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Capítulo I

“El Rosario es como un milagro”

Doctor Nieto, empecemos hablando sobre el contexto de la fundación del Colegio Mayor.

En el principio fue fray Cristóbal. Como se sabe, fue un personaje muy importante, que llegó a Santafé en su tardía madurez. De hecho, en el último párrafo de la famosa obra El carnero, de Juan Rodríguez Freyle1, se anuncia la llegada del arzobispo Cristóbal de Torres a Santafé, que para la época era, más bien, un pueblo perdido en las montañas.

El Nuevo Reino de Granada tenía una enorme y difusa extensión territorial. En realidad, en España no había mucha claridad sobre la extensión, los límites o el uso de este territorio. No me canso de repetir que esto no era México o Perú, cuyos imperios prehispánicos fueron sumamente significativos. Es decir, acá no hubo grandes riquezas mineras, como sí las hubo en Zacatecas o en Potosí.

La Nueva Granada era, más bien, un terreno de paso. Si bien tuvo yacimientos de oro de aluvión —en algunas zonas del Pacífico y Antioquia, principalmente—, no era visto como un lugar muy valioso para los intereses y los fines de la corona. Es decir, este no era un destino muy apetecido y menos para un personaje de la talla de fray Cristóbal de Torres. Ahí surge una primera inquietud: ¿por qué lo nombraron acá? Eso no se ha terminado de aclarar.

Pero siguiendo con el contexto de la llegada del arzobispo a Santafé, en 1635, uno puede situar dos fenómenos paradójicos que están sucediendo en España: el Siglo de Oro, cuando la lengua y las artes hispánicas brillan extraordinariamente, y, al mismo tiempo, la decadencia política del imperio.

La España de Carlos V y Felipe II era el imperio más poderoso conocido en la época y tenía posesiones en todo el mundo, pero, producto de múltiples factores, comenzó a perder grandes extensiones de territorio. Hay una simpática anécdota de Francisco de Quevedo, quien, al oír que la gente se refería a Felipe IV como el Grande, exclamó: “Sí, evidentemente: grande como los agujeros, que son más grandes cuanta más tierra les quitan”.

Ahora bien, a fray Cristóbal le correspondió vivir una época paradójica: al tiempo que había un extraordinario despliegue de riqueza intelectual, se presentaba una decadencia política muy profunda, que produce un curioso análisis por parte de la clase intelectual. Usualmente, los imperios nunca han tomado consciencia de su propia decadencia; eso es una constante histórica: nadie se da cuenta cuando se está empezando a derrumbar; sin embargo, los españoles sí lo hicieron. Es más, toda la intelectualidad española entendió que algo estaba pasando cuando se empezaron a dar cuenta de que un imperio tan inmenso ya mostraba graves síntomas de debilidad.

Por eso, se empezaron a analizar todas las posibles causas del decaimiento imperial: las pestes; los problemas gravísimos de la deuda contraída por España con los banqueros alemanes; el propio descubrimiento de América, que había creado una crisis grave, al tiempo que un desplazamiento de la población campesina al interior de la península, y, obviamente, la expulsión de judíos y moros.

Pero, aparte de eso, se hablaba de otra causa: de la carencia en la educación del príncipe. Atribuida a Erasmo de Róterdam, esa tesis consideraba indispensable crear una clase dirigente suficientemente preparada para atender adecuadamente las necesidades de un reino. Pues bien, la falta de preparación de los dirigentes del imperio español fue, precisamente, una de las explicaciones que llevaron a la grave crisis que sobrevendría posteriormente.

Sin lugar a dudas, Cristóbal de Torres fue influido por este contexto político. Debemos recordar que él fue un hombre de la Corte muy cercano a Felipe III y Felipe IV, y que por lo mismo tuvo acceso a infidencias e información privilegiada.

¿Qué factores explican ese grado de cercanía con la realeza española?

Ese voto de confianza corresponde a que Cristóbal de Torres fue confesor de los reyes y predicador. Aquí hay que tomarse un momento y contar que durante la parábola hispánica de fray Cristóbal hubo un hito que no ha sido suficientemente desentrañado: un famoso sermón en Córdoba.

Eso fue en 1614: fray Cristóbal estaba muy joven. Atendiendo al convento dominico de San Pablo en Burgos, cursó todas las disciplinas que lo llevaron a convertirse en auxiliar del obispo de Córdoba hacia mediados de la segunda década del siglo XVII. En una celebración litúrgica, fray Cristóbal pronunció un sermón oponiéndose a la idea de la Inmaculada Concepción sosteniendo que no creía lógico ni explicable que la Virgen María fuera concebida sin pecado original. Esa había sido la histórica posición de su orden respecto al tema; sin embargo, hay que recordar que en ese momento había una disputa ideológica con los franciscanos, quienes sostenían la idea contraria: es decir, creían que la Virgen, por ser la madre de Cristo, estaba libre del pecado.

