Читать книгу La pandemia de COVID-19 y un nuevo orden mundial - Liliana Henao Kaffure, Jesús Alberto Navas Sierra - Страница 8
ОглавлениеIntrodución
Son pocos los momentos en la historia en que a las sociedades se les presenta la oportunidad de repensarse, puesto que a menudo se ven atrapadas en el torbellino de las urgencias cotidianas. Tenemos ahora la oportunidad de disfrutar de una pausa que debe ayudarnos a reflexionar sobre nosotros mismos.
Josep Borrell, Alto Representante de la Unión Europea para Asuntos Exteriores y Política de Seguridad y Vicepresidente de la Comisión Europea.1
La covid-19 es la primera gran epidemia de la globalización, convertida en pandemia. Luego de treinta años de un proceso globalizador con diferentes situaciones de crisis y de agravamiento de problemas globales —como depresiones financieras, efectos del calentamiento global, malestar social ante los niveles de inequidad en la distribución del ingreso y serias complicaciones por migraciones masivas—, se suman ahora los efectos de consecuencias insospechadas para el futuro de la humanidad, con la actual pandemia dentro de una amplia gama de diferentes coronavirus.
En efecto, la pandemia de covid-19 es una de las variantes del coronavirus existente hace ya un buen tiempo y es la tercera emergencia de un coronavirus en veinte años, si se tiene en cuenta el sars (síndrome respiratorio agudo grave) en el 2003, el mers (síndrome respiratorio de Oriente Medio) en el 2012 y ahora la covid-19 (menos virulento, pero más transmisible), que al no disponer de vacuna para su tratamiento ocasionó preocupación en el planeta.
El mundo ha tenido epidemias recientes como el ébola en África, la encefalitis espongiforme bovina (vaca loca) en Europa, la gripe aviar H5N1 en Asia o la influenza H1N1 en México. La actual covid-19 fue prevista por el Comité Nacional de Inteligencia de Estados Unidos que mencionó, en su informe del 2008, el riesgo de una enfermedad respiratoria nueva y muy contagiosa para la que no existe tratamiento. Y cuando Estados Unidos estaba investigando y ayudando a África occidental a luchar contra el ébola y a prevenir su expansión, el presidente Obama, durante una visita al Instituto Nacional de Salud en el 2014, dijo estas palabras premonitorias: “Puede y probablemente llegará un momento en que tengamos una enfermedad que es mortal en el aire. Y para que podamos lidiar con eso de manera efectiva, tenemos que establecer una infraestructura, no solo aquí en casa, sino a nivel mundial, que nos permita verla rápidamente, aislarla rápidamente, responder rápidamente”2; términos bien alejados de los de su sucesor, el presidente Trump, que inició su gobierno con medidas de reducción de gastos gubernamentales para las instituciones oficiales encargadas de investigar las pandemias y cuyo comportamiento errático frente a la covid-19 ha sido bien conocido.
Los coronavirus son una gran familia, con las características de ser virus de arn (ácido ribonucleico), y la covid-19 es de los alfa-coronavirus presentes en los mamíferos, pero también hay otros coronavirus de esta familia, como los betacoronavirus adaptados principalmente a los murciélagos y poco adaptados a los humanos. Por eso, al pasar a los humanos, hay un choque entre el microorganismo y el humano que lo aloja, sin dejar de mencionar que existen además los gamma y los delta-coronavirus, presentes en otras especies de animales.
