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La revolución desde el púlpito

Los escritos del cura Juan Fernández de Sotomayor y Picón

Juan Sebastián Ariza Martínez*

La historiografía de finales del siglo XIX e inicios del XX en Colombia identificó como “héroes” de la Independencia a varios personajes, principalmente hombres, quienes participaron en los campos de batallas y en los procesos políticos que contribuyeron a la formación del Estado-nación. En los últimos años, los estudios de varios historiadores han demostrado que este complejo proceso no responde únicamente a acciones militares y políticas, sino que detrás de ellas se gestaron movimientos que partieron desde diversos ámbitos: el académico, el religioso, el social y el cultural, y que en dichos movimientos, tanto hombres como mujeres tuvieron una participación relevante.

A inicios del siglo XIX, el clero jugó un papel fundamental durante el aprovechamiento de tácticas, entendidas, con la perspectiva de Michel de Certeau, como acciones que son usadas por quienes han permanecido en situación de debilidad y utilizan episodios específicos para crear espacios de poder, con el fin de obtener beneficios a largo plazo.1 El resultado final de estas tácticas dependía, en última instancia, de la astucia con que se aplicaban y de la respuesta que tenían por parte de quienes la recibían. Es dentro de esta lógica como se pueden analizar las acciones de Juan Fernández de Sotomayor y Picón, también conocido como ‘el cura de Mompox’, a partir de las cuales tuvo lugar uno de los episodios más relevantes del proceso independentista de Colombia.


Juan Fernández de Sotomayor y Picón, primera mitad del siglo XIX. Pintura: Taller de los Figueroa (atribuido). Óleo sobre tela, 92 × 83,5 cm. Colección del Museo de la Universidad del Rosario.

Nacido en Cartagena el 2 de noviembre de 1777, Fernández de Sotomayor creció en un entorno lleno de beneficios, propios de la élite criolla de finales del siglo XVIII. Sus padres, Marcos Fernández de Sotomayor y Benedetti y Anselma del Carmen Picón Márquez, eran hijos de españoles que ocupaban cargos políticos en la ciudad portuaria. Su abuelo paterno había llegado al virreinato para ejercer como secretario del Santo Oficio, cargo que el padre de ‘el cura de Mompox’ heredaría, además de ser secretario del Secreto y alcaide de las cárceles inquisitoriales.2 Esa posición privilegiada de su familia le permitiría estudiar en el Colegio de San Bartolomé, en Santafé, y posteriormente, en el Colegio Mayor del Rosario, en el que culminaría sus estudios en derecho y teología bajo la instrucción de Camilo Torres, Tomás Tenorio y Fernando Caicedo y Flórez.

La formación de Fernández de Sotomayor es fundamental para comprender sus acciones futuras, pues no solo recibió instrucción de una generación de ilustrados que discutían en tertulias y espacios académicos sobre textos provenientes de Europa —a partir de los cuales se alentaba al desarrollo de ideas libertarias y al reconocimiento de derechos para los americanos—, sino que participó activamente en procesos sociales y reclamos por parte de los criollos, que exigían que les permitieran gobernar y ocupar cargos políticos por contar con la formación y el conocimiento necesarios para realizarlo. Así, su paso por la capital virreinal constituiría una de las lecciones más relevantes de su vida, que, con el tiempo, lo llevarían a escribir uno de los textos revolucionarios censurados por la inquisición, y a partir del cual se gestaron las manifestaciones libertarias de Mompox.

Luego de su estadía en Santafé, Fernández de Sotomayor volvió a Cartagena, y allí ingresó al seminario para formarse como sacerdote. Sus conocimientos lo llevarían a ser profesor de esta institución luego de haberse ordenado, el 16 de enero de 1801; y tres años más tarde, fue nombrado cura párroco de Mompox, cargo que ejerció entre 1804 y 1810.

El cura revolucionario y patriota

Para inicios del siglo XIX, la villa de Mompox se erigía como uno de los territorios más importantes del virreinato. Su localización a orillas del Magdalena y su proximidad al Caribe hacían de este territorio un paso obligado para todo aquel que quisiera adentrarse en el virreinato, para llegar a la capital o, al contrario, para quienes pretendían zarpar por el Caribe. Tal era la importancia de esta población que contaba con un hospital de patronato, un hospicio a cargo de dominicos, dos conventos, instituciones encargadas de la administración de tabaco y aguardiente y una caja real, encargada de recibir las rentas de varias poblaciones aledañas.3


Sitio de Cartagena, s. f. Grabado: Theodore de Bry. Papel, 28,2 × 20,8 cm. Colección de Arte del Banco de la República, Colombia.


