Читать книгу Espiritualidad sin religión - Lourdes Celina Vázquez Parada - Страница 8
ОглавлениеLa gran mutación del cultivo de la espiritualidad
Marià Corbí
La transformación de los sistemas de sobrevivencia
En un espacio de tiempo relativamente corto, hemos pasado de un sistema de vida agrario-autoritario a uno industrial, y estamos pasando a un sistema de vida apoyado en la creación continua de conocimientos científicos y tecnológicos y, mediante ellos, a una sociedad de innovación continua de nuevos productos y servicios. A este nuevo tipo de sobrevivencia se le ha llamado “sociedades de conocimiento”, porque en ellas se vive a través de la creación de conocimiento, tanto científico como tecnológico y de las consecuencias que de ello se derivan de nuevos productos y servicios.
Se trata de un nuevo modo de sobrevivencia de la especie humana. Una forma de sobrevivencia que se impone porque es más poderosa y eficaz para la prosperidad de los pueblos que las que le precedieron. Se ha desarrollado primero en Occidente bajo un régimen capitalista. Se ha extendido poderosamente por Japón, China, Corea del Norte, Vietnam, India. Se está difundiendo, en un grado u otro, por todos los países del mundo.
Las ciencias y las tecnologías, en acelerado desarrollo y en retroalimentación mutua, no están ligadas a ningún tipo de ideología ni de cultura. El nuevo estilo de sobrevivencia colectiva resulta ser una oferta a todos los pueblos. Es una corriente mundial que se ha ido preparando durante varios siglos. Debido al carácter abstracto de las tecnociencias, pueden ser adoptadas por todo tipo de tradición cultural. No importa dónde nacieron y se desarrollaron primero, ni la ideología que se apropió de ellas. Cualquiera puede servirse de ellas por igual. No llevan en su seno ninguna ideología o modo de vida que les sea intrínseca.
Occidente y el capitalismo han pretendido infiltrar e identificar a las tecnociencias y a sus posibles consecuencias, con sus creencias, ideologías y régimen político. Esa mixtificación ha resultado un inconveniente serio para su difusión. Sin embargo, se puede afirmar que Oriente ha separado ya su uso de la cultura occidental, de sus creencias, incluso de sus ideologías y de su régimen político, como es patente en el caso de China. La cultura de raíz china está separada de las creencias occidentales e intenta separarse también del capitalismo occidental. La India está creando unas sociedades de conocimiento fuera de las raíces greco-romanas y judeocristianas.
Resulta imprescindible distinguir las “sociedades de conocimiento” de las vestimentas culturales, económicas y políticas en las que vienen mayoritariamente presentadas. Quienes aprendan a distinguir esos dos aspectos podrán adoptar las tecnociencias en el contexto de su propia cultura. Quienes no sean capaces de distinguir que una cosa son las nuevas formas de sobrevivir mediante el uso creativo de las tecnociencias, y otra las culturas en las que se expresa y vive. Una cosa es “las sociedades de conocimiento”, consideradas en sí mismas, y otra las sociedades de conocimiento manejadas por un Occidente ferozmente capitalista. Se hablará de “colonialismo” cuando no se atina a diferenciar el uso de las tecnociencias en continua transformación del revestimiento cultural e ideológico en que vienen presentadas, vividas e incluso impuestas. Para abreviar, llamaremos “sociedades de conocimiento” a los colectivos que han adoptado el nuevo modo de sobrevivencia humana, mediante la creación de ciencias y tecnologías, en retroalimentación mutua, que producen, de forma continuada y acelerada, nuevos productos y servicios para las colectividades. Las sociedades de conocimiento, como forma de sobrevivencia de los colectivos, ofrece medios más eficaces y poderosos que los procedimientos anteriores. Son, por ello, invasivas, como lo fueron las sociedades agrarias en relación con la de cazadores recolectores; o como las sociedades industriales en relación con
las sociedades agrarias-autoritarias. Como consecuencia de este poder de las sociedades de conocimiento, no optar por ellas equivale, de hecho, a inclinarse por la dependencia y la sumisión.
Efectos de las “sociedades de conocimiento” sobre la espiritualidad
Las sociedades de conocimiento están ya afectando, en positivo o en negativo, a todas las sociedades y culturas. En la medida en que se infiltran y se imponen, suponen una gran transformación de la concepción y práctica de la espiritualidad. El impacto de las sociedades de conocimiento provoca una auténtica revolución espiritual; suponen la transformación mayor de la idea de espiritualidad que ha sufrido nuestra especie a lo largo de su historia.
El crecimiento acelerado de las ciencias crea una interpretación de la realidad siempre cambiante, ninguna es definitiva. Los éxitos constantes de la ciencia, que van acompañados y precedidos por los éxitos en las tecnologías, proporcionan un prestigio a las teorías científicas que mina y corroe continuamente las interpretaciones que proporcionan los mitos de las religiones. Rápidamente se va creando una frontera infranqueable entre lo que dicen los mitos respecto a las realidades y lo que dicen las teorías científicas.
El prestigio de las tecnociencias, avalado por sus éxitos continuados, arrincona lo que es el fundamento de las interpretaciones de la realidad que proponen los mitos de las religiones. Nada de lo que dicen las ciencias puede transferirse a los mitos religiosos, y nada de lo
que afirman las formaciones míticas consiguen ser válidas para las ciencias. Se produce una frontera insalvable que vacía la base a las formaciones religiosas. Las generaciones jóvenes tienden a quedarse en el lado controlado por las ciencias de la frontera infranqueable.
Vamos a intentar describir las consecuencias para la religión y la espiritualidad del asentamiento, en un grado u otro, de las sociedades de conocimiento.
La gran transformación de los sistemas de vida fue originada por el crecimiento acelerado de las ciencias, que fue acompañado por el crecimiento de las tecnologías. A mayor crecimiento de las ciencias, mayor crecimiento de las tecnologías; y a mayor crecimiento de las tecnologías, mayor desarrollo de las ciencias. Ciencias y tecnologías proceden en círculo de retroalimentación.
