Читать книгу Región Pacífico de Colombia - Lilian Andrea Carrillo Rodríguez - Страница 10
Capítulo I Aproximaciones conceptuales para la competitividad territorial
ОглавлениеDOI: doi.org/10.52811/9789586191005.1
La competitividad territorial se entiende generalmente como el mayor conocimiento y uso de las potencialidades locales que permiten a los territorios que componen una región crear hacia el futuro sinergias económicas, sociales, ambientales, culturales e institucionales sostenibles que redunden en el mejoramiento de la calidad de vida de la población.
Cabe resaltar que el concepto de competitividad territorial trasciende al de competitividad sistémica territorial. A pesar de esto, no existe una distinción de enfoques o argumentos que permita determinar consenso conceptual en lo que se refiere a hechos concretos de aplicación respecto a la holística de la competitividad en el sentido de los territorios. Sin embargo, entre estos dos conceptos se diferencian contenidos de pensamiento que pueden resultar complementarios, pasando desde ópticas micro (a nivel de empresas y municipios) a las macro (con interrelación de diferentes agentes y municipios, importancia del capital humano, el empleo y la sostenibilidad ambiental) así como de injerencia de la política pública y las instituciones; además de procesos de corto y largo plazo con impactos internos y/o externos (Sobrino, 2005).
Está claro que para impulsar la competitividad en las regiones se parte de las dotaciones iniciales relacionadas con la estructura económica, la infraestructura para el desarrollo y los satisfactores básicos en materia de salud y educación, sobre los que el capital humano, los valores, la cultura y las instituciones inciden. Igualmente, influye el entorno que facilite el acceso a la dinámica de los diferentes mercados, la tecnología y la innovación (Leal, 2005).
La teoría de base asociada con la Economía Regional, según Capello y Nijkamp (2009), permite determinar que la conceptualización de la competitividad regional (territorial) tiene su origen en la subdivisión de la Economía Regional, que contiene dos grandes áreas:
1. Teorías de localización: referidas a la distribución de las actividades económicas en el espacio, bajo un enfoque analítico de carácter esencialmente microeconómico.
2. Teorías de crecimiento y desarrollo regional: enfocadas en aspectos espaciales de crecimiento económico y distribución territorial del ingreso bajo una óptica de análisis macroeconómico. Aquí son relevantes los problemas económicos y sociales que afectan el sistema económico y su población (evolución de la economía, competitividad e innovación sectorial, infraestructura económica, desempleo, pobreza, entre otros).
Es a partir del segundo enfoque teórico que este libro estudia la competitividad regional o territorial.3 En este sentido, debe entenderse que la competitividad territorial se inserta dentro de un contexto sistémico, permitiendo identificar tanto problemas asociados al desarrollo de las capacidades competitivas de un territorio como formular lineamientos para el desarrollo de esas capacidades (Silva, 2005).
La competitividad territorial, inserta dentro del enfoque sistémico, comprende los análisis de los órdenes macro y meso. Sin lugar a dudas, como señala Silva (2005) la transformación de los sistemas productivos locales, apoyados en los procesos de innovación, permiten mejorar la calidad de vida de la población. Con esta la competitividad territorial, que a su vez retroalimenta y permite la articulación de los sistemas locales competitivos, se propicia la creación de ventajas competitivas locales, siendo la conformación de economías de escala un proceso interno a los territorios.
Se enfatiza en que la competitividad sistémica territorial es un proceso acumulativo de generación de riqueza (física, cultural, intelectual) que parte de las dotaciones iniciales del territorio y de aquellas que se van creando impulsadas por la efectividad, la eficiencia y la productividad que sus habitantes imparten en su uso, control y sostenibilidad para las sociedades.
En este sentido, el concepto de competitividad territorial es complejo, sistémico, holístico e interdisciplinario y, por ende, es difícil disponer de una definición concreta. No obstante, puede decirse que tiene afinidad con la existencia de condiciones y características que definen potencialidades, no solo desde el punto de vista de la economía (potencial productivo) como tal, sino de aspectos incidentes e interrelacionados como son la sociedad, la cultura, el medio ambiente, y las instituciones.
La competitividad genera impulsos al crecimiento económico en tanto que su razón de ser está en obtener satisfactores para las necesidades fundamentales de la población de un territorio; si el nivel de la competitividad es alto, en los esquemas actuales de globalización, la producción de bienes y servicios en los territorios dará cabida a procesos adyacentes de comercialización externa y/o internacional.
En términos de la competitividad sistémica territorial, la producción de satisfactores y el impulso al desarrollo tiene que ser de carácter sostenible desde el punto de vista del ambiente, la economía y la sociedad como un todo, de forma tal que se permita hacia el futuro transformar territorios en regiones sostenibles (Esser, Hillebrand, Messner y Meyer-Stamer, 1996; Comisión Económica para América Latina y El Caribe [CEPAL], 2000; Arboleda, 2016; Boisier, 2001; Banco Interamericano de Desarrollo [BID], 2003).
En este orden de ideas, el diagnóstico realizado en unidades mínimas de desarrollo es sustancial en tanto que se habla de la importancia del desarrollo local (DEL), entendiendo que cada unidad mínima espacial (ej. el municipio) forma parte de un sistema dentro de un territorio y no simplemente que se ubican dentro de un territorio (Silva, 2005; Silva, 2012).