El sermón pronunciado por fray Cristóbal es de entrada polémico. Al defender que la idea del inmaculismo es un error lógico se metió en problemas con la población cordobesa, que desde la época de los visigodos tenían especial arraigo a la idea de la Inmaculada Concepción. Diego de Madrones, el obispo del que era auxiliar fray Cristóbal, no se atrevió a condenar su sermón antiinmaculista. Sin embargo, fue tal el estremecimiento de su sermón que ciertas fuerzas se movieron para que el mismísimo Felipe III solicitara expresamente sellar el tema. Esa fue la razón por la cual el joven dominico tuvo que salir de Córdoba.

Tiempo después llegaría a la corte del rey, donde tuvo una misión importante y un papel protagónico, pues era cercano a los reyes Felipe III y Felipe IV y a sus consortes. Al mismo tiempo, se hizo amigo de personajes tan importantes como Francisco de Quevedo y Villegas; es más, Quevedo y fray Cristóbal fueron tan cercanos que este último fue censor de uno de sus libros.

¿Por qué un hombre que ha logrado incrustarse en el centro mismo de la monarquía decide radicarse del otro lado del Atlántico?

Eso es bien curioso: como dijimos, llegó a América a una edad muy avanzada. Todo me da la idea de que era un hombre muy polémico, y eso es lo que, finalmente, quiero resaltar. Fray Cristóbal era un hombre apasionado en lo que hacía y decía, de unos principios muy sólidos, que defendía radicalmente. Uno tiende a tener la idea de que durante aquel tiempo todo el mundo pensaba de manera homogénea. Pero cuando uno empieza a explorar con detenimiento, se da cuenta de las enormes diferencias, las polémicas y las discusiones que existían en esa época en una enorme cantidad de temas y fray Cristóbal estuvo involucrado en varias de ellas, como lo vimos con el famoso sermón de Córdoba.

Se sabe también que era un gran orador. Tenía una gran capacidad retórica. Al tiempo, era predicador de los reyes, y eso, sumado a otros méritos, le daba un poder enorme. Por eso, no deja de ser curioso que fuese nombrado arzobispo en un lugar más bien inhóspito y lejano, y a tan avanzada edad.

Ahora bien, para mí, una de las cosas más curiosas sobre la vida de fray Cristóbal es que, ya estando mayor, convirtió la doctrina de la Inmaculada Concepción en el epicentro de sus enseñanzas. Tanto así, que el Colegio que va a fundar lo va a dedicar a esa idea de la Inmaculada Concepción, yendo en contravía de su propia orden; de hecho, en las Constituciones del Rosario dice que hay que seguir en todo a santo Tomás, menos en ese tema. Eso demuestra también una extraordinaria flexibilidad intelectual. Uno siempre piensa que las ideas de esa época eran fijas, y ortodoxos sus voceros; pero de repente también se encuentra un personaje como estos, que cambió radicalmente sus ideas, y siguen siendo todavía un enigma los factores que lo condujeron a ese radical viraje teológico2.


Constituciones para el Colegio Mayor de Nuestra Señora del Rosario (1653). Título V, Constitución I.

Empecemos a hablar de la figura de fray Cristóbal como arzobispo de Santafé.

Fray Cristóbal llega a Santafé precedido de un problema. Tengo entendido que el anterior obispo, Bernardino de Almanza, había tenido un enfrentamiento con el poder civil —con la Real Audiencia— y se sabe que el nombramiento de fray Cristóbal se da, precisamente, porque es reconocido como un hombre de carácter, de una personalidad recia y que puede hacer valer sus ideas. Ahora bien, una vez llegado a Santafé, el recién nombrado arzobispo capta inmediatamente los tres principales problemas por los que atraviesa el Nuevo Reino de Granada: la condición de los indígenas, la salubridad pública y la educación.

El primero merece ser resaltado, ese es un tema que siempre se le ha abonado a fray Cristóbal: su sensibilidad frente a la discriminación contra los indígenas en la Nueva Granada. En el blog del Archivo Histórico3 publicamos una comunicación del Superior de los Jesuitas de la época, donde le escriben a Felipe IV que fray Cristóbal es un hombre extraordinario, que ha logrado resolver ese problema estableciendo la comunión de los indígenas. Se sabe que los indígenas, agradecidos por ese reconocimiento4, le entregaron una mitra de paja, que se conservó siempre como una de las joyas más importantes del Colegio y que solo se perdió al mismo tiempo que la custodia.

Por otro lado, fray Cristóbal también entiende el delicado tema de la salud pública por el cual atravesaba la ciudad. Inmediatamente llega a Santafé, se da cuenta de que aquí hay muchas carencias para atender a la población, y por eso abre una botica en Las Nieves, con un cirujano.

Y, por último, frente a las carencias de la educación, decide fundar el Colegio.

¿El Colegio se vuelve la idea fija de fray Cristóbal?

