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PRÓLOGO

Con El libro rojo de C. G. Jung se pone por primera vez a disposición a un público más amplio una obra cuya existencia se conocía desde 1962. Su surgimiento está descripto en Recuerdos, sueños y pensamientos de C. G. Jung y ya fue comentado muchas veces en la literatura secundaria. Aquí se esbozará sólo brevemente. En el año 1913, en un punto de inflexión de su vida, Jung comenzó a realizar un experimento consigo mismo que duró hasta 1930 y que luego fue conocido como “Confrontación con lo inconsciente”. (1) Era el desarrollo de una “técnica para llegar al fondo de los procesos internos”, “traducir emociones en imágenes”, “comprender fantasías que [lo] movilizaban subterráneamente”. (2) Más tarde denominó a este método ‘imaginación activa’. Jung registró sus fantasías primero en los Libros (de anotaciones) Negros. Más tarde reelaboró los registros, los completó con reflexiones y finalmente los transfirió caligráficamente y junto con ilustraciones a un libro encuadernado en rojo titulado LIBER NOVUS.

Jung compartía sus experiencias íntimas con su mujer y con otras personas de confianza. En 1925 dio cuenta en los seminarios del Club Psicológico de Zürich de su desarrollo profesional y personal, donde también llegó a hablar de su método de la imaginación. Más allá de eso, sin embargo, dejó poca constancia de sus experiencias. Por ejemplo, no inició a sus hijos en su auto-experimento. Ellos tampoco notaron nada al respecto. Hubiera sido difícil explicarles de qué se trataba. Ya resultaba una muestra de condescendencia cuando Jung le permitía a alguno de sus hijos que lo observara en su actividad de escritura y pintura. Para sus descendientes El libro rojo estuvo rodeado de un aura llena de misterio. Alrededor de 1930 Jung dio fin al experimento e hizo a un lado El libro rojo dejándolo inconcluso. Si bien tenía su lugar en el cuarto de estudio, el trabajo en él habría de quedar suspendido por décadas. No obstante, los conocimientos que Jung había adquirido penetraban implícitamente en sus nuevos escritos. Alrededor de 1959 intentó terminar de escribir el texto de El libro rojo sobre la base del antiguo borrador y completar una imagen inconclusa. También se dispuso a hacer un epílogo, pero por razones desconocidas tanto el texto caligráfico como también el epílogo se interrumpen en el medio de una oración.

Aunque Jung evaluó la publicación de El libro rojo, no dio este paso. Si bien en 1916 hizo imprimir para el uso privado el Septem sermones ad mortuos, un pequeño escrito que había surgido de su confrontación con lo inconsciente, sin embargo, su ensayo La función trascendente de 1916 en el que describió su método de la imaginación permaneció inédito hasta 1958. Las razones por las cuales no publicó El libro rojo se encuentran en referencias del propio Jung: El libro rojo es una obra inconclusa. El conocimiento de la alquimia (como objeto de investigación) lo ha “sustraído de ello”. (3) La conformación de sus fantasías en El libro rojo la denominó una “elaboración estetizante”, por cierto, necesaria, pero fastidiosa. Y aún en 1957 designó a los Libros Negros y al Libro Rojo como registros autobiográficos que él no quería publicar en la Obra Completa, debido a que no tenían un carácter científico. Como máxima concesión le permitió a Aniela Jaffé el citado de fragmentos de El libro rojo y de los Libros Negros, una posibilidad de la que ella hizo poco uso.

Jung falleció en 1961. Su legado pasó a manos de sus descendientes, la Comunidad de Herederos de C. G. Jung. Los derechos literarios de Jung significaron para estos un compromiso y un desafío: la realización de la edición alemana de la Obra Completa. En 1958 Jung había declarado en su testamento, sin mayores instrucciones, el deseo de que El libro rojo y los Libros Negros permanecieran en su familia. Por el hecho de que El libro rojo no había estado previsto para la publicación en la Obra Completa, la comunidad de herederos decidió que esto correspondía a la última voluntad de Jung y que se trataba de un asunto exclusivamente privado. Por lo pronto ésta se conformó con proteger las obras manuscritas de Jung como un tesoro y distanciarse del desarrollo de nuevos planes de publicación. El libro rojo permaneció otra vez por más de veinte años en el cuarto de estudio de Jung, bajo la tutela de Franz Jung, quien se había hecho cargo de la casa de su padre.