La realidad es que las epidemias han venido aumentando con mayor frecuencia y, en su mayoría, corresponden a enfermedades producidas por transmisiones de agentes patógenos entre animales y humanos, pues la deforestación ha ejercido una presión tremenda en los animales que son expulsados de sus hábitats naturales. Esto ha facilitado el cruce con humanos en ecosistemas desequilibrados, quienes a su vez están cada vez más hacinados en grandes centros urbanos y disponen de facilidades de desplazamiento aéreo masivo que moviliza los virus entre distintos lugares del planeta. Josep Borrell, vicepresidente de la Comisión Europea, lo explica en estos términos:
La causa de la pandemia no son los animales salvajes. Su origen es la deforestación, la pérdida de hábitats naturales de la fauna, la reducción de la biodiversidad y la sobreexplotación de los recursos que pone a las especies salvajes en contacto con poblaciones humanas muy densas. Esta crisis lleva la marca indiscutible de la sobrecarga de los ecosistemas: es una crisis que vuelve a nosotros como un bumerán. Por lo tanto, es imprescindible que la lucha por la preservación de la biodiversidad se convierta hoy más que nunca en un componente fundamental de la lucha contra el cambio climático.3
Es recomendable entonces tomar conciencia de que la aparición de enfermedades infecciosas está directamente vinculada a la relación con la naturaleza y con la biodiversidad. En la pospandemia, no se trata de pasar a tomar represalias contra ciertas especies exterminándolas, pues el murciélago, por ejemplo, causante de varias de las epidemias, no es solamente un depósito de virus, sino también un polinizador de plantas y un depredador de insectos con un papel predominante en los ecosistemas. Sin embargo, los ecosistemas han sido subvalorados y no han recibido suficiente atención cuando el mayor estudio de plantas y animales puede contribuir a la adquisición de nuevos conocimientos, en especial para el campo de la salud, y a la corrección de técnicas agrícolas de crianza para que no continúen siendo fuente de proliferación de agentes patógenos infecciosos como ocurrió con la gripe aviar.
La covid-19 ha impactado como fenómeno mundial al ocurrir en un mundo interdependiente e interconectado que ha permitido un seguimiento de la evolución de la pandemia y la adopción de medidas similares en todo el planeta, pero a la vez ha sido sobredimensionada en las redes sociales con informaciones exageradas, muchas veces con noticias falsas que contribuyen a un clima de angustia y zozobra. Lo importante y esperanzador es que esta pandemia vivida en el mundo en tiempo real podría llevar a la humanidad a repensar muchos de sus ideales y propósitos, y a replantear soluciones globales efectivas, pues las condiciones están dadas no para la actuación individual, solitaria y egoísta de los países, sino para una profundización del trabajo solidario y el afianzamiento de dispositivos globales y multilaterales. A este respecto, Yuval Noah Harari opina:
La humanidad necesita tomar una decisión. ¿Recorreremos el camino de la desunión o adoptaremos el camino de la solidaridad global? Si elegimos la desunión, esto no solo prolongará la crisis, sino que probablemente dará lugar a catástrofes aún peores en el futuro. Si elegimos la solidaridad global, será una victoria no solo contra el coronavirus, sino contra todas las futuras epidemias y crisis que podrían asaltar a la humanidad en el siglo xxi.4
Esto implicaría un rediseño del proceso de globalización desarrollado durante las tres últimas décadas, ya no centrado en las leyes del mercado sin ninguna supervisión y con la actuación especulativa y sin control del sistema financiero —que tan graves resultados ha tenido en la desestabilización de las economías ante las reiteradas crisis financieras y la concentración en la distribución del ingreso—. Se abre la oportunidad de reafirmar la validez de un Estado de bienestar poskeynesiano, que otorgue la importancia necesaria a las políticas de salud pública para evitar abordar epidemias cuando ya constituyen una emergencia y tratarlas antes de manera preventiva; junto al aceleramiento del cumplimiento de los objetivos de la agenda de desarrollo sostenible 2016-2030, en particular de los compromisos para detener el calentamiento global.
También, es previsible una más rápida evolución hacia mayores formas de capitalismo participativo y hacia la consolidación de un capitalismo numérico basado en internet, la inteligencia artificial y el big data, con el rastreo digital de ciudadanos para trazar mapas de posicionamiento desde los celulares para que las autoridades de sanidad obtengan información sobre la expansión de epidemias. Este mayor uso de información de localización de las personas para hacer más efectiva la calidad de la asistencia sanitaria abre el debate entre el derecho a la privacidad y la persecución del bien común, entre libertad y seguridad, que determinará ajustes muy importantes en los comportamientos futuros de las sociedades y del mundo político.