Escudo con la cruz de Calatrava. Fotografía. AHUR. Álbum 07.2. Fotografía: 168.

Es en esta villa en la que las ideas independentistas de Fernández de Sotomayor fueron expuestas en el púlpito, utilizado como “campo de batalla”, al ser considerado el único espacio de la celebración religiosa en la que se hablaba español y se lograba captar la atención de los feligreses.4 En otras palabras, ideas utilizadas como una táctica para obtener la atención de los feligreses y, de esta manera, lograr beneficios personales o para su comunidad.

Luego de haber permanecido seis años en la cabecera clerical de Mompox, y una vez adquirido reconocimiento como uno de los sacerdotes más comprometidos con la defensa de los derechos de los neogranadinos, el domingo 5 de agosto de 1810, influenciado por las noticias de la revuelta popular que había tenido lugar en Santafé el 20 de julio, por los ideales de la Revolución francesa —que, quizás, había leído de la traducción que Antonio Nariño había realizado en 1793—, y movido por los ideales ilustrados con los que había sido formado, Fernández de Sotomayor expuso ante los asistentes a la iglesia varios argumentos por los que, a su juicio, España debía dar un paso en pro de permitir la participación de los criollos en el cabildo, y alentó al pueblo a manifestarse en contra de la opresión española.

El discurso de Fernández de Sotomayor planteaba la necesidad de defenderse de los abusos cometidos por la Corona, así fuera ineludible el uso de la fuerza, con el objeto de conseguir la libertad no solo en términos políticos, sino también de forma individual y en defensa de la propiedad privada. Estas ideas, seguramente, las había desarrollado durante su formación en Santafé, donde tuvo acceso a libros provenientes de Europa, que defendían dicho ideario, como en el caso del Segundo tratado sobre el gobierno civil, escrito por John Locke en defensa de los derechos naturales y el contrato social.5 No es novedad que para este periodo hubiera miembros del clero comprometidos con la causa independentista; tampoco se trató de un fenómeno netamente neogranadino, pues lo propio haría Miguel Hidalgo y Costilla en septiembre de ese año en Nueva España, lo que promovería la independencia de México.6

Entonces, ¿qué tiene de particular el discurso de Juan Fernández de Sotomayor? A diferencia de otros curas, que defendían la promulgación de la Constitución de Cádiz y la lealtad al rey Fernando VII durante la ocupación de Napoleón Bonaparte a España, ‘el cura de Mompox’ mantenía una postura más radical, que lo llevaría a participar en la redacción de principios liberales consagrados en la Constitución de Cartagena de 1812, e incluso, a enfrentar problemas judiciales por sus acciones.7 No satisfecho con el sermón del 5 de agosto de 1810, el cual llevó a que el cabildo de Mompox se adhiriera a la Junta suprema de Santafé, el cura publicó en 1814 el célebre Catecismo o Instrucción popular, un “ácido panfleto contra el régimen español”,8 por medio del cual tildó de ilegítima la ocupación de España sobre las Américas, cuestionó la autoridad del rey, y hasta la pasividad con la que el clero había actuado durante la conquista y la colonización en Nueva Granada.

Esta publicación fue ampliamente criticada por los sectores realistas, quienes denunciaron a Fernández de Sotomayor ante el tribunal de la Inquisición, en el que trabajaba su padre, quien, a su vez, tuvo que encargarse de levantar pruebas en su contra. Esta no sería la única vez que ‘el cura de Mompox’ generaría tensiones familiares por su pensamiento: lo mismo ocurrió el 6 de diciembre de 1815, cuando su tío, Manuel Fernández de Sotomayor, también trabajador de la Inquisición, firmó un panfleto en el que declaraba su lealtad al rey Fernando VII; probablemente, como medida reaccionaria ante el comportamiento de su sobrino.9

Por su parte, el clero realista también cuestionó el catecismo; en especial, el obispo de Cartagena, fray Gregorio José Rodríguez Carrillo, quien, incluso, sugirió aplicar la pena de excomunión a Fernández de Sotomayor y quemar sus escritos, por considerarlos alta traición al rey. Con la llegada del general Pablo Morillo, en 1815, la instauración de lo que el historiador José Manuel Restrepo denominó el “tribunal de sangre” y los intentos por restaurar el imperio español de ultramar, Fernández de Sotomayor tuvo que salir en exilio hacia Jamaica.


