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Patria, letra y prensa:

una aproximación a la vida de José Joaquín Ortiz Rojas (1814-1892)

Sergio L. Mahecha Jaimes*

El siglo XIX supuso para la América Hispana un periodo de profundos cuestionamientos en torno a la identidad americana. Guerras civiles, debates sobre la mejor forma de gobernanza para las nacientes repúblicas y la pregunta por la educación adecuada para los nuevos ciudadanos, entre otros, constituían el variopinto temario de la realidad de entonces. Además, fue un periodo fértil para la prensa, aliada estratégica durante los procesos independentistas, y que se representaba ahora como la herramienta por antonomasia para el progreso y la obtención de las luces de la razón. Este espíritu decimonónico fue el que invadió la vida del poeta, político y maestro tunjano José Joaquín Ortiz Rojas. Hijo del bugueño y entonces abogado de la Real Audiencia José Joaquín Ortiz Nagle y de doña Isabel Rojas Medina, Ortiz nació en Tunja el 10 de julio de 1814.1 En ese entonces, la Nueva Granada vivía un periodo crítico de su historia política. Tras la expulsión de buena parte de las autoridades españolas en 1810, se dio paso a la lucha entre centralistas y federalistas por la instauración de un modelo político para regir a la naciente república. Esas guerras intestinas precipitaron a la Primera República al fracaso y facilitaron la restauración del dominio peninsular en el territorio, a cargo de Pablo Morillo, en 1815.2

Cuando el general español llegó a Santafé en 1816, se inició una persecución contra todo colaborador que hubiese participado en los acontecimientos de 1810. La familia Ortiz, que se había trasladado a la capital, no quedó exenta de la represión. En una noche de mayo de 1816, un oficial español irrumpió en la casa de los Ortiz y se llevó al padre para encarcelarlo. Ortiz Nagle había participado en las juntas revolucionarias y asistía en ese entonces a las reuniones propiciadas por el canónigo Andrés Rosillo Meruelo,3 donde se consentía la idea de impulsar los procesos independentistas. Lo particular de la situación es que sería el Colegio Mayor, futura alma máter de José Joaquín, el espacio convertido en prisión. “Después de haber pasado mi padre un mes en la cárcel, supimos una mañana que habían trasladado muchos presos al Colegio del Rosario, y que uno de ellos era el Dr. Ortiz. Tan llena de patriotas estaba la cárcel que se hizo necesario adoptar aquella providencia, sin que por eso tardara mucho en llenarse de presos el edificio del Colegio”.4

Ante la ausencia de Ortiz Nagle, fue doña Isabel Rojas quien asumió las cargas del hogar. Con siete hijos, doña Isabel tuvo que partir a Paipa para sobrellevar la situación con la ayuda de un negro libre proveniente de Venezuela, llamado Benedicto Nieves, y quien había servido a José Joaquín padre. Nieves facilitó a los hermanos varones sus primeros estudios al ponerlos en la escuela del maestro Antonio Garrido, en 1818.5 “Dedicado á su trabajo y á sus cortas agencias, [Benedicto] llevaba á mi madre cuanto ganaba, lo que nos servía para tomar una pobre sopa, y para cubrirnos con unos más pobres vestidos”.6 Además de convertirse en salvaguardia de la familia, Benedicto Nieves permite entrever la capacidad de agencia que los negros poseían para entonces en el territorio neogranadino. La abolición de la esclavitud se posicionaba como otra de las promesas que traería consigo la libertad y le permitía a la gente negra adquirir una mayor autonomía en el manejo de sus vidas.7 Nieves abrió una panadería para generar ingresos a la familia y tuvo capacidad de decisión sobre la vida de los hermanos Ortiz, hecho que puede representar un guiño a la movilidad social de la población negra durante los procesos independentistas. Su deceso, a finales de 1818, supuso una gran pena para la familia: “LIorámos mucho su pérdida, y la lloramos muy de veras, y no hay día de esta vida en que no bendigamos su memoria”.8


“A un joven poeta”, poema de José Joaquín Ortiz, manuscrito por Rafael Pombo en uno de sus cuadernos personales, 26 de marzo de 1855. Manuscrito inédito: Rafael Pombo. Tinta sobre papel. Biblioteca Nacional de Colombia. Bibliotecas de autor. Fondo Rafael Pombo 17-18, p. 267.

