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GANGS DE PUEBLO NUEVO

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Los Quatre Cantons (las cuatro esquinas) son una travesía de la calle Pedro IV. La calle San Juan de Malta llega desde el barrio del Clot, cruza Pedro IV, y cambia de nombre al otro lado: Mariano Aguiló. Es la calle que marca el paso desde los antiguos territorios de San Martín de Provençals y el nuevo vecindario del Taulat, nacido de la industrialización y la colonización de marismas y fincas agrícolas. Es también el camino tradicional de unión entre el Clot y Pueblo Nuevo. La gente que vivía en el Clot y trabajaba en las fábricas de Pueblo Nuevo lo recorría a diario. Pero cuando yo era chico, los Quatre Cantons eran un cruce sin relieve. A la altura de la calle Luchana, donde estaba la cochera de los autobuses, la calle Pedro IV se desdoblaba. El ramal realmente importante era aquella hijuela bastarda, la calle Almogávares, que unía Pueblo Nuevo con el puente de Marina. La calle Mariano Aguiló había perdido también su relieve. La calle principal era el paseo del Triunfo, la Rambla del Pueblo Nuevo, que corría paralela. En la Rambla encontrabas el Colegio Asunción de Nuestra Señora, las monjas, las primeras casas altas con grandes vestíbulos de estilo moderno, las tiendas de juguetes: Novedades La Cigüeña, Deportes California y Almacenes Triunfo –con aquel papel de envolver blanco con unos círculos amarillos y negros que muchos niños asociábamos con la mañana de Reyes–, la Alianza Vieja y la Alianza Nueva. Los antiguos nombres de las calles habían quedado como una reliquia del pasado. Mariano Aguiló era el antiguo carrer de Sant Pere: mi yaya no la llamó nunca de otra forma. La calle Pedro IV era la carretera de Mataró o carretera de França. Era como si el plano se hubiera desplazado, como la imagen doble de las impresiones estereoscópicas: el carrer de Sant Pere y la Rambla, la carretera de Mataró y la calle Almogávares. Dos trazados, dos centralidades, dos imágenes en una sola, un pueblo y una ciudad.

En el Arxiu de Sant Martí he encontrado dos documentos que me han permitido revivir esa sensación de extrañeza (no saber exactamente donde estás ni cuál es la norma que se ha seguido en la construcción del lugar en el que te encuentras) que todo el mundo que ha vivido en Pueblo Nuevo ha sentido en uno u otro momento. En primer lugar, un expediente sobre la segregación del barrio del Taulat que, entre 1863 y 1864, se quiso independizar de San Martín de Provençals y crear un nuevo municipio. La decisión debió desconcertar a las autoridades, porque el 30 de noviembre de 1863, el gobernador civil de Barcelona solicita información al alcalde de San Martín sobre la distancia entre el barrio del Taulat y San Martín, y el número de vecinos y los medios de transporte entre estos dos núcleos urbanos, para comprobar si se trata de una demanda justificada. Diez días después, el 9 de diciembre, el alcalde de San Martín informa: San Martín y el Taulat están separados por 1300 metros. En el Taulat viven 815 vecinos. La vía de comunicación principal es una calle que va del barrio del Clot hasta la playa: la calle San Juan de Malta, que pasada la carretera de Mataró (Pedro IV) se transforma en el carrer de Sant Pere (Mariano Aguiló). Se abre un expediente de segregación y se elabora una lista nominal «de todos los vecinos del barrio del Taulat con expresión del número de almas de que cons­ta cada vecino y contribución directa que cada uno satisface por su riqueza». Es decir, con los impuestos, que debían jugar un papel fundamental en la decisión de segregarse. En el nuevo vecindario florecía la industria y los vecinos reclamaban un nuevo centro administrativo.


Los Quatre Cantons en 1910, cuando era la puerta de entrada a Pueblo Nuevo.