Al desarrollo de las ciencias y tecnologías las acompaña el crecimiento de nuevos productos y servicios en acelerada sucesión. Todo evoluciona en rápida sucesión, cada vez más acelerada. Los nuevos productos y servicios modifican continuamente las maneras de vivir, las formas de pensar y sentir y los sistemas de organización de los colectivos.
En las sociedades de conocimiento todo cambia continua y aceleradamente. Se pasa, pues, de sociedades estáticas, que vivieron durante largos periodos de la misma forma fundamental, aunque con variaciones, a sociedades dinámicas que viven de la continua innovación y el cambio.
Las sociedades estáticas construyen su presente y su plan de futuro mirando al pasado, repitiendo las formas de pensar, sentir, actuar y organizarse de los antepasados. Los modos de vida del pasado son prestigiosos porque o fueron transmitidos por los antepasados sagrados, o fueron revelados por Dios, o se piensa que se corresponden con la naturaleza de las cosas.
Las normas de interpretación de toda la realidad y los cuadros de valores colectivos que derivan de ellas son fijadas y no pueden alterarse. La norma fundamental que rige todos los niveles de la vida de los individuos y los colectivos es repetir el pasado. Lo que se aleja de ese patrón está prohibido, es delito, pecado contra las normas inmutables.
La cohesión colectiva es por sumisión al pasado, que es también a la autoridad. Las creencias son formulaciones abstractas de las grandes afirmaciones míticas a las que hay que someterse incondicionalmente. Todo debe pasar por las creencias religiosas o ideológicas. La religión es la sacralización de las normas del pasado. La espiritualidad que predican las religiones ha de pasar por la sumisión.
En la cultura occidental, de raíz judeo-cristiana y greco-romana, la perspectiva es desde el individuo. Los colectivos se forman por sumisión forzada o por asociación libre; la religión se orientó a la salvación individual.
En las sociedades de conocimiento, de innovación y cambio continuo no se puede repetir el pasado. Las innovaciones alejan continuamente del pasado. La interpretación de la realidad debe estar dispuesta al cambio continuo. Los cuadros de valores colectivos, los proyectos axiológicos colectivos, no pueden ser fijos y estáticos, según las normas del pasado. Hay que vivir el presente y planificar el futuro, no desde la repetición del pasado, sino desde los proyectos que construyamos de futuro, para poder gestionar convenientemente las sociedades de innovación y cambio continuo.
En las sociedades que nos precedieron, el presente y el futuro venían dados y fijados, eran heterónomos. En las sociedades de innovación y cambio continuo, el presente y el futuro viene determinado por nuestra construcción de proyectos de vida colectivos construidos por nosotros mismos. La nueva forma de vivir no es heterónoma, sino autónoma.
El eje de todas nuestras construcciones no puede apoyarse en el individuo, sino en el equipo. Dada la complejidad y amplitud de las tecnociencias e incluso de la creación de nuevos productos y servicios, se requiere operar en equipos de individuos con diferentes especialidades, coordinados no por la sumisión, sino por la adhesión voluntaria a un proyecto. Los equipos no pueden ser jerárquicos porque han de ser creativos, y la creatividad y la jerarquía no casan bien. Están formados por individuos interdependientes en su trabajo. Una interdependencia fruto de la motivación, no de la sumisión. Los nuevos ciudadanos y los nuevos equipos no pueden someterse a creencias, porque éstas someten y fijan, y ellos tienen que ser siempre creativos y móviles. Las creencias no son un fenómeno religioso o espiritual, son una necesidad de las sociedades que deben repetir un pasado intocable.
Si no es posible la sumisión a creencias, no son posibles las religiones, tal como las hemos vivido. En sociedades que sobreviven gracias a la investigación y la indagación libres, y gracias a la creatividad en equipo, la espiritualidad no puede vivirse desde la sumisión, sino desde la creatividad y la indagación libre.
Con las sociedades de conocimiento se produce una gran inversión de perspectiva en todas dimensiones de la cultura y de la vida de los individuos y los colectivos. Este es el gran cambio que estamos sufriendo, que ha puesto en crisis todo el mundo de interpretaciones, valores, modos de actuación y organización del pasado. Esta transformación de la cultura, no buscada por nadie, sino fruto de las decisiones de nuestros mayores desde hace más de cinco siglos,
ha provocado una crisis de las religiones como jamás la ha habido; y ha provocado también una transformación radical de la espiritualidad. Nos vemos forzados a pasar de una espiritualidad fundamentada en creencias y en la sumisión, a una espiritualidad basada en la indagación libre y la creatividad libre de todo tipo de creencias, de religiones y de sumisiones.
Cómo presentar la espiritualidad a las nuevas generaciones
Una vez que se ha reflexionado sobre los rasgos de la gran transformación que estamos sufriendo en los medios de sobrevivencia colectiva y de sus consecuencias culturales y espirituales, vamos a averiguar cómo habrá que presentar y vivir la espiritualidad en las nuevas condiciones.
Las sociedades de conocimiento todavía están en proceso de implantación. Pero en muchos países ha invadido ya casi todos los aspectos de la vida colectiva. En otros se vive en un contexto propio de las primeras sociedades industriales, y en un notable número de países convive con grandes sectores de la población todavía preindustrial.
Podría afirmarse que en la mayoría de los países la composición de los modos de vida de la población es un conglomerado de tres tipos de modos de sobrevivencia, con sus consecuencias en la interpretación, valoración y organización de la sociedad. Está presente la sociedad preindustrial (en muchas sociedades todavía es el sector mayoritario), la sociedad industrial (aunque la religión continúa rigiéndose por las interpretaciones, cuadros de valores y sistema de organización propios de las sociedades preindustriales) y el sector de sociedad de conocimiento.
Sin embargo, hay que tener en cuenta que la sociedad de conocimiento es el sector de la sociedad que tira de todo este conjunto complejo. Para muchos países es así, desde su propia estructura interna, y para casi la totalidad de los restantes países es también así, aunque no por su estructura interna, sino por los efectos de la globalización que ya ha invadido todas las tierras, hasta las más recónditas.