El escenario cambió con el triunfo de las tropas patriotas en 1819. Con la instauración del sistema republicano y la expulsión de las autoridades españolas del territorio, se abría paso a una nueva cultura política liderada por las élites criollas. La naciente república hizo necesario repensar un sistema educativo que fortaleciera la alfabetización y agrandara el electorado para afianzar los proyectos republicanos.9 Este espíritu de renovación favoreció a los hijos de varios próceres de la independencia al facilitarles el acceso a la educación; no obstante, el acceso a instituciones educativas de calidad, como el Colegio del Rosario o la Javeriana, era exclusivo para hombres pertenecientes a familias pudientes.10 Así, José Joaquín, además de haber estudiado humanidades en el Colegio Mayor del Rosario, logró estudiar jurisprudencia en el Colegio Mayor de San Bartolomé. Unas memorias de Rafael María Carrasquilla, futuro rector del claustro rosarista, sostuvieron:

Sea este el lugar de advertir, que acaeció al señor Ortiz lo que […] les ha acontecido á muchos compatriotas distinguidos: hacen estudios de jurisprudencia ó medicina, y luégo dejan aquellas profesiones á que no tienen afición, y se consagran á tareas de diverso género. Las Musas, y no Temis, atraían con irresistible fuerza al flamante abogado, y, apenas salido del colegio, principió á cultivar la poesía, que tan alto puesto le ha dado entre los hombres de nuestra Patria colombiana.11


Firma de José Joaquín Ortiz. Papel Periódico Ilustrado. Publicación impresa. N.° 6, año 1, p. 93. 1 de diciembre de 1881.

La intervención de Carrasquilla invita a reflexionar sobre la “distinción” que ciertas carreras otorgaban, a pesar de la carencia de vocación que el estudiante pudiese tener frente a ellas. De la misma forma, es sugerente enmarcar el estudio de la jurisprudencia dentro de un periodo en el cual se estaba reacomodando la burocracia ante el nuevo escenario político y la consolidación de un Estado soberano heredado de la ruptura con España.12 Para el caso de Ortiz, si bien obtuvo su título como abogado, decidió articular su profesión junto a su habilidad con la pluma. Las letras se convirtieron en una de sus ocupaciones principales, al punto de ser uno de los fundadores, en 1836, del periódico literario La Estrella Nacional. Dicho impreso se publicó en alianza con Francisco Javier Caro y tuvo por objetivo convertirse en el primer periódico consagrado a la literatura en el país.13

En él, José Joaquín publicó su primera novela: María Dolores o la historia de mi casamiento, historia considerada la primera novela publicada del siglo XIX en el territorio neogranadino.14 Esta obra continuó su publicación, en 1841, en otro de los proyectos del periodista: el periódico semanal El Cóndor. Además de su orientación literaria, este semanario sentó su postura frente a la situación política del momento. Las páginas del impreso circulaban, al son de la guerra de los Supremos, un conflicto que consolidó los poderes regionales y locales de la Nueva Granada, y que, además, derivó en la conformación de los partidos políticos.15


Fragmento de portada de la publicación “La guirnalda: Colección de poesías y cuadros de costumbres”, 1855. Publicación impresa: José Joaquín Ortiz Rojas. Imprenta de Ortiz y Compañía. Colección de la Biblioteca Digital de la Biblioteca Nacional de Colombia.

Bajo el gobierno de José Ignacio de Márquez, la guerra de los Supremos, que abarcó de 1839 a 1842, se caracterizó por el desarrollo de varias rebeliones en el país que, en principio, se produjeron ante la supresión de varios conventos menores para convertirlos en escuelas; sin embargo, las tensiones por el control territorial se posicionaron como los antecedentes de esta guerra civil. José Joaquín Ortiz, quien para entonces era un “hombre de una pieza como conservador neto y católico sin adjetivos”,16 se unió a las filas de Bogotá, por la defensa del centralismo y la religión católica: “José Joaquín, que empuñó las armas en 1840 sin cobrar sueldo alguno, formó en la milicia cívica encargada de la custodia de la ciudad, que en su calidad de guardia de reserva debía batirse en el último caso”.17 Su convicción por esta causa se legitimaba bajo un discurso patriota sustentado en un deber moral emanado de los preceptos religiosos. Desde El Cóndor escribió: “I si Dios corona de triunfo nuestras banderas, el nombre del héroe que haya tranquilizado la nacion, será eterno; i los granadinos le levantarán altares en sus corazones. Pero si la suerte nos quita la victoria, acabarémos de una vez hundiendo en nuestra sepultura, con nuestros cadáveres i nuestras desgracias, el nombre de República de la Nueva Granada” [sic].18