El 28 de abril de 1864, el alcalde de San Martín de Provençals, Pedro J. Vintró, se mostraba perplejo ante la decisión de los vecinos del Taulat de solicitar la independencia municipal, en un momento en que se estaba construyendo la Gran Barcelona:

«Los cuatro Barrios que constituyen este distrito municipal, tres de ellos en toda su totalidad, que lo son los de Clot, Sagrera y Taulat y mucha parte del cuarto, el de la Montaña, se hallan comprendidos dentro del perímetro de ensanche de la ciudad de Barcelona, en cuyo plano se hallan trazadas multitud de calles que no tan solo unen el barrio del Taulat con su matriz el del Clot, sino que quedan embebidos dentro de aquella ciudad. […] Ninguna población de las comprendidas dentro de la zona del ensanche de la ciudad de Barcelona ha tomado el rápido vuelo que la presente en materia de edificaciones con arreglo al plano aprobado para el expresado ensanche; y estas edificaciones que se han verificado y las que se hallan en proyecto muy luego han de unir los barrios del Clot y Taulat en una sola población por ser los dos de los cuatro existentes que situados en el llano reúnen las principales condiciones. ¿No sería una anomalía que dos barrios unidos ya hoy día del modo que dejo indicado y próximos a enlazarse por medio del referido plan de ensanche, se decretase la segregación, cuando a la simple vista del plano mencionado todos juntos han de formar una ciudad en ciernes orgullo de la Nación Española?».

Y ahora viene la cuestión central. Si el barrio del Taulat quiere segregarse, antes que nada hay que saber qué es. El alcalde Vintró le escribe al gobernador:

«Éste, al humilde concepto del que escribe, es el punto más delicado de este expediente, por cuanto no teniendo el barrio del Taulat límites jurisdiccionales ni naturales conocidos como son ríos, rieras, torrentes, caminos, etc. se hallan las fincas rústicas y urbanas enclavadas dentro de este distrito y solo fue calificado de tal para los efectos de la Estadística: por otra parte, habiéndose levantado el croquis del terreno por cuenta de los interesados en la segregación según orden de Vd. de 4 del mes último, habrán comprendido en él el terreno que menor les haya parecido, y hasta el punto donde habrán considerado más ventajoso a sus intereses».


La calle Almogávares, llegando a Marina, en 1978, fotografiada por Pepe Encinas.

Tenemos un barrio que quiere segregarse, pero del que no acaba de saberse dónde empieza ni dónde acaba. Tenemos un listado de vecinos de 1864, en el que no aparece ninguno de los apellidos valencianos que encontramos en los padrones de cuarenta años más tarde. Forman este listado los nativos de Pueblo Nuevo, los primeros colonos. Badia, Matons, Suñol, Rovira, Castelló, Sánchez, Montal: vecinos de la carretera de Mataró. Ribas, Pujol, Nualart, Caballé, Vidal, Vilagrasa, Surroca: vecinos de la calle de San Pedro. En la carretera de Mataró vivían 281 personas, en la calle de San Pedro, 243, muchas más que en la calle Mayor (la actual calle Taulat), que había surgido en paralelo a la vía del tren, donde había registradas 139 personas. En la Rambla (calle Triunfo) solo vivían 32 vecinos. Cuando se firmó este documento, no existía ninguna de las calles del barrio de la Plata –Wad-Ras, Enna, Granada y Badajoz–. ¿Qué debían pensar aquella gente del barrio del Taulat, cuando vieron llegar a aquella riada de gente de Castellón?

El otro documento tiene relación con una finca de la calle Luchana, muy cerca de donde se instalaron mis yayos y donde yo viví de chico. Muchos propietarios de terrenos de Pueblo Nuevo residían fuera del barrio. Eran propietarios de campos o fábricas, de los que se encargaban lugartenientes y directores, mientras ellos se encontraban en el Ensanche o en Sarriá. Es el caso de las hermanas Aurelia, María de la Concepción y Joaquina de Paz y de Canals, propietarias del terreno de detrás de nuestra casa. Vivían en la calle de Sarriá, 47, 4º 2ª. Entre 1878, cuando cursaron los documentos de la herencia de la madre, y 1888, cuando actualizaron la herencia, las alineaciones del plano habían cambiado. Entre la calle Luchana y la calle Llacuna se habían construido algunos edificios. La calle Luchana no existía como tal, pero ya se podía calcular la «prolongación de su eje». Y esta prolongación afectaba a la propiedad de las señoras de Paz y de Canals. En el plano se ven dibujados un huerto, un algibe, norias, la acequia de la llacuna, un camino de servidumbre. Encima, delineadas con lápiz rojo, las cuadrículas del Ensanche. Entre el plano de 1878 y el de 1888 ha desaparecido la «casa huerto», y han surgido nuevos espacios de «terreno edificable» y «terreno viable»: solares y calles.

