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PRÓLOGO:El docente frente a la ingenuidad y el derrotismoFRIDA DÍAZ-BARRIGA ARCEO

El hombre nunca sabe de lo que es capaz hasta que lo intenta.

CHARLES DICKENS

El título de la obra evoca el momento en que los estudios acerca del currículo y de la enseñanza logran vislumbrar que más allá de los dispositivos educativos o de las estructuras educativas formales (los planes de estudio, los programas escolares o los libros de texto) es en la realidad de la cotidianidad del aula que se encuentra la concreción de los aprendizajes en el más amplio sentido de estos. Es decir, cuando los actores de la educación, en primera instancia los agentes educativos y enseguida el sujeto de la educación, logran apropiarse y llevar a la práctica los saberes científicos y sociales, es que se puede valorar si se ha generado o no sentido y significado.

En esta obra, coordinada por el doctor García Lozano, un grupo de docentes, con amplia experiencia y aun mayor compromiso con su quehacer educativo, exponen una diversidad de situaciones didácticas que han conducido en aulas que abarcan desde la educación preescolar hasta el doctorado, y donde encontramos el valor de la reflexión sobre la práctica, como posibilidad de ir más allá del hecho mismo para asumir el compromiso de la transformación de la educación.

Me parece un acierto que se parte de reconocer el vaivén de las reformas educativas, la precariedad de las condiciones en que se realiza la docencia en muchos, si no es que en la mayoría de los escenarios educativos de nuestro país, o bien de discutir que no se ha logrado configurar políticas educativas efectivas. La expresión “sin embargo se mueve” nos conduce a la reflexión de por qué los cambios educativos en nuestro contexto se han promovido en una lógica de inmediatez, de compulsión reformista o de proyectos con sello de administraciones o partidos políticos, sin apuntalar procesos reales de cambio sistémico, basados en condiciones y necesidades de las comunidades educativas. No obstante, los actores de la educación han logrado propiciar que determinadas prácticas educativas puedan etiquetarse como ejemplos de buena práctica, y eso es lo que quieren compartir en este texto.

Desde mi perspectiva, los ejemplos de buena práctica educativa no ocurren necesariamente en contextos “ideales”, ni siquiera en “normales” (desde el imaginario que se tenga de ello), sino que ocurren en contextos situados y logran impulsar las condiciones de desarrollo, aprendizaje o bienestar de los involucrados. Desde las necesidades de nuestra región latinoamericana, y considerando que es la diversidad y no la uniformidad lo que nos caracteriza, pienso que los mayores retos se ubican en educar desde y para la diversidad, en contextos de educación inclusiva, es decir, para todos, y sobre todo, entendiendo que la equidad y la calidad son conceptos interdependientes. La realidad que viven nuestros niños y jóvenes mexicanos hoy en día, en una sociedad muy desigual, atrapada en políticas y discursos neoliberales que no han logrado mejorar de fondo la educación ni la salud, menos asegurar condiciones dignas de vida o seguridad, ha replanteado los compromisos éticos y el sentido de la docencia.

Así, el equipo docente que participa en este libro, que califican de “obra transreformas”, se ha negado a la apatía y el inmovilismo y ofrece a los lectores su experiencia y sus saberes docentes, considerando que hay cuestiones que tienen un valor más bien permanente, aunque se hayan llamado con distintos nombres y se hayan revisado en diversas reformas sin gran éxito. Son conscientes de que muchos de los yerros de tales intentos de cambio o innovación no logran llegar a buen puerto porque no reconocen la esencia de la tarea docente y siguen pensando que lo que se requiere es que un experto elabore modelos educativo o documentos base y que con esto basta para que el docente asimile y transforme su quehacer. Por el contrario, la innovación implica, como bien dice la Unesco, un proceso de destrucción creadora, en cuanto que implica cambios paradigmáticos, transformación de mentalidades y prácticas socioculturales, miradas sistémicas y confianza en la agencia de sus actores.

