Читать книгу Corridos del destierro - Juan Sebastián Torres Lavao - Страница 7

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Prólogo para confirmar las dudas

El viento borra las huellas de las gaviotas. Las lluvias borran las huellas de los pasos humanos. El sol borra las huellas del tiempo. Los cuentacuentos buscan las huellas de la memoria perdida, el amor y el dolor, que no se ven, pero no se borran.

Eduardo Galeano

Corridos del destierro es una pieza narrativa que mezcla la investigación sociológica y las herramientas literarias para ahondar en las memorias del Guaviare, ese Guaviare hondo que ha sido el escenario de un sinnúmero de historias que entregan pinceladas de lo que es ser campesino y guaviarense y desterrado, todo al mismo tiempo. Este libro, junto al El vuelo de las gaviotas,1 buscó construir un paisaje narrativo que permitiera adentrarse y ahondar en los pasos del caminante guaviarense, en cada uno de sus detalles, en sus sensaciones y en sus motivos, en todo lo que hizo posible una elección y un camino de vida.

El trabajo que el Centro de Estudios Sociales y Culturales de la Memoria (Cesycme)2 desarrolló en Puerto Gaviotas fue el antecedente que le sirvió al equipo de Memorias Rebeldes3 como puente para adentrarse en otra faceta narrativa de esta tierra: la del guerrillero. Una cosa llevó a la otra porque se quiso socializar el trabajo de memoria realizado con la comunidad campesina de Puerto Gaviotas, por allá en el 2017, y se escogió una zona veredal para hacerlo, la Jaime Pardo Leal, ubicada al occidente del Guaviare. Allí llegaron los campesinos de Puerto Gaviotas y de Bella Vista, y se construyeron espacios de discusión donde la gente pudo verse a la cara y reconocer en el otro un hermano de lucha, de vida y de resistencia. Se conformó un grupo de personas que eran parientes de sangre y parientes por haber recorrido el Guaviare con la misma cruz a cuestas: la cruz del desterrado que busca un pedazo de tierra para ser un campesino digno.

Entonces, en una decisión tomada en conjunto con los guerrilleros que estuvieron en el espacio de socialización, se dio vía libre para comenzar un trabajo de memoria con el excombatiente, que tenía como propósito reunir una amplia variedad de anécdotas y reflexiones sobre el camino que hoy hace posible habitar un pedazo de tierra, los ETCR.4 Al mismo tiempo, este trabajo buscaba profundizar en el potencial político de la narración.

Lo primero que pudo confirmar este proceso, o más bien, reconfirmar, porque Alfredo Molano (1989, p. 279) ya lo había dicho, es que el Guaviare fue un departamento que se hizo a punta de desterrados, y que tuvo dos grandes oleadas de migración: la primera tiene como origen el asesinato de Jorge Eliécer Gaitán, un 9 de abril de 1948, lo que algunos llamaron la primera violencia, situación que propició la arremetida conservadora hacia los pueblos liberales. Después se darán migraciones por las bonanzas cocaleras y el tigrilleo, durante los años ochenta y noventa.

El proceso para construir este libro consistió en realizar distintos viajes, en hablar con las personas que habitaban la ETCR Jaime Pardo Leal, en construir confianzas que permitieran ahondar cada vez más lo que fue la vida fariana, en recoger reflexiones y puntos de vista que pudieran alimentar las narraciones. Todo el tiempo que duró este proceso (desde el 2017 hasta el 2019) le permitió al equipo de Memorias Rebeldes ser testigo de un pulso de emociones que se situaba en el cuerpo del excombatiente: por un lado, la esperanza de re-existir como campesino, de buscar un camino hacia la dignidad, por el otro, el miedo y la incertidumbre que dejaba el incumplimiento del acuerdo de paz.

Recuerdo que conocí la zona cuando los guerrilleros estaban recién llegados, aún se guardaban entre el límite de la mata y el potrero, tal vez por seguridad. Se asustaban por el sonido de un avión, y cómo no hacerlo, porque este sonido siempre traía la promesa de un bombardeo. La expectativa que había por el proceso de paz y la convicción que se tenía, en esos primeros días, fue dando paso a una incertidumbre que se generaba por todas las inconsistencias y el incumplimiento sistemático del gobierno a los acuerdos. Las cifras que entregaba el país.

