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CAPÍTULO I Lo impolítico y la acción política propiamente dicha

a) Una política...

Este libro retoma, amplía y precisa uno anterior: De lo político a lo impolítico. Una lectura del síntoma social. En su título ya está delineada esa perspectiva.

Si hablamos de una política es porque seguimos sosteniendo una idea que es base para nuestros desarrollos: no hay La política.

Eso abre la posibilidad de políticas, en plural, que varían en cada ocasión que aparecen, para desaparecer al momento siguiente en que ya no se las necesita o caen por su propio peso.

Aceptado este argumento comienzan ciertas complicaciones.

¿Cómo lograr una constante, un invariante de alguna política, una, que se imbrique con las políticas de cada vez?

Ahí aparece lo impolítico. Lo impolítico es una política que intenta intervenir en las políticas ocasionales, en la diversidad de las mismas.

Así que, una política: lo impolítico.

Una de las características fundamentales de lo impolítico es la no-acción, a entender como una acción no activa.

La no-acción es tanto más decidida, tanto más responsable, que la acción que vira al activismo.

Sin embargo se trata de un doble aspecto de la acción política: en uno, lo impolítico le quita el activismo a la acción por lo que ésta queda “privada de efectos impositivos apropiativos”. (1)

Sigue siendo acción política pero es una acción que no actúa en el sentido del activismo, se sostiene en una eficacia indirecta, interviene de costado, en los márgenes de una situación dada.

El otro aspecto, que llamaremos acción política propiamente dicha, se sostiene en un axioma: la política es acción aun antes de su desvío en activismo.

Ahora bien, una acción es acción política propiamente dicha si contribuye al despliegue y afianzamiento de una política, por más coyuntural que ella sea, o impide dicho despliegue por considerarlo infructuoso o contrario a los intereses que se defienden.

Una acción política, por lo tanto, incluye la decidibilidad: qué hacer, cada vez. Y quizás sea ese el aspecto más difícil y determinante a la vez.

Lo impolítico favorece a la acción política propiamente dicha. Pero a la vez puede decirse que la acción política propiamente dicha es el límite mismo de lo impolítico.

Desde su no-acción lo impolítico contribuye a restar activismo a la acción política.

El límite de ese proceso lo instituye la acción política propiamente dicha.

Para que haya acción política propiamente dicha, se espera de ella que esté lo más alejada posible de cualquier ajetreo.

Cuando menor es éste, más límpida y efectiva es la acción política.

Pero el modelo ideal, puro, no existe.

Hay que acostumbrarse a la idea paradojal de una acción sostenida en la no-acción y la inversa, una no-acción que solo puede desplegarse en una acción concreta.

Diríamos, a la vez, que lo impolítico es un suplemento inconsciente de la acción política propiamente dicha, pero que una situación dada se define en el terreno de la acción política propiamente dicha.

Pero recordemos algunos puntos en que lo impolítico actúa en la acción política concreta.

Si se restringe el activismo a la acción, la acción es la favorecida ya que, en términos de Spinoza, no dilapida su potencia.

Si se disminuye la injerencia en la acción, se fortalece la misma ya que no se extravía en ningún forzamiento.

No se trata de inacción sino de todo lo contrario. Se trata de fortalecer y expandir la acción política propiamente dicha en una perspectiva de pleno rendimiento de la eficacia.

Como nos acostumbramos a leer en François Julien: “...no actúo (en un plano determinado, de manera puntual, forzando las cosas), pero tampoco permanezco inactivo puesto que acompaño a lo real a lo largo de su desarrollo”. (2)

En el mismo movimiento se recupera la espera como posición que sostiene la acción política que “en ningún caso debe ser confundida con una actitud quietista o con cualquier forma de inercia”. (3)

Subrayamos el lado activo de la espera muy lejos de la pasividad o del desinterés.

La espera, si se traduce como paciencia, ni posterga ni suspende la acción política, sino que la hace emerger en el momento oportuno.

b) ...del síntoma

¿En qué lo que hemos llamado lo impolítico y la acción política propiamente dicha competen al psicoanálisis?

Únicamente por la vía del síntoma.

