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CAPÍTULO 1

Emprender como un proyecto de vida

Emprender es una de las mejores decisiones que tomé en mi vida. Me permitió realizar mis sueños y tener un impacto positivo en la vida de muchas personas. Pero mi objetivo principal nunca fue volverme rico.

Emprender está de moda. Nunca se habló tanto de las ventajas de ser tu propio jefe ni del impacto que tienen los pequeños y medianos empresarios en la generación de riqueza y empleos. Gobiernos de todas partes del mundo lanzan programas de apoyo a las llamadas startups. En la búsqueda de nuevas ideas, los grandes corporativos desarrollan sus propias aceleradoras de negocios. Los medios de comunicación hablan de los emprendedores como “los nuevos héroes de la economía” y hoy es habitual verlos en las portadas de las principales revistas de negocios.

Cuando fundé Beleki Minidonuts Co. hace 20 años, todo era muy diferente. Mis compañeros y amigos soñaban con alcanzar un puesto importante en una gran compañía. De hecho, la universidad te preparaba para eso (y todavía, en gran medida, sigue haciéndolo). Ser emprendedor no se asociaba con ser cool, sino más bien con la figura de un comerciante o el dueño de una taquería. A excepción de medios como la revista Entrepreneur, solo se contaban las historias de los grandes empresarios.

Sin duda, este es un gran momento para tomar la decisión de abrir un negocio. Pero las modas también encierran algunos peligros, y creo que hay que hablar de eso. En primer lugar, está bien impulsar el emprendimiento como una forma de vida, pero hay que ser claros en que no es para todos. Además, ser tu propio jefe tiene muchas ventajas, pero también significa muchos riesgos potenciales, como la pérdida de años de trabajo o de los ahorros de toda una vida.

Si estás pensando en emprender, o estás atravesando una crisis con tu empresa y no sabes si seguir adelante, hay algunas preguntas importantes que debes hacerte. ¿Cuál crees que es el verdadero sentido de ser tu propio jefe? ¿Un emprendedor nace o se hace? ¿Cuáles son las características personales y las capacidades necesarias para tener éxito en los negocios? Estas son las conclusiones a las que llegué luego de desarrollar más de diez conceptos de negocios, y que pueden orientarte para tomar la mejor decisión.

El mandato familiar

Hay muchas razones para tomar la decisión de emprender: porque sentimos la pasión por crear cosas nuevas, porque nos gusta tomar nuestras propias decisiones, para tener libertad financiera, e incluso porque nos hemos quedado sin trabajo. En mi caso, mi familia tuvo mucho que ver con mi vocación. Tener un negocio propio era lo mínimo que se esperaba de mí. Ser empresario es parte del ADN Beleki.


Mi abuelo paterno, Pedro Beleki Maklohuf, llegó a México en 1928, siendo apenas un niño. Nacido en el Líbano, se instaló en la ciudad de Veracruz y luego de muchos años de esfuerzo y diferentes trabajos abrió una fábrica de lácteos, que distribuía casa por casa. Con los años trasladó el negocio a la Ciudad de México, y siempre lo recuerdo llegando a casa cargado de botellas de leche, jocoque y pan árabe para compartir con sus hijos y nietos. Yo tenía siete años y lo veía como un Rey Mago.

Mi abuelo no solo era el patriarca de la familia, era mi modelo a seguir: un hombre que se había hecho desde abajo, respetando valores como el trabajo, el honor y la familia. Mis padres, Pedro Beleki Díaz y Eva Romero González, hicieron honor a esa tradición y en los años ochenta abrieron su propia empresa, una cadena de locales de videojuegos. El mensaje que recibí desde pequeño fue: “A esta vida se viene a emprender, no a tener jefes; así que utiliza tu libertad con responsabilidad”.

Mi padre viajaba frecuentemente a Japón, Corea del Sur y China para comprar el software para las máquinas de videojuegos. Como el primogénito, empecé a acompañarlo cuando cumplí 12 años, y el negocio familiar se convirtió en mi séptima materia. Ahí nació además mi gusto por viajar y conocer nuevas culturas.

Mi tarea era probar en las fábricas asiáticas los nuevos videojuegos que habían salido al mercado y recomendar a mi papá cuáles comprar. Lo que empezó como casi como un hobby se convirtió en una responsabilidad muy grande, porque todo un contenedor de tarjetas madre podía convertirse en una pésima inversión. En esa época aprendí una de las lecciones más importantes para un emprendedor: en toda decisión de negocios, lo primero son las necesidades, aspiraciones y gustos del cliente. Todavía recuerdo que mi papá siempre me preguntaba: “¿Cómo ves este juego pensando como consumidor?, ¿crees que les guste en México?”.

