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CAPÍTULO 1

Psicología de la moda 101

La ropa… cambia nuestra visión del mundo, y la visión que el mundo tiene de nosotros.

—Virginia Woolf

¿Te sientes ansiosa sobre qué ponerte o estás desconectada de la forma en que te presentas a ti misma? Bienvenida. Como psicóloga de la moda, me doy cuenta de que mis clientes representan el espectro completo de edades, razas, etnias, géneros y nacionalidades. Los clientes de todas las condiciones sociales me buscan para hablar de varias preocupaciones, desde desarrollo personal hasta adicción a las compras, consejo para citas y ascenso profesional. Asesoro a los directivos de las empresas y a madres primerizas que se recuperan de cesáreas (¡y a algunas mujeres que son las dos cosas!). Existen personas que necesitan ayuda para pulir sus perfiles en línea, otras para navegar por sus clósets que están a punto de reventar. Un cliente que estaba en medio de una pelea por la custodia de sus hijos quería saber cómo vestirse para que el juez del juzgado familiar fuera compasivo con él. Aunque ninguno de tus problemas es igual a otro, todas las soluciones son únicas porque yacen en tu interior. Así que vamos a encontrarlas juntos.

¿Sabías que tu ropa habla? La mía también. Hace poco tuve que levantarme temprano para dar clases, después de haber pasado toda la noche escribiendo un artículo para un sitio de noticias. Me quedé recostada y evalué mi estado de ánimo. Estaba malhumorada y exhausta, con un poco de la desgana invernal. Quería ponerme mi atuendo cómodo para salir: unos pantalones deportivos y una sudadera que combinaban bien. Pero preví que como tendría que pararme frente a mis alumnos del Fashion Institute of Technology (FIT) para dar una clase, necesitaría ajustar mi actitud y levantar mi nivel de energía seriamente. Momento de dilema de la moda. Así que añadí una gabardina con estampado de piel de leopardo, unos tacones de leopardo y, ¿sabes qué?, ¡me sentí mucho mejor! Combinar la comodidad de los pantalones deportivos con la elegancia de la gabardina y los tacones elevó mi ánimo. Y al parecer mis estudiantes me percibieron como a la última moda, y apreciaron el giro elegante que le di a la popular tendencia de athleisure. Al vestirme de esta forma llamativa, les estaba enviando un mensaje: los veo como estudiantes creativos, visuales y conocedores de las tendencias de la moda. Les comuniqué que, aunque estaba en una posición de autoridad (tacones), no me gusta tomarme a mí misma muy en serio (pantalones deportivos).

En ese momento también estaba combinando dos de mis filosofías esenciales de la psicología de la moda: ilustración del ánimo y vestir para mejorar el ánimo. En pocas palabras, la ilustración del ánimo es cuando te vistes para honrar o para igualar tu estado de ánimo; el mejoramiento del ánimo es cuando te atavías para transformarlo en algo mejor. Yo estaba honrando (o ilustrando) mi estado emocional al calmarlo con pantalones deportivos suaves y cómodos. Y simultáneamente estaba amplificando mi encanto (o mejorando mi ánimo) con ropa de calle y zapatos que relumbraban. En el capítulo 5 ahondaremos en estos conceptos de estilo basados en el ánimo. Por ahora, quiero darte una probada de cómo se aplican en la vida real, que comprendas que tu ropa en verdad se conecta con tus emociones.

También hay una segunda dinámica en juego, igualmente importante, cuando te vistes: la dinámica entre tú y las demás personas. Lo que me pongo te manda señales, que percibes. Y lo que tú usas me manda señales, las cuales interpreto. Este diálogo tácito sucede entre nosotros cuando nos cruzamos en el camino y nos observamos en silencio en busca de claves visuales. Cualquier cosa que deduzcamos el uno del otro fija el escenario para nuestra interacción social. Mucho de esto sucede a nivel inconsciente, casi de forma instantánea. Ahora, si otra persona reacciona con fuerza a tus declaraciones de moda, tal vez quieras insistir en que ni siquiera has dicho nada. Pero con la moda, el mensaje ya está entretejido. Cuando otros te miran, evalúan y consideran lo que traes puesto, están reuniendo información sobre quién eres. Es irremediable. Inevitable. Tu ropa está hablando. No puede ser silenciada. Observamos cómo este diálogo se desenvuelve todos los días en la esfera pública. En la era de las redes sociales, la polarización política y el ciclo trepidante y hambriento de las noticias, la psicología de la moda es más relevante que nunca. Al estar obsesionados con nuestros likes y seguidores, nos estamos exhibiendo y leyendo unos a otros las veinticuatro horas y los siete días de la semana. ¿Qué traes puesto? ¿Quién lo hizo? ¿Cuánto te costó? ¿Quién eres? ¿De dónde vienes? ¿Cuál es tu postura?

En la psicología de la moda colisionan la política, la religión, la raza, el género, la nacionalidad, la edad, la clase y la cultura, ya sea que estemos hablando de una blusa con pussy bow o un traje sastre, una sudadera con capucha de una adolescente negra o una sudadera marca Balenciaga que cuesta 895 dólares adornada con grafiti callejero y que usa Taylor Swift. (¡Sí, eso sucedió!)1 ¿Qué nos despierta un burkini? ¿Y unos Yeezy-Boosts? ¿Por qué Steve Jobs usaba el mismo atuendo todos los días? ¿Y por qué lo hacía su sucesora Elizabeth Holmes? ¿Qué dicen los raperos con los logos de diseñador y sus grillz con diamantes? ¿Cómo nos sentimos cuando Kim Kardashian combina su vestido de látex neón con su auto de lujo color neón? ¿Cómo influye Instagram en la venta al menudeo? ¿Las selfies de Kylie Jenner hacen que la gente joven quiera hacerse cirugía cosmética? Diversos jefes de Estado internacionales, estudiantes de FIT, ejecutivos en grandes firmas de moda, el programa de Good Morning America y más me han pedido que hable sobre estos temas y muchos más. Esto es lo que le digo a todo el mundo: una vez que comprendes el gran poder de la moda para manejar la percepción, puedes tomar el volante.

Pero primero, volvamos a esos juicios instantáneos. Un importante estudio publicado en la revista Psychological Science reveló que determinamos la belleza, lo agradable, la confiabilidad, la capacidad y la agresividad de alguien en los primeros cien milisegundos de verlo.2 Es todo lo que se necesita. Hay una gran frase de la actriz drag Trixie Mattel, la cual apuntala esto: “En la sociedad”, le dijo a The New York Times Magazine, “somos la persona de la cual estamos vestidos.”3 Si eres un policía uniformado, explica, eres una persona en una posición de poder. Si estás vestido con ropa quirúrgica, eres un médico, una figura de autoridad, inteligente y que cuida a los demás. Si vas vestido de pies a cabeza con ropa de Lululemon, eres un privilegiado fanático del bienestar, que tal vez lleva una vida de ocio. En raras ocasiones cuestionamos lo que nuestros ojos nos dicen, o la solidez de estas suposiciones. Y de manera instintiva estamos convencidos de que nuestras primeras impresiones son certeras. No siempre lo son. Pero ciertamente pueden serlo. Por ejemplo, cuando la gente está bajo estrés o atravesando una época un poco dramática, puede parecer como si sus sentimientos estuvieran “a flor de piel”. Dicen que los ojos son la ventana del alma; yo digo que tus prendas lo son. Cuando una persona deprimida usa ropa anodina y descuidada también es un ejemplo de vestir para ilustrar el ánimo. Después de todo, tu selección de la ropa refleja un amplio rango de emociones, y eso incluye las infortunadas. Ésta era la situación en la que se encontraba mi cliente Jim.* Vamos a conocerlo.