Es importante aclarar que en el DEL el método está basado en la realización de diagnósticos clave para impulsar mejores condiciones de vida en las regiones. En este sentido, investigaciones como esta, que complementan la información secundaria disponible con la primaria, arrojan conocimiento directo de los territorios a nivel municipal en tanto que la comunidad participa expresando sus experiencias y sentires.
Como se desprende del trabajo de Cuervo (2017), en sí mismo no interesa el enfoque con el cual se analice la estructura de los territorios en términos de divergencias o convergencias, ya que se trata de entender que es un sistema con características particulares no necesariamente indivisibles (son partes del todo y funcionan con relaciones en doble vía: del todo a la parte y de la parte al todo) y que la interrelación de externalidades que se producen en esa interacción y en términos del desarrollo, deben generar un resultado de balance positivo para el todo y sus partes (como un deber ser), que se conjugan a través del tiempo (Figuras 4 y 5).
Figura 4. Desarrollo local y competitividad sistémica territorial
Fuente: tomado de Duque, H. (2015). Seminario conceptos y herramientas del análisis espacial de datos socio-económicos.
Figura 5. Competitividad sistémica territorial
Fuente: elaboración GIED.
A partir del planteamiento anterior, se comprende que los municipios deben asumir un rol que les permita potenciar su desarrollo, movilizando e invirtiendo en sus propios recursos y con la experticia de su propio esfuerzo (Boisier, 2005; Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económicos [OECD], 2009).
De este modo, teniendo en cuenta las particularidades de los municipios en cada una de las características de la competitividad territorial y considerando la disponibilidad y nivel de uso de los ejes de conectividad (información, comunicación, telecomunicación, transporte, canales de participación y comercialización, capacitación y educación) puede establecerse el nivel y la fuerza de arrastre que potenciaría a una región como un espacio territorial único y diverso, donde se asimile que no existe primacía de las capitales dentro de sus departamentos, sino que puede establecerse una red (tangible o intangible) de municipios compuesta por diferentes tamaños y particularidades que se irrigan al resto del territorio, a manera de una integración, a través de la cual se consolida una unidad en medio de la diversidad; reduciendo, y no ampliando, brechas en materia de desarrollo sostenible (Cuervo, 2017). Por tanto, en la competitividad territorial de una región, todos (municipios, población e instituciones) tienen algo que aportar (Leal, 2015).
Bajo este contexto, se entiende que cada municipio está en capacidad de generar externalidades positivas para irrigar al resto, toda vez que se establece un aporte a la creación y difusión de marcos cognitivos nuevos que inciden en la transformación del espacio y sus entornos, bajo un esquema de relaciones que tiene por activo fundamental el trabajo colectivo (Heijs, 2001; Boisier, 2005; Jardon y Gierhake, 2017).
En este orden de ideas, la competitividad sistémica territorial apunta a la innovación social, donde el capital humano (disponibilidad, nivel educativo, experiencia y experticia), el capital estructural (dotaciones naturales y existencia de infraestructura física, institucional y financiera), y el capital relacional (interrelación de los capitales humano y estructural con el entorno mediato o vecino, hasta trascender estos límites físicos y/o imaginarios) cobran relevancia (Jardon y Gierhake, 2017).
El conocimiento local es la base para determinar las características de innovación social que poseen los municipios, con el propósito de visualizar complementos entre ellos y, en torno al nivel de acumulación de capital (humano, estructural y relacional), que posee una región en su conjunto, para responder a derroteros futuros mediatos de carácter de desarrollo sostenible, tejiendo un determinado potencial de competitividad territorial. Esto sucede porque la innovación social es transformadora de espacios territoriales abiertos de forma endógena y expansiva (puede reproducirse en otro sitio y/o a mayor escala), creando o mejorando oportunidades de todo tipo que beneficien a toda la población (Jardon y Gierhake, 2017).
Al respecto Echeverría (2008), citado por Jardon y Gierhake (2017, p. 610), señala que la innovación social hace referencia a valores sociales que se reflejan en la inclusión social, la eficiencia de los bienes públicos, el nivel educativo, la sostenibilidad ambiental y la participación ciudadana.
El análisis de las características de la población en cuanto a tamaño, disposición dentro del espacio geográfico y resultados económicos de producto total, son pertinentes para entender la importancia relativa de los territorios en cuanto a potenciales que puedan generar sinergias para las regiones (Jacobs, 1964; Jacobs, 1984; Hoover, 1951; Fujita, Krugman y Venables, 1999; Henderson, 2003; Reilly 1929; Christaller, 1935; Lösch 1940; Zipf, 1949; e Isard, 1971).
De este modo, en el desarrollo del objetivo propuesto, se tiene en cuenta que un mayor conocimiento acerca de las potencialidades locales de la región Pacífico de Colombia a través del diagnóstico de algunos de sus municipios. Lo anterior contribuirá para que hacia el futuro se construyan sinergias económicas, sociales, ambientales, culturales e institucionales sostenibles, que redunden en el mejoramiento de la calidad de vida de la población total.