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PRÓLOGO de Rafael Catalá, ex Ministro de Justicia:

El idioma del liderazgo aplicado a la abogacía

Pocas piedras angulares de la democracia merecen ser protegidas y preservadas con más ahínco y convicción que la instituida por el derecho de defensa. No sólo en nuestro ordenamiento jurídico. Ya la Declaración Universal de Derechos Humanos asienta la idea de que toda persona tiene derecho, en condiciones de plena igualdad, a ser oída públicamente y con justicia por un tribunal independiente e imparcial para el examen de cualquier acusación contra ella. No sólo ello, sino que en un Estado democrático se impone a los tribunales la obligación de evitar desequilibrios en la actuación procesal de las partes y de impedir que las limitaciones de alguna de las partes puedan desembocar en indefensión.

Es tan indisoluble el desempeño del oficio de abogado a una sociedad que hace leyes justas –y las aplica– que podemos así, llegar a la conclusión, de que no nos hallamos ante una profesión más. Éste es el planteamiento que está en el espíritu y en la letra de este prontuario que presenta con claridad, precisión y concisión –hasta en momentos, con emoción– Juan Gonzalo Ospina. Porque ése es su talante.

Su trayectoria, experiencia y buen hacer al frente de la Agrupación de Jóvenes Abogados de Madrid, así como su rutina ya cuajada de despacho, le dan un especial peso y valor a sus argumentos y recomendaciones. Porque, en efecto, y más allá del trasfondo intelectual y de rigor, nos topamos con una obra eminentemente práctica y de lectura muy adecuada –por útil y por amena– para cualquier jurista que se encuentre dando los primeros pasos de su andadura profesional.

Así, en las siguientes páginas, de forma comprehensiva y con la justa densidad, capítulo a capítulo se abordan cuestiones cruciales: desde el marketing más moderno de servicios profesionales hasta las técnicas más eficaces de negociación, desde la retórica y la comunicación hasta la organización de reuniones operativas o la gestión del tiempo. Y todo ello, con pocas concesiones a los vericuetos estériles y ninguna a los circunloquios, en un relato en el que Ospina pondera lo que significa el sacrificio, el espíritu de superación o el afán de excelencia para dotar de alma y de recursos económicos a un bufete.

No es precisamente un camino de rosas el que transitan quienes culminan su periplo en las facultades de Derecho dando el salto a la vida laboral. El contexto es competitivo, exigente, duro, complejo. De ahí que una de las virtudes de este libro sea la de señalar caminos fértiles a recorrer en el momento de alumbrar esa primera aventura y apuesta personal, profesional, empresarial.

En cada uno de los capítulos, directos y complementarios, especialmente didácticos, late la pasión del autor por su cotidiano desempeño, su arraigo en ámbitos jurídicos a pesar de su juventud, y su empeño y vocación por las cosas bien hechas.

En la actual Sociedad de la Información, con una eclosión del número de canales y plataformas y redes, con un empoderamiento creciente de los ciudadanos, la política es –cada día más– gestión y comunicación. Y algo similar se puede predicar de la abogacía. Qué importante es la proyección de la imagen del abogado, o la creación de una marca personal, o la relación con los medios, o la entrevista con el cliente en aras de su captación. Qué decisivo resulta producir credibilidad. Y no sólo eso: el arbitraje y la mediación, la solución de conflictos, la organización del trabajo y las relaciones humanas en el bufete... todos son elementos y aspectos con un fuerte componente comunicativo.

De manera sencilla y sin embargo metódica, muy visual, en este manual se hace especial hincapié en unos condicionantes y unas circunstancias (impuestas con la salida de la crisis) que está llevando a las nuevas generaciones de abogados, en cierto modo, a reinventarse: a multiplicar sus habilidades y capacidades, desde la motivación y la integridad, en un mundo en cambio.

En su Decálogo del abogado, el jurista y profesor uruguayo Eduardo Couture escribió: «ama tu profesión; trata de considerar la abogacía de tal manera que el día en que tu hijo te pida consejo sobre su destino, consideres un honor para ti proponerle que se haga abogado». Ésa es la esencia, la razón de ser y el mensaje primero y último del itinerario que, con fruición y sentido pragmático, os invito a recorrer.

Rafael Catalá, ex Ministro de Justicia

El abogado líder

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