Las hermanas de Paz y de Canals acompañaron la escritura de «rectificación de división de bienes» de la herencia de su madre con un plano y una certificación del Ayuntamiento.

«Para la debida y necesaria claridad se acompaña también adjunto el plano geométrico de fecha tres de agosto de mil ochocientos setenta y ocho, en el que, con sujeciones a estacas de replanteo de calles, algunos encajes de ejes de las mismas y señales valladas de una pared, hecho todo por topógrafos del Gobierno Civil con relación al plano del Ensanche y también por el arquitecto municipal o sus dependientes, se señalaron las calles que afectaban al terreno y como en primero de mayo de mil ochocientos ochenta y ocho fue necesario alterar las bases de la división, por lo cual como base fue previo formular un nuevo plano tomando las alineaciones de las calles de las edificaciones ya en parte allí existentes».

Qué imagen tan potente: las calles del Ensanche marcadas en el suelo con estacas, señales valladas y paredes, en medio de una antigua finca rural, regada per acequias y canalizaciones de la laguna. A su alrededor, las casas que habían empezado a construirse antes de que se dibujaran las calles. La certificación, del 5 de marzo de 1897, se acompaña de un formulario estándar.

«EL AYUNTAMIENTO CONSTITUCIONAL DE SAN MARTÍN DE PROVENÇALS

Primera. La fachada del edificio seguirá la línea y rasante fijadas en los proyectos de alineación aprobados o que en los sucesivo se aprobaren, a cuyo efecto serán aprobados por el Ayuntamiento del Municipio.

Segunda. Si la construcción o edificio ha de emplazarse en el ensanche de la población, vendrá a cargo del propietario el replanteo de la parte de manzana que le corresponda, al cual será también comprobado por el Arquitecto Municipal y quedará además obligado a cumplir la Ley de 22 de diciembre de 1876 y demás disposiciones vigentes.

Tercera. Deberá verificar la explanación del trozo de vía correspondiente al edificio que pretende construir hasta la mitad del ancho de la calle y observar las ordenanzas municipales de Barcelona referentes a obras de nueva construcción ínterin no las tenga propias este Municipio».

Se habían acabado los caminos de carro, los pasajes, los cobertizos que bordeaban los caminos, los campos: a partir de ahora todo debería mantenerse en el interior de la cuadrícula.


El número 1 de 4 cantons, de 30 de junio de 1963.

Pero, a pesar de esta idea unificadora, el barrio siguió con sus leyes. Una línea de autobús, la Catalana, cubrió el trayecto entre el Clot y Pueblo Nuevo hasta 1980, como si los dos vecindarios continuaran unidos por el cordón umbilical de la calle San Juan de Malta. En su recorrido por el dédalo de calles estrechas, la Catalana ignoraba la A-19 que conectaba con la autopista del Maresme y que, fea y pretenciosa, había substituido la antigua carretera de Mataró. Las calles del Ensanche no unieron Pueblo Nuevo con Barcelona, separados por la A-19 y por la vía del tren. En lo que más tarde sería la avenida Diagonal se construyeron algunos edificios aislados, de acuerdo con «la prolongación de su eje» (que recortaba las esquinas en ángulo agudo, sin que se pudiera entender muy bien cual era el sentido de aquella extraña alineación). Hasta los años noventa solo había unos pocos tramos de la Diagonal construidos, separados por fábricas, descampados y el campo de fútbol del All i Oli, en el cruce de la calle Llacuna.


El autobús la Catalana, que hasta 1980 cubría la línea Clot-Poblenou.