A diferencia de muchas familias de inmigrantes, en la mía los estudios universitarios eran considerados como una herramienta más para la vida. Mis padres no soñaban con un título para mí y mis hermanos, sino con que como adultos fuéramos capaces de asumir nuestras responsabilidades y de convertirnos en jefes de familia. Y eso estaba directamente relacionado con tener un negocio propio.

Así que un día mis padres me anunciaron que, aunque podían pagar mi universidad, solo iban a apoyarme con el primer semestre. Las opciones eran obtener una beca o generar mis propios ingresos, y decidí tomar las dos. Beleki Minidonuts Co. nació por mi vocación de emprender, pero también por una necesidad concreta. Yo traía una gran presión, y aunque en un momento me pareció algo excesiva hoy la agradezco, porque como dice el dicho “me hizo sacar agua de las piedras”.

Aunque me costó por lo inusual de la filosofía de mi familia, finalmente logré que mi universidad me apoyara con un esquema mixto de beca y financiamiento. Lo más importante era contar con mi propio dinero, así que arranqué con mi plan de negocios mientras terminaba la preparatoria, para tener el tiempo suficiente para probar el modelo. Como la mayoría de las empresas de alimentos y bebidas, probó ser un emprendimiento noble desde el principio. Me permitió pagar la matrícula desde el primer semestre, y probar a mis padres y a mí mismo que podía ser autosuficiente.

No era mi primera aventura con un negocio propio. A los 15 años compré una caja de chocolates en Dulcerías Jalil, una tienda ubicada en el Mercado de la Merced del Centro Histórico de la Ciudad de México, donde mi abuelo me llevaba a visitar clientes de la comunidad libanesa. Y así fue como empecé a vender dulces en el bachillerato. Luego decidí “escalar” el emprendimiento con un expendio de dulces americanos que instalé en uno de los locales de videojuegos de la familia, al sur de la capital. Aunque vendía mucho, el esfuerzo era enorme y el margen de ganancia mínimo. Así que decidí que en mi próximo negocio yo mismo iba a elaborar los productos, para llegar directamente al consumidor final y ser más rentable. Solo faltaba decidir qué iba a fabricar y vender.

Lo descubrí durante un viaje familiar a Las Vegas. En el hotel donde nos hospedábamos había una feria de panificación. Los equipos para hacer pan y pasteles eran enormes y estaban fuera de mi presupuesto. Pero antes de irme, descubrí una máquina pequeña para hacer minidonuts. Me pareció un producto novedoso para México y, además, el aparato costaba lo que podía obtener con la venta de mi moto: US$3,000 dólares. Fue mi inversión inicial y llegó al país en piezas, distribuidas en las maletas de toda la familia.

Mi sueño era instalar un kiosco de donitas en Coyoacán, pero otra vez, era una opción que no podía pagar. Dicen que a la suerte hay que llamarla y yo la llamé mil veces, contactando a diario durante más de seis meses a los ejecutivos de los supermercados Walmart. Hasta que un día me avisaron que había un pequeño espacio disponible en una sucursal de Tláhuac, al sur de la ciudad.

El escenario no podía ser mejor: mi primera tienda iba a estar ubicada entre una clínica de asistencia social y un panteón, lo que me aseguraba que un gran flujo de personas iban a pasar frente a ella. Veinte años después, esa unidad sigue siendo una de las más rentables del corporativo.

¿Un emprendedor nace o se hace?

La pregunta de si se nace con un ADN para hacer negocios o es una capacidad que podemos desarrollar a través del estudio y la experiencia sigue siendo tema de debate en todo el mundo. Yo tengo una posición muy clara: para emprender hay que contar con determinadas características de personalidad, sobre todo para salir adelante en los momentos difíciles. Sin ellas, lo que empezó como un sueño puede convertirse en una pesadilla.

Los conocimientos sobre cómo hacer una proyección financiera o las capacidades para cerrar mejor una negociación pueden adquirirse con el tiempo. Pero si somos personas que no soportan la presión, o que tienen dificultades para manejar su propio tiempo, es mejor dedicar nuestra energía a conseguir un buen trabajo.

Por eso, cuando alguien se acerca porque está interesado en adquirir una franquicia de Beleki Minidonuts Co., o simplemente en busca de orientación sobre si abrir o no un negocio, siempre analizo estas cinco características.

1. Pasión. El emprendedor exitoso no pierde nunca el entusiasmo y las ganas de crecer, aún en los momentos de crisis. Si fracasa, limpia sus heridas, hace una evaluación de la situación, se levanta rápido y vuelve a comenzar. Una y otra vez.

