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Reportaje clásico

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Existe una larga tradición de reportajes de boda a lo largo del siglo XX, en ellos, los estudios fotográficos de retrato aplicaban sus conocimientos y experiencia para conseguir una secuencia de fotografías donde la pareja y sus familiares fueran recogidos con la solemnidad que la ceremonia de enlace requería. La mayoría de esas fotografías son excelentes retratos posados en estudio o en un entorno de iluminación muy controlado, donde se presta una extrema atención a todos los detalles. Aún sigue siendo bastante común en muchos países y muy solicitado por los contrayentes.

Este tipo de reportaje suele planificarse con sesiones preboda o postboda en estudio o en localizaciones donde se pueda trabajar tranquilamente. Además de esas fotografías más posadas es habitual ofrecer realizar un reportaje durante la ceremonia, que incluya también retratos de grupo de la familia y amigos al finalizar la misma. El álbum resultante es más un conjunto de retratos posados que una historia en sí misma, porque esa narración suele aportarla el operador de vídeo que es habitual contratar en este tipo de cobertura de boda.

En el reportaje clásico, el fotógrafo toma el control en la mayoría de las situaciones, dirigiendo la acción, sugiriendo las poses o cambiando de posición a los participantes. En caso de contar con un planificador de boda, su colaboración puede resultar una buena ayuda, ya que tiene la experiencia de muchas otras bodas para resolver problemas y hacer que la secuencia de actividades se desarrolle fluidamente.

Sin embargo, si sus intervenciones son muy frecuente puede hacer que las fotografías se aprecien como excesivamente posadas. Todos hemos asistido a ceremonias donde el fotógrafo solicita continuamente una “sonrisa para la cámara”. Esta operativa se encuentra tan inmersa en el inconsciente colectivo de los participantes, que en muchas ocasiones incluso el oficiante o los propios novios detienen la acción, por ejemplo cuando cortan la tarta, para que el fotógrafo capte mejor el momento. Si la mayoría de las fotografías se ven demasiado preparadas, el conjunto del reportaje perderá espontaneidad y se apreciará una cierta rigidez en la secuencia de acciones. Aunque no hay que olvidar que muchas parejas desean ese tipo de reportaje tradicional, sin demasiadas concesiones a la experimentación artística o a la improvisación de acciones fuera del marco de los momentos clave de cada etapa de la ceremonia.


Las imágenes de parejas en estudio con atrezo y fondos pintados fueron durante décadas el único testimonio fotográfico del enlace. El fotógrafo situaba la iluminación cuidadosamente, dirigía la pose y retocaba extensamente el negativo obtenido antes de realizar las copias. Fotografía de pareja con vestuario de boda, primeras décadas del siglo XX.

Fotografía de boda

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