Aparentemente, como a los diez años de estar acá, él advierte la polémica que existe entre los dominicos y los jesuitas por el privilegio de dar los títulos educativos. La situación de permanente agitación eclesial también se vivía en las provincias del imperio, y más aún, acá, en este microcosmos que era Santafé. La aparente apacibilidad o tranquilidad del periodo colonial era engañosa: aquí había un sinnúmero de polémicas sobre todo tipo de temas y se entramaban discusiones muy complejas. Entre los jesuitas y los dominicos, por ejemplo, había disputas intelectuales muy encendidas; por eso, fray Cristóbal decidió pasar por encima de la situación, y en la década de 1640 —ya a una edad muy avanzada—, percibiendo que acá no existía una educación confiable, decidió empezar a planear su idea de fundar un Colegio. Eso mismo lo dice en su lenguaje Hernández de Alba: “la idea del Colegio es producto de su meditación y de su reflexión sobre la realidad que está percibiendo en la Nueva Granada”5.

Ahora bien, precisamente, esa idea que él ha recibido y defendido respecto a la educación del príncipe de la Corte española encuentra plena vigencia aquí; es decir, fray Cristóbal advirtió la urgencia de ese tipo de educación para procurar un progreso sostenido y estable de estos territorios. Hay que tener en cuenta otra cosa, y es que, justo en ese momento, también la economía colonial estaba cambiando.

Usualmente, se tiene la creencia de que la Colonia fue una etapa homogénea durante los tres siglos que duró. Eso no es cierto. Hubo ciclos diferentes, marcados por la economía, la situación social, el desarrollo de las ideas, etc. Y el siglo XVI es muy distinto del siglo XVII y de los demás. En la mitad del siglo XVII —cuando ya se va a concretar la fundación del Colegio—, hay muchos cambios, porque se está mutando de una economía extractiva —principalmente, basada en el oro y en las encomiendas y en torno a las esmeraldas, que para el interior eran muy importantes— a una economía de las haciendas. Eso es un fenómeno que se vivió en toda la América española, con ciertos matices, tomando en cuenta que acá, por ejemplo, las haciendas tampoco eran tan importantes, sino más bien modestas.

Fray Cristóbal, al percatarse de esos cambios y teniendo la idea de fundar un Colegio, se aseguró de adquirir unas haciendas que fuesen medianamente productivas: las de trapiche, por ejemplo, que son las de Mesitas del Colegio y de la Mesa de Juan Díaz. Es más: le compró una a los jesuitas, que es acá en la Sabana: la Hacienda de San Vicente —que se llama Fucha—, cerca de Fontibón. Y también compró El Chircal, que queda donde hoy es la Universidad Jorge Tadeo Lozano: en la calle 22 con carrera 4ª. Fue en esta última donde se produjeron los adobes y las tejas para la construcción del Colegio.

Es más, hoy en día, saliendo de la rectoría de la Jorge Tadeo Lozano, se puede ver en esa esquina, en un edificio de la Universidad Central, una placa que dice: “Calle del Chircal”.

¿Qué tipos de criterios se utilizaron para escoger la ubicación donde está el Claustro hoy en día?

Este era un lugar que señalaba el final de la ciudad. El río Vicachá, que después se llamó San Francisco, era como un límite natural de la zona donde estaban los poderes públicos que se asentaban alrededor de lo que hoy es la Plaza de Bolívar. Todo ello, dentro de la idea arquitectónica de la cuadrícula española: la Plaza Mayor, con las instalaciones de la Real Audiencia y la Iglesia; es decir, la casa de los canónigos y la Catedral. Esa cuadrícula se iba expandiendo y llegaba hasta la margen izquierda del río.


Calle 22 con carrera 4ª, esquina. Bogotá, D. C.

En realidad, no era como decía Daniel Arango: “qué visión de fray Cristóbal haber construido al lado de la Avenida Jiménez”, sino que esto era, más bien, el límite norte de la ciudad.

No deja de ser curioso que estemos reproduciendo, más o menos, la misma idea con la Sede del Emprendimiento y la Innovación. Pareciera no haber cambiado mucho el espíritu de esa óptica operativa a lo largo del tiempo…

Es cierto. Y también pareciera que repetimos el trabajo que tomó la fundación y el establecimiento del Colegio. En principio, según lo había estimado, fray Cristóbal decidió que los temas que se enseñarían serían básicamente tres: teología, medicina y jurisprudencia, porque eran los saberes fundamentales del momento; es decir, la meditación de la relación del hombre con Dios era básica; por supuesto, el tema de la sociedad en la jurisprudencia era importante, y, para contribuir a superar la calamitosa situación de salud pública que existía en ese momento, era importante estudiar medicina.

Ahí cobra sentido su tesis sobre la educación del príncipe como principio inspirador del Colegio, reflejado en esa placa de la Universidad que reza: “Propondremos la definición de un Colegio Mayor que viene a ser congregación de personas mayores, escogidas para sacar en ellas varones insignes, ilustradores de la República con sus grandes letras, y con los puestos que merecerán con ellas, siendo en todo el dechado del culto divino y de las buenas costumbres, conforme al estado de la profesión”.