Nadie podrá frenar la continua expansión de la sociedad de conocimiento ni la de su acompañante, la globalización. Si un país consiguiera parar en su territorio a la sociedad de constante innovación y cambio, provocado por las continuas creaciones científico-técnicas y por la invasión de nuevos productos y nuevos servicios, y consiguiera, además, aislarse de la globalización, se condenaría a sí mismo a la marginalidad, a la pobreza y, lo que es peor que eso, se condenaría a la sumisión y a la subordinación a los países que hubieran optado decididamente por la sociedad de conocimiento. Es imposible aislarse con los nuevos medios de comunicación e información.
La expansión de la sociedad de conocimiento es reciente; eso origina que las personas de más edad estén poco afectadas por ella, mientras que las generaciones más jóvenes han sufrido ya de pleno su impacto.
¿Cómo transmitirles la espiritualidad, cuando ya no se puede usar para hacerlo ni las creencias, ni las religiones? ¿Cómo transmitirles una espiritualidad que sea fiel a la sabiduría de nuestros antepasados, sin que comporte ningún tipo de sumisión, sino que se les ofrezca como una creación e indagación libre? Se tendrá que adoptar la modalidad de creación e indagación libre, porque de la creación y de la indagación libre viven las nuevas sociedades. Si las nuevas generaciones tienen que vivir de la creación e indagación libre, no pueden recibir una espiritualidad de fijación en creencias y sumisión.
Si los más jóvenes se han visto forzados a alejarse de la religión, por exigencias del nuevo estilo de vida de cambio constante: ¿Cómo se les va a hablar de espiritualidad, una noción nacida en el seno de la religión y que, por ello, resuena a religión? ¿Cómo hacer para que simplemente escuchen y no consideren lo que se les dice como cuentos de los abuelos?
La primera medida que deberemos adoptar es sustituir el término “espiritualidad” por “cualidad humana” o “cualidad humana profunda”. La antropología ya no es un compuesto de cuerpo y espíritu. La nueva antropología nos sitúa en nuestra condición animal, aunque seamos unos animales peculiares porque estamos constituidos como tales por el habla. El término “espiritualidad” responde a una antropología que ya no está vigente, especialmente para las generaciones más jóvenes. Todavía conserva un cierto uso válido, pero lo va perdiendo progresivamente para referirse a lo que nuestros mayores llamaron “espiritualidad”.
¿Qué entendemos por “cualidad humana”? La capacidad de fascinarse por todo lo real, por lo real mismo. Para interesarse (I) así por lo real es preciso ser capaz de pasar por encima de los propios deseos, temores, expectativas; es necesario distanciarse de sí mismo, desapegarse (D) de lo propio para poder volver toda la mente y el corazón a las cosas mismas. No será posible interesarse por todo verdaderamente, si no se es capaz de silenciar (S) las propias maneras de ver, de sentir, los patrones de interpretar y valorar. Sólo con estos rasgos significados por las siglas ids es posible emocionarse por todo. Eso es cualidad humana.
La “cualidad humana profunda” es practicar ese interés por todo lo real incondicionalmente, distanciarse de sí mismo y de los propios patrones también incondicionalmente, es decir, con el completo silenciamiento del ego, que es el que pone condiciones a nuestro interés por la realidad. Sin el silenciamiento completo del ego, éste vuelve siempre sobre sus propios intereses. Mientras prevalezcan los intereses del ego, no es posible volverse con toda la mente y todo el corazón a las realidades mismas. Ese interés incondicional por todo es lo que llamamos “calidad humana profunda”.
Se trata de averiguar cuál sería la mejor manera de persuadir, a los menos de 45 años, de la conveniencia y de la necesidad de cultivar la cualidad humana y la cualidad humana profunda. El ofrecimiento que se les haga ha de ser concreto, experimentable, sin sabor a religiones ni a moralidades impuestas. Les ha de resultar útil para la tarea de vivir y gestionar las nuevas sociedades de innovación y cambio constante. No les interesan los sistemas de vida del pasado, ni sus religiones o ideologías. Aceptarán, de la sabiduría del pasado, lo que les sea útil para vivir. Las generaciones jóvenes son críticas y prácticas.
Algunos rasgos de los llamados “nativos digitales”
Se entiende por “nativos digitales” a las generaciones que nacieron y se educaron contando y disponiendo siempre de los medios informáticos. Desean y establecen relaciones no jerárquicas, donde no se dé la sumisión. Buscan las relaciones. Pretenden una actitud de participación en los problemas de su entorno para la autoconducción en todos los campos. Fijan sus objetivos, pero sin planificar el camino para alcanzarlos. Son decididos y están habituados a la toma constante de decisiones. Necesitan libertad para la innovación. Viven en un aprendizaje continuado. Pretenden moverse por la propia automotivación. No quieren que nadie desde fuera les marque su orientación, qué hacer, cómo hacer. Su interés se focaliza hacia problemas de la propia vida real. Buscan que todo sea atractivo en su vida. Les encantan los retos. Tienen una actitud buscadora e indagadora/escrutadora en todos los ámbitos, en oposición a la fijación, a la sumisión, a la repetición. Les gusta pensar de manera crítica, lógica, reflexiva, creativa, positiva, optimista y confiada. Su actitud es proactiva, tanto en las relaciones con otros, como con las máquinas. Han crecido en una cultura en la que la innovación ocurre en tiempo real. Ninguna de las estructuras anteriores nacidas de la sumisión les sirve. Visualizan el futuro continuamente, intentando predecir y crear modelos viables. Viven en la provisionalidad. Demandan flexibilidad. Son autónomos, pero no autárquicos. Funcionan en equipos entre iguales. Intercambio fluido y sin reservas de información. Requieren confiar en el equipo. Los retos quieren resolverlos en colaboración con personas competentes e implicadas, no de manera jerárquica, ni con sumisiones. Desarrollan como una prioridad las habilidades sociales: comunicación, empatía. Demandan que su aportación creativa al conjunto sea reconocida. Necesidad de autoevaluación y evaluación por parte de los miembros del equipo. Necesidad de personalización en medio de la globalización.