La victoria favoreció al sector del conservatismo y dio paso a la promulgación de la Constitución de 1843. En ella se proclamaba a la religión católica como única religión reconocida en la república19 y daba a la Iglesia católica una mayor influencia en el manejo del poder dentro del Estado, hecho que daría paso a las subsiguientes guerras civiles.20 Dicha institución se consolidó como un pilar de la construcción nacional, a la vez que supuso un factor de polarización, pues muchos de sus proyectos estuvieron motivados políticamente y buscaron un resultado político;21 sin embargo, el nuevo ambiente comulgaba con las convicciones políticas de José Joaquín, quien, además, contrajo matrimonio por esa misma época con Juliana Malo, “sobrina del general José María Ortega y de D[on] Antonio Nariño, ilustre fundador de la República”.22 De esta relación nacieron once hijos.

La mitad del siglo XIX en la vida de José Joaquín fue un periodo fecundo para sus publicaciones. A lo largo de la consolidación de los partidos políticos, el periodista redactó, en 1847, otro periódico: El Conservador. Esta publicación tenía por objetivo instruir al pueblo en religión y moral, para afianzar el catolicismo dentro del territorio.23 Además, publicó el primer tomo del Parnaso Granadino, obra que recopilaba poesías de varios personajes granadinos para reivindicar, a juicio de Ortiz, la pluma del territorio nacional. El también poeta sostenía que la Nueva Granada tenía un gran atraso en la literatura, y atribuía tal situación al descuido de aquellas personalidades que tenían potencial para las letras.24 A partir de esta posición puede identificarse en los poemas de Ortiz una exaltación patriótica relacionada con un protonacionalismo alimentado por un sustrato moral proporcionado por el catolicismo.

Así, en 1852 Ortiz fundó el Instituto de Cristo, un espacio destinado para enseñar a aquellos personajes interesados en las letras; además, José Joaquín concebía la educación como una herramienta de instrucción para el progreso, siempre y cuando se cimentara sobre los preceptos religiosos: “La educacion reposa sobre la Relijion, cual sobre base amplísima i segura; como quiera que no hai civilización verdadera sin relijion […]. La ilustracion puede ir sola ciertamente, como caminan los grandes incendios dejando atras las ruinas de las inmensas selvas”.25 Su institución hacía frente al proyecto nacional instaurado con la presidencia de José Hilario López, en 1850, el cual modificó las relaciones con la Iglesia, al concebir que dicho poder no engranaba en el proyecto nacional, que abogaba por una modernización del país bajo el mandato liberal;26 además, se buscaba romper con una herencia colonial que impedía, a juicio de los nuevos gobernantes, la idea de progreso. En la barrera política, Ortiz ejerció oposición a dicho gobierno desde su cargo como diputado por el Estado de Cundinamarca en la Cámara de Representantes.

Más adelante, en 1855, el poeta logró adquirir una imprenta por ocho mil pesos “para dar á luz un periódico de grandes dimensiones que hiciera frente al Tiempo, y defendiera los más caros intereses de la sociedad y de la familia, atacados furiosamente por los secuaces de la escuela llamada radical ó gólgota”.27 Fue así como fundó varios periódicos, incluyendo El Porvenir y El Catolicismo;28 así mismo, publicó su obra La Guirnalda, un compendio de poesía con un marcado patriotismo, y que tenía por objeto proseguir con la promoción de la literatura granadina. Fundó, además, el Liceo Granadino,29 corporación dedicada a formar en la literatura a todo aquel que tuviera inclinación por dichas artes. Su marcado sentimiento patriótico y católico puede ser un indicio de los valores sobre los cuales se concebía la construcción de la República, y que se integraban a los sectores más tradicionalistas de la política; por lo tanto, cualquier filosofía o idea contraria a la religión era asociada a una degradación moral de la gobernanza. Tal fue el caso de la oposición que ejerció Ortiz ante la enseñanza de la doctrina benthamista en las aulas del país.


Uniformes de los batallones Cívicos y Alcanfor (Revolución de 1876), 1876. Acuarela: Ramón Torres Méndez (1860-1910). Papel, 26,4 × 37,3 cm. Colección de Arte del Banco de la República, Colombia.