En 1963, desde la parroquia de Santa Maria del Taulat se puso en marcha una revista. La titularon 4 cantons, para recordar aquel cruce que había sido el centro del barrio. Proponía rutas (los toneleros, la playa de la Marbella, la fábrica de galletas Solsona). Sus jóvenes reporteros entrevistaban a vecinos singulares: Francisco Martín El Chaparrero, torero (otro matador fue Sebastián Rengel: ninguno de los dos triunfó en los ruedos). Explicaban que las industrias del barrio Montroy Masana, Frigo y Trinaranjus tenían estands en la Feria de Muestras; que Pueblo Nuevo era el último reducto de los tranvías de vía estrecha o que un vecino aventurero, José Fiusa, sobrevivió a un naufragio en el océano Índico. Si enviaban a un colaborador al barrio de la Plata o a los Quatre Cantons, enumeraba las tiendas, como si estuvieran desde siempre y tuvieran que permanecer allí para siempre.

«Los cuatro establecimientos que, realmente, forman los 4 cantons son los siguientes: el popular comercio de vinos y licores conocido familarmente por Ca’n Guixer; el garaje de la compañía de Autobuses San Martín (las populares Catalanas); una sucursal de la Caja de Ahorros y Monte de Piedad de Barcelona y otra sucursal del Banco de Bilbao. También se identifican con el lugar la Pastelería Rodríguez, el pequeño establecimiento destinado a la venta de helados, la sastrería La Africana, la parada de taxis y algunos otros».

Y a continuación entrevistaban, como si de una personalidad se tratara, al propietario de can Guixer.

La colección de 4 cantons se puede leer de muchas maneras. Como un punto de partida de los movimientos vecinales; como un foco de resistencia al plan de la Ribera y a las actuaciones urbanísticas que han acabado por destruir el barrio; como el núcleo desde el cual, en diferentes etapas, surgieron periodistas de la Transición como Rafael Pradas o Josep M. Huertas Claveria. Me he apuntado el titular de un reportaje de 1963: «En los límites de nuestro barrio, el zoo barcelonés es uno de los mejores de Europa». Qué bestia. Menudo esfuerzo para evitar ser digeridos por la nada, dibujar un territorio, definir una identidad. Crear un mapa mental que contrastaba con el Pueblo Nuevo que conocías, tan inconcreto y fragmentario. En todos estos años Pueblo Nuevo no ha cambiado mucho. Pequeños núcleos de casas antiguas en medio de un páramo formado por descampados y fábricas, más tarde por talleres y agencias de transportes, hoy por hoteles y promociones inmobiliarias.


Pesetas de Pueblo Nuevo (1978): se emitieron para paliar la falta de moneda fraccionaria a causa de la automatización del cobro de los autobuses.

En 1977 sobrevino en Barcelona una gran escasez de moneda fraccionaria. Transportes de Barcelona instaló en algunas líneas de autobuses máquinas de cobro automático de la marca Azkoyen. En la línea 36, que comunicaba Pueblo Nuevo con la Barceloneta, por la avenida Icaria, desaparecieron las unidades con cobrador, que tenían entrada por la parte trasera, con una plataforma. En lugar del cobrador encontrabas una máquina, pintada de amarillo, con una ranura para introducir las monedas. Estas máquinas no daban cambio, y como el precio del billete era de nueve pesetas, cada vez que subías al autobús necesitabas un duro y cuatro pesetas: en pocas semanas, las monedas de peseta desaparecieron de la circulación. El mercado de Pueblo Nuevo emitió unas pesetas de latón, en diferentes modelos, que llevaban dibujadas verduras, dos pescados, un bacalao… Mi madre regresaba de la plaza con estas pesetas sin valor real, pero que nos despertaban una ilusión inexplicable. En alguna cajita, en el piso de la calle Luchana, se debieron quedar. Las he buscado cuarenta años después, y he localizado una colección en una tienda de antigüedades. He descubierto que el mercado de San Andrés también tuvo sus pesetas, de diferentes modelos (con un queso, unos rábanos y un bote de conserva). En el lenguaje de la numismática, este dinero sin valor legal se conoce como monedas de necesidad.

Monedas de Pueblo Nuevo: las guardaríamos. Con suerte nos ayudaban a echar raíces. Años después las podríamos mostrar como se enseñan los cupones de racionamiento y los billetes de la guerra: como un mundo que existió y que tal vez existe aún en secreto, enterrado bajo una agobiante mediocridad.


El barrio de la plata

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