La tecnología digital está presente en todos los campos, abriendo continuamente nuevas posibilidades de comunicación, creación, información, lo que los aleja de la estaticidad y repetición de situaciones.1
Estos rasgos de las generaciones digitales son coherentes entre sí porque son expresión de su rebeldía frente a las sociedades industriales, con elementos de las sociedades de conocimiento, pero manejadas por el neocapitalismo, rígidamente jerárquico y que está utilizando el poder de las tecnociencias para su provecho económico. Los jóvenes reaccionan frente a la falta de la coherencia y a la lógica de las sociedades capitalistas. Las organizaciones neocapitalistas tratan a las sociedades que deben vivir de la creación continua, en equipos creativos, como instrumentos eficaces para una más potente explotación de personas y medio. Es notable que en los estudios que hemos manejado se dé una falta de referencias explícitas a la cualidad humana y especialmente a la cualidad humana profunda. Implícitamente reclaman la cualidad humana, pero la llamada espiritualidad ni la mencionan.
La oferta de la gran fórmula de sabiduría elaborada por los sabios del pasado
Vamos a intentar estudiar las tradiciones del pasado de forma que logren proporcionar un medio que pueda ser aceptado por los jóvenes que se rebelan contra las sociedades industriales en su versión neocapitalista. Sus rebeldías están postulando una forma coherente de manejar las sociedades de conocimiento.
Todas las tradiciones religiosas y espirituales de la humanidad buscaron y expresaron la sabiduría constantemente y con ahínco. La “sabiduría” incluye el cultivo de la dimensión absoluta de la realidad y la cualidad humana profunda (la espiritualidad de nuestros mayores). Cultivaron la sabiduría utilizando mitos y símbolos, o conceptos y teorías, no tomadas como descripción de la realidad, sino como apuntamientos a lo informulable, al modo de los símbolos.
Queremos recoger su legado, pero de forma que no nos veamos forzados a creer lo que ellos creyeron: pensar, sentir, actuar y organizarnos como ellos lo hicieron. La única manera de conseguirlo es utilizando un lenguaje abstracto para alejarnos de su interpretación y valoración de la realidad.
Hemos de tener la habilidad de recoger su sabiduría, pero de forma que sea asimilable por nuestras sociedades, que ni son creyentes, ni religiosas, ni tienen una antropología de cuerpo y espíritu, ni pueden mantener una epistemología que sostiene que lo que dicen nuestras narraciones o teorías son una descripción fidedigna de la realidad.
Tenemos que aprender de ellos acerca de qué es la sabiduría, que ha de ser una cualidad profundamente humana y cómo propusieron cultivarla. Para conseguirlo tenemos que ser capaces de entender la intención profunda de su lenguaje simbólico.
Si nos hacemos capaces de entender a lo que luden y no fundirlo con sus modos de pensar y sentir, correspondientes a sus formas de sobrevivencia, podremos advertir que todos los sabios de la humanidad proponen, en el fondo, un mismo procedimiento para el cultivo de esa cualidad humana.
El resultado de ese estudio nos permite descubrir “la gran fórmula” para el cultivo de la cualidad humana y para el cultivo de la cualidad humana profunda. Una fórmula descubierta una y otra vez a lo largo de la historia, aunque expresada y vivida con diversos revestimientos semánticos. Estamos frente a lo que es la gran fórmula para el cultivo de lo que nuestros antepasados llamaron espiritualidad, y que nosotros tenemos que expresar como cualidad humana honda. Estamos frente a la gran fórmula para el cultivo de la sabiduría.
Vamos a intentar describir la estructura y la lógica de la gran fórmula de todos los sabios de la humanidad.
La base de la cualidad y de toda obra seria humana es el interés por la realidad (I). La cualidad humana se mide por la calidad del interés por la realidad. Cuanto más intenso y hondo es el interés, mayor es la cualidad de las personas. La gran cualidad humana está ligada a un interés incondicional. El interés debe extenderse a toda la realidad. El interés que se centra en un sector de la realidad es de menor cualidad que el que abarca toda la realidad.
El verdadero interés por la realidad exige pasar por encima de los propios intereses, deseos y expectativas. Todos esos intereses, propios de un viviente necesitado, deben dejarse a un lado. Eso es el distanciamiento, el desapego de sí mismo (D). Quien ama la realidad, por ese amor se olvida de sí mismo. Si ese olvido de sí mismo está ausente, no hay interés por lo real mismo, sino interés por sí mismo. El interés es de mente y corazón, es interés de la mente y amor del corazón formado una unidad; ese interés unitario, si no va acompañado por olvido de sí mismo, no es auténtico interés.
El olvido completo de sí mismo, a su vez, no puede producirse si no va acompañado por un silenciamiento de todos nuestros patrones de interpretación, valoración y actuación (S). El silenciamiento completo del ego permite volverse a toda realidad, limpio, desnudo de preconcepciones y de intereses propios, como recién nacido, fresco, nuevo, vacío de equipaje. Vuelto con toda la mente y todo el corazón hacia las realidades (I), distanciado de sí mismo, con las manos limpias (D), con la mente y el corazón silenciados para que puedan volcarse plenamente y sin reserva alguna a lo real (S); esa es la primera tríada de la fórmula de cultivo de la cualidad humana: ids.
Quienes se interesan por todas las realidades de la manera descrita por la fórmula, podrán advertir con toda claridad un dato básico que la realidad les muestra: la doble dimensión de todo lo real. Para nosotros, vivientes necesitados, la realidad presenta dos caras: una relativa a nuestras necesidades, es la dimensión relativa (dr), y otra no relativa a esas necesidades y, consiguientemente, absoluta; esa es la dimensión absoluta (da).