Cuando los relatos estuvieron listos, en marzo del 2019, el equipo de Memorias Rebeldes realizó un viaje al territorio para validar los relatos, para preguntarles a los exguerrilleros si se sentían representados con este ejercicio mitad ficción y mitad realidad. Después de leídos los relatos, se generaron espacios de discusión en los que se pudo construir colectivamente reflexiones críticas sobre el momento en que se encontraba la situación del desterrado. A continuación, presentamos un resumen de esas reflexiones.

Los que habitamos este tiempo nos enfrentamos con la sofisticación que han tenido las formas del destierro, un ejemplo recién salido del horno es la experiencia de las FARC-EP y el Estado Colombiano. La paz, la anhelada paz, la que se firmó en el teatro Colón con un dejo de desgano por la pérdida del plebiscito, después de un despliegue fanfarrón de poderío estatal en Cartagena, esa paz, hecha así, con tantas contradicciones a cuestas, con tantas irregularidades procesuales, con tanto hostigamiento jurídico por parte de la extrema derecha, con tantos excombatientes y líderes sociales asesinados, nunca entendió de transformar las prácticas de despojo, nunca quiso saldar una deuda que tenía el Estado con el desterrado.

Esa paz fue una propuesta de vida que consistió en desarticular una expresión de resistencia orgánica y campesina, disolviendo sus itinerarios de poder, y creó el hábito de la individualidad. Esto permitió fragmentar las relaciones comunitarias que se daban al interior de las FARC-EP. A pesar de esta situación crítica, se encuentran vidas que no han dejado de soñar ni de trabajar por alcanzar la dignidad del campesino y por encontrar nuevas formas de relacionamiento comunitario que permitan consolidar un ejercicio de resistencia sin armas.

Y supimos que el gran problema es la tierra, la tierra que se quita para disolver y anular otras existencias, la tierra que se monopoliza para generar grandes capitales económicos. Siento que el despojo ha llegado a ser un proceso de fantasmagorización de lo humano, una pugna por quitarle o reducirle los espacios a la existencia que no entrega su fuerza vital a una intención individual. En cuanto digo esto, se me hace inevitable no pensar en Juan Rulfo,5 en Pedro Páramo y en la búsqueda de muerto de Juan Preciado recorriendo un pueblo fantasma que ha quedado en un limbo, allá en otro tiempo, sin la posibilidad de moverse, lleno de susurros y círculos donde las ánimas repiten una y otra vez la escena de la desolación y el exilio. Así, imantada con ese aire de espectro, queda la tierra abandonada por los sueños.

La tierra no es solamente un trozo de horizonte, ni lo que se pone debajo de nuestros pies, es también el cuerpo, esta dimensión hecha de materia, con unas manos, una cabeza y un corazón, con un peso y una sombra. Este es, también, el lugar donde se siembran ideas, búsquedas y preguntas. Es el espacio primero de disputa. Y lo que me enseñaron los cuentacuentos farianos es que, para disputarse este espacio, la palabra tiene un poder formidable. Dice Macedonio Fernández,6 en un ensayo que leí y extravié, que “las palabras son el timón de la voluntad”. Y la palabra se hace voluminosa, adquiere potencia y carne cuando fluye en una tradición, en este caso, la tradición del destierro.

En este sentido, este libro tiene dos objetivos: por un lado, acercar, al que desee saber, las vidas de los guerrilleros rasos que conforman las FARC-EP mediante una puesta en escena sensible, que se encargará de sumergir al lector en el viaje del guerrillero. Se busca, con esta apuesta textual, desestabilizar las representaciones hegemónicas y, en cambio, entregar al lector un crisol de emociones, de sentires y motivos presentes en el escenario de la guerra.

Por otro lado, busco entregarle a la ETCR Jaime Pardo Leal una historia narrativa que condense las peripecias de la vida entre la guerra y más allá de la guerra, en un intento de narrar un “nosotros”, un algo compartido, porque las cosas aquí contadas hacen parte de la vida cotidiana del Guaviare, estas situaciones dan cuenta de una historia colectiva a partir de un yo ficticio. Busco generar una memoria de los movimientos del destierro y del temple que se necesita para sobrevivir en las entrañas de un Estado que gobierna con el miedo y la incertidumbre.