Firma de Juan Fernández de Sotomayor que aparece publicada en informe que el clérigo envió al comisionado Antonio Villavicencio, acerca de los disturbios ocurridos en su parroquia de Mompóx, el 8 de julio de 1810. Colección de Libros Raros y Manuscritos de la Biblioteca Luis Ángel Arango. Archivo Luis Augusto Cuervo, ff. 255 r.-v.


El Humilladero, primera capilla de Bogotá, ca, 1920. Clisé: Autor desconocido. Tinta litográfica, papel, 10 × 12 cm. Colección del Museo Nacional de Colombia, reg. 2090.9. Fotografía: Samuel Monsalve Parra.

El catecismo de Juan Fernández de Sotomayor tenía por objetivo presentar de forma clara y sencilla los principios que guiarían la independencia neogranadina, además de sentar las bases que, a su juicio, debían tenerse en cuenta para instaurar un nuevo modelo de organización social, que respetara la individualidad y la libertad. Así, inspirado en un texto que había circulado en 1809 en Sevilla, titulado Instrucción popular en forma de catecismo sobre la presente guerra, por medio del cual se azuzaba al pueblo a rechazar la ocupación francesa, ‘el cura de Mompox’ redactó un pequeño panfleto que tenía el mismo objetivo, aunque esta vez no se incitaba al rechazo de Francia, sino al de la misma España.10

Dado que Fernández de Sotomayor perteneció a la generación de rosaristas ilustrados que participaron en el movimiento emancipador, recibió influencia de varios escritores y pensadores como Rousseau y Montesquieu, aunque también se fundamentó en los discursos de Francisco de Vitoria, Francisco Suárez, Bartolomé de las Casas, Jerónimo de Feijoo y Gaspar Melchor de Jovellanos. De esta manera, el perfil de ‘el cura de Mompox’ se enmarca dentro de lo que Renán Silva denominó la sociedad que descubrió los principios de “la política moderna a través de la palabra escrita y el discurso público”.11

Fernández de Sotomayor partía de la idea de que los americanos debían ser considerados “hombres libres, iguales a los españoles, franceses, ingleses, romanos y cuantas naciones han y ha habido, o haber pueda en el mundo”,12 lo que no daría potestad a ninguna otra nación para mandar sobre los designios políticos, económicos y sociales de la Nueva Granada. A lo anterior se sumaba el argumento de que la Conquista había sido una acción ilegítima, llevada a cabo por la fuerza, y la asemejaba al accionar de “un ladrón que con mano armada y sin otro antecedente que el de quitar lo ajeno, acomete a su legítimo dueño, que, o no se resiste, o le opone una resistencia débil”,13 lo que, a su vez, impedía a España tener derechos sobre el territorio neogranadino y la obligaba a restituir en el pueblo los derechos que los indios tenían antes de la conquista.

El rector Fernández de Sotomayor

Una vez obtenida la victoria por parte de los independentistas, Fernández de Sotomayor regresó a la Nueva Granada en 1821, y se le restituyó el cargo de cura párroco de Mompox. Allí estuvo hasta finales de 1822, pues una vez difundida la noticia de su regreso, el Colegio Mayor del Rosario lo invitó vincularse como profesor de jurisprudencia, con el fin de que su pensamiento libertario y patriótico ayudara a formar a las nuevas generaciones de estudiantes. De vuelta en el claustro en 1823, estuvo a cargo de las cátedras de fundamentos y apología a la religión, latín y lingüística, que lo llevarían a escribir el libro Elementos de gramática latina.

El 19 de diciembre de 1825 fue elegido rector de la institución, cargo que ostentó hasta 1832, y para el que fue reelecto en tres oportunidades. Mientras estuvo en la dirección del claustro, abogó por las rentas de la institución y el pago de deudas pendientes del Rosario;14 también medió por el bienestar de los estudiantes, y fue el encargado de supervisar la producción de la hacienda El Colegio, ubicada en Mesitas, en el actual departamento de Cundinamarca, y a quien la propiedad debe su nombre, y que abastecía la despensa agrícola y de carne del Colegio Mayor.15 Además, adquirió predios para la ampliación institucional16 y recibió solicitudes por parte de Jorge Vargas para reestablecer los estudios de medicina en 1831.17


Representación dirigida al Presidente, General Simón Bolívar, por los magistrados de Colombia y algunos otros ciudadanos proclamando la conservación y obediencia de la Constitución de 1821, 14 de noviembre de 1826. Manuscrito: Francisco de Paula Santander de Omaña (1792-1840), Vicente Anselmo Azuero Plata (1787-1844). Tinta, papel, 43 × 27 × 1,3 cm. Colección del Museo Nacional de Colombia, reg. 1081. Fotografía: Samuel Monsalve Parra.