CASO PRÁCTICO:

¿EN QUÉ SE CONVIERTEN LOS QUE TIENEN EL CORAZÓN ROTO?


Cuando conocí a Jim, él estaba en la mitad de sus cuarenta y en el proceso de divorciarse de su esposo, con quien comparte hijos. Aunque Jim era un abogado muy exitoso, en ese momento de su vida la confusión emocional era su segundo nombre. A pesar de su abrumadora crisis personal, se sintió obligado a mantener las apariencias en el trabajo. Pero cada vez que nos veíamos me daba cuenta de que le faltaba un botón o dos en su camisa de vestir, o que estaba parcialmente desfajada. Cuando le comentaba con suavidad sobre su apariencia desarreglada, aumentaba su ansiedad y su autoestima se desplomaba. Él interpretaba una agujeta desamarrada como prueba de que su vida estaba revuelta y, peor aún, que los demás se daban cuenta. Su estilo descuidado era un síntoma externo de su abatimiento interior. Jim no tenía la capacidad para preocuparse por las cosas pequeñas. Verse al espejo era un recordatorio de en quién se había convertido —un divorciado, desconectado de la gente que más amaba, desconectado de la persona que solía ser—, así que evitaba hacerlo. Pero ignorar su apariencia sólo aumentaba su ansiedad y con el tiempo disminuía su sentido de valor propio.

Receta de estilo

¿Entonces cómo lo ayudé? No le dije que se comprara una nueva camisa Ralph Lauren (aunque tenía el dinero para comprársela). En cambio, durante nuestra tercera sesión intenté aplicar un poco de terapia cognitiva conductual. Le pedí que se enfocara totalmente en su camisa y que se tomara el tiempo para abrochar cada botón despacio y con cuidado. Luego le solicité que se fajara minuciosa y metódicamente su camisa en los pantalones, en un movimiento de 360 grados. Por último, le dije que se asegurara de que su cinturón estuviera bien abrochado. Para su sorpresa, hacer estos pequeños actos de atención plena y cuidado de sí mismo le ayudaron a recuperar la sensación de control. Mientras dirigía momentáneamente toda su atención consciente a su atuendo, fue incapaz de pensar en otra cosa. Se obligó a estar presente, en vez de perderse en la espiral de sus pensamientos. Y con este pequeño ejercicio le mostré que todavía era capaz de silenciar su mente, de cuidarse a sí mismo y de darle prioridad a su aspecto.

Trabajé con Jim durante meses y también le aconsejé que nombrara sus sentimientos. En vez de decir: “Mi vida es un desastre”, lo motivé a describir sus emociones más específicamente: “Me preocupa que estaré solo para siempre. Siento una profunda tristeza cuando pienso que me perderé los momentos importantes de mis hijos”. A partir de ahí, trabajamos para identificar pasos concretos que él podría tomar para empoderarse (haciendo planes para comer con su hermano, inscribirse a sesiones complementarias de entrenamiento personal en el gimnasio, etcétera). Tomarse el tiempo para recobrar el control de su apariencia le ofrecía una forma tangible y factible para atravesar su crisis en vez de ser inmovilizado por ella.


Expresarse por medio de la ropa no es algo nuevo. De hecho, es tan ancestral como el tiempo mismo, o al menos tan antiguo como la Edad Media cuando, según los historiadores, la gente comenzó a usar prendas que designaban su posición en la sociedad.4 El hecho es que hemos usado la ropa para declarar nuestra identidad de género, nuestra pertenencia a grupos, nuestra clase social, nuestros sentimientos y deseos inconscientes desde hace muuuucho tiempo. Robin Givhan, crítico de moda ganador del Premio Pulitzer, una vez dijo: “En cuanto el hombre surgió de la cueva, la ropa tomó un significado social. ¡No creo que jamás haya existido un periodo en el que una camisa fuera sólo una camisa!”. A lo largo de la historia, la gente ha usado la ropa que identificaba su tribu, su riqueza o estatus, su posición en la jerarquía social. “Esas cosas siempre han estado involucradas en la moda”, nota Givhan, “ya sea en la era de las cortes francesas o incluso en el surgimiento del hip-hop.”5

¡Esto sí que parece muy intelectual! Pero cuando reduces la psicología de la moda a su esencia, simplemente vemos cómo la vestimenta afecta el comportamiento humano. ¿Y qué tiene que ver esto con lo que se supone que debes ponerte para ir a trabajar mañana? Antes que nada, mi misión es convencerte de que tu ropa puede ser usada para hacer que la gente responda de la forma que quieres, así como para hacerte sentir muy bien. Ya no puedes seguir vistiéndote en automático. Esos días terminaron. (Ve “Una mañana de atención plena” aquí.) A continuación, quiero ayudarte a definir tu personalidad en la moda y acercarte a tu estilo distintivo (alias tu marca personal). Te ayudaré a romper hábitos de compra dañinos y salir de las rutinas de estilo, todo ello usando técnicas de psicología de la moda. Una vez que tengas una sensación de claridad de tu propio estilo ideal y una conciencia más perspicaz de lo que te motiva a comprar, exploraremos formas distintas y más simplificadas para abordar cómo vestirte. Mi meta es ayudarte a optimizar el proceso para reducir el estrés. Aprenderás a ser más consciente de tu ánimo antes de abrir tu clóset, a identificar metas más claras de cómo te quieres sentir cada día y qué reacciones esperas inspirar, y entonces materializar esas metas al usar prendas que ya tienes. Te daré todas las herramientas que necesitas, como un guardarropa básico (capsule wardrobe), un ahorrador de tiempo, joyería contra la ansiedad y colores poderosos para mejorar tu aspecto y tu perspectiva.

Este libro no incluye listas de “Qué hacer y qué no hacer” ni barras laterales sobre el perfecto vestido negro (que no es una solución para todas las situaciones de vestuario, ¡no importa lo que digan los expertos!), y más. En su lugar, te mostraré cómo conservar tu identidad cultural, a utilizar mejor tu Instagram para evitar la sensación de “no tener que ponerte” y a ir de la mano de las tendencias cuando no parezcan adecuarse a tu estilo de vida (¡fuera los shorts para andar en bicicleta!). Al compartir los casos de estudio de gente a la que he asesorado (como Jim), ilustraré cómo tus hábitos y creencias de estilo te están ayudando o dañando. Y te demostraré que no eres el único con problemas. Tengo ejercicios bajo la manga que invitan a la reflexión. Son los mismos que les ofrezco a mis clientes y te ayudarán a comenzar a trabajar de inmediato en esto. Pero antes, quiero decirte un poco más sobre lo que no voy a hacer.

¿QUÉ DEMONIOS ES UNA PSICÓLOGA DE LA MODA?

Ésta es la cosa: soy profesora y terapeuta con experiencia en la industria de la moda y una apasionada por ella. Soy escéptica de las reglas, las tendencias pasajeras, las compras como terapia y la asesoría de estilo basada en las reglas del color. Quiero saber cómo te sientes con tu ropa para ayudarte a encontrar prendas que te hagan sentir fenomenal. También creo que la moda puede ser un catalizador del cambio social. Ya sea que esté tomando té con clientes en Dubái que usan abaya, o desarrollando un plan de estudios sobre “Trayvon Martin y el efecto de la sudadera con capucha”, estoy profundamente consciente de la forma en que las historias culturales se representan por medio de nuestras prendas. Siempre he sido y sigo siendo vorazmente curiosa sobre la gente. Cómo te vistes sólo es un aspecto de quien eres, pero es significativo. Si tienes preguntas sobre el estilo, te daré respuestas. Sólo te voy a pedir que primero examines tu alma.

