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PRÓLOGO EDIFICAR SIN VERDADES PERMANENTES

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He aquí una tesis sobre el pensamiento neopragmatista, posmoderno y liberal. Una tesis sobre el pensamiento de Richard Rorty debe preocuparse por pasar sin demasiadas puniciones. El mencionado pensador decide el abandono de la filosofía sistemática desde la argumentación neopragmática. Rorty prefiere promover el fortalecimiento de la democracia al margen de la violencia intelectual moderna. Lo anterior implica el compromiso de celebrar un modo de vida pública más que un modo de la Verdad. El discurso de Juan José Ramírez en esta obra lo prueba.

Juan José Ramírez asume el sacrificio de la filosofía para resguardar la política. Acompaña a Rorty. No obstante, se revela aún más comprometido con la vida política separada de la vida privada. Se pone en el lugar del filósofo norteamericano. Obtiene enseñanzas. Se posiciona como discípulo de su lema: la democracia es más sustancial que la filosofía, y en el mismo experimento, pide a la filosofía piedad política como último sacrificio. Propone a la filosofía su autoliquidación como consagración definitiva en el altar de la política.

Sócrates permitió ser condenado como escena rescatable de un filósofo comprometido con la sociedad. Este volumen permite la condena de la filosofía para que reine la vida pública. La retirada de la filosofía se opera en nombre de la práctica política. No es un rechazo de la filosofía ante su falta de sentido, es un rechazo a la “exigencia de Verdad” en el contexto elegido de vivir sin ella. La verdad intimida cuando se impone desde fuera de la comunidad (Dios, los poetas, los filósofos, una potencia política, una marca comercial). Este, en cambio, es un mundo propuesto para vivir sin parámetros externos.

Para fundamentar esa posición es necesario elevarse al nivel de las alturas metafilosóficas. No da un portazo. Realiza un trabajo de variados laberintos para despegar de la modernidad, de la epistemología, del lenguaje y de la filosofía primera. Despega de la filosofía política tradicional, que profesan sus colegas críticos. Su modo de filosofar es antifilosófico, sin salir de la artimaña anafórica que esto lleva.

Efectivamente, elegido el escenario pragmatista, se puede abandonar el debate metafísico y moral sobre la verdad. Lo dicho no le libera de justificar su posición política. Dado que esta ya no pretende estar investida de verdad, necesita más que nunca poner en escena argumentos suficientes. El discurso rortyano es político, aunque no se sitúe en la vida política.

Es un discurso político instalado en la filosofía, consciente de que allí también –aunque no solo allí–, en los dominios de la ontología y de la epistemología, se pone en juego y se deciden aspectos relevantes de la política. En el éxito de la tesis rortyana se juega el elemento clave de la política contemporánea: la despolitización de la sociedad de explicaciones que aluden a la Verdad.

Ramírez entiende que la modernidad efectúa un giro epistemológico, que en rigor es otra manera de nombrar el desplazamiento desde una metafísica del ser a otra metafísica de la consciencia de la verdad. Una redescripción que destaca el fracaso de la larga disputa por fundar una metafísica del objeto científico. Se revela la imposibilidad de pensar la adecuación o semejanza entre la idea y la cosa. O sea, enfatiza en ese desplazamiento la crisis de la verdad objetiva como representación legítima del mundo.

La expresión “giro lingüístico” se utiliza para designar un conjunto de desplazamientos ontológicos, epistemológicos y metodológicos. Si entendemos bien, este giro lingüístico se produce en el seno del giro epistemológico. Es nada más que una adaptación evolutiva desde la conciencia al lenguaje. La pregunta que sigue es cómo edificar un pensamiento sin verdades permanentes.

La justificación irónico-liberal-contingente actúa como propuesta de redescripción constante de sí mismo, del lenguaje, de la comunidad. El filósofo es un pensador edificante. Es el modelo de Dewey, Nietzsche, Kierkegaard. El edificante plantea una autonomía de reglas comunes, de estructuras fijas. El edificante es un intelectual que se aleja de refugios conclusivos, de verdades permanentes. Es autocritico, no sistemático, autoparódico. Genera vías de acceso a la conversación, una práctica de ampliación de escenarios, de enriquecimiento de puntos de vista.

Ramírez es un hábil argumentador del pensamiento edificante, dentro del marco de la contingencia. Propone una vida pública “desprivatizada”. Una propuesta difícil, dedicada a la vida cultural de la democracia posmoderna sin ataduras a los principios fuertes de nuestras convicciones particulares. En tal cultura aún existiría el culto a los héroes como admiración hacia hombres y mujeres excepcionalmente aptos para cada una de las innumerables tareas a realizar.

Siguiendo a Rorty, Ramírez se declara como “anti-anti etnocéntrico”. Ese punto de vista le permite concebir la solidaridad como capacidad de percibir que las diferencias tradicionales de religión, de raza y de costumbres carecen de importancia cuando se las compara con las similitudes referentes

al dolor o a la humillación. Políticamente ampliamos nuestra democracia a partir del descubrimiento de modos de sufrir que podemos llegar a comprender. Comienza por la comunidad a la que nosotros pertenecemos. Pero debemos ser sensibles a la posibilidad de extender el concepto de “nosotros” a personas que en un determinado tiempo observamos como “ellos”. El periodismo, el cine, los documentales, la novelas, cumplen roles que permiten descubrir la sensibilidad política de la compasión por alguien que podemos comprender como uno de nosotros, porque es alguien sensible.

Finalmente, Juan José Ramírez se implica en un movimiento práctico en favor del otro. Exige la capacidad sensible de incluir a personas muy diferentes de nosotros en la categoría de “nosotros”. La solidaridad no se funda en la simple idea de que se debe ayudar a los demás, reconociéndolos como seres humanos. Es más enérgico dicho sentimiento cuando consideramos al otro como –posiblemente, en un futuro– “uno de nosotros”. Esta es la democracia que debemos practicar cuando no hay verdades permanentes.

Aldo Enrici

Profesor titular de Estética

Universidad Nacional de la Patagonia Austral

Investigador categoría 1. Extensionista categoría A

Richard Rorty: democracia, contingencia y verdad

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