Nuestra condición de vivientes necesitados nos lleva a modelar la inmensidad de lo real a nuestra pequeña medida. Cumplimos así la ley de todos los animales; todos deben modelar la realidad a sus peculiares necesidades. Esa es la única dimensión de la realidad que los animales captan. Los humanos, por nuestra condición lingüística distinguimos entre el significado que tienen las realidades para nosotros y las realidades mismas, que en otras condiciones de sobrevivencia pueden tener otros significados.
El dato de la dimensión no relativa a nuestras necesidades puede comprenderse desde un punto de vista teórico, pero esa dimensión de lo real es un dato que puede verificarse con facilidad. Por ejemplo, podemos hacer el ejercicio de estar largo rato contemplando un cielo estrellado, hasta reconocer que, además de la experiencia cotidiana de mirar al cielo por la noche, hay otra experiencia, mucho más honda, de ese mismo hecho. Se trata de caer en la cuenta de su inmensa grandeza, de su belleza sobrecogedora que nos habla de una dimensión de lo real que está ahí, absolutamente independiente de nuestra pequeña existencia, de nuestros deseos, temores y esperanzas.
El cielo estrellado proclama su dimensión no relativa a nosotros los humanos, proclama su existencia absoluta. Habla de que es la fuente de la existencia de la tierra y todo lo que contiene, y la fuente de nuestro propio existir. Nos habla de que no somos nadie venidos a este mundo, sino sólo momentos insignificantes de los acontecimientos de los mundos. Estas consideraciones no son especulaciones, ni creencias, son constataciones del dato de la realidad, su da. El cielo estrellado nos hace patente también la dimensión absoluta de nuestro propio existir. De él proceden los materiales y las formas de nuestros cuerpos y de nuestras personas, y es el que creó la tierra en la que vivimos y todo lo que la tierra contiene.
Este ejercicio busca reconocer la dimensión absoluta de todo lo real, como diferente de nuestra experiencia colectiva cotidiana e incluso de la experiencia de la ciencia. Se trata de vivir la admiración y el temor frente a esa imponente grandeza y enigma. Hay que hacer ese ejercicio tantas veces como sea necesario hasta llegar a sentir la certeza de la presencia de esa dimensión. No se pretende llevar a creer en nada, ni siquiera para refugiarse, frente a esa inmensa grandeza, en un Dios. La experiencia que se tenga del cielo nocturno estrellado ha de ser una pura noticia, hasta que esa grandeza nos trague y nos convierta en un momento insignificante de esa misma inmensidad.
La doble dimensión de todo lo real es la raíz y fundamento de nuestra flexibilidad en nuestras respuestas a lo real. Gracias a esa noticia podemos adoptar formas de sobrevivir tan diferentes como los cambios de especie en los animales. Esa noticia puede ser explícita o implícita pero operativa. Todo acto humano es también un acto de lengua y, por lo tanto, una noticia como mínimo implícita de la doble dimensión. Sin esa noticia no serían posibles los cambios culturales, ni las artes, las ciencias, las religiones o las espiritualidades.
El interés vivo por la realidad, más la doble noticia de la realidad que no nos amarra, como a los animales a una forma fija de vivir, interpretar, valorar y actuar frente a las realidades, provocan el interés por la indagación de la realidad (I), con mente y sensibilidad. El interés por la indagación nos induce a buscar ayuda en las generaciones que nos precedieron y en los compañeros de indagación. Ese es fundamento de la comunicación y estudio de los sabios que nos precedieron y el fundamento de la comunicación con los que están embarcados en el mismo empeño (C). No puede darse una auténtica indagación que no vaya acompañada por esa necesidad de comunicación. Donde quiera que se dé un intento serio de indagación, se dará la necesidad de comunicación.
Ni puede darse un interés verdadero por todas las realidades, ni una indagación en comunicación y en equipo, sin que vaya acompañada por un servicio mutuo y un servicio a toda creatura. Es incompatible un interés por todas las realidades y una indagación en comunicación sin un servicio pleno mutuo. Si faltara ese servicio, incluso incondicional, las interpretaciones, valoraciones y actuaciones se pondrían automáticamente al servicio de la egocentración. Todo lo que se intentara ganar por un lado, se perdería por el otro.
La segunda tríada de la fórmula sería ics.
La fórmula completa sería ids-ics.
Las dos tríadas están tan intrínsecamente relacionadas, que no puede darse la una sin la otra.
La fórmula de sabiduría de nuestros antepasados tiene multitud de aplicaciones y es, en todos los casos, la garantía de la cualidad humana y de la eficacia.
Para dirigirnos a las generaciones jóvenes, que se han alejado de las creencias y de las religiones, y a los que la noción de “espiritualidad” les suena a cosas de algunos mayores y, en todo caso, cosas del pasado, para hablarles de la cualidad humana y de la cualidad humana profunda, para que se interesen por la dimensión no relativa de toda realidad, habrá que empezar por dirigirse a su ego, a su dimensión egocentrada.
Habrá que presentar esas dimensiones de la vida humana y de la realidad como ventajosas para sus personas y para sus planteos en las sociedades de conocimiento.
Ventajas para el ego de la utilización de la fórmula de los sabios
La fórmula de los sabios del pasado es de felicidad. Pensamos que la satisfacción de los deseos y el logro de nuestras expectativas son la clave de la felicidad; por el contrario, los sabios afirman, insistentemente y a través de todas las culturas y todos los siglos, que los deseos y expectativas son la causa principal de nuestros sufrimientos.
Nuestros egos, como estructuras de deseos y expectativas, con mucha frecuencia tienen malformaciones, mayores o menores, que hacen más difícil que lo real se adapte a nuestros reclamos. Podríamos afirmar que raramente se produce esa adecuación esperada. Ese fracaso de la adecuación provoca sufrimiento.
Toda nuestra vida está regida por nuestros deseos y expectativas, lo cual quiere decir que toda nuestra vida se mueve en el sufrimiento o en las fronteras del sufrimiento. Esto causa una inquietud de fondo que impide que la felicidad se asiente sólidamente en nuestras mentes y corazones.