Igualmente, se debe contemplar la reorientación y priorización dentro de los grandes avances tecnológicos disruptivos del proceso globalizador de los temas relacionados con la vida y la salud, en particular en los campos de la biogenética, la nanomedicina, la biofarmacéutica y la bioinformática, a fin de tener respuestas más prontas a las epidemias antes de que devengan pandemias planetarias más difíciles de controlar. Esto se complementaría con el cruce de la preparación intersectorial de recursos humanos en distintas disciplinas como la salud, el medio ambiente y la agricultura, que permitan mejores resultados científicos interdisciplinares.
En materia medioambiental, sería esperanzador responder con mayores compromisos teniendo en cuenta que el origen de estas epidemias son los trastornos causados a la biodiversidad, y que se requiere una mayor vigilancia epidemiológica con el funcionamiento de alertas tempranas acompañadas de una priorización por parte de los laboratorios farmacéuticos de la investigación de producción de medicamentos para combatir pandemias.
En el terreno geopolítico, afortunadamente para bien de la humanidad, no se produjo la reelección presidencial en Estados Unidos de Donald Trump, quien hubiera continuado con el marginamiento de la escena internacional y con las trabas al entendimiento y al trabajo multilateral en momentos de una pandemia que necesita de un mundo actuando consensuada y solidariamente. Se deberá dirimir entre dos tendencias, una que reforzaría el multilateralismo para la búsqueda de soluciones globales a la pospandemia y otra de consolidación de tendencias aislacionistas, nativistas y populistas contrarias al proceso globalizador y al sistema democrático. Estas tendencias ya se reflejan en gobiernos de creciente nacionalismo y autoritarismo que cada vez más devienen en regímenes poco democráticos; es el caso de los gobiernos de Vladimir Putin en Rusia, Viktor Orbán en Hungría, Jaroslaw Kaczyński en Polonia o Recep Erdogan en Turquía, por lo cual son convenientes estudios y acciones de defensa de los aportes favorables de la democracia.
De igual manera, se ve conveniente la revisión de los instrumentos de gobernabilidad mundial, en los cuales varias de las organizaciones internacionales necesitan profundas reformas para adecuarlas a las nuevas realidades del siglo xxi, y en los que lo multilateral debería disponer de reglas de aplicación mundial en el enfrentamiento de la pandemia que eviten la ineficiencia de medidas fragmentadas o contradictorias de cada país. Esto, que aparentemente no debería tener resistencia en un mundo multipolar que actuase de manera multilateral, puede resultar complicado de lograr ante la arrogancia de quienes se disputan el liderazgo mundial y ante el refuerzo de las posiciones nacionalistas en el manejo de las relaciones internacionales.
En el caso de Estados Unidos, el problema que había con el presidente Trump es que veía el multilateralismo como un juego de suma cero, en el que lo que beneficia a otros países es perjudicial para su país, y ejercía un liderazgo a base de políticas de aislamiento, retiro de instancias internacionales y desconocimiento de reglas multilaterales. En el caso de China, el problema es el autoritarismo que Xi Jinping viene reforzando en el interior del país, que promociona internacionalmente como el sistema que resultó más eficiente en la gestión de la pandemia, lo cual representa un estímulo al autoritarismo en otros países.
Un tema que surge al considerar ajustes en la pospandemia es el de reorientar los gastos en armamentos, pues de haberlos dirigido a la salud pública y a la investigación sobre nuevos virus, no se tendría la actual epidemia convertida en pandemia. Añádase el clima de violencia y armamentismo en países como Estados Unidos, donde el primer impulso de la población ante la pandemia fue la compra de armamento, y el retorno y la consolidación de regímenes ultranacionalistas en varios países para los cuales las soluciones están en medidas de fuerza antes que en procedimientos democráticos.
