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COCINA MACROBIÓTICA MEDICINAL PARA ALIMENTAR NUESTRO QI

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En la gran diversidad de alimentos de los que disponemos en la actualidad hay algunos de ellos de los cuales descono­cemos sus capacidades reparadoras y regeneradoras de la energía Qi y otras muy valiosas. Este desconocimiento se debe a que no se han probado y experimentado lo suficiente con los seres humanos. Los estudios científicos de la mayo­ría de alimentos son inexistentes o muy reducidos, y siempre a partir de concentrados o productos derivados, nunca del ali­mento directo fresco y prácticamente siempre sobre ani­males de laboratorio. Con esto intento decir que de muchos alimentos básicos se desconocen sus aplicaciones medicina­les mientras que de otros muy comerciales se inventan todo tipo de propiedades inexistentes.

Varios alimentos de origen natural sin procesamiento con­servan la energía electromagnética de la tierra y tienen la capacidad de alimentar de forma extraordinaria nuestros cir­cuitos y regenerarnos, de aumentar los campos de bioenergía que circulan por ellos, revitalizando así de nuevo los órganos que han ido perdiendo capacidad funcional. En ningún mo­mento estoy hablando de sustancias como vitaminas, carbohidratos, ni de productos panacea. Si en algo se diferencia el conocimiento que expongo aquí de los sistemas de alimen­ta­ción actuales es que no se basa en sustancias aisladas ni en compuestos químicos, ya que ninguno de estos tiene energía para nutrir la red de canales que recorre el organismo humano.

La energía pertenece a un mundo vibracional, energéti­co, invisible…, como características básicas de la propia ener­gía son la electricidad y el magnetismo. Ese mundo con­vive con el mundo físico de la materia de forma intrínseca e inseparable. Uno produce o crea el otro. La energía crea la materia, afirma la física.

No tenemos acceso directo de forma consciente, no sa­be­mos cómo funciona, aunque una parte de nosotros in­te­ractúa constantemente con ese mundo de forma inconsciente e involuntaria. Hay unas barreras que nos separan de ese mundo y no podemos acceder de forma natural y direc­ta. Si quisiéramos hacerlo, tendríamos que desarrollar un mé­todo desconocido para la humanidad y también por las leyes de la física actual, aunque algunas civilizaciones del pasado parece que tenían ese conocimiento por las pruebas que nos han dejado. No obstante, no lo hacían todos, sino solo al­gunos especializados que se atrevían a cruzar esos puentes o umbrales entre los dos mundos.

Macrobiótica I

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