Alegoría de la salvación de las ánimas del purgatorio, siglo XVII. Pintura: Antonio Acero de la Cruz. Óleo sobre tela, 202 × 190 cm. Capilla de La Bordadita. Colección del Museo de la Universidad del Rosario.

Entre la política y la religión

La trayectoria de Juan Fernández de Sotomayor no termina en el ámbito académico. Al ser uno de los principales impulsores del movimiento independentista, y debido al reconocimiento público que adquirió luego de que su catecismo fue censurado, se lo tuvo en cuenta para participar en los múltiples debates que se organizaron en torno a la definición del nuevo Estado-nación. Dentro de los diversos cargos que ocupó se destacan el de representante de Mompox en la Asamblea Provincial y en el Consejo de la Gran Colombia (1822-1826) y el de representante de Cartagena en la Convención de Ocaña (1828) y en la Convención Granadina (1832).18

Desde la política, Fernández de Sotomayor enfrentó cuestionamientos de quienes manifestaban que el clero no debía inmiscuirse en temas ajenos a su disciplina; incluso, dicha tensión lo llevaría a sostener ideas contradictorias en algunos de sus escritos. Ejemplo de lo anterior es el panfleto publicado el 13 de agosto de 1830, en el que, como provisor y vicario general del obispado de Cartagena, promulgaba que la paz era el único medio para disipar las discordias políticas que para este entonces tenían lugar en la Nueva Granada, y condenaba a quienes “invocan i se escudan con [la religión] para turbar el orden público, para irrespetar i desobedecer a las autoridades constituidas”,19 idea fuertemente cuestionada por los simpatizantes realistas, por haberse tratado de una táctica similar a la que él mismo utilizó en 1810 para deslegitimar la opresión colonial.

No obstante lo anterior, más allá de cuestionar el uso de esas tácticas por parte de Fernández de Sotomayor, es importante tomar en cuenta el contexto general en el que vivió, y comprender que sus discusiones y sus ideas formaron parte de un panorama difuso, en el cual no se distinguían con claridad los límites entre los estamentos políticos, religiosos y educativos, y en su lugar, los discursos se enmarcaban dentro de generalidades en las que la mayoría de criollos ilustrados participaron.

Finalmente, los últimos años de su vida Juan Fernández de Sotomayor los dedicó a la religión y las obras a favor de la comunidad. En 1825, siendo rector del Rosario, también fue elegido canónigo doctoral de la Catedral de Bogotá, y cuatro años después fue vicario general del arzobispado; esta experiencia le sirvió para avanzar en la jerarquía eclesiástica hasta ser consagrado obispo. En 1834, luego de haber permanecido vacante esta sede durante varios años, asumió el obispado de Cartagena, su ciudad natal, donde permaneció hasta su muerte, el 19 de marzo de 1849.

Durante el tiempo que permaneció allí, trabajó por la apertura de estudios eclesiásticos en el Seminario Conciliar de Cartagena, realizó visitas pastorales para identificar las necesidades de los miembros de las parroquias que estaban bajo su jurisdicción y organizó cofradías parroquiales para ayudar a los más necesitados, además de fomentar la apertura de escuelas primarias y cementerios en la ciudad.20 En su honor y en agradecimiento por el servicio que prestó al Colegio del Rosario y a la nación, en el Aula Máxima se conserva un retrato de ‘el cura de Mompox’, uno de los clérigos revolucionarios y patriotas de la historia de Colombia.


José Joaquín Ortiz. Grabado: Papel Periódico Ilustrado. Publicación impresa. N.° 28, año 2, p. 49. 1 de octubre de 1882.

Notas

* Magister en historia de Universidad Andina Simón Bolívar (Sede Ecuador) e historiador con mención en antropología de la Universidad del Rosario. Actualmente se desempeña como profesor de cátedra y miembro del grupo de investigación Crimen, mente y cuerpo en la Nueva Granada, de la Universidad del Rosario, y como investigador de la Biblioteca Virtual del Banco de la República.