Esta es la enseñanza varias veces milenaria y continuamente verificada de todos los sabios de todas las tradiciones de la humanidad.
Si es así, ¿por qué la humanidad no ha seguido ese procedimiento para ser verdaderamente felices? Por la urgencia del vivir; por las exigencias continuas y perentorias de las necesidades; por el fuego inmediato del deseo; y, en definitiva, por la superficialidad y estupidez humana. Los sabios afirman, y cualquiera puede verificarlo, que fuera de este camino no hay felicidad posible. No hay alternativa: quien quiera felicidad que practique con seriedad ids en el transcurrir de su vida. La felicidad a la que conduce la práctica cotidiana de ids-ics no está al final del camino, sino que el camino mismo proporciona felicidad en cuanto se inicia. Cuanto más tramo de ese camino se recorra, mayor felicidad y, por consiguiente, menor inquietud, menor angustia y más paz.
Las condiciones para la felicidad son las mismas que las condiciones para la flexibilidad y para una creatividad continuada. Para poder tener una actitud creativa en la vida, se necesita un vivo interés por toda la realidad. Sin interés continuado por todo lo real no puede surgir la chispa de la creatividad. El interés es el motor principal de la creatividad.
La creatividad surge cuando algo es mejorable o se puede abrir una nueva posibilidad que sirva para algo o alguien. Cuanto mayor sea el interés, mayor motivo hay para la creatividad. Para que se pueda acceder a lo nuevo es preciso el distanciamiento de las soluciones antiguas. Toda creación supone ser capaz de silenciar las soluciones anteriores a los problemas por los que se está interesado y ser capaz de mantener silenciados los patrones con los que se construyeron las soluciones anteriores.
En las sociedades de conocimiento, de complejas tecnociencias, las creaciones requieren el trabajo en equipos. Ningún individuo aislado puede llevar a cabo una creación importante. ids-ics es también útil para la cohesión y motivación imprescindible de los equipos. Resulta evidente que para trabajar en equipo la ayuda y el servicio mutuo resultan imprescindibles. No puede haber creatividad si no se da flexibilidad. La flexibilidad, como la creatividad, tiene su fuente en la práctica de ids-ics. El interés por las realidades, el distanciamiento de sí mismo y el silenciamiento de patrones es la raíz de la flexibilidad.
Tanto para cultivar la conciencia de la dimensión absoluta de lo real, como para progresar en la cualidad humana profunda, y también para adquirir una actitud creativa continuada, se requieren las mismas condiciones: pasar, lo más profundamente posible, por la comprensión del papel de ids-ics y por su práctica continuada. Habrá que hacer entender a las nuevas generaciones que ids-ics es imprescindible tanto para el cultivo de la dimensión absoluta de lo real y para el cultivo de la cualidad humana profunda, como para la sobrevivencia adecuada en sociedades de innovación y cambio continuo.
La novedad consiste en que, en el pasado, en las sociedades cohesionadas y motivadas por la sumisión, el cultivo de la dimensión absoluta de lo real y de la cualidad humana profunda era optativa, porque la cohesión y motivación se conseguía por la sumisión; y en las sociedades de conocimiento esas cualidades no son optativas, sino imprescindibles, si no queremos que nuestras propias creaciones se vuelvan en contra nuestra.
La noticia de la dimensión absoluta de lo real es el fundamento de nuestra cualidad humana profunda, de nuestra flexibilidad en relación con el medio y capacidad creativa.
Vamos a exponer brevemente los caracteres de ese dato peculiar de nuestra especie.
La dimensión absoluta es la dimensión no relativa a nuestras necesidades y, por ello, absoluta de nuestro acceso a lo real. El término “absoluta” no hace referencia a ninguna dimensión religiosa, tiene sólo que ver con que no es relativa a nuestras necesidades de vivientes. No es una realidad aparte de nuestra condición de seres necesitados depredadores, es esa nuestra condición misma, pero vista desde otra dimensión. No es algún tipo de entidad añadida a nuestra condición animal, sea como un espíritu o como una racionalidad.
La da no es tampoco un Dios, es una dimensión de la realidad a la que nos abre nuestra condición de animales constituidos por el habla.
No es una creencia, ni un supuesto filosófico, es un dato axiológico, un dato antropológico. Es dato, noticia, aunque no sea caracterizable como los datos científicos, o como los datos de la vida cotidiana porque, como cualitativo que es, no es ni definible, ni cuantificable, pero es noticia clara, aunque sutil, y es caracterizable, apuntable, señalable, expresable, simbolizable, y genera una certeza indudable. Es la noticia de que la realidad está ahí, independientemente de nuestras modelaciones, indiferente a ellas. Como no es objetivable, no puede ser acotada ni individualizada. La dimensión absoluta de la realidad no tiene fronteras, porque no es acotable, y abarca la totalidad de los mundos.
Cuando utilizamos el término “mundo” no nos estamos refiriendo a las construcciones cosmológicas de nuestras ciencias, sino a “Eso de ahí”, que me incluye, que está más allá de todas las modelaciones y adaptaciones a las medidas que pueda construir un débil animal terrestre, cuyo aparato sensitivo, activo y cerebral no fue construido por la vida para esos trabajos, sino para sobrevivir en nuestro pequeño planeta y procrear en él.
La da, al no ser objetivable, se sitúa más allá del espacio y el tiempo. El espacio y el tiempo son categorías de nuestra sensibilidad y acción para podernos reconocer como núcleo de necesidad, frente a un mundo en el que hay que sobrevivir.
Los humanos estamos formados, en el ser de nuestra condición animal constituido como tal por el habla, por una dimensión relativa a nuestras necesidades, estructurada como un paquete de deseos que son simultáneamente temores, que se apoyan en el recuerdo y se proyectan al futuro como expectativas; y por una dimensión absoluta no acotable y, por tanto, no definible.
