecto terrible y asesino: se preocupaba por lo que los demás decían y pensaban de él. Varios compañeros de Plateados y de la Selección, lo acusaban moralmente porque, supuestamente, no le pasaba tanto la pelota a sus compañeros y tiraba demasiado al arco, porque le importaba más superar sus propios récords que sus compañeros, etc.
Como buen amigo, yo le decía que no tiene que hacerle caso a lo que le dijera la gente. Y le aconsejaba que siga mi ejemplo: a mí pocas veces me importó lo que alguien piense o diga de mí, salvo dos excepciones: cuando quería conquistar a Belén y después de la tragedia. Cuando alguien me decía algo que me molestaba, yo demostraba que era un hijo de un boxeador y lo agarraba a las piñas. Pero él no lograba dejar de preocuparse por eso.
Un ejemplo de su malestar se vio en el principio del mundial 2018, en el partido contra Suecia. Ariel estaba sólo con la pelota frente al portero y en vez de patear al arco se la pasó a un compañero que estaba más atrás para que no digan que le importaba más su récord que sus compañeros. Y ese compañero perdió la pelota. Varios hinchas silbaron, manifestando su rechazo al cambio en Ariel.
De hecho, era tanta su angustia que dejó de creer, empezó a beber, a fumar, a drogarse, a tener relaciones con mujeres y a comer muchas cosas con grasa y azúcar. Y pasó lo lógico que debía pasar: en el examen antidoping se vio que había consumido drogas y no pudo seguir jugando en el mundial 2018. Yo sí seguí jugando, pero perdimos en la final contra Alemania.
En el 2019 Ariel se murió de cáncer de hígado por la vida que llevaba en ese entonces, y Belén se divorció de mí porque se cansó de soportar mis infidelidades. Ese año perdí a mis dos mejores amigos de toda la vida: a uno por esta sociedad competitiva, envidiosa y cruel, y a otra por mi falta de lealtad y su falta de perdón.
Ahora la mayoría de las personas me considera el mejor jugador de fútbol de Argentina. Y me molesta que piensen así: el mejor jugador de fútbol de Argentina es Ariel. Yo sólo soy el segundo mejor del país.