Puedo ayudarte a vestirte y sentirte mejor. Pero no soy una estilista, al menos no en el sentido tradicional. Un estilista, un consultor de imagen o comprador personal les dice a los clientes qué ponerse con base en las últimas tendencias, en lo nuevo y actual en las pasarelas y los exhibidores, y lo que él piensa que los hará ver de maravilla. En Hollywood, vestir a las celebridades es una industria en toda regla con su propio ecosistema. El “estilo personal” de una estrella generalmente se compra y se paga, pero por lo regular no lo paga la estrella. Más bien es la creación de un equipo de artistas profesionales, conocido como brigada glam. Su trabajo es dar vida a las fantasías de la moda glamorosa. Mi trabajo es mejorar tu vida real y, sí, idealmente volverla un poco más glamorosa.

He trabajado con personas muy famosas, pero un motivo por el cual no quiero ser estilista de celebridades es la falta de inclusión en la industria. El estilista Jason Bolden, que trabaja con Mindy Kaling, Serena Williams y Taraji P. Henson, entre otros, ha descrito los obstáculos raciales qué ha encontrado en su camino a la alfombra roja. Cuando se ha acercado a las mejores casas de moda buscando vestidos para una nominada al Oscar que resulta pertenecer a una minoría, la respuesta ha sido: “Ah, no. Paso”, como le dijo a The Cut, el sitio de internet de New York Magazine. “Pero entonces los veo trabajar con alguien [blanco] que no tiene carrera ni perfil en la moda. Es extraño.”6

La discriminación por la talla también entra en juego. Las estrellas que no entran en los vestidos de muestra talla 00 suelen ser dejadas fuera del juego de las prendas de diseñador. Quizá recuerdes cuando la comediante Leslie Jones de Saturday Night Live no podía encontrar un vestido de diseñador para usar en la premier de su película Cazafantasmas. Tuiteó lo siguiente: “Es muy gracioso que no haya diseñadores que me quieran ayudar con un vestido para la premier de una película. Mmm, eso cambiará y yo lo recordaré todo”.7 Aunque las casas de moda a menudo dan razones para producir colecciones en sólo un número limitado de tallas (costo, ingeniería, etcétera), este numerito de chicas malas de “no puedes sentarte con nosotras” se empieza a sentir avejentado. No sólo yo no juego a eso, sino que nunca he puesto un pie en ese ambiente.

En mi mundo, sin importar el tipo de cuerpo que tengas, el tono de piel, la nacionalidad, la generación a la que perteneces, lo que haya en tu cuenta de banco, estoy aquí para ayudarte a examinar tu vida y volver a imaginar tu relación con tu ropa. Estoy totalmente enfocada en cómo la gente usa su moda, ya sea como medio de empoderamiento o como muleta emocional. Los estilistas pueden ser sumamente hábiles, pero su preocupación primordial es la óptica. Les importa cómo se ven sus clientes. A mí me importa cómo estás. En la industria de la moda, en el mundo de los influencers de Instagram y en Hollywood, la autenticidad cuenta, pero la imagen cuenta más. Mi trabajo es ayudarte a conectar lo que usas por fuera con cómo te sientes por dentro. Para un estilista, la vida interior del cliente es secundaria, una consideración incidental, si es que alguna vez surge. Quizá te parecería muy inapropiado y poco profesional si tu estilista comienza a preguntarte cosas sobre tu situación romántica, tus traumas, tu dinámica familiar. Cariño, ahí es donde yo empiezo.

Una psicóloga de la moda comienza excavando lo que hay debajo de la superficie, y por eso mi lema es “estilo de dentro hacia fuera”. Quiero saber por qué la persona que está sentada frente a mí elige vestirse como se viste. Entonces hago preguntas sobre su vida amorosa, su autoestima, su imagen corporal, su estilo de vida, sus relaciones, sus miedos e inseguridades, sus desafíos y fortalezas, mucho antes de que consideremos cambiar algo de la ropa. Por lo regular sostengo con un cliente tres sesiones de psicoterapia antes de ver su guardarropa. Ahora, como éste es un libro, no puedo ver tu clóset. Pero puedo enseñarte a darte estilo a ti misma, usando prendas y accesorios que ya tienes.

Así que vamos al momento de la verdad. ¿Cómo funciona la psicología de la moda? En el siguiente caso práctico la verás en acción y comenzarás a comprender cómo puede ayudarte.

CASO PRÁCTICO:

NO ESTÁ ARRUINADO, PERO TODAVÍA PODEMOS ARREGLARLO


En este caso mi clienta era una editora de moda australiana de unos veinticinco años llamada Tracey. Tiene una vida ocupada, su personalidad es vivaz y a menudo se siente insegura sobre qué ponerse en los eventos sociales, durante las entrevistas a las celebridades y reuniones profesionales. Yo describiría su estilo personal como a la última moda y ecléctica. Toma decisiones atrevidas. No vacila en ponerse una chamarra blanca de aviador imitación piel de cocodrilo, y una blusa de seda con estampado de leopardo en azul y negro, o zapatillas blancas de piel de víbora, todo junto. Pero, en cierto modo incongruente, ella prefiere los básicos relajados (blusas, pantalones, chamarras) con siluetas holgadas. Está un poco en todas partes.

Tracey tiene muy buenos instintos de estilo, pero carece de una visión cohesionada de quién ella es y cómo comunicarlo. Como resultado, en las prisas de la mañana suele tomar un enfoque de “clase trabajadora”, y se pone una serie de prendas a la moda y disparatadas al mismo tiempo, y después intenta equilibrarlas con básicos demasiado casuales (como jeans boyfriend desgastados y holgados). Tiende a vestirse con tanta prisa que no piensa mucho en cómo se ve el conjunto o en cómo se siente conforme pasa el día. La creatividad innata de Tracey y su personalidad llena de energía, combinadas con su trabajo estresante (un editor de moda tiene que vestirse como tal), le generan ansiedad y la llevan a adoptar looks que la abruman. Ya tiene lo que se necesita, sólo que tiene demasiado.

Revisión del desempeño

Especialmente en los ambientes corporativos, a menudo las mujeres reciben el mensaje de que deben vestirse para emular a aquellos que están en el poder. Y por lo regular éstos son hombres. Al trabajar en una revista, Tracey fácilmente podría haber sacado un “traje sastre” de su clóset de moda oficinista o haber ido a una tienda de moda rápida como Zara para comprar algo que parezca “profesional” para su importante junta. Pero después de una larga conversación, determinamos que ponerse un traje sastre profesional nuevo con hombros marcados y pantalones estrechos la dañaría y no la ayudaría mucho. Si no se siente natural con su atuendo, se sentirá como un fraude (#ImposterSindrome) (#SíndromeDelImpostor) y su ansiedad estallará.

Receta de estilo

Le sugerí a Tracey que usara una blusa de seda suave con botones con la que se siente de maravilla y que ya ha usado en días de trabajo exitosos, y por lo tanto la asocia con sentirse empoderada. Ya tiene varios tops de este estilo, con estampados delicados o con bordes entubados, y esos detalles pueden diferenciarte sutilmente.

Después seleccionamos unos pantalones negros entallados un poco stretch (piensa en unos pantalones pitillo para equilibrar el volumen superior), una chamarra negra clásica y zapatillas puntiagudas. Todos éstos son componentes a prueba de fallas y al mismo tiempo cómodos con un look refinado.

