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ОглавлениеDespertar a Dios
1. Mi alma tiene sed de Dios
Señor, mi alma tiene sed de ti…
Oh Dios, tú eres mi Dios,
por ti madrugo,
mi alma está sedienta de ti.
Todos sentimos sed, hambre, necesidad de algo o de alguien que llene nuestro vacío, nuestra necesidad de completar esa zona que sentimos hueca, que experimentamos que le falta algo para estar completa.
Cuando me despierto cada día empiezo a soñar
con ese trabajo que tengo pendiente,
con aquella persona con quien tengo que conversar,
con aquel asunto que tengo que resolver,
con aquella lectura o aquel paseo que quiero realizar…
Así surgen, en mi sueño, cosas, personas, trabajos, tareas,
proyectos, distracciones, conversaciones pendientes,
lecturas y asuntos que constituyen un programa
de planes, que a lo largo del día intentaré realizar
como pequeñas conquistas y afanes que llenarán
y cumplirán mis ilusiones para llenar mi vacío.
Señor, ¡qué sueños perdidos,
qué frustraciones encontradas,
qué cantidad de ilusiones deshojadas,
qué proyectos vacíos,
qué encuentros desinflados,
qué ganas de vivir muertas…!
¿Será un día perdido y frustrado?
¿Será que los sueños son sólo sueños y que las horas y los minutos me van mostrando que están escritos en un libro sin hojas y sin vida?
¿Será que los sueños son proyectos vacíos y muertos?
¿Será que los sueños están vacíos y huecos por dentro, sin contenido real?
¿Será que los sueños están muertos, sin vida, y sólo existen en mi mente perdida y frustrada?
Señor, ¡qué cantidad de sueños cuando despierto al amanecer para llenar de frustraciones muertas los pasos de cada día!
Señor, ¡qué ilusiones y expectativas me despiertan cada mañana, sabiendo que se irán perdiendo en cada paso del día!
Señor, ¡qué cantidad de proyectos al amanecer, que a través de las actividades, encuentros y tareas, me irán desvelando una y otra vez mi vacío por dentro!
Señor, ¡qué cantidad de sueños y expectativas por fuera, que cada día, me desvelan más y más que me falta algo por dentro!
Señor, ¡qué cantidad de cosas llenan mi vida por fuera, mientras por dentro siento una sed infinita, que ninguna persona, ni ningún trabajo o actividad podrán saciar!
Oh Dios, tú eres mi Dios,
por ti madrugo,
mi alma está sedienta de ti.
Esta es la verdad más profunda y vital que podemos
descubrir en el hondón de nuestra alma.
Tenemos una sed infinita, eterna y amorosa,
que no se puede satisfacer con cosas,
con posesiones, con nuestros trabajos y actividades,
con nuestra familia y amigos,
con nuestras pequeñas metas e ilusiones,
tantas veces, vanas.
Nuestra sed es infinita, es eterna, es plenificante,
es divina y sagrada, nuestra sed es sed de Dios,
y no puede saciarse con pequeñas porciones
y cosas, y sólo con manifestaciones
y criaturas de Dios.
Nuestro corazón está creado a la medida de Dios,
y sólo Dios puede saciarlo. «Nos hiciste, Señor,
para ti y nuestro corazón está inquieto hasta que
descanse en ti», nos decía San Agustín.
Nuestra sed es de Dios, porque nuestro corazón
es inmenso, a la medida de Dios,
y sólo puede encontrar su plenitud
enamorándose de Dios,
viviendo en total comunión de amor con Él.
Nuestra sed es de Dios, «mi alma está sedienta de Dios,
del Dios vivo…» y sólo se sacia y se llena de vida
e ilusión cuando lo empeño todo buscándole a Él
en todas las cosas y sobre todas las cosas,
deseando, con pasión, llenarme de Dios, sólo de Dios.
Sigamos repitiendo, desde el fondo de nuestra alma…
Oh Dios, tú eres mi Dios,
por ti madrugo,
mi alma está sedienta de ti.
2. ¿Qué nos despierta a nosotros, habitualmente?
Vamos a procurar caer en la cuenta de qué es lo que realmente nos despierta a nosotros cada amanecer.
¿El reloj?
¿Las preocupaciones?
¿El insomnio?
¿Los ruidos de fuera: la calle, el alboroto, los portazos?
¿Los ruidos de dentro: mis ruidos mentales,
mis preocupaciones por la salud, el trabajo, los agobios?
3. ¿En qué niveles estamos despiertos? ¿Estamos despiertos sólo «por fuera»?
Cuando despertamos por la mañana no siempre estamos despiertos «del todo», es decir, en todos los aspectos de nuestra vida.
Vamos a caer en la cuenta de si sólo estamos despiertos en los aspectos y niveles más superficiales.
