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Prólogo Por Violeta Hemsy de Gainza

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La música es ante todo un derecho humano. Es energía, alimento, lenguaje; un lenguaje paralelo al lenguaje hablado para el cual todos estamos dotados. En la actualidad es habitual que los padres estimulen al niño desde su nacimiento a percibir y conectarse con la música y el entorno sonoro en general. Su rol consiste en acompañarlo a través de su proceso de crecimiento, tratando de no interferir o forzar su naturaleza. Así, le acercan los objetos o materiales sonoros que pudieran resultarle apetecibles del mismo modo que le ofrecen alimentos, juguetes y estímulos de toda índole. Hay dos actividades esenciales que el ser humano incorpora sin recibir instrucciones. El niño pequeño aprende por sí mismo a hablar y a caminar; no necesita que le expliquen cómo proceder para articular el lenguaje ni cómo usar su cuerpo para poder desplazarse, lo hace instintivamente. En este aprendizaje natural los padres estimulan sin tener una injerencia directa en los procedimientos que el niño debe realizar para desarrollar su habilidad. Estos son los modelos que el niño pequeño tiene. El entorno y la motivación de sus padres, o referentes más cercanos, habilitan y favorecen este proceso de aprendizaje natural, así como el contacto con su mundo interno y sus vías de expresión. Los procesos de musicalización deberían comenzar replicando este modelo espontáneo.

El siglo XX fue un siglo de fusión del quehacer musical con la teoría, en el que prevalecieron las formas activas de enseñanza. Se estimula el contacto directo con la música a través de la escucha y su ejecución; la exploración del entorno sonoro, los instrumentos y el propio cuerpo. En el último tramo de ese siglo tan fructífero, se vuelve a jerarquizar la teoría como si se tratara de una deuda pendiente. Se percibe en los educadores musicales gran preocupación por brindar a los estudiantes la mayor cantidad de información y conocimientos posibles, en detrimento del contacto directo del estudiante con su mundo sonoro interno y el consiguiente deterioro de la calidad de los procesos musicales. Esta obra es un estímulo para un cambio necesario en este momento histórico. Nos invita y nos permite asistir a la evolución de la relación de los niños pequeños con la música y el piano. Podemos apreciar la forma en que su autora promueve un proceso musical que respeta los modelos espontáneos de aprendizaje; su accionar, está basado en la observación y una consecuente reflexión. En este contexto, el niño tiene la posibilidad de explorar su mundo sonoro interno y expresarlo a través de las herramientas que va adquiriendo; la música no se impone, se descubre, se explora, se entiende y se produce de manera natural.

Malena, desde pequeña estuvo inmersa en un ambiente en el que la música era un bien cotidiano muy valioso. Su amor por ésta, su deseo de transmitirla y su interés por entender los procedimientos naturales de aprendizaje del ser humano, se traducen en la construcción de procesos musicales integrados e integradores en los que la calidad es el eje rector. El libro, con su estilo tan espontáneo y accesible, nos permite participar de las clases, seguir el desarrollo de los acontecimientos y de las aventuras de Camilo (el protagonista principal), de manera tal que la creación del material no nos sorprende: es una instancia más de una construcción en la que la acción, la comprensión y la escucha trabajan de forma integrada. Los niños componen por haber entendido “cómo se hace”, es un acto más de reafirmación y expresión de lo aprendido. Es muy estimulante poder asistir al desarrollo de un proceso de musicalización tan natural; no es habitual encontrar en un libro de pedagogía instrumental la explicación de los procedimientos y los fundamentos de este accionar que nos permiten comprender la esencia de la estructura pedagógica.

El criterio de ordenamiento del material musical refleja por sí mismo la coherencia del desarrollo del proceso educativo; la calidad y la musicalidad son el denominador común de todas estas piezas, muchas de las cuales son adecuadas para principiantes de todas las edades. Las anécdotas, los distintos comentarios de los niños, enriquecen el relato y le aportan frescura y originalidad. No solo compartimos la dinámica de sus clases, sino que, en algunos casos también tenemos acceso a sus pensamientos y motivaciones, lo cual nos permite entender y asignarle sentido a algunas situaciones específicas y consecuentemente, al devenir de todo el proceso. Agradecemos a Malena Herrmann la posibilidad de compartir su experiencia, sus reflexiones y estos materiales musicales tan bellos que son el reflejo de un proceso que se construye a partir del mundo interno del niño.

Buenos Aires, diciembre de 2020.

Los niños y el piano

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