¡Claro! Yo creo que fray Cristóbal se hacía la misma pregunta que los intelectuales españoles: ¿por qué ese imperio tan poderoso estaba entrando en una etapa de decadencia? y sabía que, en parte, era atribuible a la carencia de la educación. Además, su propia experiencia aquí en Santafé le había mostrado que la existencia de la Universidad Santo Tomás, en 1580, y del Colegio de San Bartolomé no había solucionado ese asunto, porque, de todas maneras, no eran operativas. Se requería entonces, la enseñanza de las mencionadas tres materias. Eso sí, todas precedidas por las Artes, que era la Filosofía, porque en las mismas Constituciones se dispone que no se puede entrar a estudiar en las facultades sin la formación en Artes (Filosofía) y basadas en santo Tomás.


Constituciones para el Colegio Mayor de Nuestra Señora del Rosario (1653). Título V, Constitución V.

Creo que fray Cristóbal, en últimas, era un hombre profundamente estructurado, que pensaba en grande. Tenía, como diríamos hoy, una visión macro.

Claro, él era un personaje preocupado por las realidades locales…

Y que, además, tenía un conocimiento de todo lo que estaba pasando aquí y en España. Por ejemplo, fray Cristóbal sabía que Felipe IV tenía un problema con los gastos que le habían implicado a la corona el sostenimiento de las tropas para sofocar la rebelión de Cataluña. Sabiendo esa situación, fray Cristóbal hizo una donación, con el fin de facilitar el otorgamiento del permiso de fundación. Y funcionó muy bien. Eso está en la cédula real de fundación, del 31 de diciembre de 1651.

En esa cédula real, el rey dice que, a pesar de ser consciente del pleito que existe entre dominicos y jesuitas, eso no interfiere en la petición que ha hecho fray Cristóbal, con quien está muy agradecido, porque ha hecho la donación de 40.000 ducados de plata para sostener el ejército sobre Barcelona.


Cédula real del 31 de diciembre de 1651.

Eso nos lleva a preguntarnos por qué fray Cristóbal escogió un tipo de gobierno al estilo del gobierno del Colegio de Fonseca, en Salamanca, siendo que él ni vivió allá ni fue testigo de las virtudes y los vicios de ese esquema.

Ahí podemos desmontar uno de los errores que se repiten sobre la vida de fray Cristóbal: que, supuestamente, él fue colegial mayor del Colegio de Fonseca. No. Él estudió, como ya se dijo, en el Colegio de San Pablo, en Burgos. Lo que pasa es que ese modelo salmantino era muy reconocido en la época; pero la razón que lo llevó a escogerlo tiene una historia y un contexto, dado que ese esquema de gobierno no fue su idea original.

Fray Cristóbal quería que sus hermanos de orden se encargaran del Colegio cuando él falleciera; sin embargo, los hermanos dominicos, al parecer, hicieron una lectura más bien caprichosa de ese encargo, y pensaron que se trataba de una donación que Cristóbal de Torres les hacía para que el Colegio fuera un seminario de la orden.

Entonces fray Cristóbal, al ver que estaban malinterpretando su voluntad, quiso adoptar el modelo del Colegio de Fonseca, en Salamanca, para solucionar de raíz ese impasse.

¿Por qué hubo impasse, si los dominicos ya tenían la Universidad Santo Tomás, que también predicaba la doctrina tomista? Según entiendo, Marcos de Betancur, que era el provincial de esa orden, tuvo la idea de unir al Colegio del Rosario con la Universidad Santo Tomás. ¿Ese fue el origen de la disputa?

No es que eso fuera el motivo principal de la disputa que tuvo con los dominicos. La cuestión es esta: fray Cristóbal duró diez años tramitando el permiso para fundar el Colegio. Permiso al que se opusieron todos en España. Tanto así, que le empezaron a solicitar un montón de información que lo complicaba todo, porque, claro: imagínese, desde aquí, con la lentitud de las comunicaciones, pidiendo permiso y que le contestaran poniéndole trabas. ¡Es que una carta duraba un año en llegar a su destino, y en muchas oportunidades se perdían! Eso era muy complicado; porque, además, estaba el interés compartido entre dominicos y jesuitas, que, en medio de su pleito, no querían que se fundara un tercer Colegio.

Cuando finalmente recibió el permiso —con la famosa cédula real de 1651—, fray Cristóbal nombró a Juan del Rosario y a otro hermano como rector y vicerrector. Ellos, unidos al provincial Marcos de Betancur, creyeron que fray Cristóbal lo que estaba haciendo era donar irrevocablemente el Colegio y sus bienes a la orden. Recordemos que la primera cuestión que tocan las Constituciones son los bienes y las haciendas del Colegio. Es decir, se trataba de un asunto que tocaba prácticamente todos los bienes asimilados a unas haciendas que se encontraban unidos a la idea de la fundación.