Vista panorámica de Tunja. Libro azul de Colombia: Bosquejos biográficos de los personajes más eminentes, historia condensada de la República, artículos especiales sobre el comercio, agricultura y riqueza. New York: The J. J. Little and Yves Company, 1918, p. 304. Consultado el 4 de mayo de 2020. https://archive.org/details/libroazuldecolom00posa/page/312/mode/2up

Las ideas de Jeremías Bentham, abrazadas por algunos sectores en la Nueva Granada desde las primeras décadas del siglo XIX, apelaban a un cambio del sistema legal del antiguo régimen por uno de corte liberal. Este cuerpo de doctrinas llegaba al territorio en un periodo en el que la tecnificación del Estado se encontraba en marcha, a raíz de los procesos independentistas. Los dirigentes criollos, como lo estipuló Jaime Jaramillo Uribe, requerían un orden legal que prescindiera de las distinciones de grupos, privilegiara el uso racional de la propiedad y favoreciera la expansión de los proyectos económicos de sectores privilegiados.30 Por lo mismo, el benthamismo articulaba una serie de valores, como lo eran la sencillez, la parsimonia, un espíritu cívico y una religiosidad individual; no se conciliaba la religión dentro del proceso de formación del Estado. Esta doctrina, suprimida en 1842 con el triunfo del conservatismo, se reavivó con la instauración del liberalismo radical en la década de 1860. En la Nueva Granada fue Ezequiel Rojas, uno de los fundadores del Partido Liberal, su máximo exponente en las aulas. A la par, se consolidó un sector reaccionario integrado por personajes como José Eusebio Caro.

José Joaquín reaccionó contra esta doctrina a través de su periódico La Caridad; no obstante, fue su obra Las Sirenas, publicada en 1869, el libro que sentó su postura contra Bentham. Además de atacar a la doctrina utilitarista y sensualista del pensador inglés, Ortiz basaba sus argumentos en la carencia moral que poseían estos postulados al considerar al hombre un ente material, y no un ser que poseía alma. El debate que planteaba Ortiz giraba en torno a la aparente negación del benthamismo por el orden natural, que otorgaba al hombre cierto rasgo de divinidad al haber sido creado directamente por Dios: “Rebajarlo [al hombre] de su altura divina, es limitarlo al nivel del bruto; es no comprenderlo, porque eso no es el hombre”.31 En su disertación sostenía Ortiz que esos postulados —además de ir en contra de la moral cristiana, la cual era constitutiva de la República misma— incentivaban a un egoísmo que podía derivar en la consolidación de la anarquía o de un Estado autoritario que negaba los deberes y los derechos de la sociedad al darles un poder absoluto a los dirigentes; sin embargo, la postura de Ortiz fue refutada por Ángel María Galán, discípulo de Ezequiel Rojas, por medio del ensayo intitulado Refutación a Las Sirenas, publicado en París durante la década de 1870. En su escrito, probaba que Bentham no comulgaba con el egoísmo ético, y tampoco se presentaba una incompatibilidad con el cristianismo. Estas percepciones, sostenía, eran originarias de una mala lectura del autor y de la selección de algunas de sus tesis sacadas de todo contexto y guiadas por los comentarios de los traductores de la obra.32

Santander, en su época como vicepresidente, incluyó en la educación de colegios y universidades los postulados de Bentham, al considerarlos propicios para fomentar una concienciación de las obligaciones y los derechos de los hombres tanto en el plano individual como en el de una sociedad política;33 sin embargo, el debate se extendió a lo largo del siglo XIX. Los ataques de Ortiz hacia esta doctrina sitúan a la moral como eje de debate dentro de la construcción del Estado, y permiten reconocer la asociación entre patria y catolicismo como elementos constitutivos de la idea de progreso racional y civilización que tenía en mente el poeta y político tunjano. Sus convicciones quedaban plasmadas en varios de sus poemas, como La bandera colombiana, una oda a este símbolo patrio, y en el cual se presentaba a la bandera como una alegoría del país; por ende, todo aquel que la negara repudiaba a la República en sí, y ello incluía los preceptos morales:

Y si hay un ciudadano que, pensando

En el secreto de su alma, diga:

‘¡Está en indignas manos!’ ese puede

a su madre negar en su ira insana;

No tiene corazón, y entre sus venas

Empobreció la sangre colombiana.34

Ortiz identificó en la educación una herramienta potencial para el arraigo de la moralización. Por lo mismo, publicó El Libro del Estudian-te, un texto dirigido a las aulas para la instrucción moral y patriota de los estudiantes, que fue adoptado por los jesuitas, y que, incluso, llegó a los centros educativos de Quito. A la par, sus poemas siguieron sobresaliendo en la sociedad de entonces, y hasta fueron reconocidos en varias regiones de América Hispana. En Chile, por ejemplo, se exaltó su aporte a la literatura americana con su libro Poesías, publicado en la década de 1880. “Ciertamente que no faltaríamos á 1ª verdad si dijésemos que aquello no es un libro simplemente, sino un precioso tesoro donde cada joya compite en galanura y esplendor con las otras sus hermanas”.35

