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Introducción

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De la comparación de diversos cuentos y mitos creados por distintos pueblos y en diferentes latitudes, surgen algunas constantes fijas, casi estereotipadas, de evidente contenido iniciático.

El héroe, blanco, amarillo o negro, se extravía en cierto momento de la historia en un lugar misterioso e inaccesible. Ya se trate de un bosque o de una jungla, de un desierto o del vientre de un inmenso cetáceo, el significado es casi inmediato: es necesario alejarse de la comunidad, experimentar el aislamiento y la alteridad, superar difíciles pruebas y enfrentarse a la trampa del laberinto para poder salir ilesos y dotados de poderes de los que se carecía antes de iniciar la prueba.

Sólo después de haber dominado la mente y el lugar menos fiable y más oscuro, el hombre tiene la posibilidad de acceder a la condición transhumana del iniciado, aquel que sabe y que únicamente en virtud de esto puede. Esto lo saben los chamanes, los magos y los yoguis, que sólo después de largos y constantes ejercicios de dominio de la mente alcanzan poderes aparentemente imposibles, como la visión a distancia, el vuelo y la capacidad de desplazar objetos sin tocarlos. Pero también es cierto que incluso el científico y el artista – es decir, aquellos que son universalmente considerados los grandes «usuarios» del cerebro– emplean como máximo el 30 % del total de la capacidad de este. Millares y millares de sinapsis, como tarros aún cerrados, esperan ser abiertas para ofrecernos nuevas e inimaginables posibilidades.

Nos creemos fuertes y sabios porque hemos aprendido a manejar ordenadores, a dirigir automóviles y cohetes, y a dominar el átomo. Pero debemos detenernos frente a lo inexplicable, al igual que nuestros antepasados, y nos veremos, con asombro, como niños de una época anterior, que se pelean con las letras del alfabeto de nuestro primer silabario. Y, quizá, como tales debamos permanecer aún durante miles de años, hasta que no hayamos sondeado y aprendido a dominar el laberinto de nuestra mente.

A menudo solemos definir como «extraño» todo cuanto se sale de los esquemas mentales habituales. Por lo tanto, el fenómeno paranormal lo es también, ya que tiene su origen en las zonas oscuras y misteriosas de la mente y escoge canales distintos de los habituales para manifestarse.

El inconsciente es el almacén donde se depositan todas nuestras experiencias; se encuentra en comunicación con el inconsciente de todos los demás seres, el llamado inconsciente colectivo. La censura, como Cerbero en la puerta de los infiernos – Cerbero es el perro mítico de muchas cabezas que impedía a los vivos la entrada a los infiernos y a los muertos la salida–, hace de guardián y de aquella enorme cantidad de material, que continuamente se acumula, deja pasar sólo lo que es necesario para nuestra conciencia, aquello que no nos perturba ni está en contradicción con nuestra moral.

Al dormir, somos más libres en el sueño. Este representa una condición óptima para lo paranormal, así como todos los momentos que lo siguen y lo preceden, porque permite que el cerebro entre fácilmente en alfa, la longitud de onda más apta para su manifestación. El mismo estado puede reproducirse esporádicamente o de forma incompleta durante la vigilia, ya sea de modo espontáneo o provocado, por medio de técnicas respiratorias o de la meditación.

La metodología científica, rigurosa y racional, en efecto, presupone que los fenómenos estudiados se repiten y pueden medirse. Pero lo paranormal no responde a estas leyes; no existen instrumentos para medir las potencialidades ocultas de un individuo, siempre variables y sensibles al ambiente externo, a los biorritmos y al influjo de los astros.

ESP y PK: definiciones y diferencias

A menudo se oye hablar, de un modo confuso y erróneo, de poderes psíquicos, un término evocador de imágenes que pueden ser perturbadoras o, incluso, ridículas (muebles que se elevan y brujas de mirada maléfica, magos de revista o médiums), que acarrean el descrédito al mundo de lo paranormal, ya de por sí objeto de dudas e incredulidades.

Pero si bien es cierto que la aceptación acrítica de todo cuanto se propone no demuestra que se posea un intelecto brillante, el rechazo categórico, que no va precedido del esfuerzo por analizar y comprender, tampoco demuestra nada. Analizar, dividir, seleccionar, cuantificar y tratar de reproducir en el laboratorio lo increíble: así se abrió una ventana a lo desconocido.

De todos modos, en líneas generales, la compleja esfera de lo paranormal puede ser dividida en dos grandes sectores: los fenómenos de efecto psíquico (ESP, Extra Sensory Perception), que comprenden las facultades de percepción extrasensorial (telepatía, clarividencia, clariaudiencia, precognición, retrocognición…) y los fenómenos de efecto físico o PK (materialización y desmaterialización, psicoquinesis, telequinesis, levitación, etc.), más difíciles de encontrar y, en la mayoría de los casos, involuntarios.

Entre en… los poderes de la parapsicología

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