Estos fenómenos de violencia, armamentismo y clima conflictivo han puesto en evidencia la conveniencia de mejorar la gobernabilidad mundial ante la incapacidad de la Organización de las Naciones Unidas (onu) para dar una respuesta coordinada a la pandemia, con el agravante de que los miembros permanentes del Consejo de Seguridad son responsables de acordar medidas para la paz mundial, pero a la vez son los principales exportadores de armas del planeta.
En el campo productivo, los ajustes pueden ser fuertes. Una característica del proceso globalizador había sido la deslocalización productiva, es decir, que en un mercado mundial abierto la producción de bienes y servicios buscaba hacerse lo más eficiente posible, para lo cual se subcontrataban aquellos procesos realizables de manera más competitiva. Así, tomaron fuerza las cadenas globales de valor (cgv), en las que gracias a un encadenamiento de procesos eficientes y competitivos se podía lograr una mejor inserción internacional, transformando radicalmente la composición y las características del comercio internacional. En esto, se involucraron de lleno las grandes empresas transnacionales y era un reto que comenzaba a ser abordado por empresas de países en desarrollo.
Sin embargo, la pandemia modificó la situación rompiendo los intercambios de componentes y perjudicando la finalización del proceso productivo ante las medidas de confinamiento adelantadas por la mayoría de los países. Ya antes de la pandemia había comenzado un proceso de retorno a casa (reshoring) de algunos procesos por el encarecimiento de la mano de obra principalmente en naciones asiáticas, pero uno de los efectos que amerita seguimiento es la magnitud del cambio en el encadenamiento productivo en cadenas globales de valor, al decidir los países privilegiar producciones nacionales o estar más cerca de quien subcontrata la producción, con miras a mejorar la seguridad en los abastecimientos y aprovechar avances tecnológicos que permiten reducir eslabones de la cadena. El aspecto favorable es que una orientación de las inversiones hacia lugares más cercanos de las empresas que realizan subcontrataciones puede ser una oportunidad para que los encadenamientos productivos sean mejor aprovechados por los procesos regionales latinoamericanos de integración.
Ahora bien, frente a la visión optimista de cambios favorables en el orden mundial como consecuencia de esta pandemia, se debe advertir que es lo deseable para la humanidad, pero se debe estar prevenido pues también se pueden presentar cambios negativos, por ejemplo: la consolidación de gobiernos autoritarios y dictatoriales y la expansión de populismos radicales; el afianzamiento de gobiernos que fortalezcan posiciones nacionalistas, xenófobas y de exclusión; el sometimiento de la sociedad a mayor vigilancia del Estado y a controles que anulen niveles razonables de independencia ciudadana; el reforzamiento de un entorno proteccionista en perjuicio del comercio internacional; una recesión a escala mundial de tal magnitud que los niveles insoportables de pobreza y pérdida de empleos ocasionen revueltas sociales y actos generalizados de violencia que impidan un clima de convivencia y de solidaridad; y poder asumir los gastos necesarios para el desarrollo sostenible y el cambio climático.
El reto está en la construcción de condiciones más humanas y éticas, de un mundo más cooperativo y solidario que ajuste modos de convivencia con la naturaleza y modelos económicos de Estado de bienestar. Para un nuevo orden internacional, es importante una ética mundial basada en consensos éticos entre civilizaciones. Como afirmaba hace veinte años el teólogo suizo Hans Küng:
No habrá ningún nuevo orden mundial sin una nueva ética mundial, una actitud ética global o planetaria a pesar de todas las diferencias dogmáticas. […] Una actitud ética global, una ética mundial no es otra cosa que el mínimo necesario de valores humanos, criterios y actitudes fundamentales.5
El ideal sería un mundo de respuestas más globales, de mayor cooperación internacional, de mayor solidaridad.
