Читать книгу Resumen del libro "Confesiones personales de un publicitario" - Luis Bassat - Страница 4
Confesiones de un niño
ОглавлениеDicen que recordamos mejor las experiencias de los primeros años de nuestra vida que todo lo que hemos ido almacenando después. David Oglivy padeció Alzheimer. Empezó por olvidar lo más reciente y al final sólo recordaba las canciones que aprendió de niño en el colegio. Esta es la razón de que Luis Bassat tenga tan presentes numerosos momentos de su niñez.
A los doce años, cuando estudiaba en las Escuelas Virtelia, uno de sus compañeros de clase, un chico más grande que Bassat, la tomó con él y empezó a llamarle “perro judío”. Los niños judíos eran pocos en el colegio y su número en la España de los años cincuenta rondaba los tres mil. Se les toleraba sin que tuvieran derecho a mostrar ningún signo externo. La primera sinagoga en España después de la expulsión de los judíos en 1492 se había construido en Barcelona en 1954, y su apariencia externa era la de un edificio de pisos.
Aunque su padre ya le había prevenido para que no hablara de religión en el colegio, cada vez que aquel compañero le llamaba “perro judío” Luis no podía aguantar su rabia y le respondía que eso no se lo repetiría al salir. Pero el chico sí lo hacía y, además, le propinaba una buena paliza.
Un día, un amigo de Luis le habló de un recién llegado a Barcelona, el profesor francés de judo, el deporte en el que los pequeños pueden ganar a los grandes. Luis se inscribió de inmediato y empezó a aprender con una pasión y una motivación fuera de lo normal. Pasado un tiempo, y casi a punto de acabar el curso, cuando el compañero malvado empezó a zurrarle de nuevo, Luis pudo con él. Aquél nunca más volvió a insultarle y, a partir de ese momento, empezó a tratarlo con respeto.
Aunque Luis podría haber sacado la conclusión de que el respeto se consigue por la fuerza, prefirió pensar que se lo gana uno mismo, y que él lo había ganado a lo largo de todo un año de no dejarse insultar impunemente, aunque eso le hubiera supuesto unas cuantas palizas. Y concluye citando a Kennedy: “Lo importante no es cuantas veces has caído, sino cuántas veces te has levantado”.