Hay que entender que las universidades en esa época estaban compuestas por “colegios”. Los colegios eran los sitios físicos, mientras que la universidad era un permiso o una licencia para poder otorgar títulos. La educación implicaba una inmersión total. No era solo impartir unas cátedras, sino que se requería, según el modelo de la época, una vida en comunidad. Primero había que pasar por las aulas de latinidad, que era importante para dominar la lengua natural de las enseñanzas. ¿Los libros? Todos, en latín. Era una educación bilingüe en ese sentido, porque el castellano era la lengua vehicular, pero todas las cuestiones académicas se dirimían en latín.

Y, pues, con la exigencia de toda esta formación en artes y en la disciplina, se necesitaban por lo menos siete años; lo que implicaba toda una vida en comunidad.

Entonces, los hermanos dominicos creyeron que fray Cristóbal estaba entregando su Colegio a la orden. Pero ¿con qué objetivo?

Para que fuera un seminario de la orden. En esa época había un problema originado en el Concilio de Trento. Una de las grandes discusiones del concilio fue la vida de los monjes. A veces, los monjes vivían una vida disoluta y la educación que recibían internamente en los conventos era muy deficiente. Por eso, se crearon lo que se llamaban “seminarios conciliares” para la formación de los sacerdotes.

Como esto acá era tan pobre, en Santafé no había este tipo de seminarios. Entonces los dominicos consideraron que fray Cristóbal estaba dándoles a sus hermanos de la orden un seminario conciliar para la formación de sus sacerdotes.

Y fray Cristóbal se opone…

No exactamente. El punto definitivo de la ruptura con los dominicos fue el día de la fundación.

Fray Cristóbal aparentemente ya había empezado algunas obras de construcción, cuando recibió el permiso de funcionamiento. Lo que hizo fue acelerar ese proceso, y terminar de construir tanto el Claustro como la capilla anexa. Ahí citó, finalmente, a la eucaristía de fundación, el 18 de diciembre de 1653.

A esa misa —y eso es importante, y está documentado— no asistieron los jesuitas. La Compañía de Jesús no asistió, a pesar de ser un acto social importantísimo de la época, lo que dio origen a una tensión sobre la precedencia en los actos sociales. Ahora bien, en ese momento los jesuitas se habían opuesto en España a la fundación del Colegio y se habían considerado derrotados. Por otro lado, el disenso con los dominicos se presentó con el nombramiento de los colegiales. Fray Cristóbal se había reservado el derecho a escoger a los colegiales, y no designó a ninguno de los hermanos dominicos. Eso creó una enorme confusión en la orden, y es ahí cuando se tranzó la pelea.

Fray Cristóbal hizo los nombramientos, dictó las Constituciones y decidió que el Colegio iba a funcionar como el de Fonseca o el del arzobispo, en Salamanca. Ese sistema, el de Fonseca, tenía como fundador a otro arzobispo, y venía del siglo XIV, que, a su vez, tenía también como modelo el colegio referente de Bolonia: el Colegio de San Clemente, cuyo fundador, el cardenal Gil de Albornoz, lo había instituido hacia 1300.

He ahí el origen del modelo de gobierno del Rosario. Acogerlo era estratégico, porque a través de ese modelo se le permitía independizarse de los dominicos y zanjar la disputa con la orden.

Pero ahí no paró todo: justo por acoger ese modelo de gobierno y “despojar” a los dominicos de lo que creían su herencia, se desató el pleito…

Así es. Ese es un punto que conviene estudiar. Lamentablemente, no hemos tenido acceso a los documentos completos del pleito, pero la historia es más o menos así:

Cuando empieza el pleito con los dominicos, fray Cristóbal decide enviar a quien nombra como primer rector del colegio: Cristóbal de Araque y Ponce de León, que era un fiel escudero, para que lo representara e hiciera valer su voluntad. Fray Cristóbal de Torres lo nombra rector perpetuo del Claustro y lo envía a España para defender su causa; y, por cierto, nunca regresa. Cristóbal de Araque y Ponce de León muere allá, después de diez años de pleito.

Es algo que quiero resaltar: la perseverancia, la persistencia de fray Cristóbal en su idea de fundar un colegio. Él dura diez años sacando el permiso, y luego diez más esperando a que le confirmen la voluntad que él tenía de formar su colegio autónomo.

De ahí surge la originalidad del Rosario. En un momento en que tanto la educación como la salud eran desarrolladas por las órdenes religiosas, había un sometimiento de la Iglesia al rey por medio del Patronato Real; sin embargo, ambas instituciones tenían una separación natural de funciones, puesto que a la Iglesia se la encargaba de las necesidades en salud y en educación, y al Patronato Real, de los asuntos propios de la administración pública.

Pero lo curioso está en que, por razones de ese pleito insólito entre los dominicos y los herederos de fray Cristóbal, el Colegio termina surgiendo como una institución autónoma, original, fuera de esas dos órbitas, con sus propias normas y con su vida independiente de la Iglesia, lejos de los mandatos de ninguna orden.