Mi objetivo para Tracey era que se sintiera ella misma en las reuniones importantes. Así que le aconsejé que comenzara a elevar su estilo de trabajo con anticipación, usando este tipo de atuendos los días previos a una reunión para negociar un ascenso. ¡Prueba tus atuendos primero! Como le dije a Tracey: “Te vas a acostumbrar a verte a ti misma como una jugadora con poder, y lo mismo sucederá con quien te vea. Vestirte como si ya tuvieras el puesto —y ser dueña de ese look— programará a tus superiores a visualizarte en él”.

Ir sola a una boda

Quizá te sientas vulnerable si vas sola a una boda. Pero como le dije a Tracey, es mejor experimentar tus sentimientos que ahogarlos en una barra libre. Cuando ella estaba pensando qué ponerse para una boda en el verano, le pedí que imaginara las interacciones con los demás invitados y que anticipara el tipo de comentarios que podían desarmar su confianza. Entonces le aconsejé que se vistiera para obtener el tipo de cumplidos que esperaría escuchar.

Receta de estilo

Tracey ya tenía algunos vestidos con mangas, acinturados y falda ancha. Tienden a ser siluetas universalmente halagadoras que cumplen con la mayoría de los códigos de vestir y que pueden usarse en varios climas. Si la boda es de etiqueta rigurosa, entonces los accesorios como la joyería atrevida, los tacones altos decorados y los abrigos lujosos aumentan la formalidad.

Después le aconsejé que considerara el color. El rojo es un imán sexual (ve el capítulo 6). El azul es tranquilizador. El negro te ayudará a integrarte. Si la mamá de la novia dice: “Wow, ese vestido está sensacional”, ¿acaso Tracey estaría escuchando: “Ay no, últimamente te ves muy urgida”? Le expliqué que no se trata de vestirse para complacer a los demás. Se trata de saber qué tipo de retroalimentación podría derribar tu juego y vestirte para evitarlo.

Una cita de Tinder

Las primeras citas son bombas de incomodidad esperando a ser detonadas. Como muchos de nosotros, Tracey tiende a ser ingenua, compartir demasiado de sí misma o reprimirse cuando se pone nerviosa. Le expliqué que su ropa puede tensar la cuerda y mandar mensajes más claros y de seguridad en sí misma. Los tops con transparencias o acentos de encaje delicado muestran un poco de piel sin ser demasiado reveladores. Cualquier cosa cuadrada, abombada o demasiado a la moda podrían oscurecer su atractivo. (¡A las que les gusta la estética repelente de hombres pueden no estar de acuerdo!)

Receta de estilo

Le aconsejé a Tracey que se preguntara a sí misma cómo se quiere sentir con esa persona —sexy (vestido rojo, escote arquitectónico, tacones y bolsa de mano metálicos), divertida (mezclilla sobre mezclilla y sandalias con acento), con energía (vestido veraniego en tonos cítricos con calzado deportivo blanco), relajada (falda hasta el tobillo y camiseta)— y después elegir la ropa de su clóset.


Como puedes ver, no le sugerí a Tracey que alterara dramáticamente su estilo o llegar al límite de su tarjeta de crédito a fin de adquirir una pieza para una ocasión especial. Todos los “nuevos” looks que le receté estaban conformados por elementos que ella ya tenía. Como me escucharás decir repetidamente, yo no hago transformaciones. De hecho, a veces los cambios que le sugiero a los clientes en su guardarropa son tan sutiles, ¡que nadie nunca los nota!

Las transformaciones nos entretienen porque se relacionan con nuestros deseos más profundos de belleza, glamour, escape y renovación. Vemos programas durante horas para ver cómo las prendas pueden crear (y recrear) identidades. Piensa en los momentos emocionantes de “gran revelación” en Queer Eye, What Not to Wear, Say Yes to the Dress y muchísimos más. En esos programas, los sujetos mutan —frecuentemente por medio de vestidos ceñidos—: pasan de ser anodinos a verse fabulosos, su nuevo look es la clave para vivir felices por siempre. Aparecen brigadas glam —con experiencia en la alfombra roja—, hacen su magia en el cabello, el maquillaje, el atuendo y ¡voilà! La seguridad que antes estaba escondida se descubre y, por lo regular, se consigue el amor verdadero.

Pero ya sabes cómo terminan esas historias. Los efectos se evaporan en cuanto el director grita ¡corte! El reloj marca la medianoche y la estrella por un día se convierte de nuevo en un cero a la izquierda vestida en harapos. Tú eres demasiado lista como para dejarte atrapar por esa fórmula de cuentos de hadas. Hoy en día, todos hemos sido obligados a crecer. Ya no estamos dispuestos a que nos alimenten con las mismas viejas ideas agotadas. Ahora el género es más fluido, los pantalones de yoga son más populares que los jeans, y la soltería es una versión viable de ser felices por siempre.8 Si entraste en el mercado laboral después de la recesión de 2009, probablemente te importa más cómo vestirte para una entrevista informativa que para una cita amorosa. La psicología de la moda es el siguiente paso natural conforme trascendemos la mentalidad de cambio de imagen, la cual está pasada de moda. Te apuesto a que estás lista para abordar tu look —y tu vida— desde una postura más deliberada.

Mi rol es ayudarte a conectarte con quien eres, con la manera en que te sientes en el fondo. Si quieres repensar tu look o reformar tus hábitos de compras, estoy contigo. Pero el primer paso para llegar a donde quieres ir es examinar de dónde provienes. La ropa simplemente es un vehículo para empoderarte en tu camino. O, en algunos casos, un obstáculo en el camino que debe ser derribado.

Aquí hay más cosas que yo no hago:

 Vestirte de acuerdo con tu “forma corporal” o comparar tu cuerpo con productos. Para que quede claro, todavía no he conocido a una persona cuya autoestima haya mejorado al ser identificada como “cuerpo de pera”.

 Llevarte a compras compulsivas como en la película Mujer bonita. De hecho, rara vez voy de compras con mis clientes.

 Arreglar tu clóset con el método KonMari. Podría pasarme todo el día viendo a Marie Kondo doblar camisetas (#SparksJoy). Y sí tengo consejos sobre cómo editar tu clóset y crear un guardarropa básico (ver aquí). Pero tu cajón de cachivaches no es mi asunto. Y no hay manera de que yo te muestre el mío.

Cuando trabajo con mis clientes, hablamos —realmente hablamos— sobre las motivaciones psicológicas detrás de las elecciones de su guardarropa. Y estás a punto de conocer a varios de ellos que fueron lo bastante valientes para mostrar sus secretos. Te apuesto que te identificarás con muchos de ellos. Y espero que te inspiren a pensar más profundamente sobre tu propia historia y cómo te motiva a vestirte. Estoy interesada en ayudarte a reconectarte con tu ser más verdadero y auténtico. Creo firmemente que no podrás verte bien hasta que te sientas bien. Presiento que eso que evita que te vistas de la mejor manera es una herida emocional que necesita ser sanada. Una vez que la atiendas estarás lista para proyectar un yo interior más saludable por medio de tu estilo. He aquí un gran primer paso.


UNA MAÑANA DE ATENCIÓN PLENA

¿Te suena familiar? La alarma se apaga. Te apuras en tu rutina matinal y luego llega el momento de enfrentarte con tu clóset. Ya estás retrasada, estás ansiosa, repasas tu lista de pendientes y te estresa ese compañero de trabajo o maestro que te rechaza, y te sientes derrotada antes de comenzar. Pronto ya te habrás probado una docena de atuendos, dejando tu habitación tirada, pero ninguno estará del todo bien. Tendrás una montaña de ropa desparramada por todas partes, y sigues sin tener nada que ponerte.