En conclusión, los ajustes deseables en la pospandemia, en vez de un feroz regreso al capitalismo salvaje, serían un regreso en materia económica a un Estado de bienestar más responsable de políticas públicas que aborden los siguientes aspectos: la salud pública; la protección de las especies y la convivencia más armónica entre humanos y animales; una toma de conciencia de las metas de calentamiento global para lograr un planeta habitable; el desarrollo de una economía más solidaria y participativa, orientada al bien común y al fortalecimiento de los Objetivos de Desarrollo Sostenible de la agenda 2016-2030; no estimular más desarrollo de energías fósiles contaminantes y respaldar el de energías limpias sustitutivas; cambiar los patrones de comercio internacional basados en la colocación de commodities mineroenergéticos; consolidar principios democráticos como eje central de gobernabilidad y procurar limitar la expansión de tendencias autoritarias; reformar y fortalecer los organismos internacionales y las negociaciones multilaterales; reformular y refundar si fuere necesario los procesos regionales de integración como mecanismo para el desarrollo y bienestar de las poblaciones; lograr entendimiento entre religiones que deje sin piso las interpretaciones fundamentalistas causantes de acciones terroristas; y avanzar en un desarme mundial que comprometa a las naciones exportadoras de armamento responsables de la paz mundial en el Consejo de Seguridad de la onu para que el mundo avance en condiciones de paz y tranquilidad.
Estructura de las obras
Desde marzo del 2020, cuando se comenzó a extender la epidemia de la covid-19 por el planeta y se convirtió en pandemia, el Centro de Pensamiento Global (Cepeg) de la Universidad Cooperativa de Colombia procedió a preparar, con la editorial de la universidad, una convocatoria abierta para autores interesados en tratar los principales aspectos multidimensionales característicos de este fenómeno, cuyo resultado fueron confinamientos nunca antes vividos en el mundo. El resultado fue muy favorable con más de sesenta propuestas seleccionadas, que luego de la doble evaluación de los capítulos por dobles pares permitió estructurar siete libros que se distribuyen en dos colecciones: tres libros correspondientes a los tomos 6, 7 y 8 en la colección Gridale y cuatro libros correspondientes a los tomos 3, 4, 5 y 6 en la colección Pensamiento Global.
En la colección Gridale, se presentan:
Tomo 6: La covid-19 y la integración ante los desafíos de un nuevo orden mundial.
Tomo 7: Impactos de la covid-19 en el sistema internacional y en la integración regional.
Tomo 8: La covid-19 y los cambios en la integración latinoamericana y europea.
En la colección Pensamiento Global, están los siguientes:
Tomo 3: La pandemia de covid-19 y un nuevo orden mundial.
Tomo 4: La pandemia de covid-19 y los cambios en las condiciones de vida.
Tomo 5: La pospandemia en un contexto de desarrollo solidario.
Tomo 6: La pospandemia y políticas públicas para enfrentarla.
En esta introducción, se comentan los contenidos del tomo 3 de la colección Pensamiento Global: La pandemia de covid-19 y un nuevo orden mundial.
En el primer capítulo, “Coronavirus del siglo xxi: crónica de una pandemia anunciada”, Liliana Henao-Kaffure analiza el concepto de coronavirus según el cual el microorganismo patógeno explica la enfermedad y muestra cómo la pandemia por coronavirus del 2019 no constituye una sorpresa y ha afectado la salud humana desde la década de los sesenta. Describe en detalle la grave afectación desde inicios del siglo xxi del “síndrome respiratorio agudo severo” (sars), seguido del “coronavirus del síndrome respiratorio de Oriente Medio” (mers) y ahora de la covid-19 (sars-CoV-2), que se inició en China como una neumonía desconocida y que rápidamente, en un mundo interconectado, se convirtió en pandemia y en cuya génesis tuvieron que ver los mercados de animales vivos. Los tres coronavirus han sido propagados por animales como las civetas, el perro mapache, los tejones turones y los murciélagos para el sars, los murciélagos y los pangolines para la covid-19 o los dromedarios para el mers, en los que influyó el gran movimiento de exportación en el Gran Cuerno de África y Oriente Medio. La autora insiste en la conveniencia de replantear la relación sociedad-naturaleza establecida hace siglos —en la que nos ponemos como el centro del universo y explotamos la naturaleza para nuestro beneficio— y cambiarla por una relación sociedad-naturaleza respetuosa de la vida —en la que la naturaleza no es una fuente inagotable de recursos y los humanos redefinen sus relaciones para una sociedad más equitativa—.