Es que, para Lacan, “El síntoma instituye el orden en que se revela nuestra política. Implica por otra parte que todo lo que se articule por este orden sea pasible de interpretación”. (4)

Tomaremos la interpretación como saber leer. Lo que se lee es el síntoma, allí donde lo encontremos. Dicha lectura se aplica tanto a un sujeto singular como a lo social.

Una lectura del síntoma lleva a cercar, circunscribir lo que no funciona, que es la definición, a la vez, más general que Lacan da de síntoma.

Pero a la vez, una lectura del síntoma debería rodear lo ilegible. Solo a partir de ese “lo que no funciona” es posible, y no en todos los casos, que eso que es del orden del síntoma sea pasible de interpretación.

Aquí entra en juego nuevamente lo impolítico. Lo impolítico es una manera de leer el síntoma fundamentalmente en lo social.

Con el término social abarcamos diferentes campos: las instituciones, la llamada sociedad, pero también las otras lecturas que vienen de otros discursos sobre estos temas, etc.

De dicha lectura impolítica es posible derivar una acción política propiamente dicha o no, esperar, hacer silencio, etc.

Es propio del psicoanálisis “que el bien decir se funde sobre el saber leer”. (5)

Con esa herramienta, el saber leer, se aborda el síntoma.

Pero todavía un aspecto más: ese leer el síntoma consiste en privarlo de sentido. La interpretación apuntará entonces al fuera de sentido.

De allí, en tanto lo impolítico da marco al bien decir, se hace necesario insistir con dicha categoría.

Recordemos que lo impolítico no es antipolítica o ausencia de política, es una política. No encubre ni está al servicio de una caída de interés por las políticas, ni su desmerecimiento, ni su crítica mordaz.

Por el contrario: es política encarnada y conlleva una cierta radicalización de las políticas.

Podemos ya dar un ejemplo de una lectura impolítica del síntoma en lo social.

Se puede decir que la despolitización se ha convertido en La política contemporánea, es decir, se extiende y eso marca un rumbo: he allí un síntoma.

Leer ese síntoma permitiría desplegar una acción que vehiculice un retorno a las políticas.

Cuando alguien dice “no me interesa la política” expresa una política muy particular: la despolitización.

Cuando Foucault expresa: “El problema del neoliberalismo pasa por saber cómo se puede ajustar el ejercicio global del poder político a los principios de una economía de mercado”, (6) lee un síntoma muy actual.

Indiquemos de paso que la lectura de ese síntoma se produce a través de la reducción al máximo de los sentidos que proliferan en torno al tema.

Foucault va de los muchos temas, de los muchos sentidos, a un tema, una noción.

Por ejemplo, cuando desarrolla la cuestión del homo economicus se pregunta: “¿En qué medida es legítimo y fecundo aplicar la grilla, el esquema y el modelo del homo economicus a cualquier actor?”. (7)

Se nota en este autor un esfuerzo por orientar la acción política en dirección a un retorno a las políticas por sobre la economía. Por eso concluye que “la economía es una ciencia lateral con respecto al arte de gobernar”. (8)

Y se observa a partir de los ejemplos, y tomando diversos autores, la imposibilidad de ser neutral. Nadie es neutral, lo sepa o no lo sepa.

La inacción política, a no confundir con la no-acción impolítica, es despolitización. En términos de Rancière despolitizar es: “El más antiguo de los trabajos del arte político”. (9)

Y si seguimos la idea de Foucault de la existencia de dos razas que llevan inevitablemente a lo que el autor llama una guerra perpetua (dedicaremos un capítulo a dicho tema) estamos tentados de afirmar que hay la raza de los que sostienen la despolitización y hay la raza de los que sostienen las políticas.

Despolitización y políticas muestran los extremos, los dos polos donde multiplicidad de argumentos y sentidos intentarán dar cuenta de los beneficios o peligros de uno y de otro.

Leído ese síntoma, reducidos los sentidos al máximo, quedando como resto dos polos ¿qué política?

Una política del síntoma, de ese síntoma por ejemplo, se ocuparía de lo imposible: mostrar el borde de ese agujero donde se montó el dos de la confrontación.

Aun sabiendo de la conformación de ese dos, llamemos a ese dos: dos familias, dos grupos, dos razas, dos bandos, etc., apuntar a no favorecer la consolidación del dos.

No tanto pretender disolver ese dos –eso sería imposible– sino, simplemente, quitarle consistencia.