1 Michel de Certeau, La invención de lo cotidiano. Tomo 1 (México: Universidad Iberoamericana, 2007), 43-44.

2 Joaquín Durán y Díaz, Estado General de todo el Virreynato de SantaFe de Bogota (Santafé: Imprenta de Antonio Espinosa de los Monteros, 1794).

3 Daniel Gutiérrez, “Las querellas de Mompox: subordinación estratégica, e invención historiográfica de la independencia absoluta, 1805-1811”, Historia y sociedad, n. 23 (2012): 112-13.

4 Museo Santa Clara, “El púlpito como campo de batalla”, Museos Colonial y Santa Clara, 25 de julio 2019, http://www.museocolonial.gov.co/programacion/calendario-actividades/Paginas/04_inauguraci%C3%B3n_expo_bicentenario_Santa_Clara.aspx

5 Catalina Muñoz Rojas, “Una aproximación a la historia de la lectura en la Nueva Granada: el caso de Juan Fernández de Sotomayor”, Historia Crítica, n. 22 (2001): 113.

6 Iván Darío Toro Jaramillo, “Clero insurgente y clero realista en la Revolución colombiana de la Independencia”, Anuario de historia de la Iglesia, n. 17 (2008): 119-136; Amanda Caicedo Osorio, “La rebelión de las sotanas o el camino al infierno: el clero neogranadino en la independencia”. En Historia que no cesa. La independencia de Colombia, 1780-1830, editado por Pablo Rodríguez (Bogotá: Editorial Universidad del Rosario, 2019), 149-62.; Julián B. Ruiz Rivera. “Clérigos americanos en las cortes de Cádiz”. En Cádiz y los procesos políticos iberoamericanos, editado por Jorge Giraldo Ramírez (Medellín: Fondo Editorial Universidad EAFIT, 2013), 47-66.

7 En la redacción de esta constitución también participaron los rosaristas Manuel Rodríguez Torices y José Fernández Madrid. Respecto a la Constitución de Cartagena, véase Estado soberano de Cartagena, Constitución política del Estado de Cartagena de Indias: expedida el 14 de junio de 1812 (Cartagena: s. e., 1812).

8 Caicedo Osorio, “La rebelión…”, 159.

9 Domingo Esquiaqui, Manuel de Anguiano, Manuel, Fernández de Sotomayor, Fernando Pernett, “Edicto para hacer un reconocimiento al Rey Fernando VII” (Cartagena: s. e., 1815).

10 Patricia Cardona Zuluaga, “Creer en la Independencia. El catecismo o Instrucción popular de Juan Fernández de Sotomayor”, Araucaria. Revista Iberoamericana de filosofía, política, humanidades y relaciones internacionales, 17, n.° 34 (2015): 401.

11 Renán Silva, “El nacimiento trágico del político moderno en Colombia: Francisco José de Caldas (1768-1816) y otros tantos como él”. En 1816: el terror y la sangre sublime, editado por Rodrigo de J. García Estrada y Juan Felipe Córdoba-Restrepo (Bogotá: Editorial Universidad del Rosario, 2016), 209-13.

12 Juan Fernández de Sotomayor y Picón, Catecismo o instrucción popular (Cartagena: Imprenta del gobierno por Manuel González y Pujón, 1814).

13 Ibíd.

14 Archivo Histórico Universidad del Rosario (en adelante, AHUR). Caja 10. “Expediente de reclamo de Juan Fernández de Sotomayor y Picón por deuda de mil pesos al Colegio Mayor del Rosario”, 1831. ff. 131 r.-142 r.

15 AHUR. Caja 91. “Escritura de arrendamiento de la hacienda ‘El Colegio’”. ff. 674 r. -687 v.

16 AHUR. Caja 91. “Expediente sobre venta de una casa en el barrio la Catedral de Bogotá”, ff. 413 r. - 419 r.

17 AHUR. Vol. 23. “Carta donde Jorge Vargas informa al rector Juan Fernández de Sotomayor, sobre la apertura de la clase de medicina”, 1831. f. 186 r.

18 Cardona Zuluaga, “Creer en la independencia…”, 404.; Javier Ocampo López, El cura Juan Fernández de Sotomayor y Picón y los catecismos de la Independencia (Bogotá: Universidad del Rosario, 2010).

19 Juan Fernández de Sotomayor, “Nos el D. Juan Fernandez de Sotomayor, provisor i vicario jeneral i gobernador del arzobispado por el ilustrisimo Sor. D. Fernando Caicedo dignisimo arzobispo en su santa pastoral visita” (Bogotá: s. e., 1830).

20 Ocampo López, “El cura…”.

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