Читать книгу Las Sombras - Maria Acosta, María Acosta - Страница 10
La playa es un buen sitio para morir
ОглавлениеDio dos vueltas en la cama, casi estaba despierta pero le gustaba remolonear un rato antes de levantarse, habÃa que aprovechar que la habÃan dejado sola y que no se encontraba nadie en casa para gritarle ¡es la hora!, comenzó a pensar en Steven, en lo bien que lo habÃan pasado estos dÃas rulando de aquà para allá, recordabaâ¦
-¡Buenos dÃas, queridos radioyentes! Los cuatro jinetex del Rock-polisis comienza su emisión, vuestro amigo Hamid os hará pasar una mañana de lo más marchosssa, tenemos cuatro horas por delante para disfrutar de la mejor música del momento, sin olvidarnos, por supuesto, de los maestrosâ¦Â¿cómo, qué no sabes a qué me refiero?, ¿qué es la primera vez que nos escuchas?. Pero ¡eso es imperdonable! Espero que a partir de ahora, ya, subsanes tu desconocimiento y te enganches a escuchar el magazÃn más enrollado de todo el noroeste del paÃs. Vamos a ponernos las pilas escuchando a uno de los grandes: Deep Purple. ¡Control! ¿Preparado? Pues ahà tenéis el Child in time del MADE IN JAPAN.
¡Qué susto! HabÃa olvidado que habÃa programado la radio para que la despertase, rápidamente saltó de la cama y bajó el volumen, aunque no demasiado, cogió ropa limpia y se dirigió a la ducha.
Mientras, en la radio, Hamid manejaba con soltura los controles, hacÃa el programa solo pero el hablar en plural daba impresión de profesionalidad al oyente. Dentro de una hora empezarÃan las llamadas, una de ellasâ¦ya tenÃa preparado el disco, pronto estarÃan en acciónâ¦pero no debÃa pensar en eso, debÃa concentrarse en el programa. Después de estar cuatro años rulando de emisora en emisora y llevando a cabo pequeños trabajos, proyectos, controles y algún que otro guión, le dieron la oportunidad de desarrollar sus ideas. Llevaba un año en antena con Los cuatro jinetex del Rock-polisis y desde hacÃa dos meses se habÃa convertido en un magazÃn diario, tenÃa que trabajar duro para a mantenerlo a flote pero no le importaba porque disfrutaba con todo esto. El tema estaba a punto de terminar, fue bajando la música y abrió micrófono:
-¡Tope! Bien, os voy a contar lo que haremos hoy: en primer lugar me voy a dar el gustazo de poner la música que más me mola, es como sabéis la sección yo, yo, yo y nadie más que yo, de vez en cuando os tengo una sorpresa, hoy también, estad muy atentos porque os voy a preguntar algo con respecto aâ¦no os lo voy a decir, asà que tenéis que escucharme. Luego vendrá la sección Babilonia: podéis llamar todos los que queráis haciendo peticiones de lo que más os gusta. A continuación El cuento de nunca acabar, os recuerdo que estamos en el capÃtulo 159 de Alma de rock, podéis mandar sugerencias en cuanto al tema o desarrollo del argumento, animaros, escribid al apartado de correos número 80, poniendo en el sobre el nombre del programa y la sección del mismo. Cada loco con su tema entrevistará hoy a cuatro personajes de lo más curioso: dos ficticios y dos reales. Ya está bien de charlar, Hamid, que te estás poniendo muy pelma, ¿verdad que lo pensáis? Yo también, asà que dejémonos de rollos y vamos a oÃr a Aerosmiths. Ahà va.
MarÃa estaba terminando su desayuno mientras escuchaba la radio, tenÃa que salir a la calle, hasta dentro de una hora no habÃa nada que hacer, luego llamarÃa a Steven pero antes debÃa preparar todo lo necesario para pasar un dÃa en la playa, su papel de guÃa turÃstico tenÃa que se irreprochable, no se podÃan permitir el lujo de despertar sospechas, el futuro de todo un pueblo dependÃa de que ellos supiesen desempeñar su trabajo escrupulosa y eficazmente. PreferÃa no pensar en ello en estos momentos, no hasta que Hamid les diese las instrucciones. Recogió los cubiertos; se puso una cazadora y salió a la calle, hacÃa un dÃa estupendo, primero fue al estanco a comprar tabaco, luego se hizo con lo necesario para unos bocadillos, el periódico y por fin volvió a casa; Hamid seguÃa hablando por la radio pero no le prestó atención. Iba de aquà para allá buscando bañadores y toallas, de vez en cuando llegaba hasta ella la música: Black Sabbath, Cinderella, Ãngeles del Infierno, Corazones Negrosâ¦a Hamid le chiflaba el heavy metal. Era el momento en que tenÃa que hacer la llamada: marcó el número de la emisora.
-¡Piu, piu, piu, piu!