¿Y si no se logra? No se puede ser neutral. Veremos más adelante que aun en ese caso puede conservarse el pudor.

Pero la decisión siempre se impone: elección forzada.

Los sentidos que lo impolítico puede rasurar, restar a las políticas apuntalando la acción política propiamente dicha, son variados.

Empezando por lo propio: ausentándolo lo más posible sin por eso no intervenir.

Pero también aportando comunidad en lo disperso, el munus en el nada en común que nos caracteriza como parlêtres, en la no relación de base de la que provenimos.

¿Disolver los contrarios? No.

No se consigue ningún consenso real entre intereses contrarios, no hay posibilidad de armonía alguna y menos de adaptación.

Sí es posible alguna regulación “en los términos de una paz armada”. (10)

Y no alcanza con eso ya que se constata que siempre existe “al lado de un espacio reglamentado, un espacio no reglamentado; una zona de no derecho que produce el culto de las normas”. (11)

c) El “algunos otros” lacaniano

Spinoza decía que la potencia se ejerce con otros.

Leemos ese “otros” como el “algunos otros” que hace decir a Lacan que el analista se autoriza de sí mismo y de algunos otros: he allí una política del síntoma.

Ni la singularidad aislada, ni la masa.

El “algunos otros” no aspira a ninguna representación: nadie representa a nadie, pero tampoco es exacto que uno se represente a sí mismo.

El “algunos otros” es inclusión, espacio común, agregación, e implica una apertura sostenida en una expansión sin cierre.

La lógica de agregación característica del “algunos otros” se sostiene en un montón, en redes, sin apuntar a un todo.

Lo impolítico refuerza la existencia del “algunos otros” evitando la pendiente al grupo-masa que llevaría a los dos polos-bandos.

Spinoza lo dice así: “Entiendo por cosas singulares las cosas que son finitas y tienen una existencia limitada, y si varios individuos cooperan a una sola acción de tal manera que todos ellos sean a la vez causa de un solo efecto, los considero a todos ellos, en este respecto, como una cosa singular”. (12)

Aun faltan las consecuencias. La acción política desplegada, verifica su potencia circunstancial, episódica, en las consecuencias que produjo, lo que hace decir a Miller que “...Lacan implica la consecuencia, la serie de una cadena significante. Quizás el acto es un comienzo, incluso un origen, pero solo se lo puede juzgar como acto retroactivamente. Es necesario esperar para saber si lo fue”. (13)

Si hay acto político solo es a través de la acción política y sus consecuencias.

Como dice Lacan: “El verdadero original solo puede ser el segundo, por constituir la repetición que hace del primero acto”. (14)

Lo impolítico, si lo consigue, trae a colación el acto en la acción política propiamente dicha, o espera.

1- ESPÓSITO, R., Categorías de lo impolítico, Katz, Bs. As., 2006.

2- JULLIEN, F., Tratado de la eficacia, Ciruela, Madrid, 1999, pág. 139.

3- Ibíd., pág. 220.

4-LACAN, J., El Seminario, Libro 18, De un discurso que no fuera del semblante, Paidós, Bs. As., 2009, pág. 115.

5- MILLER, J.-A., “Leer un síntoma”, EOL Postal 18/07/11.

6- FOUCAULT, M., El nacimiento de la biopolítica, Clase del 14/02/79, Fondo de Cultura Económica, Bs. As., 2.007, pág. 157.

7- Ibíd., pág. 306.

8- Ibíd., pág. 330.

9- RANCIÈRE, J., En los bordes de lo político, Hebra, Bs. As., 2007, pág. 41.

10- ESPÓSITO, R., Categorías de lo impolítico, op. cit.

11- LAURENT, E., “El lazo social en el mundo contemporáneo”, en El Caldero de la Escuela N° 8. Nueva serie, Bs. As., 2009.

12- SPINOZA, B. de, Ética demostrada según el orden geométrico, Orbis, Madrid, 1980.

13- MILLER, J.-A., Política lacaniana, Colección Diva, Bs. As., 1999.

14- LACAN, J., “Proposición del 09/10/67”, en Momentos cruciales en la experiencia analítica, Manantial, Bs. As., 1987, págs. 17/18.

Una política del síntoma

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