Qué pasaría si te tomas sólo un minuto para recostarte en la cama y, antes de que tus pies toquen el piso, te preguntas: ¿cómo me siento ahora mismo? ¿Qué tengo hoy en mi agenda? Y lo más importante: ¿cómo me quiero sentir las siguientes ocho a doce horas? Quédate ahí acostada y respira. Haz todo lo posible para honrar este tiempo sagrado. Te acabas de despertar. ¡Este día aún puede ser fantástico! Enfócate en este tiempo y espacio privados (tu recámara, tu clóset, tu santuario) con la reverencia que ellos, y tú, merecen.

Hacer esta revisión diaria cambió mi vida y me ayudó a vestir mucho mejor. Pongo mi alarma cinco minutos antes para quedarme en la cama y preguntarme: ¿Cómo me siento en este instante? Incluso tengo un retrato mío en la pared como recordatorio de conectarme primero conmigo misma, antes de pensar en los planes o en complacer a otras personas. ¡De verdad! Y lo entiendo: incluso un pequeño acto de atención plena se puede sentir ridículo al principio. Pero en verdad puede sentar las bases para obtener calma.

Digamos que despertaste sintiéndote atontada, un poco descolocada, angustiada por el día estresante que te espera, no es tu mejor yo. Esta información es importante. Siéntela. Reconócela. Quizás ahora no es el mejor momento de ponerte una falda de tubo de piel y un suéter a la moda peludo y que pica. En cambio, tal vez elijas algo elástico, unos leggings indulgentes, un suéter suave de cashmere, tus jeans boyfriend favoritos, o un conjunto monocromático de pantalones deportivos y camiseta de corredor que puedes volver más elegante con unos mocasines chic, una bolsa de mano acolchada y un abrigo color camello.

Tomar tu temperatura emocional antes de vestirte significa que estás experimentando tus sentimientos, en vez de reprimirlos o negarlos. Tu ansiedad va a disminuir si primero los aceptas y después tomas acciones positivas y significativas. Intenta esto todos los días de la semana, y observa si te sientes más cómoda durante el día.

En este momento de atención plena, una de las siguientes dos cosas puede ocurrir:

 Puedes decidir quedarte en tu zona de confort. Puedes sentirte menos interesada en llevar más allá tus límites de indumentaria una vez que te das cuenta de que hacerlo no te servirá. Éste es otro ejemplo de vestir para ilustrar el ánimo: cuando evalúas minuciosamente tu estado emocional y después te vistes para respetarlo o combinarlo. La meta aquí no es transformarte o desafiarte con prendas, sino abrazar, aceptar y honrarte a ti misma exactamente donde estás.

 Te puede llegar la inspiración creativa, como sucede a menudo cuando silenciamos nuestras mentes. (¡Es por eso que tenemos las mejores ideas en la regadera!) ¿Combinar unos pantalones de salir de charol con un suéter negro, una gabardina y unos mocasines sin cordones con estampado de leopardo? ¿¡Para ir al trabajo!? Adelante con tu yo terrible. Éste es un ejemplo de vestir para mejorar el ánimo: cuando usas la ropa para elevar tus emociones y ponerte en un estado mental diferente y óptimo.

MARCO CONTEXTUAL:

LA HISTORIA DETRÁS DE LA PSICOLOGÍA DE LA MODA

Uno de mis ídolos, la supermodelo Veronica Webb, escribió en The Root que la psicología de la moda es “una idea cuyo tiempo ha llegado”.9 Bueno, Verónica, ¡eso debió haber sucedido hace mucho tiempo! Mi filosofía de la moda está construida sobre las bases de los padres fundadores de la psicología, es decir, Sigmund Freud y William James. Michael Roth, experto en Freud y presidente de Wesleyan University, comentó en una entrevista con Gizmodo: “Freud dice que los seres humanos no podemos guardar secretos. Revelan sus seres más íntimos con su ropa, con sus tics, con sus maneras; que cualquier cosa que hagamos, estamos expresando aspectos de nosotros mismos a la gente que tiene ojos para ver y oídos para escuchar”.10 ¡Amén, Sigmund!

William James era un psicólogo de Harvard que vivió en el siglo XIX, pero estaba tan enfocado en la moda como un influencer de Instagram. El tipo estaba obsesionado con la ropa. En otras palabras, estaba altamente sintonizado con el impacto de la vestimenta en el comportamiento. James creía que nuestras experiencias físicas o actos causan emociones, en vez de creer que sentimos una emoción (como tristeza), a la cual después reaccionamos físicamente (derramar lágrimas).11 Por supuesto estas acciones físicas incluyen ponerse ropa. Cuando James viajó a Berlín en 1867, le escribía cartas a su esposa para describir a la gente que conocía, y antes que nada detallaba sus atuendos. Cecilia A. Watson (entonces candidata a doctorado en la Universidad de Chicago), en su análisis sobre esas cartas, sostiene que “James confía en la importancia del vestir para el ser social”, antes de ofrecer más detalles sobre el carácter, el trabajo o el carisma de un conocido. “La ropa entra primero, y gradualmente, en el curso de su descripción, James la llena con las expresiones de su personalidad.”12 Tremendo, ahí está. La ropa entra primero. Repite conmigo: la-ropa-entra-primero. Así era antes y así es ahora. Tu ropa no sólo provoca que pienses, sientas y te comportes de cierta manera; también entra contigo y le dice a la gente quién eres antes de que puedas siquiera abrir la boca.

James creía que al seleccionar las prendas que te pones todos los días, estás eligiendo qué información tuya muestras a los demás. Pero hay otra cosa de la que se dio cuenta: la ropa, decía, es una extensión de tu cuerpo. No sólo le dice a las otras personas quién eres, sino que también te dice A TI quién eres y dicta cómo te sientes. La sensación de la ropa sobre tu piel te manda un mensaje sobre cómo pensar y actuar, al igual que cuando tu cerebro envía un mensaje a tus músculos para que se muevan. Cualquiera que haya tenido un vestido de graduación, de boda o (Dios nos ayude) de dama de honor, comprende esto. Imagina cómo reaccionarías —cómo cambiarían tu postura, tu ánimo, tu nivel de comodidad y tu actitud— si te pusieras un vestido de noche largo, de manga larga y con lentejuelas… Ahora imagina un vestido de satén ajustado y revelador… Ahora un vestido corto ajustado con hombros descubiertos... Ahora un vestido camisero de lino con botones estilo Jackie-O. Mientras te visualizas pasando una noche con los diferentes vestidos, ¿cómo moldean tus fantasías las telas y la siluetas?