En el segundo capítulo, “¿Por qué resultó tan difícil creer en el coronavirus? Formas de pensar frente a la pandemia”, Pablo A. Pellegrini indaga sobre formas de pensar que, en ausencia de un pensamiento dialéctico, muestran cómo los razonamientos se vieron en dificultades para comprender el fenómeno emergente, lo cual derivó en teorías conspirativas y negacionistas, en argumentos simples y lineales, y en las formas en que varios intelectuales trataron de dar sentido a la pandemia. Algunas de estas formas tendieron a tomar un elemento de la situación y a asumirlo como una totalidad que explicaría toda la realidad. En tiempos de tensión, hubo teorías —por ejemplo, la del movimiento QAnon— de la pandemia como parte de una conspiración, expresión de ese pensamiento lineal de considerarla una construcción mediática. Costaba pensar en términos más dinámicos acerca de un problema en expansión, cuya amenaza residía en lo que podía convertirse. El peligro no estaba en las pocas muertes que el virus había causado en los primeros días, sino en lo que podría devenir. Varios intelectuales vieron las cuarentenas obligatorias y las disposiciones de distanciamiento social como oscuras fantasías totalitarias, donde el coronavirus era excusa de los Estados para mayor control y vigilancia del individuo. Para otros, el papel del Estado como garante de la salud y del bienestar general despierta expectativas de un orden social más justo y solidario, con la idea de que el cuidado debe ser colectivo para que la salud individual sea preservada.
En el tercer capítulo, “covid-19: ¿una capitis deminutio para la democracia, no para la globalidad?”, J. Alberto Navas Sierra analiza los efectos de la cuarentena impuesta para luchar contra la covid-19 según un modelo antipandémico autoritario con cuarentena compulsiva, reaperturas graduales y confinamientos restrictivos, liderado por China; y revisa un modelo antipandémico libre y democrático sin cuarentena, de responsabilidad cívica de la población, mientras se llega a su eliminación por inmunidad colectiva o por la vacunación. Mediante información estadística, se establece la población sometida a restricciones de alguno de los dos modelos en el medio urbano, con resultados negativos en la economía mundial y en el incremento de la pobreza. Se parte de la capacidad inmunológica de la especie humana a través de su historia, lo cual no es impedido en el modelo libre y representa un enorme desafío en el entorno de globalización e hiperurbanización, donde muchos Gobiernos no asumieron el riesgo de permitir una inmunización colectiva abierta, ni el reconocimiento del papel protagónico de los virus como patrimonio genético de la humanidad. El modelo autoritario impuso una responsabilidad ético-social colectiva que ha propiciado un nuevo tipo de biopoder que va en contra de la individualidad familiar del modelo libre democrático, el cual lleva a interrogarse sobre la magnitud de la pandemia dados los bajos niveles de letalidad y sobre el mantenimiento de las libertades individuales como un mal presagio para Occidente.
En el cuarto capítulo, “Vigilancia y disciplina en tiempos de pandemia: ¿se expande en Occidente el modelo chino?”, Beatriz Eugenia Campillo Vélez utiliza las categorías del profesor Joseph Nye sobre poder duro, poder suave y poder inte- ligente, con cambios de poder geopolítico de Occidente a Oriente y la intervención de nuevos actores no estatales para analizar el comportamiento de China y las diferencias más importantes en su confrontación con Estados Unidos. China ha preferido articularse al mundo con mecanismos de poder blando de cooperación y multilateralismo, que muestran su modelo tecnológico y autoritario como exitoso; bien contrario al aislacionismo de vacíos de poder y política de represalias del saliente presidente Trump. Explica además el uso de mecanismos de control del coronavirus mediante tecnologías inteligentes 4.0, en especial big data e inteligencia artificial, para crear cercos epidemiológicos que no solo combaten la pandemia, sino que también facilitan un control policivo digital como el implementado en China, que le ha permitido al Gobierno ejercer un total control de la población mediante políticas de “crédito social” con recompensas y penalizaciones que crearían una moderna dictadura digital. Esto es así mientras que, en países occidentales, entre ellos Colombia, se desarrollan tecnológicamente de manera voluntaria reglamentaciones con apps de rastreo y algunos gobiernos abusan de los estados de excepción, lo cual genera interrogantes de si en el futuro se consolidarán este tipo de prácticas limitantes de libertades ciudadanas y democráticas.