Yo busqué que los relatos alcanzaran la fuerza y la vida que mana de la experiencia del destierro, porque las FARC-EP fueron un cuerpo social hecho de desterrados. Mi escritura interviene en este sentido: juega en los relatos con unas herramientas lingüísticas, estructurales y narrativas, con la intención de reteñir el tono del destierro. Esto lo hice escuchando una y otra vez las entrevistas que había hecho durante los dos años que viajé a la zona veredal, quince, aproximadamente, y repasando los apuntes que tomaba después de alguna conversación pasajera en la zona. Con esta forma de volver al material que tenía para ensamblar los relatos, pude volver destilando unas “historias ejemplares” que funcionaban más que otras para darle curso a mi intuición. Creo que, sin proponérmelo, pude condensar en los relatos un ethos particular, el ethos del sobreviviente. Esta es una disposición que se incorpora a las necesidades del destierro, su característica principal es que su andar llega al límite, a un aparente muro, pero la fuerza de la vida sube y sabe atravesarlo, esta fuerza realiza un deslinde y continúa su camino. La palabra, la narración, la memoria, guarda con cuidado los detalles de esta operación de deslinde. Los relatos del trabajo desarrollan esas particularidades del viaje del desterrado.

En el primer relato, nos encontramos con un negro que llega al Guaviare, proveniente del Chocó, buscando mejores oportunidades de vida, hastiado del colegio y de los trabajos mecanizados en una fábrica de plásticos. Es alguien que llega, se acomoda y se siente pleno trabajando en la tierra, sembrando, pero que ve la necesidad de moverse y despabilarse, porque la guerra que se está tejiendo a su alrededor se lo puede ir comiendo vivo en cualquier momento. Entra a las FARC-EP bajo el rol de miliciano, con treinta años, y la agudización de la guerra, con el plan Colombia, hace que se quede más tiempo del estipulado para instruir a un miliciano.

El segundo relato comienza con una mujer hablando del desprecio que le tiene al maquillaje, aquí se condensa la vida de tres mujeres y el conocimiento sobre enfermería de un hombre. Es la historia de una niña que se escapa de su casa porque su papá no la deja viajar a España con su grupo de música. Ángela estalla en rabia y lo único que se le pasa por la cabeza es irse a la guerrilla. Allí se convertirá en Patricia Sol, aprenderá lo que es la vida del guerrillero, conocerá lo crudo de la guerra, cultivará su espíritu de poeta y lo pondrá en función de la lucha revolucionaria.

El tercer relato es, para mí, el más aventurado de los tres. En este relato decido transformar la manera como narro, busqué alejarme de la historia de vida y acercarme al cuento. Es el único relato que tiene narrador omnisciente. La decisión la tomé por la presencia constante de una reflexión que me surgía leyendo la obra de Alfredo Molano: lo sentí atrapado en el formato de la historia de vida, incapaz de realizar un esfuerzo creativo de mayor contundencia. Quise ir un poquito más allá, corriendo el riesgo de poner en evidencia mis torpezas narrativas. Lo que hice fue seleccionar un momento que aún no ha llegado y llenarlo de posibilidades. El momento que escogí para darle argumento al relato fue el regreso del viejo Mocho a las FARC-EP, a las disidencias. Todo el argumento ocurre en el rancho del Mocho, que espera junto a su compañero Culumbo a que vengan a recogerlos. Pero el ansia y sentir la muerte cerca no dejan en paz al Mocho.

Notas

1 Libro que resultó del ejercicio de memorias realizado en Puerto Gaviotas.

2 El Cesycme es un equipo de jóvenes investigadores que busca alimentar procesos organizativos.

3 Brazo pensante del Cesycme que llevó a cabo el proceso de memoria en los Espacios Territoriales de Capacitación y Reincorporación (ETCR).

4 Zonas utilizadas por el Estado para aglomerar a los exguerrilleros.

5 Escritor mexicano, véase obras como El llano en llamas o Pedro Páramo.

6 Escritor argentino de finales del siglo XIX y principios del XX. Véase Teoría del valor y No toda es vigilia la de los ojos abiertos.

Corridos del destierro

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