-Parece ser que tenemos aquà a un oyente âdijo Hamid, cogiendo el teléfono âHamid al habla, pide por esa boquita.
-â¦
SÃ, lo he encontrado, ahora mismo.
-â¦
A ti âdijo colgando el teléfono âla primera llamada pide una canción de Alaska y los Pegamoides cuyo tÃtulo es El plan; personalmente prefiero cualquiera de las otras que componen ese LP, pero esta sección se hizo para vuestros caprichos asà que me tengo que fastidiar y atender las peticiones. Asà pues, colega, escucha tu canción.
En cuanto la música comenzó a sonar llamó a Steven, podÃa pasar a recogerla, ya estaba todo listo; colgó el teléfono, reunió todos sus bártulos y bajó las escaleras. Salió y se dirigió al bar de al lado a esperarlo, a los diez minutos Steven entraba por la puerta, aún no habÃa desayunado por lo que se dispuso a hacerlo cómodamente sentado en una de las mesas.
-Vamos a ir a Miño, o sea que date prisa porque tenemos que pillar un autobús âle apremió.
-Tranquila, tenemos todo el dÃa por delante, esta tostada está estupenda âreplicó él, relamiéndose, al tiempo que bajaba la voz y se acercaba a ella âtranquilÃzate, todo marcha bien, no te pongas nerviosa, debemos estar alerta pero sin nervios. Recuerda que somos dos enamorados.
Ella se rió, llamó al camarero y pidió otro café.
-Ya verás, te encantará Miño.
Durante unos minutos hablaron de cosas banales como el tiempo, las playas, los planes que tenÃan para el dÃaâ¦pagaron y se fueron hacia la estación de autobuses. Bajaban las escaleras cuando por los altavoces se escuchó una voz que anunciaba la salida del autobús con destino a Miño, tuvieron que correr un montón pero el conductor les abrió la puerta y entraron en él de un salto. Pasaron el dÃa bañándose, revolcándose por la arena y caminando, luego cuando tuvieron hambre buscaron un sitio en el pinar y dieron buena cuenta de sus bocadillos. Steven sacó de su mochila unas latas de cerveza que, sorprendentemente, estaban frÃas.
El dÃa transcurrió apaciblemente, serÃan cerca de las siete cuando cogieron el autobús de vuelta a Coruña. El tiempo necesario para dejar las cosas en casa y se lanzaron a la noche coruñesa; pero, a diferencia de los otros dÃas, éste era especial, Hamid los esperaba en la playa a las once de la noche, y debÃan de tener cuidado. Era sábado y la gente tomaba los bares por asalto, llegaban sedientos, toda una semana de abstinencia y por fin la liberación, las copas , el flirteo, el baile. El Orzán era en aquellos momentos la zona más poblada de Coruña; ellos paseaban esperando que llegara la hora de hablar con Hamid. En el momento apropiado bajaron a la playa y se dirigieron a las barcas, esperaron, esperaron más de una hora pero no apareció, algo habÃa salido mal, posiblemente alguien lo estaba siguiendo: se escondieron debajo de una de las barcas y aguardaron en silencio. Cerca de la una de la madrugada oyeron voces que se acercaban a su escondite:
-Cuidado con lo que haces, más te vale no engañarnos.
-â¦
-¿Dónde lo has escondido? âdijo amenazadora aquella voz âno grites o eres hombre muerto, mi cuchillo se encargará de tu preciosa garganta.
-Ya no lo tengo, intenté decÃrtelo antes.
-¡No te creo! ¡Llevo más de un mes vigilándote!
-Lo he mandado por correo, te lo juro.
-Tú lo has querido ây diciendo estas palabras clavó la navaja en el cuerpo de Hamid. Empezó a buscar frenéticamente por los bolsillos del hombre asesinado. Desde su escondite MarÃa y Steven fueron testigos de todo: aquel hombre habÃa matado a su compañero, si lo apresaban la misión se irÃa al garete, tenÃan que esperar a que se marchase puede que Hamid le hubiera dicho la verdad pero no era probable. DebÃa de estar escondido en algún sitio. Como el hombre no encontrara nada interesante entre la ropa del cadáver, se fue. Aguardaron unos minutos antes de salir siguiendo al asesino de su amigo, tenÃan que averiguar para quién trabajaba, pero no se puso en contacto con nadie: entró en un bar, tomó una cerveza y, cogiendo un taxi, desapareció. Ellos volvieron a las barcas, Hamid estaba inconsciente, apenas tenÃa pulso, no podÃan hacer nada por él.
-Tiene que tenerla encima.
-Lo he registrado bien y no la tiene, sabemos que los Otros no han logrado hacerse con ella.
-A lo mejor tuvo tiempo de esconderlo antes de que lo cogieran.
-Es posible, pero ¿dónde está, dónde ha podido ocultarlo?