Y, bueno, eso nos deja en que el Colegio queda prácticamente sin un dueño…

Exacto. Fray Cristóbal también había contemplado la posibilidad de que en ese sistema autónomo de gobierno, el arzobispo debía ser el patrono del Colegio que estuviera por encima de todo; sin embargo, el rey, al aprobar el funcionamiento del Colegio, en 1664, y confirmar la voluntad de fray Cristóbal resolviendo finalmente el pleito con los dominicos, se nombra a sí mismo patrono; es decir, producto del pleito, el Colegio va a adquirir una figura jurídica autónoma y sui generis que no existe en otra parte de la América española.

Yo recuerdo la primera vez que hablé con Ignacio Berdugo, rector de Salamanca, quien me manifestaba, con sorpresa, que no podía creer que el Rosario se constituyera en 1653 como persona jurídica autónoma siendo que esa ficción legal no existía en aquel entonces. Yo le expliqué que eso fue resultado del pleito. Que ese proceso obligó a crear una entidad sui generis: una entidad autónoma con sus rentas propias, con un sistema de gobierno propio y que desarrollaba una actividad muy concreta. Eso le pareció rarísimo.

Y es que todavía es raro…

Es una rareza histórica, porque no se presentó en ninguna otra parte. Es decir, existían universidades como la de San Marcos, en Lima, que eran, más bien, creaciones virreinales. La Universidad de México también lo era, pero, en todo caso, la Corona le encargó su administración a una comunidad religiosa. Acá se creó una entidad privada, sin dueño, autónoma y autogestionaria.

¿Quiénes son los dueños de la Universidad hoy en día?

Es una fundación y, como tal, no tiene propiamente dueños. Ahora, precisamente, cuando se acaba de aprobar una reforma a las Constituciones, se recoge muy claramente la idea de la autonomía y la independencia de la Universidad; es decir, el Rosario no pertenece a una orden, ni a un partido político, ni a nadie distinto de los mismos rosaristas.

Es interesante ver cómo el pleito se dio porque los dominicos querían apropiarse del Colegio y el rey lo impidió. Frente a eso se ha visto que, históricamente, siempre han existido ciertos grupos que se han querido tomar la Universidad…

Pues el sistema electivo mismo ha reflejado la fuerza de determinadas ideas del momento. Es importante aclarar que eso no es fruto de la época republicana, sino que viene desde la Colonia.

Se sabe que en el siglo XVIII, en el Rosario se va a dar la confrontación entre novatores y peripatos. Los peripatos eran quienes continuaban con la idea de una educación basada en la escolástica, mientras que los novatores estaban más a la vanguardia de los tiempos, tomando como base las nuevas ideas de la Ilustración. El sistema electivo permitía la alternancia ideológica en el Claustro: a veces llegaba un rector que era más afín a las ideas de los novatores y ajustaba el pensum, y luego llegaba otro más afín a las ideas de los peripatos y hacía lo propio. Esas confrontaciones ideológicas y su influencia son un tema que debería ser objeto de investigación.

Hablemos de otro símbolo del Rosario: el patronato. Hemos hablado de que el rey Felipe IV, cuando resuelve el pleito, se asigna a sí mismo como patrono del Colegio.

En las Constituciones, fray Cristóbal consideraba que por ser él mismo el arzobispo de Santafé, entonces sus sucesores deberían ejercer el patronato. Pero en la cédula real donde resuelve el pleito con los dominicos, Felipe IV se nombra patrono y dice que en lo sucesivo los monarcas de Castilla que lo sucedan serán patronos del Colegio. Eso va a tener una importancia enorme, porque un tiempo después se va a crear el Virreinato de la Nueva Granada, y el nuevo virrey es el que va a ejercer directamente el vicepatronato sobre el Rosario. Entre otras funciones, como la de pedirles a los rectores que rindieran cuentas anualmente sobre la gestión del Colegio, está, además, la de escoger entre la terna de personas que el colegio elector sometía a su consideración para escoger al rector de la Universidad, lo cual hacía que su tutela se volviera fundamental. Entre otras cosas, en las mismas Constituciones está la previsión de que el rector pueda ser un “no religioso”.

Esa función del patrono sigue más o menos vigente en las Constituciones. Si el colegio elector no se pone de acuerdo en quién debe ser el elegido, se deberá enviar una terna al patrono, para que este escoja de allí quién será el próximo rector del Rosario.

Pero aparte de esa función puramente estatutaria, el rey, por solicitud del virrey, también se preocupó mucho por atender las necesidades económicas del Rosario; por eso es fundamental el tema de las cédulas reales que hemos recopilado y digitalizado en el Archivo Histórico; dicho sea de paso, gracias a ello nos ganamos un premio.