Cuando estamos despiertos, ¿a qué nivel nos referimos? ¿en qué aspecto estamos despiertos?, ¿en nuestro aspecto superficial?
En nuestro cuerpo: no podemos dormir, no conciliamos el sueño por encontrarnos nerviosos, no nos recuperamos del cansancio por no haber dormido.
En nuestra mente y en nuestra afectividad: ruidosos, llenos de alteraciones y preocupaciones, cerrados, agobiados, intranquilos, obsesionados, con los nervios a flor de piel, etc.
¿Estamos despiertos sólo por fuera?, ¿físicamente?
¿Estamos despiertos sólo por fuera, y por dentro, sonámbulos?
4. ¿Estamos despiertos «por dentro»?
Podemos observar si, cuando nos despertamos, somos conscientes de niveles más profundos de nuestra mente, de nuestra afectividad y de nuestro cuerpo.
A nivel mental:
¿Con una mente despierta, alerta, centrada y unificada?
¿Con una mente silenciosa, abierta, luminosa?
¿Con una mente acogedora, comprensiva, amorosa?
A nivel afectivo:
¿Con un corazón suave, amoroso, silencioso?
¿Con un corazón ágil y sin apegos, en sintonía con el otro?
¿Con un corazón joven?
¿Con un corazón blando y lleno de ternura?
¿Con un corazón abierto, acogedor, comprensivo?
A nivel corporal y de los sentidos:
¿Con los sentidos abiertos, suaves y blandos?
¿Con los ojos luminosos e iluminados,
despiertos desde dentro, receptivos?
¿Con la mirada limpia, comprensiva, transparente,
conectada con la mirada interior?
¿Con los oídos abiertos, limpios, transparentes?
¿Con los oídos que escuchan, que acogen, que reciben?
¿Con los oídos que interiorizan?
¿Con los oídos conectados con el oído interior?
¿Con las sensaciones, el gusto y el olfato abiertos,
receptivos, limpios, acogedores, luminosos, suaves y blandos?
¿Con las sensaciones, el gusto y el olfato conectados con el gusto interior, con el tacto interior, con el olfato interior?
5 ¿Estamos despiertos «por dentro» a niveles profundos de nuestro ser?
Cuando nos levantamos, cada amanecer, es posible que vayamos adquiriendo el hábito de despertar a niveles de consciencia cada vez más profundos de nuestro ser. Obsérvalo.
¿Tengo consciencia
de mis sensaciones profundas,
de la vida que corre por mis venas,
de la luz interior,
de la paz interior,
de la ternura interior,
de la atención amorosa,
de la alegría de ser y de existir?
¿Soy consciente
del gozo interior,
de la alegría del Ser,
del silencio interior,
de la hondura de mi ser profundo,
de la presencia de mi alma,
de la consciencia pura y simple,
de la calma interior,
de la unidad interior,
del silencio y armonía de todo mi ser?
6. ¿A qué estamos despiertos cuando estamos despiertos?
«Estar despiertos», no se refiere sólo
al momento del amanecer, sino que abarca toda nuestra vida.
«Estar despiertos» es un modo de vivirnos
en el que vivimos conscientes, con atención,
con los cinco sentidos, pudiendo vivirnos
conscientes en niveles sólo superficiales
y en niveles cada vez más profundos.
¿Estamos despiertos sólo a nosotros mismos?
¿Sólo a nuestro pequeño mundo?
¿Sólo a nuestros trabajos y tareas,
a nuestra salud o enfermedad,
a nuestra situación personal y familiar?
¿Sólo a nuestros pequeños problemas,
a nuestras situaciones conflictivas,
a nuestro pasado (que ya no existe)?
¿Sólo a nuestros proyectos a corto plazo,
a nuestras limitaciones y complejos,
a nuestras dificultades diarias?
¿Sólo a nuestras pequeñas posesiones, vestidos, comidas,
y aspectos estéticos?
¿Sólo a mis dificultades y problemas de relación?
7. ¿A qué estamos despiertos cuando estamos despiertos?
¿Estamos despiertos sólo a las cosas que nos rodean?
¿Sólo a mis cosas?
¿A las cosas que tengo delante de mis ojos?
¿A mis asuntos y trabajos diarios?
¿A la puerta que cierro y a la luz que enciendo y apago?
¿A las noticias de la radio, del periódico y de la televisión?
¿A la conversación con los demás y sobre los demás?
¿A la conversación continua conmigo mismo?
¿A los acontecimientos que ocurren cerca de mí?
¿A las noticias de los acontecimientos de todo tipo?
¿A los “enredos” entre familiares y vecinos del barrio?
8. ¿A qué estamos despiertos cuando estamos despiertos?
¿Estamos despiertos a Dios?
Podemos ir despertando a niveles cada vez más profundos en los que podemos vivir despiertos a Dios, al mundo de Dios, al nivel donde descubrimos que todo es sagrado y divino, al mundo de la presencia de Dios dentro de nosotros y en todas las personas y toda la creación.