En el quinto capítulo, “La competencia entre China y Estados Unidos durante la pandemia de covid-19: escenarios de adaptación para la política exterior sudamericana”, René Alonso Guerra Molina, Reynell Badillo Sarmiento y Javier Ernesto Ramírez Bullón analizan cómo cuatro países sudamericanos (Colombia, Venezuela, Perú y Brasil) han respondido a la competencia hegemónica entre Estados Unidos y China en su política exterior de refuerzo de alianzas y aprovechamiento de cooperación internacional en el contexto de la pandemia: unos consolidando su relación con Estados Unidos y otros desarrollando su relación con China. Colombia y Venezuela, alineados directamente con Estados Unidos y China; Perú, con relacionamiento con los dos; y Brasil, con buena relación con China en el plano comercial, pero bajo Bolsonaro-Trump con aproximación a Estados Unidos. A su vez, se analizan los resultados de formas de cooperación según los montos de ayuda monetaria o la donación de equipos médicos otorgada en función del nivel de profundidad en la relación con cada país sudamericano. Es contrastante apreciar a Estados Unidos, que achaca la culpa del virus a China y se margina de la Organización Mundial de la Salud (oms), frente a China, que opta por un discurso científico, cooperante y defensor del multilateralismo, mientras los sudamericanos no han asumido la pandemia como una coyuntura global sino como un asunto de carácter doméstico, de crisis nacional.
En el sexto capítulo, “Nuevas pestes, nuevos principados”, Eduardo J. Vior plantea que la covid-19 ha contribuido a minar el liderazgo de Estados Unidos, proceso iniciado con la finalización de la Guerra Fría que plantea un nuevo orden mundial en el que el liderazgo va regresando a Asia Oriental, que ya lo tuvo hace siglos, en una fase comparable a la de la modernidad europea del siglo xvi cuando Nicolás Maquiavelo formuló interrogantes sobre sistemas políticos que vuelven a ser de actualidad. El autor considera las ideas de Maquiavelo dirigidas a un Estado en formación como el italiano, de mayor interés para el análisis del Sistema Internacional actual que el Tratado de Westfalia que partió de un estado preexistente como era el alemán. Con tal fin, sitúa el contexto político italiano de la época y el pensamiento de Maquiavelo, su influencia en la política europea y latinoamericana; para este caso, hace un extenso recorrido de la vida y obra de Juan Domingo Perón. Así mismo, comenta rasgos maquiavelianos de la política internacional de la República Popular China en la propuesta de “comunidad para un destino compartido para la humanidad” y de algunos pensamientos del papa Francisco en sus encíclicas. Finaliza con unas reflexiones sobre la instauración de un nuevo régimen político mundial.
