Читать книгу La sonrisa de Mikel - Álvaro González de Aledo Linos - Страница 7

A TODAS MIS MONTAÑAS

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Una noche de insomnio me di una palmada en la frente

y comprendí que tenía que hacer un verso diferente,

con estrofas larguísimas como las cumbres de las cordilleras

que hay entre los pechos de una hermosa mujer y sus caderas,

y con un ritmo suave y cadencioso como el mar de fondo

que barre eternamente el Sur de nuestro jardín redondo.

Un verso ondulante a todas las montañas a las que he subido

y a las montañas de algunas mujeres con las que he dormido.

He subido a montañas peladas con bosques en la cumbre

y a colinas arboladas que tenían pelada la techumbre.

Frías montañas que no eran nada más que un montón de piedras,

o selvas montañosas de árboles estrangulados por líquenes y yedras.

He subido a cumbres puntiagudas donde reina la nieve

y a rampas imperceptibles donde sólo, sólo y sólo llueve.

He caminado por laderas en sombra donde olía a heno,

donde la felicidad me hacía olvidar mi espíritu sarraceno,

y he navegado por colinas saladas, con barba de nazareno,

penetrando la noche con mi vela y un farol de queroseno.

En medio de algunas montañas encontré increíbles lagunas

y en mitad de las olas del mar mágicas lunas,

pero donde descubrí las cosas más maravillosas y eternas

fue entre los pechos de una hermosa mujer y entre sus piernas.

Y cuando al final tuve que elegir entre tantas maravillas...

tantas montañas, tanto mar, y la mujer que me aflojaba las rodillas...

fui listo y me quedé con las cercanas, las que refleja el mar de mi bahía,

y con la mujer que alumbra la serena placidez del alma mía.


La sonrisa de Mikel

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