El coordinador de la obra afirma que son tres las cuestiones que atraviesan los capítulos: a) lo que se considera básico en la educación obligatoria, b) los aspectos clave del papel del aprendiz, y c) los temas transversales que no implican sobrecargar el currículo escolar. Los autores enarbolan voces críticas, pero refrendan la importancia de la educación escolarizada, que, sin embargo, requiere una transformación de hondo calado, sin perder los principios de laicidad, gratuidad, democracia y sustento en los avances del conocimiento científico. No hay cabida para el optimismo ingenuo, pero tampoco para el derrotismo. Asumen que un aspecto al que no podemos renunciar es a la centralidad del aprendiz, ya que el foco de la labor educativa es su formación en y para la vida, el logro del aprendizaje significativo o la educación ciudadana, para la convivencia y el respeto a los derechos humanos.

El recorrido por los capítulos nos permite recuperar algunas ideas centrales para la formación de las personas que educan:

▶ En contraposición al paradigma del déficit, la educación para la convivencia, en las aulas y fuera de ellas, requiere basarse en la construcción de ambientes saludables, donde todos y todas se sientan reconocidos y aceptados, donde se establezcan redes de apoyo y relaciones nutricias. Es decir, hay que salvaguardar la integridad del sujeto de la educación y la “nutrición relacional” como conciencia de ser amado y aceptado.

▶ Se requiere instaurar el diálogo como forma de comunicación privilegiada que conduce a promover el intercambio de ideas en un entorno respetuoso, abierto al cuestionamiento y la reflexión.

▶ Hay que evitar el activismo ingenuo, el solo hecho de poner a charlar o agrupar a los alumnos en pequeños equipos no es garantía del aprendizaje. El poder aprender de forma colaborativa y constructiva requiere de otras bases y principios.

▶ Las categorías vinculadas con la interseccionalidad, como son género, raza, etnia, orientación sexual, deben ser consideradas en las políticas de inclusión, a fin de que promuevan este valor, la disminución de desigualdades y las políticas discriminatorias en las instituciones educativas.

▶ Los docentes nunca entran al aula con posiciones “neutras”, por lo que hay que analizar si se presentan la ceguera al género, miradas clasistas, o bien homofóbicas; es así que hay que revisar si esto provoca interacciones positivas o negativas, sesgos o discriminación hacia determinados estudiantes.

▶ Las palabras y las creencias transforman las emociones, por eso hay que reflexionar acerca de las propias emociones respecto a la enseñanza de su asignatura, pero además, del tipo de emociones que un docente provoca en sus estudiantes.

▶ Existe una diversidad de situaciones que vulneran a los niños y adolescentes mexicanos (adicciones, enfermedades de transmisión sexual, trastornos de alimentación, depresión, entre muchos otros), al igual que a los docentes, dado que la profesión genera estrés constante, por lo que habrá que trabajar con ambos actores estrategias desde un modelo psicoeducativo-salugénico, dando prioridad a enfoques de bienestar y prevención.

▶ La reflexividad docente implica repensar la práctica y el pensamiento; conduce a regresar a la acción e interpretar la experiencia, con la posibilidad de contrastar esta con referentes teóricos y empíricos, y en ello reside la capacidad de aprender de dicha experiencia.

Al final del texto sus autores comparten, en los anexos, un conjunto de prontuarios y pautas de trabajo, con la pretensión de que puedan inspirar a otros docentes formas de abordar su labor en el aula, siempre con la consigna de que no sean empleados de forma mecánica ni convencional. En todo caso, son dispositivos educativos, instrumentos de trabajo de lo más flexibles, que cumplirán su cometido si son rediseñados y sirven para analizar o apoyar lo que se enseña en las aulas.

Esta obra dignifica no sólo al sujeto de la educación, a la persona humana que aprende, sino a la figura del docente, que desde hace algunos años ha sido poco valorado y denostado en ciertos sectores sociales y en los medios de comunicación que sirven a los intereses de determinados grupos de poder. Esperamos que su lectura conduzca a la convicción de que en nuestro país existen docentes valiosos, muy comprometidos con la labor de educar a las jóvenes generaciones. Para muchos de nosotros, alguno de nuestros profesores o profesoras ha replanteado, y para bien, el rumbo de nuestro trayecto de vida o profesión, o ha sido la mano amiga en momentos aciagos.

El aula es la respuesta

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