En el séptimo capítulo, “Terrorismo y covid-19: reordenamiento del terrorismo global”, César Niño analiza cómo la covid-19 es un instrumento de reconfiguración y una ventana de oportunidad para el terrorismo global, porque el distanciamiento social acelera radicalizaciones, falsas noticias y material extremista en línea, ante la incertidumbre en el orden global. La crisis de la pandemia ha legitimado discursos antioccidentales por grupos como el Estado Islámico y ha provocado una redefinición de objetivos en Occidente, pues si la pandemia se extiende en áreas de mayoría musulmana, se culpa a Occidente y se tejen teorías de conspiración sobre sus orígenes con los enemigos del islam como los culpables. En situaciones de falta de presencia del Estado, pueden legitimar su proyecto y conseguir adeptos al encargarse de programas de salud y trabajar la infraestructura, pues el fenómeno del terrorismo en situaciones de crisis como la de la covid-19 genera acciones de gobernanza subterránea que le permiten obtener recursos y medios para ser más activo. Por ello, se plantea la necesidad de no descuidar los problemas del terrorismo por dedicarse a las acciones contra la pandemia, pues considera el autor que la ausencia de sinergias y construcción de legitimidades en los órdenes nacionales e internacionales es el factor crucial para la perpetuidad y constancia del terrorismo y su reordenamiento.
En el octavo capítulo, “Redefinición de las cadenas globales de valor: un análisis a partir de los retos planteados por la covid-19”, Alejandra del Rosario Guardiola hace referencia a impactos de la covid-19 ya no en el campo geopolítico de los capítulos anteriores, sino en el campo geoeconómico, donde el papel que venían jugando las cgv en la interacción económica mundial del proceso globalizador va a afrontar cambios profundos en la pospandemia. Luego de referirse al desarrollo y la evolución de las formas de cgv y a su importante participación en el comercio internacional, afectado obviamente por situaciones de crisis como la financiera del 2008, pasa a tratar los tipos de cgv y los efectos del coronavirus en el comercio. La globalización se verá alterada por el nuevo liderazgo de países como China y por modificaciones en el encadenamiento que venían teniendo las cgv, pues con la pandemia se puso en evidencia la limitación que implicaba depender de suministros del exterior, con la descentralización que había de las producciones. El freno en el comercio mundial afectará a muchas de las cadenas existentes y la tendencia será a un acortamiento de las cgv, sin descentralizar tanto en múltiples operaciones, lo cual las acercará más al consumidor e involucrará a toda clase de empresas en la consideración de un nuevo orden internacional en las relaciones comerciales internacionales.
Conclusiones
Realmente, no es una sorpresa la llegada de la covid-19 si se tienen en cuenta los anteriores coronavirus que afectaron a la humanidad, y en la pospandemia se deberá acordar una nueva relación entre la sociedad y la naturaleza. Sin embargo, las formas de pensar sobre la covid-19 se han prestado para mucha desinformación de teorías conspiracionistas y negacionistas que no contribuyen al diseño de medidas para su prevención y control; mientras algunos dudan de las estrictas medidas de confinamiento establecidas que están coartando las libertades individuales, otros se preocupan de los exitosos resultados de control de la pandemia en China mediante tecnología de punta y un control autoritario de la sociedad. La disputa de China con Estados Unidos lleva a naciones sudamericanas a interrogarse sobre la relación externa que deben manejar frente a estas potencias, mientras que regiones como Asia Oriental se benefician del nuevo orden internacional, en el que teorías maquiavelianas podrían ser nuevamente consideradas, tal como en el pasado reciente las aplicó en Suramérica el general Perón. Por último, el terrorismo debe seguir siendo observado con atención, pues encuentra en la pandemia condiciones para su expansión; y se debe estar pendiente del nuevo funcionamiento de las cgv en la interacción económica de un nuevo orden mundial.
Edgar Vieira Posada
Editor
1 Borrell, J. (2020, 4 de mayo). El mundo del mañana ya está aquí… Real Instituto Elcano. https://tinyurl.com/v4hvtc8p
2 Agencia efe. (2014, 2 de diciembre). Obama pide no bajar guardia contra el ébola y extinguirlo con más fondos. The San Diego Union Tribune. https://tinyurl.com/ztyxr76x
3 Ibidem.
4 Harari, Y. (2020, 5 de abril). El mundo después del coronavirus. La Vanguardia. https://tinyurl.com/2s5jmr7f
5 Küng, H. (1999). Una ética mundial para la economía y la política. Trotta. Pág. 105.