¿Estoy despierto a Dios, a la presencia de Dios,
a mis deseos de Dios?
¿Estoy despierto a mis pensamientos de Dios,
a mis reflexiones sobre Dios,
a mis recuerdos de Dios?
¿Estoy despierto a mis proyectos sobre Dios,
a mis expectativas sobre Dios,
a mis peticiones a Dios?
¿Estoy despierto a mis necesidades sobre Dios,
a mis quejas a Dios, a mis exigencias a Dios?
¿Estoy despierto a Dios?
¿A qué estoy despierto en mi relación con Dios?
¿Despierto al susurro de Dios, a la música de Dios,
a la intuición de Dios?
¿Despierto a la transparencia de Dios,
a la presencia amorosa de Dios,
a la presencia de Dios en mi alma?
¿Despierto a mi unión profunda con Él,
a sentirme habitado por Él,
al silencio envolvente de Dios?
¿Despierto a las caricias y ternuras de Dios,
a la presencia de Dios que me da vida,
a la presencia de Dios que me llena por dentro?
¿Despierto a la presencia de Dios
que me ilumina por dentro,
que me pacifica en mi alma,
que me enamora el corazón,
que me seduce y me envuelve en su Espíritu?
¿Despierto a Dios?
¿Despierto consciente de su presencia en mí?
¿Despierto consciente de su presencia en el aire que respiro?,
¿en el suelo que me sustenta?, ¿en la realidad de cada
cosa que veo?
9. ¿A qué me despierto cuando me despierto?
En resumen, podemos observar, en nuestro despertar, tres niveles:
1. ¿Despierto sólo a mí mismo, a mis trabajos, a mis problemas, a mis preocupaciones y achaques?
2. ¿Despierto a las cosas, noticias y enredos de cada día?
3. ¿Despierto a la intuición de Dios?
¿Despierto a la nostalgia de ver, sentir, experimentar y vivir a Dios, aquí y ahora y así, en este momento?
Despierto al mundo sagrado y divino de Dios?
¿Despierto a la presencia plena, infinita, eterna y amorosa de Dios en nosotros y en todo lo que nos rodea?
¿Despierto a la presencia de Dios «en quien vivimos, nos movemos y existimos»?
¿Despierto al hondón de mi alma, donde
«mi alma está unida a ti y tu diestra me sostiene»?
¿Despierto a Dios que me seduce porque
«oh Dios, tú eres mi Dios,
por ti madrugo, mi alma está sedienta de ti»?
¿Despierto a Dios que es, que existe,
y a toda la creación que es Dios existiendo, manifestándose y expresándose en belleza y armonía de todas las criaturas?
10. Despertar a Dios
Pasos y ejercicios para despertar a la presencia de Dios
1. Despertar = abrir los ojos, mirar con atención.
2. Despertar conscientemente
= abrir los sentidos: ver, escuchar, sentir, gustar, paladear… con atención, conscientemente, dándome cuenta.
3. Despertar conscientemente y en silencio interior a mis sentidos
= mirar, escuchar, percibir… a mí mismo, a las personas,
a las cosas, conscientemente, y en silencio...
4. Despertar conscientemente y en silencio interior a mis sentidos interiores
= mirar, escuchar, percibir... con el ojo interior,
con el oído interior,
con el gusto interior,
con el sabor interior
conscientemente, y en silencio...
5. Despertar a mi ser interior
= sentir, percibir, vivir… mi interioridad,
mi yo sujeto,
mi consciencia pura y simple,
mi yo central: amor, luz, vida,
energía, paz...
conscientemente, y en silencio…
6. Despertar a mi yo sagrado y divino
= sentir, percibir, vivir… la Presencia amorosa,
inefable, silenciosa,
infinita y eterna de Dios,
en el centro de mi alma...
conscientemente, y en silencio...
11. Sentido del ejercicio:
¿Para qué nos ejercitamos? Para...
Despertar a la presencia de Dios en nosotros.
Abrirnos conscientemente al mundo sagrado
de Dios en nuestro ser personal, en todas
las personas y en toda la creación.
Prepararnos con las condiciones que ofrezcan
la posibilidad de que un buen día
nos sintamos alcanzados
por la inefable presencia de Dios,
y nos demos cuenta de ello.
Despertar a la experiencia de vivirnos en Dios
porque no sólo es que Dios esté en nosotros,
sino que somos nosotros quienes existimos
y estamos en Dios, y somos sagrados y
divinos en lo profundo de nosotros.
«Vivo, pero no soy yo quien vivo,
sino que es Cristo quien vive en mí». (Gal 2,20)
Despertar a la experiencia de sentirnos testigos
de Dios:
La experiencia de Dios, llenándonos de
su Espíritu y de su vida nos convierte
en testigos de su presencia para los demás.