En 1983 la comunidad de herederos depositó El libro rojo en la caja fuerte de un banco, a sabiendas de que se trata de un documento irremplazable. En 1984 el nuevo comité ejecutivo elegido encargó cinco duplicados fotográficos del libro. Así los descendientes de Jung pudieron por primera vez observar la obra detenidamente. El buen estado de conservación de El libro rojo se debe entre otras cosas al hecho de que por décadas fue abierto sólo ocasionalmente.

Cuando en 1990 se perfilaba la conclusión de la Obra Completa –de una selección de obras– el Comité Ejecutivo de la Comunidad de Herederos decidió clasificar sucesivamente todo el material inédito disponible en vistas a posibles nuevas publicaciones. Debido a que en 1994 la Comunidad de Herederos me había encargado que me ocupara de las cuestiones editoriales y de archivo, la ejecución de este propósito quedó a mi cargo.

Resultó ser que existía todo un corpus de borradores y variantes de textos que se referían al Libro Rojo, que la parte faltante del texto caligráfico existía como borrador y que había un manuscrito llamado Escrutinios que continuaba ahí donde se interrumpía el borrador y que contenía el Septem Sermones ad Mortuos. Quedaba abierta la cuestión de si este vasto material podía ser publicado y cómo. En cuanto al contenido y al lenguaje parecía no tener nada que ver con todos los demás escritos de Jung. Muchas cosas estaban poco claras y a mediados de los años noventa ya no había nadie que pudiera dar información de primera mano sobre esto.

No obstante, desde la época de Jung la forma de observación psicológico-histórica había adquirido importancia. Ésta abrió entonces un nuevo acceso. En relación a otros proyectos me contacté con Sonu Shamdasani. Durante extensas conversaciones discutimos las posibilidades de nuevas publicaciones de Jung, tanto en general como también en vistas al Libro Rojo. Éste había surgido en un contexto histórico determinado que para un lector en el umbral del siglo XXI ya no le resulta familiar. Mediante el empleo de fuentes originales un historiador de la psicología podía presentárselo al lector moderno como un documento histórico embebido en el contexto cultural e histórico-científico de su surgimiento, como también en el contexto de la biografía y obra de Jung. En 1999 Sonu Shamdasani elaboró un concepto de publicación conforme a tales ideas directrices. Sobre la base de este concepto la Comunidad de Herederos decidió en la primavera del 2000 –no sin discusión– autorizar la publicación de El libro rojo y encargarle la edición a Sonu Shamdasani.

Repetidas veces me han preguntado por qué El libro rojo es publicado ahora, tanto tiempo después de su surgimiento. En eso jugaron un papel importante algunas consideraciones recientes: Jung mismo no trató El libro rojo –como parecía– como un secreto. El texto contiene varias veces la locución “Amigos míos”, por lo tanto, se dirige a un público. Jung también dejó copias de sus manuscritos a amigos cercanos y los discutió con ellos.

Jung no descartó definitivamente una publicación, sino que dejó la cuestión abierta. Más aún: Jung adquirió, según él mismo declaró, a partir de su “confrontación con lo inconsciente” la materia desde la cual dio forma a su obra de vida. Por lo tanto, El libro rojo, el documento de esta confrontación, adquiere una posición central en las obras de Jung más allá del ámbito privado. Estos conocimientos permitieron a la generación de los nietos de Jung ver la situación bajo una nueva luz. La toma de una decisión requirió tiempo. Las pruebas de lectura, los conceptos y las informaciones hicieron posible manejar cada vez más racionalmente un tema emocional. Finalmente, la Comunidad de Herederos decidió democráticamente que El libro rojo podría ser publicado.

Desde aquella decisión hasta la publicación hubo aún un largo camino. El resultado se deja ver. La edición hubiera sido imposible sin el trabajo en conjunto de numerosas personas que pusieron sus capacidades y energías al servicio de una meta común. A todos ellos quisiera expresarles el agradecimiento de los descendientes de C. G. Jung.

ULRICH HOERNI

Fundación de las Obras de C. G. Jung

ABRIL de 2009

El libro rojo

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