Nuestra condición es a la vez espacio-temporal y no espacio-temporal. Como vivientes, no somos nadie venido a este mundo, somos un momento breve del proceso de los mundos. Nuestra realidad no es la interpretación que hacemos de nosotros mismos, como individuos llegados a esta tierra, de la que en breve tendremos que partir.
La realidad de nuestra realidad no es la interpretación que debemos hacer de nosotros mismos para sobrevivir en este pequeño planeta, sino que es la inmensidad de los mundos. Esa realidad de nuestra realidad, la dimensión absoluta, es la inmensa incógnita, que es nuestra fuente, y que es la inmensidad de mundos. Somos simultáneamente individuos y no individuos. Así pues, la realidad de nuestra propia interpretación es esa incógnita, sin posibilidad de representación sin objetivación, a la que no se le pueden aplicar las categorías espacio-temporales, ni la individualización; a la que no se puede aplicar ni siquiera la categoría de ser o de no ser, porque esas categorías son todavía duales y a la dimensión absoluta no le podemos atribuir dualidad ninguna. También la dualidad es una modelación animal para sobrevivir.
Quien aprende a vivir apoyado en su realidad y no en la interpretación que hace de sí como ego individual (un error necesario para poder vivir), se le transmuta por completo, tanto su propio vivir, como todo lo que le rodea.
En el pasado, las religiones fueron las encargadas de cultivar esa doble dimensión humana, y lo hicieron desde los proyectos axiológicos colectivos de las sociedades preindustriales. Una vez que las sociedades industriales y, especialmente, las sociedades de conocimiento se instalaron, el modo religioso de cultivo de la da se hace imposible, porque se apoya en creencias. Las sociedades en continua transformación no pueden someterse a fijaciones intocables, como son las creencias religiosas.
En esta situación, a las generaciones más jóvenes habrá que hablarles de la dimensión absoluta de la realidad, sin apoyarnos en creencias ni supuestos, sino exclusivamente en datos cualitativos antropológicos.
Cómo heredar el legado de nuestros antepasados
de forma adecuada a las sociedades de conocimiento
Hemos dicho que la cualidad humana, como cualidad que es, no es definible, pero sí expresable. Lo mismo cabe decir de la dimensión absoluta de la realidad y de la cualidad humana profunda. Son, pues, sutiles, para un humano que vive gracias a las objetivaciones que hace del medio. Para nuestra condición de vivientes, lo que no es claramente objetivable es como si no fuera.
Por esta condición nuestra nos es preciso conocer y estudiar cómo expresaron y vivieron esas dimensiones los sabios de la historia humana. Estudiando las diversas formas en las que se expresaron esas dimensiones de nuestra condición y las formas con las que las concibieron y vivieron, podremos intuir y comprender qué se está diciendo con términos como “cualidad humana”, “dimensión absoluta de la realidad”, “cualidad humana profunda”.
Estudiaremos también los diversos procedimientos que utilizaron para adentrarse en el interés por toda realidad; los numerosos procedimientos que usaron para conseguir un distanciamiento completo de los propios intereses, para poderse volver con toda la mente y todo el sentir a la realidad toda; y los procedimientos que emplearon para crear un silenciamiento total. Esto en lo que se refiere a la primera tríada: ids
Respecto a la segunda tríada, ics, habrá que aprender de nuestros antepasados cómo practicaron la indagación de la realidad; cómo crearon y mantuvieron una comunicación completa con el pasado y con los que tenían el mismo intento; y cómo se ejercitaron y profundizaron en el servicio mutuo y a toda criatura. Habrá que conseguir hacer un listado de los métodos que propusieron los grandes del pasado para cultivar cada miembro de las dos tríadas.
El resultado hasta aquí es que podemos apoyarnos en datos antropológicos, sin necesidad de creencias ni religiones, y que, además, dispondríamos de una fórmula para cultivar la cualidad humana, la dimensión absoluta de la realidad y la cualidad humana profunda que se deriva de ella, sin otro apoyo que los datos.
Poseeríamos, además, un listado de métodos practicados en el pasado para cultivar cada uno de los miembros de ids-ics. Estos métodos o procedimientos podrán ser formulados en expresiones breves inteligibles para los miembros de las sociedades de conocimiento, sin necesidad de dependencias mitológicas.
Necesidad de la creación de centros para el cultivo de
la dimensión absoluta de lo real y para el fomento
de la cualidad humana profunda
Queda un grave problema pendiente: los humanos somos seres simbióticos en todos los aspectos de nuestra vida. También la espiritualidad de nuestros mayores, el cultivo de la dimensión absoluta de lo real, la cualidad humana y la cualidad humana profunda deben ser, sin duda, simbióticas, es decir, deben cultivarse en grupo. Así se hizo a lo largo de la historia humana en todas las tradiciones y culturas.
En la situación de las sociedades de innovación y cambio continuo, las llamadas sociedades de conocimiento, y en la situación de las sociedades en transformación acelerada, los procedimientos habituales de formación de grupos de cultivo espiritual no resultan aptos para este tipo de colectivos.
Las iglesias, para poner un ejemplo, son organizaciones que se fundamentan en creencias; son jerárquicas, patriarcales; son exclusivas y exclusivistas; y promueven una espiritualidad basada en la sumisión a la revelación, a la dogmática, al estamento sacerdotal; son estáticas y bloquean todo cambio significativo.
Este tipo de organizaciones no son asimilables por sociedades que no pueden basarse en creencias, porque deben cambiar continuamente todos los parámetros de la vida colectiva e individual; excluyen toda jerarquía, por incompatible con la creación continuada en equipo; no consiguen admitir el régimen patriarcal, porque el conocimiento no hace diferencia entre hombres y mujeres; son globales y, por ello, deben rechazar toda exclusión y exclusividad; precisan promover una espiritualidad que se base en la creación y la indagación libre; no pueden ser dogmáticas, porque la dogmática fija y excluye; no puede adherirse a formulaciones intocables, porque no pueden aceptar el bloqueo de los cambios, incluso de los significativos.
