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La gran oportunidad

Ariel y yo éramos muy buenos amigos además de compañeros en el fútbol. Todos mejorábamos cuando jugábamos juntos. Jugábamos en el potrero la mayoría de las veces, pero también jugábamos en un club: en el club “El futuro”, el mejor club de General González.

A veces jugábamos partidos con clubes de la misma ciudad y de vez en cuando con clubes de otras ciudades de Entre Ríos. En particular, hubo una vez cuando teníamos catorce años que fuimos a Partala, la capital de Entre Ríos, que nos cambió para siempre.

Mucha gente había ido a ver el partido. De entre toda la multitud estaban mis padres, la madre de Ariel, el entrenador y mucha gente que no conocía. Ese partido lo ganamos y salimos campeones. Estabamos muy satisfechos y contentos pero nuestra alegría se terminó cuando se acercó a Ariel y a mí un hombre alto que no conocíamos. Nos dijo que tenía una propuesta para hacernos y nos pidió que nos sentemos en las gradas.

Lo obedecimos, pero no sabíamos qué estaba pasando. Ariel tenía miedo.

—¿Qué estará pasando? ¿Acaso hicimos algo mal? ¿Hicimos algo en contra de las reglas? – dijo Ariel, atemorizado.

—No, el tipo ese dijo que nos quería hacer una propuesta. Capaz que nos quiere llevar a un campeonato o a otro club– le dije yo para tranquilizarlo.

Después de unos minutos, el hombre volvió con Matías, el arquero del equipo.

—Listo– dijo el hombre misterioso– Ya están los tres. Mi nombre es Oliver Olmos, representante legal del club Plateados. He observado el partido y he visto que ustedes tres tienen un gran potencial. Por eso quiero proponerles que vengan a Romaires a jugar en nuestro club. Por supuesto que pagaremos más que en este club y además tendrán asegurado un futuro brillante en el mejor club del país.

—Deberíamos consultarlo con nuestros padres– dijo Ariel en seguida.

—Yo iré. No me importa lo que digan mis padres. Es una oportunidad que no puedo desaprovechar– dije yo.

—¡Qué bien! ¡Iremos a jugar a Plateados! – dijo Matías con mucho entusiasmo.

—Les dejo mi teléfono. Consulten con sus padres y los que puedan y quieran, me llaman– dijo el hombre.

Luego del partido le conté a mis padres la noticia. A mi padre le entusiasmó mucho la idea de que yo juegue en Plateados. En cambio, a mi madre no le gustó mucho la idea porque debía irme a vivir a Romaires y no sabía con quién iba a vivir. Pero al final decidieron permitirme ir y quedarme en la casa de la tía Nieves.

Desgraciadamente, para Ariel no fue tan fácil convencer a sus padres. Ellos no querían dejarlo ir a Romaires. Pero cuando mis padres se enteraron hablaron con los padres de él y al final aceptaron. Pero la madre también se fue a Romaires con Ariel.

Yo estaba muy entusiasmado, pero había algunas cosas que no me gustaban. No me gustaba separarme de mis padres, pero mucho menos me gustaba separarme de mi novia Belén. A ella no le gustó la idea e incluso se puso a llorar cuando se enteró de que me iba a vivir a Romaires pero al final aceptó que me vaya a perseguir mis sueños con la promesa de que íbamos a seguir en contacto por messengger.

Afortunadamente, unos años después Belén vino a Romaires para estudiar Medicina. Nos casamos a los dieciocho años y fuimos muy felices pero lo que en ese entonces ella no sabía era que yo era mujeriego: andaba con muchas mujeres a sus espaldas. Y en algún momento se iba a dar cuenta de eso, como de hecho ocurrió.

Cuentos y poemas en cuarentena

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