El vicepatrono hacía ver al rey que en el Rosario había unas necesidades muy grandes: que faltaba dinero para las cátedras, que el dinero de las haciendas ya no alcanzaba, etc. Entonces, el rey ordenaba otorgar auxilios, pero los otorgaba de manera provisional, no de forma permanente. Es decir, entregaba un auxilio y se evaluaba el resultado de lo que se hacía con ese dinero; en otras palabras, siempre tenía una idea de mantener una vigilancia sobre la inversión para que la institución lograra sus cometidos.

Hablemos de las haciendas del colegio que están en las Constituciones.

Es muy importante esa idea de fray Cristóbal de dotar al Colegio de haciendas. Tanta prioridad le daba, que el primer capítulo de las Constituciones es el de las haciendas.


Constituciones para el Colegio de Nuestra Señora del Rosario (1653). Título I.

Para fray Cristóbal era muy importante tener unas haciendas que produjeran réditos al Colegio. La idea de que no podía sostener la fundación de una institución sin un respaldo económico previo era una idea novedosa en aquel tiempo. La gente, me imagino, creía que al ser el Imperio tan grande pues le sobraba la riqueza y podía ayudar en todo y, por tanto, esa parte puramente material para emprender distintos proyectos no se tenía en cuenta.

Fray Cristóbal hizo todo lo contrario: pensó primero en la certeza de un respaldo económico para construir su proyecto. Una de las curiosidades de esta idea de las haciendas es que fray Cristóbal no le da un gran valor a la propiedad en sí, sino al trabajo que allí se realiza. Por eso es tan cuidadoso en las instrucciones que registra frente a cómo debe mantenerse y vigilarse una hacienda, a lo cual le dedica prácticamente la mitad de las Constituciones.

Alguna vez hablaba con Alfonso Borrero Cabal, cuyas obras, por cierto, vale la pena consultar. Él un día me confesaba que antes de ser rector de la Universidad Javeriana, creía, ingenuamente, que esa parte del respaldo económico era un asunto relativamente menor dentro de la enseñanza universitaria. Que lo importante para la academia era el desarrollo de los cursos, los pensum, los profesores y demás. Pero resulta que siendo rector se dio cuenta de que el respaldo económico era lo más importante; es decir, que sin recursos no se puede hacer nada. Esto lo cuento porque si yo pudiera hablar con los colegiales, les diría que lo que deben tener en cuenta en la escogencia del rector es un perfil que lograse atender, como quería fray Cristóbal, a la institución desde el punto de vista empresarial.

En los países sajones tienen esa parte clarísima. Por eso cuentan con patrimonios gigantescos…

Continuando con el tema del Patronato, el rey, por dar esos auxilios, tenía la vigilancia y el control sobre las inversiones y el tiempo; después, la figura va mutando. ¿Cómo va mutando hasta decantarse por la figura que tenemos hoy en día? Tengo entendido que, una vez declarada la independencia, Simón Bolívar expidió una norma en la cual indicaba que él iba a asumir todas las funciones que estuvieran a cargo del rey, y por eso el presidente de la República es el actual patrono.

Se entendía que el presidente en la era republicana asumiría las funciones del rey; entre ellas, el Patronato, que no era únicamente el del Rosario, sino el de varias otras instituciones. La idea del patronato surge dentro del marco de la Contrarreforma. Ahora bien, obviamente, la figura del Patronato va mutando dentro de un proceso muy complejo que se enmarca, finalmente, en la lucha por la autonomía del Rosario.

Durante todo el siglo XIX, que es un siglo de definiciones, en el cual se trata de ver cómo se va a reemplazar al Imperio español, va a surgir siempre la idea de intervenir al Rosario. Y el Rosario siempre lucha por mantener su autonomía, y choca con las ideas iniciales; por ejemplo, las de Santander, quien, durante la Gran Colombia, piensa importar el modelo napoleónico. Es decir, la idea de que una Universidad única y homogénea que provenga de la Rama Ejecutiva y se acoja a la política de la administración general.

Hoy en día, el Patronato tiene funciones más bien simbólicas y protocolarias; sin embargo, conserva una muy importante, que es la de ser el árbitro final en caso de que, durante la votación para elegir al rector, ninguno de los candidatos tenga las dos terceras partes de la votación. Es decir, si hay dos candidatos y ninguno cuenta con la mayoría requerida, pues el asunto debe someterse a consideración última del patrono. También tiene la función de presidir las ceremonias cuando viene, por ejemplo, a la consagración de colegiales y del rector; confirma la escogencia de los colegiales y del colegial mayor, y, en un momento dado —y hasta hace poco—, el patrono debía dar el visto bueno para la enajenación de bienes inmuebles del Colegio.

Pienso que la figura del patrono, que tiene toda una explicación histórica en el pleito de los dominicos con fray Cristóbal, de todas maneras, ha sido muy importante y muy útil en la historia del Rosario.

Otro símbolo importante en el Colegio es, justamente, la figura de los colegiales, que no deja de ser única en los sistemas universitarios.

