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Prólogo

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Es este un libro que trabaja con originalidad las fuentes principales que la vida de una psicoanalista ha ido colectando, transformando el estudio minucioso y la gratitud en producción creativa.

De ese modo Bion y Liberman convergen en un marco implícito de proceso y campo psicoanalítico, recogiendo tanto el sutil empirismo inglés de aquel cuanto la símil formalización que son sus marcas indelebles, con la sagacidad clínica y el apego al movimiento concreto de los materiales del maestro argentino.

Lia Pistiner narra y teoriza dos movimientos clave en la transmisión, dejando que la originalidad posible de sus elaboraciones se trasunte entre las marcas de sus referencias predilectas.

Así ocurre con las precisiones referidas a la psicosomática, en un desarrollo ampliado que aúna claridad y utilidad, lo cual es clave para reconocer distintas estructuraciones en la clínica.

Sobre la base de una diferenciación organizadora entre procesos conversivos y psicosomáticos, en la medida que en estos últimos no se ha constituido una capacidad de digestión simbolizante frente a determinados apremios de la vida, quedan sometidos a opacidades dañinas detrás de fachadas sobreadaptadas.

Por su parte el soñar, como lecho originario y fuente perdurable de los procesos de simbolización, y por lo tanto imprescindible para sostenerse en la vida relacional y con el propio ser, corporal y fantasmático, constituye el eje heurístico asumido por nuestra autora.

Hay un implícito importante: el sujeto como sistema abierto, y con eventuales relictos no desplegados que pueden recuperarse, siempre que se tenga claridad respecto de su estructuración y los modos de incidencia en los vínculos y por ende de constituir transferencias.

Lo cual no supone un optimismo insensato sino algo que Lia Pistiner fundamenta de manera consistente y requiere, para decirlo con una expresión que habría resultado muy grata a los oídos de Laplanche: el (arduo) “trabajo del psicoanálisis”.

Desde esa disposición sistemática nos va mostrando la posibilidad de inteligir y encarar cuadros severos.

La complejidad de la concepción bioniana de la mente sirve como base para desarrollos instrumentales creativos, como la materialización en personajes, al modo teatral, de aspectos diversos del psiquismo.

Y desde lo concreto del trabajo clínico con pacientes difíciles, rescata lo de hacer consciente lo inconsciente diferenciándolo respecto de la otra aserción proverbial: donde el Ello era estará el Yo, vinculándola al sentido bioniano de “transformaciones en O”.

Es decir, se trata de rescatar el fuerte valor heurístico de aquellos enunciados que indican el ethos de un compromiso con transformaciones al límite, lo cual lleva con naturalidad a articularlo con la enunciación winnicottiana respecto a falso y verdadero Selves.

También radical y a menudo entendida de manera banal.

Todo lo cual supone una semiología fina del proceso analítico, en tanto aquel –el falso Self– podría no constituir una organización nacida del Eros de preservación, como lo postulaba Winnicott, sino una cobertura de escasa consistencia.

Las ideas que maneja la autora transitan en un espacio de confluencia de metáforas, conjeturas imaginativas y formalizaciones –las cuales son una marca de estilo bioniana– y son expuestas con claridad, teniendo presente siempre la perspectiva instrumental, el para qué sirven en el contexto psicoanalítico.

El texto refleja también, en su incursión por los fundamentos, la gran complejidad de la hominización, su carácter intrínsecamente relacional y el modo en que los patterns primarios perduran en los vínculos el resto de la vida.

Dando fundamento a una clínica que aspira a desarrollarse buscando aunar “dos mentes” en concordancia, permitiendo entonces (función desarrollada de continencia) dar cabida a segmentos primordiales desgajados del ordenamiento adaptativo.

Con modelos / metáforas que por otros caminos que los de Freud llegan también a zonas del conocimiento antropológico útiles para entender el funcionamiento efectivo de la mente y su lidiar constante con el dolor psíquico y el procesamiento de la verdad.

Las peculiaridades del autismo, en lo referente al uso de formas verbales pero incluidas en procesos simbólicamente deficitarios son trabajadas de manera profunda.

Lo cual resulta aleccionador más allá del contexto específico, en virtud de las múltiples formas de precarización de los procesos de simbolización, por razones de patología o culturales (o combinación de ambas).

Lia Pistiner, finalmente –y es grande su mérito al respecto– enseña con destreza el modo de usar la famosa “Tabla” de Bion, en esa zona tan familiar a los psicoanalistas entre el entender, el comprender, el teorizar y el conjeturar, lo cual es de suma utilidad tanto para expertos cuanto para quienes comienzan.

El sostén de la complejidad de los materiales atraviesa todo el texto, junto al optimismo mesurado de una instrumentalidad fundada, lo cual cobra singular importancia en el contexto cultural de banalización al cual el psicoanálisis no es inmune.

En síntesis, obra lograda, que rezuma el arduo trabajo que contiene y el generoso afán de claridad que la anima.

Rafael Paz

Soñar la realidad

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