Si no es posible utilizar las organizaciones espirituales heredadas, habrá que crearlas de forma que resulten adecuadas a colectivos que tienen como sistema de sobrevivencia la continua creación científico-técnica, y la continuada innovación en productos y servicios, que alteran constantemente las formas de vida y, por consiguiente, las maneras de pensar, sentir, actuar y organizarse.
Habrá que pensar y organizar un grupo que pueda cultivar la dimensión absoluta de lo real y la cualidad humana honda sin poderse apoyar en creencias, por tanto, tampoco en religiones. Un grupo no organizado jerárquicamente, sino en interdependencia mutua regida por la verdadera cualidad humana. Que no excluya ninguna tradición religiosa o espiritual, sino que las conozca lo suficiente como para venerarlas y aprender de ellas. Que no admita ninguna discriminación de sexos.
El eje de estas nuevas organizaciones tendría que ser la creación y la indagación libre de la dimensión absoluta de la realidad, el cultivo creativo y sin sumisiones de la cualidad humana y la cualidad humana profunda. Todo ello hecho en equipo. Puesto que los equipos son creativos, no pueden ser muy numerosos; unas 15 o 20 personas. Estos pequeños equipos se podrán aliar con otros que tengan las mismas pretensiones. Así se conseguirá formar grandes configuraciones de equipos. En estos equipos o grupos tendrá que producirse la gran transformación de la espiritualidad. Tendrá que pasarse de una espiritualidad cuyo eje es la sumisión, a una espiritualidad cuyo eje es la creación e indagación libre. En la historia no ha habido nunca una transformación como esta.
Tendrá que producirse también una segunda transformación: habrá que pasar de una interpretación de las escrituras, de los textos de los grandes maestros y de la misma tradición como descripciones intocables de la realidad, a interpretarlas y vivirlas como un hablar simbólico de lo que no se puede hablar, sin pretensión ninguna de describir la realidad a la que se refiere. Los grupos tendrán que ser capaces de leer e interpretar los grandes textos de todas las importantes tradiciones religiosas y espirituales de la humanidad. Habrá que habilitar procedimientos para una fácil comprensión de textos escritos hace mucho tiempo y en contextos culturales muy distintos de los que nos vemos forzados a vivir.
Parece una tarea muy complicada, pero no lo es tanto. Con un poco de educación y entrenamiento, las gentes pueden entender la poesía de tiempos pasados y de culturas diferentes de las nuestras. Algo parecido ocurre con la música. Con un poco de educación se pueden disfrutar las músicas del pasado e incluso músicas de culturas lejanas a la nuestra.
Los grandes textos, todos ellos, hablan a nuestra estructura interna de doble dimensión y, por ello, tienen resonancia en lo hondo de nuestro pensar y sentir. Bastarían unas pocas nociones culturales para entender los escritos de otras épocas y culturas.
Por nuestra condición de sociedades globales nos es imprescindible los conocimientos de otras formas de espiritualidad que ya no están lejanas, sino en nuestras mismas ciudades.
Sería insensato ignorar toda la sabiduría de nuestros antepasados, sean de la cultura que sean, con respecto a la dimensión absoluta de lo real y su cultivo, o ignorar cómo concibieron, practicaron y vivieron la cualidad humana y la cualidad humana profunda para intentar partir desde cero.
El estudio de los grandes nos ha de acompañar toda la vida en nuestro trabajo de indagar esas dimensiones y en nuestro trabajo de crear formas de cultivo en sociedades que cambian continuamente todos sus parámetros de vida.
Estos grupos de cultivo de dimensión absoluta y de estudio de la sabiduría de las grandes tradiciones tendrían que ser independientes, sin sumisión a ninguna religión o corriente espiritual determinada.
La formación de grupos debería poderse extender a toda la colectividad, de forma que todas las personas tuvieran la ocasión de cultivar la dimensión absoluta de la realidad. Eso supondría crear multitud de grupos en una sociedad determinada.
Así procedieron las religiones. Llenaron los colectivos de multitud de parroquias, de templos, para que la instrucción y el culto pudiera llegar a todas las personas.
Habrá que crear un proyecto valoral colectivo, con su narración correspondiente, para convencer a todos los miembros de la sociedad de que el cultivo de la dimensión absoluta de la realidad, de la cualidad humana y de la cualidad humana honda, no es una cuestión que pudiera no atenderse, es una necesidad para que el crecimiento exponencial de la tecnociencias y de sus consecuencias en nuevos productos y servicios no se vuelva en contra nuestra, en contra de todas las especies vivientes y de la habitabilidad del planeta.
El cultivo de estas dimensiones de la vida humana y de los colectivos humanos es apremiante. Es inútil intentar solventar este gravísimo problema con los procedimientos elaborados por las religiones, porque no pueden ser aceptados y, de hecho, son rechazados por grupos humanos cada vez más numerosos, especialmente por las generaciones más jóvenes.
La sociedad entera tendría que implicarse en la creación de estos grupos como una cuestión de vida o muerte.
La misma sociedad debería crear un grupo de personas que ejercieran como de control de cualidad para estos grupos tan diversos en los que las diferentes tradiciones religiosas y espirituales de la humanidad podrán entrar en variadas combinaciones. La diversidad de grupos sería, inevitablemente, muy grande. Las religiones, las espiritualidades, los diferentes cultivos de la da pueden resultar muy peligrosos si no se orientan adecuadamente.
El grupo que ejercería el control de calidad, para sus juicios sólo podría basarse en criterios negativos; por ejemplo, prohibiendo grupos excluyentes, que pretendan eliminar a todo grupo que sea el propio, que promuevan la violencia contra algún colectivo social, etcétera.
Estos grupos, con el tiempo, deberían llegar a ritualizaciónes sencillas y laicas. Los posibles ritos no pueden forzarse, deben surgir espontáneamente del cambio de mentalidad. El sentir no obedece a imposiciones.
1 Marta Granés, Montserrat Cucarull, Rasgos axiológicos o valorales de los nativos digitales.