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Capítulo 1. Introducción al estudio del Cerebro

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La investigación sobre el cerebro ha sido una constante en la ciencia, existiendo vestigios al respecto ya desde tiempo de los egipcios, los cuales dejaron evidencias de las trepanaciones en el cráneo, que realizaban para “liberar” al paciente de sus problemas, práctica que se mantuvo hasta el desarrollo de la medicina como ciencia (Collado-Vázquez & Carrillo, 2014).

Los primeros estudios anatómico-descriptivos de los cerebros postmortem permitieron diferenciar lóbulos, surcos y cisuras cerebrales a nivel de corteza y la identificación de las estructuras subcorticales, las cuales eran visibles a pesar del reducido tamaño de algunas.

El desarrollo del microscopio permitió la aparición de la histología, conocida también como anatomía microscópica, donde con el tiempo se empiezan a observar las células del cerebro, para con posterioridad ir clasificándolas y estableciendo las regiones donde se encuentran más frecuentemente, y gracias a las tinciones y contrastes como, por ejemplo, con cloruro de oro o cromato de plata, se ha podido delimitar la estructura de las capas y dentro de ellas las formas de las neuronas.

Actualmente los microscopios electrónicos, que tienen una resolución cinco mil veces mayores que los microscopios ópticos, ha permitido observar a las mitocondrias, el aparato de Golgi y otras estructuras internas de las neuronas, así como de las proteínas (@rafaelsolana2, 2020) (ver Ilustración 1).


Ilustración 1 Tweet Neurona al Miscroscopio Electrónico


Hay que aclarar que hablar de las neurociencias y del cerebro es hoy en día bastante habitual, pero no siempre ha sido así, debido a que es un campo del conocimiento que ha surgido relativamente hace poco; aunque en sentido estricto no es posible decir que exista una neurociencia como tal, sino que es un conjunto de aportaciones de muchas ramas del saber que alimentan y conforman el cuerpo de las neurociencias; así si se tiene en cuenta su objeto de estudio, el sistema nervioso y su actividad, se podrá entender que éste abarca, tanto la anatomía, la bioquímica, pero también la genética, y hasta la psicología.

Si bien inicialmente pudo surgir como una especialización de la medicina, de los análisis anatomofisiológicos del sistema nervioso hoy en día sería imposible separarlo de todas las aportaciones que ha ido recibiendo de otras áreas del saber.

Igualmente, las neurociencias no sólo van a servir para explicar cómo funciona el sistema nervioso, y su órgano más importante, el cerebro, sino que se va a ocupar de múltiples subáreas, como el neuromarketing, la neuroeconomía (Terán & López-Pascual, 2019), la neurofarmacología, la neuropsicología, la neuroanatomía o la neurolingüística entre otros.

La importancia de este campo de estudio radica en que gracias a ello se puede conocer mucho mejor cómo se funciona como persona y como sociedad, así como a la hora de afrontar trastornos del desarrollo tan importantes como el Trastorno del Espectro Autista o enfermedades neurodegenerativas como la enfermedad de Alzheimer.

Un campo de conocimiento en el que participan investigadores de todos los países del mundo, que día a día va ofreciendo nueva información, que no hace sino abrir nuevas interrogantes, en la búsqueda de entender el órgano más complejo del cuerpo humano, el cerebro.

Por ejemplo, en el estudio para la comprensión sobre la temática del desarrollo de los superdotados o de las personas con altas capacidades, esta parece estar un poco alejada del interés de la sociedad, más sensibilizada con otras problemáticas, entendiendo que los “más inteligentes” van a poder “sobrevivir” y “salir adelante” por sí mismos, centrando las políticas con respecto a las necesidades especiales con los que “realmente” lo necesitan” para que puedan alcanzar el mismo nivel que el resto, y mejorar en la medida de lo posible.

En cambio hay sociedades que se preocupan por este colectivo, estableciéndose políticas orientadas a la detección temprana y formación específica para potenciar sus capacidades como una forma de invertir en su propio futuro por parte de la sociedad, sabiendo que estas personas van a ser las que el día de mañana van a conseguir solucionar los problemas que vayan surgiendo aportando nuevos avances y descubrimientos.

Dos concepciones basadas en distintas aproximaciones a la inteligencia, la primera daría cuenta de una más biológica, en donde se asume que dada una dotación genética, la persona va a tenerla toda su vida, y esto le va a “facilitar” su desarrollo.

En cambio, la segunda, sin rechazar la dotación genética concibe que se ha de trabajar mediante el esfuerzo y la práctica para poder conseguir desarrollar al máximo sus capacidades, lo que permitirá a la persona ser un “gran” médico, músico o científico, pero ¿tienen los superdotados cerebros diferentes?

Esto es lo que se ha tratado de averiguar con un estudio llevado a cabo con la participación del Instituto de Investigación Biomédica August Pi i Sunyer (IDIBAPS); la Escuela Oms y Prat, Fundació Catalunya; la Fundación Oms; el Centro de Diagnóstico por Imagen del Hospital Clinic; el Grupo de Procesamiento de Datos y Señales; y el Grupo de Investigación en Cuidado Digital de la Universidad de Vic; junto con el Instituto de Neurociencias y el Departamento de Psicología Clínica y Psicobiología de la Universidad de Barcelona (España) y la Unidad de Mapeo Cerebral del Departamento de Psiquiatría de la Universidad de Cambridge (Inglaterra) (Solé-Casals et al., 2019).

En el estudio participaron 29 niños con una media de 12 años, 15 superdotados con C.I. mayor de 145 con percentiles por encima de 90% en actitud memorística, espacial, numérica, razonamiento abstracto y verbal; y el resto que actuaría como grupo control con C.I. hasta 126, evaluado mediante el Wechsler Intelligence Scale for Children (Wechsler, 2012).

A todos ellos se les hizo pasar por una resonancia magnética en estado de reposo para comparar las características cerebrales de ambos grupos.

Los resultados muestran diferencias anatómicas entre ambos grupos igualados por edad, que en el caso de los superdotados contienen estructuras con una interconexión global e integrada, es decir, se produce una concentración topológica a nivel neuronal que incrementa su eficacia frente al grupo control que tiene una distribución más amplia y difusa.

De esta forma los cerebros de los superdotados no sólo realizan procesamientos más eficientes en áreas específicas, sino que también la comunicación entre dichas áreas y la integración de la información es más rápida y eficiente, permitiendo por ejemplo tener una mayor capacidad en la memoria de trabajo, la cual requiere de la participación de diversas regiones para poder seguir y completar una tarea dada.

Entre las limitaciones del estudio comentar el que únicamente se hubiesen incluido a niños dejando fuera el análisis del cerebro de las niñas e igualmente que se analizase sólo el cerebro de los diestros, siendo la representación de diestro entre los superdotados mucho menor que en la población general.

A pesar de lo anterior el estudio permite comprender cómo los menores superdotados van a tener una mayor capacidad cerebral de procesamiento de la información, lo que no necesariamente se relaciona con unos mejores resultados académicos.

Aunque los autores no comentan sobre el “origen” de estas diferencias, al no entrar a valorar el papel de la genética o del ambiente, es evidente que queda en manos del sistema educativo poder proporcionar la estimulación necesaria para poder desarrollar la potencialidad neuronal del menor.

Cerebro Y Pandemia: Una Perspectiva Actual

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