La historia nos muestra que la ropa ha cautivado por siglos a los intelectuales más importantes del mundo. El sistema de la moda es una colección de ensayos escritos por el crítico cultural Roland Barthes, quien en la década de 1960 escribió extensamente sobre temas como el estilo hippie y el poder de la joyería. Su editor dice que es “una lectura esencial para cualquiera que quiera comprender el poder cultural de la moda”.13 En el libro The Social Psychology of Dress, los académicos Kim K. P. Johnson y Sharon J. Lennon analizan la forma en que la ropa influye en las relaciones: “Podemos usar la vestimenta para identificar a otros en términos de su posición social, así como otras identidades posibles y la pertenencia a grupos que pueden estar indicados en el uso de su vestimenta, y por lo tanto moldear nuestra interacción con ellos”.14 Tus tacones de Christian Louboutin con sus imperdibles suelas rojas me dicen que eres rica, consciente de tu estatus social y orgullosa de él. La camiseta sin mangas que trae puesta ese hombre musculoso y sus pantalones de atleta significan que está de lleno en el entrenamiento físico y posiblemente es narcisista. El lindo conjunto de cashmere y el collar de perlas que ella usa me dicen que es puritana, formal y quizás un poco controladora. Verás, todas estas suposiciones son subjetivas, hipotéticas, ¡y muy posiblemente erróneas! Dos personas que estén viendo a los extraños imaginarios que acabo de describir pueden tener reacciones y percepciones totalmente diferentes de las características de su personalidad. Todos estamos influidos por nuestras propias historias y preferencias, que después proyectamos en otros. Pero no hay duda de esto: aunque pasemos unos junto a otros por la calle en silencio, nuestras ropas conversan.

PSICOLOGÍA DE LA MODA Y POLÍTICA:

VESTUARIO PARA EL ESCENARIO MUNDIAL

Casi no hay un lugar en el mundo en el que las prendas hablen más fuerte que en Washington, D. C. Si, como algunos críticos afirman, la ropa es insignificante, si en realidad no tiene sentido, es superficial y tonta, ¿por qué es un tema tan candente para la mayoría de la gente poderosa en el mundo? ¿En particular por qué nos enfocamos tanto en lo que las mujeres políticas visten? Veamos algunos ejemplos. En un esfuerzo por desacreditar una declaración que hizo la congresista de Nueva York Alexandria Ocasio-Cortez sobre su situación financiera, un periodista tuiteó (en respuesta a una foto de ella tomada por detrás, sin su conocimiento o consentimiento) que su saco y su abrigo “no se ven como una chica con dificultades”.15 Cuando la demócrata Ayanna Pressley de Massachusetts fue electa para el Congreso, en su discurso por haber obtenido la victoria preguntó: “¿Puede una congresista peinarse con trenzas, usar una chamarra de piel negra y pintarse los labios de un color rojo atrevido?”.16 Aunque Melania Trump no es una funcionaria electa, la han hecho pedazos por ponerse una chamarra de Zara con las palabras “A mí realmente no me importa, ¿y a ti?” en la espalda para visitar a niños separados de sus padres en la frontera de Estados Unidos y México, y unos tacones de aguja Manolo Blahnik para visitar Texas después del huracán Harvey. La revista Newsweek se preguntó por qué tantas mujeres en la órbita del presidente Trump con frecuencia usan tacones de aguja. “Los tacones altos sacan las nalgas y arquean la espada en una pose de cortejo mamífero —de hecho, una pose de cópula— llamada ‘lordosis’”, señaló la antropóloga Helen Fisher. “Es una postura naturalmente sexy que los hombres de inmediato ven como disposición sexual. [Los tacones] son una señal provocativa.”17 La ropa hace al hombre. Así parece en la política, así como en aquellas mujeres de su séquito.

Los bloggers y los presentadores de los programas de entrevistas nocturnos una vez más reprobaron a la señora Trump cuando usó un salacot —un sombrero blanco poroso asociado históricamente con los colonialistas europeos—, mientras estaba en un safari en Kenia. Fue una elección de indumentaria que CNN definió como “espantosamente ofensiva para muchos africanos”. Un académico asoció su elección de sombrero con “presentarse a una granja de algodón en Alabama vestida con el uniforme de los confederados”.18 No estoy aquí para criticar. Nunca he conocido a la señora Trump y sólo puedo adivinar sus intenciones. Mi trabajo es señalar que, en ausencia de otra información, nuestras elecciones de prendas hablarán por nosotros. Mira, la señora Trump no da muchas entrevistas. No muestra mucha emoción en su rostro, y está en su derecho, y en una posición singular en la que todo mundo se muere por saber lo que está pensando. A diferencia del telón de fondo de su silencio, sus prendas prácticamente gritan.

Uno podría argumentar que la ropa de la señora Trump es criticada injustamente y malinterpretada deliberadamente. Es irónico que esta frustración sea compartida por Hillary Clinton, la exrival de su esposo. En 2010, un periodista le pidió a la entonces secretaria de Estado Clinton que nombrara algunos de sus diseñadores de moda favoritos. ¿Su respuesta? “¿Le preguntarías eso a un hombre?”19 Como la misma señora Trump le dijo a la prensa en África: “Desearía que la gente se enfoque en lo que hago, y no en lo que me pongo”.20 ¡Ah, pero es justo eso! Lo que eliges ponerte ES algo que haces. Independientemente de la postura política o partidaria de la gente que pertenece a la esfera política, la ropa es el área en la que es imposible mantener silencio, y particularmente para las mujeres. Es famosa la vez que la secretaria Clinton intentó desviar la atención hacia su aspecto al ponerse ropa insulsa y en el proceso volvió icónicos los trajes sastre de pantalón. Mira, incluso la ropa “aburrida” hace algún tipo de declaración. La columnista de moda de The New York Times, Vanessa Friedman, escribe sobre la señora Trump: “La ropa es símbolo de las acciones y del actor. ¿Es superficial? No más de lo que es poner atención en cualquier simbolismo […]. Todas las prendas son vestimentas que asumimos para actuar como nosotros mismos”.21 Esta observación aplica para todos nosotros. El estilo es la plataforma de las historias que compartes con otras personas acerca de quien eres (¡igual que en Instagram!).

Entonces, ¿cuál es el aprendizaje para ti?

1 Tu ropa habla. Aunque seas consciente de ello o no, aunque quisieras que fuera así o no, son los vestuarios que tú eliges para actuar en la historia de tu vida.

2 Tu ropa manda mensajes a otros que pueden o no transmitir con exactitud lo que quieres decir.

3 Las demás personas van a reaccionar a tu ropa. Por supuesto que puedes ponerte lo que te dé la gana y mereces seguridad y respeto, pase lo que pase. Pero en un nivel práctico, piensa muy bien lo que quieres obtener de las demás personas cuando escojas tu atuendo. ¿Cómo quieres que te respondan? ¿Quieres que te vean como una autoridad o como alguien abierto y accesible? ¿Seria o divertida? ¿Quieres mostrarles quién eres y de dónde vienes, o prefieres permanecer más anónima? ¿Quieres causar sensación y llamar la atención? ¿O tienes ganas de que no te molesten y pasar inadvertida? Estos deseos pueden cambiar día con día. Evalúa tu ánimo y pregúntate todo esto cuando te acerques a tu clóset.

CÓMO LA ROPA IMPACTA EN TUS EMOCIONES

Vestirse bien es tanto un arte como una ciencia. Tal vez leíste esta oración y pensaste: Espera, ¿existe tal cosa como la ciencia de vestirse? Algunos dirían que no. Pero la psicología de la moda está basada en investigaciones científicas legítimas. Y yo no soy la única experta que confía en ello. Los consultores de marca, antropólogos renombrados y ejecutivos de marketing usan regularmente métodos y estrategias científicas para intentar descubrir qué nos motiva a comprar ropa. Desde las señales de apareamiento primitivo hasta el teatro político, la ropa habla por nosotros. Y el centro de nuestra relación con la ropa son las emociones humanas.