Hasta los últimos días de su vida, José Joaquín dedicó sendas obras a la exaltación de las letras granadinas y a su enseñanza en las aulas. El 14 de febrero de 1892, el poeta, periodista y político falleció a sus 77 años, en Bogotá. Años atrás había plasmado en una de sus estrofas la añoranza por su encuentro con la muerte:

¡Oh! ¡si dormir pudiera, como duermen

Bajo la alfombra de olorosa grama

En ese silencioso Campo santo

Los que el penoso viaje concluyeron

En este valle de dolor y llanto!36


Colección de documentos que publica la Alta Corte de Justicia Nacional, en manifestación de su conducta, oponiéndose a que la Cámara de representantes diese asiento en su seno al Dr. José Joaquín Ortiz, suspendido de su empleo de Ministro de la Corte Superior de Cundinamarca, 1826. Impreso por F. M. Stokes. Bogotá, Colombia. Colección de la Biblioteca Digital de la Biblioteca Nacional de Colombia. Fondo Pineda 201.

Notas

* Periodista y estudiante de historia; colegial de número de la Universidad del Rosario.

1 Juan Francisco Ortiz, Reminiscencias de D. Juan Francisco Ortiz (Bogotá: Librería Americana, 1909).

2 Ana Catalina Reyes Cárdenas, “El fracaso de la primera república y el camino hacia la reconquista en 1816”. En 1816. El terror y la sangre sublime, editado por Rodrigo de J. García y Juan Felipe Córdoba-Restrepo (Bogotá: Editorial Universidad del Rosario, 2016), 55-74.

3 Rosillo Meruelo sería rector del Colegio Mayor del Rosario y llegaría a ostentar un poder político bastante reconocido en la sociedad del momento. Fue apresado durante la restauración de Pablo Morillo, por promover el desarrollo de los movimientos independentistas. Al respecto, véase Iris Medellín Pérez, “Andrés Rosillo y Meruelo: itinerarios de un sacerdote con poder”. En Un largo camino. Universidad del Rosario 365 años, editado por Juan Sebastián Ariza Martínez (Bogotá: Editorial Universidad del Rosario, 2018), 78-87.

4 Ortiz, Reminiscencias…, 26.

5 José Joaquín Ortiz tuvo seis hermanos: Juan Francisco, Mariana, María Manuela, Dolores, José María y Simón Emigdio. De estos seis, tres murieron a temprana edad —Mariana, José María y Simón Emigdio—. María Manuela falleció durante su adolescencia; por lo tanto, solo fueron tres, junto con José Joaquín, los hermanos que lograron sobrevivir. Ibíd., 41.

6 Papel Periódico Ilustrado II, n.° 24 (1 de octubre de 1882): 50.

7 Es importante aclarar que no solo los patriotas garantizaban la liberación de los esclavos. A manera de estrategia para ganar más hombres para su ejército, la Corona española declaró que los esclavos negros que lucharan en el bando de los realistas recibirían la manumisión como recompensa. Al respecto, véase Iván Espinosa, “La abolición de la esclavitud”. En La República, 1819-1880, editado por Pablo Rodríguez (Bogotá: Editorial Universidad del Rosario, 2019), 101-10.

8 Ortiz, Reminiscencias…, 43.

9 Frank Safford, “Fundando la República”. En Historia que no cesa. La independencia de Colombia. 1780-1830, editado por Pablo Rodríguez Jiménez (Bogotá: Editorial Universidad del Rosario, 2010), 189.

10 Uno de los proyectos educativos de Santander fue implementar escuelas de enseñanza por todo el territorio, para que la ciudanía se instruyera en letras y asuntos morales; no obstante, toda persona que supiera leer y tuviese nociones sobre temas morales podía abrir una escuela de enseñanza. Esto invita a reflexionar sobre la calidad de la enseñanza en zonas donde no había una sólida presencia del gobierno. Laura C. García Mera, “Instruir ciudadanos para la patria: el camino de la sistematización de la educación en el siglo XIX”. En La República, 1819-1880, editado por Pablo Rodríguez (Bogotá: Editorial Universidad del Rosario, 2019), 203-10.