2. Ganas de aprender. Mi sensación permanente es que siempre me falta conocer algo más sobre finanzas, comercio internacional o liderazgo. Los empresarios a los que más admiro tienen la humildad para entender que no pueden saberlo todo, y para buscar a un experto cuando lo necesitan.

3. Capacidad para soportar la incertidumbre. Como tu propio jefe, en algún punto tendrás que tomar decisiones solo. La responsabilidad siempre es enorme, y muchas veces no estarás seguro de haber tomado el camino correcto.

4. Tolerancia a la frustración. En los negocios, los tiempos a veces se hacen demasiado largos y los resultados pueden ser menores a los esperados, sobre todo en los primeros años de operación. También hay conflictos y desencantos a nivel personal, con socios, empleados y clientes. Por eso es tan importante la llamada “resiliencia”, la capacidad para superar y adaptarse de manera positiva a las circunstancias adversas.

5. Habilidades de autogestión. La disciplina, los hábitos y el manejo eficiente del tiempo pueden mejorarse. Pero conozco a personas naturalmente dispersas, que necesitan una lista de tareas para cada día y saber exactamente qué se espera de ellas. Y que simplemente no tienen ganas de cambiar. Si ese es tu caso, ¡no tiene nada de malo! Simplemente busca un trabajo que te haga feliz, que te permita desarrollarte y una empresa donde puedas crecer.

El otro debate importante sobre emprender tiene que ver con la familia. Hay estudios, incluso en México, que confirman su importancia en el desarrollo de empresarios exitosos: si tenemos un papá, mamá o tío con un negocio, nuestras probabilidades de éxito serán mayores. Porque desde pequeños, tendremos acceso a conocimientos, experiencias, apoyos y contactos que pueden resultar lejanos para el hijo de un empleado público o un médico. En ese sentido, yo corrí con ventaja.

¿Pero qué pasa entonces si en nuestra familia no existe ese gen empresarial? ¿Debemos renunciar a ser emprendedores? ¡Por supuesto que no! Si estás convencido de que es tu proyecto de vida y de que tienes las condiciones para arrancar, arma tu propia red de mentoría y apoyo. En una universidad o incubadora podrás adquirir una base de conocimientos generales y metodologías para armar un plan de negocios o una estrategia de ventas. Pero solo un empresario “de carne y hueso” podrá darte las herramientas prácticas que necesitas para ganar dinero en el mundo real.

CONSEJO: RODÉATE DE LOS MEJORES

La universidad no solo amplía nuestros conocimientos y nuestra perspectiva del mundo, también nos acerca a personas valiosas que podrían resultar claves para nuestro futuro como emprendedores. Un compañero de estudios o el padre de un miembro del equipo de futbol podrían convertirse con el tiempo en un consejero, socio, inversionista o cliente. Cuando estudiaba en la preparatoria del TEC de Monterrey conocí al profesor Fernando Cabrera, que fue la primera persona en revisar mi plan de negocios y hoy es consejero de la compañía. Los años universitarios brindan increíbles oportunidades para la construcción de relaciones, y no hay que desaprovecharlas.

Este mentor puede ser un profesor, un conocido de la familia o alguien a quien te hayas encontrado en un evento (con ganas de compartir sus experiencias, claro). Cuando lo hayas identificado, pídele que te dedique unos minutos y te cuente qué significa abrir y operar una empresa todos los días. Que te hable de sus logros y satisfacciones, pero también de los momentos en los que se sintió listo para “tirar la toalla” por el fracaso de un nuevo producto o una demanda laboral. Y sobre todo, que te diga cómo salió adelante y te comparta soluciones concretas ante un problema. La figura del emprendedor como rockstar es muy glamorosa, pero está bastante alejada de la realidad cotidiana.

Lecciones aprendidas

Han pasado veinte años desde la fundación de Beleki Minidonuts Co., y muchos me preguntan si lo volvería a hacer. La respuesta es sí, y con más energía. Al igual que con mis hijos, con mis negocios aprendo algo nuevo cada día y siento el entusiasmo por ser cada vez mejor empresario, líder y persona.

Cuando arranqué lo hice con el grado de inconsciencia necesario para dar el primer paso. Fundar y escalar un negocio fue mucho más difícil de lo que imaginé, pero también llegué más lejos de lo que jamás me animé a soñar. Por supuesto, mi familia, socios, colaboradores y mentores fueron fundamentales. Hoy tenemos 10 tiendas propias y 150 unidades franquiciadas en México y Centroamérica. Y otorgamos, en promedio, un nuevo contrato de franquicia por mes.

Los éxitos me enseñaron mucho, pero mis mejores maestros fueron los fracasos por los que atravesé (incluso a nivel personal). Esto puede sonarte a lugar común, pero la realidad es que equivocarte te conecta con tu lado más humano, te “baja los humos” y te da las mejores lecciones. Yo no las olvido, y siempre que puedo las comparto.