Como ya lo hemos establecido, lo que te pones impacta en tu estado de ánimo, desempeño y comportamiento. Revisemos una investigación que lo demuestra. En 2012, los psicólogos Hajo Adams y Adam D. Galinsky de Northwestern University publicaron un estudio innovador llamado “Enclothed Cognition” (“Cognición atávica”). En él concluyeron que “la ropa sistemáticamente influye en los procesos psicológicos del usuario”. Por medio de una serie de pruebas y experimentos, descubrieron que una bata blanca de laboratorio “generalmente se asocia con atención y cuidado”. Cuando los participantes del estudio estaban usando una bata de laboratorio mostraban mejor atención y concentración. Sin embargo, esto sólo ocurría cuando les decían que era una bata médica de laboratorio. Cuando a otro grupo le dijeron que era la bata de un pintor, la prenda no tuvo efecto alguno en su atención y concentración. Como lo explicó Galinsky: “El usuario adopta el valor simbólico de la ropa que usa”.22 Conozco a alguien que se rige bajo esta verdad todos los días. Vamos a conocerlo.

CASO PRÁCTICO:

JUZGAR UN LIBRO POR SU CUBIERTA


Tengo un amigo que es un juez muy importante. Siendo un hombre afroamericano, tiene una perspectiva interesante sobre el sistema de justicia criminal. Todos los días ve a personas de su misma raza (pero no con los mismos antecedentes educativos o estatus social) con destinos dramáticamente distintos del suyo. Esta experiencia influye tanto en sus emociones como en la elección de su ropa. Me dice que cuando se pone sus togas en el juzgado, infunde respeto y se comporta como corresponde. Se siente fuerte, seguro, capaz. Pero me confiesa que, cuando se quita la toga y regresa a casa, su aire de autoridad se evapora y se siente incómodamente vulnerable.

Él piensa mucho en qué ponerse cuando va rumbo al trabajo en el metro y en los espacios públicos en general. Deliberadamente se pone traje y corbata todos los días, incluso los fines de semana, incluso en su propio vecindario. Debido a su trabajo, está sumamente consciente de que como hombre negro en la ciudad de Nueva York, si usara sudadera con capucha o pantalones deportivos fácilmente podría ser confundido con un indigente o con un rufián y encontrarse del otro lado del estrado.


¿Cuál es la lección universal aquí? Antes que nada, debemos reconocer que las minorías enfrentan un segundo conjunto de consideraciones relacionadas con su apariencia al estar en espacios públicos. Usar un atuendo conservador marcado y llevar un peinado europeo pueden tener un efecto real en nuestra seguridad, en el tenor de nuestras interacciones sociales y en los niveles de éxito profesional que alcanzamos. Como educadora, mi papel es elevar la conciencia al respecto, y cuestionarla. (Voy a profundizar en estos temas en el capítulo 10.) Pero en general, quiero que todos sepan que vale la pena pensar seriamente en cómo te presentas a ti mismo. Como el traje de un superhéroe, tus prendas tienen la capacidad de empoderarte y ayudarte a infundir respeto. Úsalas.

CUIDA LA DISTANCIA: VESTIR A NUESTRO YO DE FANTASÍA

Cuando trabajo de forma privada con mis clientes, una de mis misiones es “conectar la distancia ente la percepción y la realidad”. Lo que quiero decir con la “distancia” es la desconexión entre la persona que sientes que eres y la persona que ven los demás. Todos hemos escuchado una versión al respecto de parte de nuestros seres queridos. Caray, tal vez tú mismo lo has dicho: ¡Ponte lo que quieras! Sé tu mismo. Mientras seas feliz, no importa lo que piensen los demás. Ojalá las cosas fueran tan simples. A veces, ser incomprendido por los demás por tu apariencia puede llevarte a la infelicidad.

CASO PRÁCTICO: PREPÁRATE PARA LA PERCEPCIÓN


Una vez trabajé con una periodista llamada Kristen que se pintaba el cabello de morado. A ella su look le parecía avant-garde y a la moda, y no un estilo Manic-Panic pasado de moda. Sin embargo, se daba cuenta de que el color de su cabello a veces provocaba que ciertas personas supusieran cosas erróneas sobre ella. No tenía muy claro por qué existía una disparidad entre la forma en que se veía a sí misma y el modo en que los demás parecían verla. En un artículo sobre nuestro trabajo juntas, ella escribió: “Me peino y uso mi cabello de una forma que creo es moderna y no un tema candente, pero en cuanto salgo de Nueva York de vacaciones o de viaje, por la forma en que me miran (sin mencionar los comentarios de los hombres) indica de inmediato que piensan que soy gótica, un bicho raro o, en el caso de una visita reciente a París, una prostituta. Al mismo tiempo, creo que es muy divertido jugar con diferentes personajes con la moda, y también empodera ponerse algo que uno teme probar”.23

Kristen estaba experimentando lo que yo llamo incongruencia de la moda, en la que sus intenciones no coincidían con las percepciones de los demás. Ella sabía muy bien que el cabello morado podía llamar un poco la atención, y estuvo dispuesta a eso. Pero no esperaba, y tampoco merecía, comentarios despectivos. Estaba sorprendida por ser tan malinterpretada.

Receta de estilo

Le expliqué a Kristen que algunas personas no aceptarán su color de cabello, y eso está bien. Mi único consejo fue que pensara con anticipación cómo quería manejar los comentarios no deseados.


Kristen decidió seguir con su cabello morado y yo apoyé su decisión. Recuerda: di no a las transformaciones. Pero sí le pedí que sopesara adoptar normas de belleza en vez de seguir su propia estética. Todo mundo puede beneficiarse de ello. Si quieres ir más allá con tu look y te encuentras en un escenario donde puede incitar preguntas, comentarios y, en el peor de los casos, insultos, entonces piensa qué está motivando tu decisión y si las consecuencias valen la pena. Si te encuentras en una situación como la de Kristen, podrías ensayar algunas interacciones posibles y preparar respuestas para que te sientas menos ansiosa al enfrentarte con los comentarios de otras personas. A mí me encanta ponerme labial azul oscuro, morado profundo y hasta negro. Me siento como Grace Jones. Las miradas que me lanzan los extraños en el metro me molestan menos de lo que me gustan los colores de labial atrevidos. Si un look no convencional te hace feliz, entonces hay formas positivas de responder al escrutinio. Por ejemplo, si alguien hace una pregunta denigrante sobre tu apariencia, con amabilidad puedes volteársela si respondes: “¿Por qué lo preguntas?”. Si alguien dice algo en el límite de lo ofensivo (“Lindo cabello morado. ¿Estás en una banda?”), haz una pausa y piensa antes de responder. A menudo, usar el humor o encontrar puntos en común disipa la tensión. Podrías decir: “No estoy en una banda, pero sí toqué el clarinete durante tres años en la orquesta de la secundaria. ¿Y tú?”.

Es maravilloso honrar tu visión, siempre y cuando seas consciente —y estés preparado— de la percepción. Te guste o no, es importante como los otros nos perciben, especialmente en el trabajo. Cito a Ann Shoket, quien fue editora en jefe de la revista Seventeen: “Por mucho que queramos pensar que nuestra ropa o nuestros zapatos no deberían importar tanto como lo que tenemos que decir, la verdad es que tu look puede amplificar —o debilitar— tus mejores ideas […]. Si quieres que te vean como alguien inteligente, con autoridad o creativa […] tu ropa debe decir eso sobre ti antes de que abras la boca siquiera”.24 Repito: la ropa entra primero. Simplemente es la realidad.