11 Papel Periódico Ilustrado II, n.° 24 (1 de octubre de 1882): 51.

12 Juan Carlos Garavaglia, “Servir al Estado, servir al poder: la burocracia en el proceso de construcción estatal en América Latina”, Almanack 3 (2012): 5-26.

13 Otros de los fundadores de este periódico fueron Juan Francisco Ortiz, Gregorio Tanco, José Eusebio, Francisco Javier y Antonio Caro. Ortiz, Reminiscencias…, 103.

14 Flor María Rodríguez Arenas, “Los orígenes de la novela decimonónica colombiana: María Dolores o la historia de mi casamiento (1836) de José Joaquín Ortiz”, Literatura: teoría, historia, crítica 4 (2002).

15 Luis Javier Ortiz Mesa, “Guerras civiles en Colombia entre 1830 y 1880”. En La República, 1819-1880, editado por Pablo Rodríguez (Bogotá: Editorial Universidad del Rosario, 2019), 155-68.

16 Rafael Luis Díaz Lira, Don José Joaquín Ortiz (Santiago de Chile: Imprenta Barcelona, 1892), 11.

17 Ortiz, Reminiscencias…, 127.

18 El Cóndor, n.° 1 (11 de marzo de 1841): 3.

19 Constitución Política de la República de la Nueva Granada, reformada por el Congreso en sus sesiones de 1842 y 1843 (Bogotá: Imprenta del Gobierno por J.A Cualla, 1843), 4.

20 Cabe resaltar que otros factores decisivos dentro de la explosión de las guerras futuras también respondían a tensiones sociales, raciales y económicas; además, la exclusión de los grupos históricamente marginados del proyecto político de la nación —como campesinos, indígenas, pequeños propietarios de tierras y esclavos negros, entre otros— también se posicionó como otro de los motivos de descontento y lucha.

21 Ortiz Mesa, “Guerras civiles en Colombia”.

22 Ortiz, Reminiscencias…, 127.

23 Ibíd.

24 La obra contó con la recopilación de varias poetisas, como lo fueron Silveria Espinosa y Josefa Acevedo y Gómez. José Joaquín Ortiz, El Parnaso Granadino. Colección escojida de poesías nacionales (Bogotá: Imprenta de Ancízar, 1848).

25 José Joaquín Ortiz, Programas de enseñanza del Instituto de Cristo, (Bogotá: Imprenta de Nicolás Gómez, 1853), V-VI.

26 José David Cortés Guerrero, “La expulsión de los Jesuitas de la Nueva Granada como clave de lectura del ideario liberal colombiano de mediados del siglo XIX”, Anuario Colombiano de Historia Social y de la Cultura n.° 30 (2003).

27 Ortiz, Reminiscencias…, 234.

28 Otros miembros del equipo editorial eran Francisco Javier Caro, Pastor Ospina, Mario Valenzuela, Lázaro María Pérez y Juan Francisco Ortiz. Este último sostuvo que para publicar noticias europeas se contrató, por 25 pesos mensuales, a un español apellidado Vilches, que residía en Londres, para que les enviara una revista quincenal de los sucesos más interesantes que ocurrieran en el Viejo Mundo. Ibíd.

29 Cabe resaltar que Ortiz fue nombrado director del Colegio de Boyacá, en Tunja, para finales de los años cincuenta del siglo XIX.

30 Jaime Jaramillo Uribe, El pensamiento colombiano en el siglo XIX (Bogotá: Editorial Temis, 1964).

31 José Joaquín Ortiz, Las Sirenas: Discurso de José Joaquín Ortiz contra la moral sensualista de Jeremías Bentham (Bogotá: Imprenta de Ortiz Malo, 1868), 31.

32 Jaramillo, El pensamiento colombiano....

33 La obra principal de Bentham que se estipuló para la instrucción de los ciudadanos que estuviesen formándose en el seno de la Jurisprudencia fue Principios de legislación universal y de legislación civil y penal. Véase Germán Marquínez, “Benthamismo y antibenthamismo”. En La Filosofía en Colombia. Historia de las ideas (Bogotá: Editorial El Búho, 1988), 187-226.

34 José Joaquín Ortiz, “La bandera colombiana”. En El Nuevo Tiempo Literario, Tomo 6 (Bogotá: Imprenta La Crónica, 1908): 468.

35 Díaz Lira, Don José Joaquín Ortiz…, 54.

36 José Joaquín Ortiz, Poesías de José Joaquín Ortiz (Bogotá: Imprenta de Echeverría Hermanos, 1880), 104.

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