Al final, tener un negocio exitoso es mucho más que hacer dinero. Emprender es una de las mejores decisiones que tomé en mi vida. Me permitió realizar mis sueños y tener un impacto positivo en la vida de muchas personas. Generé nuevos empleos y permití que otros tuvieran su propio negocio. Pero mi objetivo principal nunca fue volverme rico. Si solo me hubiera concentrado en eso, estoy seguro de que no habría llegado tan lejos.

Emprender es una maratón. Como dice el refrán, “Roma no se construyó en un día”. Y lo mismo aplica para las empresas, sobre todo las de alto impacto. Un negocio tarda en promedio dos años en demostrar su viabilidad (el 80% desaparece antes de cumplir ese período). Si tenías un trabajo y un buen salario, podría tomarte años ganar lo mismo con tu compañía. Ten en cuenta además de que tendrás que decir adiós a vacaciones, aguinaldos y bonos.

Se hacen negocios con la cabeza... y con el corazón. Abrir una tienda de donas fue una decisión muy racional para mí. Yo ya tenía definido que quería elaborar y vender alimentos, y llegar directamente al consumidor para evitar los intermediarios. Pero cuando descubrí la máquina de minidonuts en Las Vegas, también presté atención a mi instinto. Algo en mi interior me decía que el producto iba a ser un éxito en México. Y no me equivoqué.

Hay que conseguir mucho con poco. Aún en los momentos de mayor bonanza, en nuestro grupo empresarial la regla es la austeridad. El primer punto de venta de Beleki Minidonuts Co. fue un kiosco pequeño que puede instalar gracias a un préstamo de mi familia. Las oficinas corporativas de la empresa son discretas y están ubicadas al sur de la ciudad. Si trabajara en colonias más exclusivas, como Polanco o Santa Fe, ¿quién crees que tendría que pagar por ese costo extra? Mis clientes y mis franquiciatarios. Además, prefiero ahorrar para viajar por el mundo, todavía me quedan muchos lugares por conocer.

BUENOS HÁBITOS: LEE

Los mejores empresarios que he conocido en mi vida son grandes lectores. En los periódicos, las revistas y los libros encuentran la información que necesitan sobre la marcha de la economía, las nuevas tendencias de negocios o una posible solución para un problema. En mi caso, disfruto especialmente las biografías de grandes emprendedores, como Steve Jobs o Richard Branson. Con ellas me inspiro, me motivo y a veces encuentro nuevas ideas o puntos de vista que luego puedo aplicar en mis empresas.

El cliente es el centro del negocio. Aunque tienen un papel fundamental que cumplir, ni los socios ni los empleados pueden ser los protagonistas. Toda decisión debe estar fundamentada en lo que pide el mercado. Y la verdad, pocas cosas me ponen más contento que visitar un punto de venta y comprobar que puedes provocar una sonrisa o hacer más feliz un momento en familia con un producto tan sencillo como una bolsita de minidonas.

Hay que ser flexible y corregir a tiempo. Ningún modelo de negocios es infalible, y debe ser ajustado según las transformaciones del mercado. Por eso debemos estar siempre atentos a las opiniones de nuestros clientes y a las nuevas ideas. Especialmente cuando nos va bien y tenemos la sensación de que nos vamos a comer el mundo. Una vez conocí a un italiano que me sugirió vender donas con Nutella, la famosa pasta de avellanas y chocolate. Para mí, ese era un ingrediente propio de las crepas y en principio descarté su comentario. Por suerte un día lo escuché: hoy es uno de los sabores más vendidos en nuestras tiendas.

Tu turno

Al final de cada capítulo, encontrarás una serie de preguntas que te invitarán a reflexionar sobre los consejos compartidos y a aplicarlos a tu negocio. El camino de cada emprendedor es único, y es importante que reflexiones sobre tus propias capacidades, recursos y experiencias.

Tómate media hora y piensa en lo siguiente, de la manera más honesta posible. Si te cuesta autoevaluarte, pide la opinión de un familiar o amigo que te conozca bien.

1. ¿Crees que cuentas con las características indispensables para ser emprendedor? ¿Cuáles son tus fortalezas y debilidades?

» Pasión

» Ganas de aprender

» Capacidad para soportar la incertidumbre

» Tolerancia a la frustración

» Capacidad de autogestión

2. ¿Hay un ADN emprendedor en tu familia? ¿Quiénes son tus principales referentes como empresarios exitosos? ¿Qué han logrado y por qué los admiras?

3. ¿Qué otros modelos de inspiración tienes fuera de tu familia? ¿Estás trabajando para constuir tu propia red de contactos, apoyos y mentoría?

Un negocio redondo

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