Pero hay un giro interesante: a veces la desconexión entre la percepción y la realidad tiene menos que ver con otras personas y más que ver contigo. Muchos adquirimos ropa para la persona que desearíamos ser, y descuidamos, negamos u odiamos la persona que somos en realidad. Ésta es una receta para la baja autoestima, la incongruencia y las rutinas de estilo. He conocido a muchos clientes que compran sin parar para una versión de fantasía de sí mismos, mientras que su ser real usa la misma rotación de looks gastados y sin inspiración (más al respecto en el complejo de guardarropa repetitivo en el capítulo 4). Comprar ropa para tu yo de fantasía casi siempre termina en ese temido sentimiento de “No tengo nada que ponerme”. Puedes tener mucha ropa, pero son para “ella”: la persona que deseas ser, la que solías ser, la mujer que alguna vez usó ese vestido ajustado color fucsia para la boda de su sobrina. La ropa de ella no es para ti. Tal vez “ella” tiene diez kilos menos. Tal vez “ella” eres tú durante el semestre de la universidad que estudiaste en el extranjero. Tal vez “ella” va a muchas fiestas elegantes y usa vestidos brillantes de lentejuelas, mientras que tú vas al partido de futbol de tus hijos y todas las noches te acuestas en la cama para dormir a las 9.30 p.m. De cualquier forma, ¿cómo puedes esperar encontrar algo decente que ponerte en el clóset de ella?

Si tu yo de fantasía para el que compras es una versión idealizada de tú misma más joven, quizás estés comprando (y comprando… y comprando) ropa que asocias con estar en tu mejor momento, sin importarte si esa ropa todavía te queda. Estos looks pueden estar pasados de moda o ya no ser apropiados para tu edad. ¡Y lo peor de todo es que ya tienes ropa repetida! La escritora Helena Fitzgerald captura hermosamente este problema en su ensayo “All the Lipsticks I’ve Bought for Women I’ll Never Be” (“Todos los labiales que he comprado para las mujeres que nunca seré”): “Mis compras de labiales están gobernadas por una parte de mi cerebro que no puede aceptar la diferencia entre quien soy hoy y quien imagino ser. Compro labiales para mis yo imaginarios”.25 La estrella Stacy London de What Not to Wear, también ha escrito sobre la moda como alimento de la fantasía. En un ensayo viral para Refinery 29, describió su descenso a una ruina financiera casi total como resultado de comprar en línea compulsivamente, lo cual fue detonado por una serie de crisis personales (cirugía de columna, ruptura amorosa, depresión). Ella describió las horas que pasó comprando en línea como “pensamiento mágico”. Durante estos atracones de compras, ella visualizaba las fiestas fabulosas a las que asistiría y la gente maravillosa que conocería ahí —justo cuando tenía la bolsa, joyería o zapatos perfectos para ponerse—: “Ahora me doy cuenta de que era sólo un futuro de fantasía, para distraerme de un presente agonizante”.26

En estos ejemplos, las mujeres usan la moda para contarse una historia. La ropa y el maquillaje están entrelazados con quienes solían ser, quienes desearían ser, con la forma en que imaginan que sus vidas pueden desenvolverse. Su estilo está vinculado a su pasado, su futuro y sus sueños. ¿Y con sus realidades del presente? No tanto. Puedes elegir vestirte entallada o con ropa suelta y fluida, con acentos en tu atuendo o calladamente minimalista. Pero cualquier cosa que te pongas, debes vestirte para la vida que estás viviendo. Sólo así puedes mejorarla.

Recuerda: la incongruencia y la falsedad son los enemigos de la confianza. La clave para verte y sentirte mejor es buscar una alineación entre quien eres, cómo te sientes y a quién ve el mundo. Al principio no será fácil. Puedes seguirte sintiendo incapaz y perdida. No te desanimes. ¡Casi todo mundo sufre con esto! De hecho, el otro día tomando café con una amiga, ella me preguntó: “¿Cuál es el problema más común de las personas que acuden a ti?”. Mi respuesta: siempre sienten que no encajan o que no pueden hacerlo correctamente, sin importar cuánto compren. Les preocupa que son demasiado aburridas o demasiado raras. Si son mayores, temen que su look sea obsoleto e irrelevante, que son invisibles. Si son más jóvenes, les preocupa verse ridículas y que todo mundo se les quede viendo (y se ría de ellas). Quieren que yo vaya y revise sus clósets y les diga: Muy bien, sí, no, sí, no. Pero esto es lo que les digo: No tengo ninguna autoridad para decirte sí o no porque no sé lo que la ropa significa para ti psicológicamente. ¿Quién soy yo para decirte lo que es importante para ti si yo no he vivido tu experiencia?

Ahí es cuando comienzo a preguntar cosas como: “Bueno, dime lo que sientes con respecto a esta prenda. Te has aferrado a ella desde 1995. ¿Qué significa para ti? ¿Por qué no puedes deshacerte de ella? ¿Por qué está aquí todavía? ¿Te gusta su color? ¿Te gusta su textura? ¿La forma en que te queda? Aunque ya no esté de moda, claramente es relevante para ti. Entonces es cuando la ropa empieza a contar la historia. Tal vez no te deshagas de tu vestido rosa nude de graduación porque te gusta el color, la cintura de corte Imperio o la suave seda. ¡Ahora puedes usar esa información! Tal vez se te dificulta mucho deshacerte de tus camisas de trabajo, aunque ahora oficialmente eres una ama de casa de tiempo completo. Tal vez no estás lista para renunciar a esa parte de tu identidad. ¿Por qué no intentas combinar esas camisas de trabajo con unos jeans para ir al súper o a una junta de la asociación de maestros y padres de familia? A ver cómo te sientes.

Después mi amiga me preguntó algo más: “¿Cuál es el mejor consejo que les das a tus clientes?”. Es simple, pero nunca es fácil de ejecutar: encuentra tu color, patrón, tela y forma favoritas, cualquier cosa que te hable, y póntelo. Cualquier cosa que te encante, ÚSALA. Sin importar el clima, la ocasión, lo que esté de moda, ponte lo que te haga sentir bien. Para mí, son los estampados de leopardo. Aunque sólo sea una mascada o un cinturón delgado, siempre me siento mejor cuando incorporo estampados animales a mi look. Para una de mis clientas, son las franjas bretonas. Para otra, es cualquier cosa chispeante o brillante. Para ti podría ser una chamara de piel de motociclista, estampados florales o cualquier prenda azul marino. Parece obvio pero vale la pena decirlo en voz alta: tu ropa puede mejorar tu vida con tan sólo ponértela.

EN CONCLUSIÓN

CONSEJOS Y APRENDIZAJES CLAVE DEL CAPÍTULO 1

 Tu ropa habla. El estilo y la apariencia influyen en el comportamiento humano. Tu ropa te manda mensajes a ti y a las demás personas. Es esencial que reconozcas que tus elecciones son deliberadas, que tengas una misión en mente cuando te vistes y que te guste lo que tu ropa está diciendo.

 ¡Ya no te volverás a vestir en automático! Ten una mañana de atención plena. Tus emociones son tus señales para decidir qué usar. Etiqueta tus sentimientos con palabras y luego busca prendas que cumplan tus necesidades, ya sea que eso signifique honrar tu ánimo o levantarlo.

 Vístete para tu vida real. Usa prendas que le queden bien a quien eres ahora, no a la que solías ser o en la que fantaseas convertirte.

 Ponte tus cosas favoritas. No guardes tus mejores prendas para el futuro o para una ocasión especial porque temes arruinarlas. Carpe diem. Vive el momento. ¡Ponte lo que te encanta!

* Todos los casos de estudio en este libro han sido incluidos con el permiso de mis clientes. En algunas instancias, cuando están indicados con un asterisco, he cambiado sus nombres para proteger su privacidad.

Vístete para tu mejor vida

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