Cuando uno estudia la historia de la creación de las universidades en el medioevo, se da cuenta de que existieron dos orígenes: la universidad formada por los propios estudiantes que se reunían y escogían a sus maestros —y, por lo mismo, a sus directivos—; y, por otra parte, la universidad que era convocada por los maestros que llamaban a sus discípulos y los convertían en una comunidad; es decir, una formación proveniente desde abajo hacia arriba, y otra, de arriba hacia abajo. El Rosario corresponde al primer modelo.

Hay ejemplos como el del Colegio de San Clemente, que hace parte de la Universidad de Bolonia, o el del arzobispo de Fonseca, en Salamanca, que corresponden al primer modelo. O, la Universidad de París, que se fundó de acuerdo con el segundo modelo.

¿Y esa figura cómo ha evolucionado con el tiempo?

Creo que esa figura fue muy importante siempre. En el Aula Máxima hay un personaje: Enrique de Caldas Barbosa, pintado por Gregorio Vásquez, quien fue el primer colegial que llegó a ser rector. Entonces uno ve que hubo cierta continuidad al elegir a esos personajes, que, a pesar de ser formados para la burocracia del Imperio, de todas maneras, los seguían tomando en cuenta en el Rosario para continuar la tarea del fundador. Es decir, bien habrían podido nombrar a otras personas. Sin embargo, la institución de la colegiatura siempre ha buscado la permanencia de la idea de fray Cristóbal, la continuidad de ese legado.

Curiosamente, en la época de la Regeneración, los rectores que se eligieron no fueron colegiales; es más, ni siquiera eran rosaristas, y eso trajo problemas.

En últimas, yo creo que la colegiatura ha permitido esa continuidad de la idea del Rosario como ente autónomo y muy particular.

Finalmente, doctor Nieto, hablemos sobre la figura de La Bordadita.

La figura de La Bordadita como símbolo del Rosario tiene que ver con esa discusión que mencionamos sobre el inmaculismo. Lo que yo entiendo es que en el fondo de la devoción a la Virgen María hay una reivindicación del papel de la mujer, que hoy es una cosa indiscutible, y en el Rosario, concretamente, una realidad: la población estudiantil es mayoritariamente femenina.

También tiene que ver eso con una actitud muy hispánica. En España no existía la Ley Sálica, que era una ley entre los francos y las tribus germánicas que impedía que las mujeres accedieran al poder. Es decir, España era una excepción en Europa, porque allí las mujeres podían ser reinas. Pues, de hecho, la conquista de América se hizo bajo Isabel la Católica y la unificación de España se dio gracias al matrimonio de Isabel la Católica y Fernando de Aragón. Creo que detrás de la devoción a La Bordadita hay elementos históricos muy de fondo en esa representación de la mujer como un símbolo importante en el Rosario.


Virgen de La Bordadita.

La Bordadita es una de nuestras leyendas más queridas. Se dice que fray Cristóbal de Torres la trajo y que fue bordada por la reina Margarita de Austria, que era la mujer de Felipe III. Pero parece que eso no es históricamente acertado, porque, cronológicamente, fray Cristóbal no tuvo relación con esa reina.

Después se dijo que la había bordado Mariana de Austria, que era la esposa de Felipe IV; de hecho, Elkin Saboya publicó hace poco un informe muy completo en la Revista (Nova et Vetera) sobre este tema, mostrando cómo esa idea de que la reina había bordado a esa virgen y se la había entregado al Rosario es una idea del siglo XIX.

De todas maneras, monseñor Carrasquilla mandó a hacer un retrato de Margarita de Austria, que es el que está en la vicerrectoría, retratada por un pintor de la Escuela de La Sabana a principios del siglo XX: un español que se llamaba Enrique Recio y Gil, y que era una copia del cuadro que está en el Museo del Prado.

Independientemente de la autoría y del origen, la idea de ese símbolo es exaltar la Inmaculada Concepción de María, y por eso hay varias Bordaditas. Está la de la Capilla, la del Aula Máxima, la de la Quinta de Mutis —que fue bordada por Josefa Vergara y Caicedo en 1786— y la del despacho del rector —que es la que tiene la Cruz de Boyacá—.

De todas maneras, es un símbolo muy pertinente, en la medida en que refleja una devoción del fundador por la Virgen, y que, por lo demás, tiene su trascendencia teológica e histórica con la idea de la Inmaculada Concepción.

Por eso la devoción de los estudiantes por la Virgen, a la que le encomiendan los exámenes de final de año…

Claro. Y que hace milagros, sin duda alguna los hace. Porque yo sí creo que el Rosario es como un milagro. Dentro de esa fragilidad que son nuestras instituciones, el hecho de que el Rosario se mantuviese incólume y haya logrado sobrevivir a tantos problemas e inconvenientes durante tanto tiempo, pues yo creo que la Virgen de la Bordadita ahí tuvo que habernos dado una mano.

Luis Enrique Nieto Arango: reminiscencias de un rosarista

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