Читать книгу Caídos del Mapa 13 - María Inés Falconi - Страница 10
ОглавлениеJulieta cerró la puerta de su cuarto y se tiró en la cama. Estaba furiosa y no sabía qué hacer: si llamar a Agustina para contarle lo retrógrado, antiguo y monstruoso que era su papá o no contar nada y esperar, a ver si su mamá lograba que entrara en razones.
Podría llamar a la tía Miriam para que tratara de convencerlo de que no iba a pasar nada pero, seguramente, eso solo iba a generar una discusión entre ellos. Estaba tan segura de que iba a poder ir a la marcha que ni se le había pasado por la cabeza que su papá no fuera a darle permiso. No le podía decir eso a sus amigas. Iba a quedar como una tonta. ¿Qué clase de derechos iba a defender si ni siquiera podía defender los suyos? Lo odiaba. Y también odiaba a su mamá, que no hacía nada por ayudarla. Porque si su mamá dijera algo… Tal vez ese fuera un buen intento.
Abrió la puerta de su cuarto para ver si su papá todavía andaba por ahí. No se escuchaban voces. Solo su mamá en la cocina, mandando un mensaje de audio.
—Pau... Juli no va a ir a la marcha mañana. ¿Le avisás a Miriam? No tengo ganas de aguantarla.
La respuesta entró como mensaje de texto. Manito con pulgar para arriba.
Julieta cruzó el pasillo en puntas de pie. No había moros en la costa, ni padre a la vista. Su mamá lavaba los platos. El teléfono había quedado sobre la mesa. Sin decir una palabra, Julieta agarró el repasador y empezó a secar. En la vida hacía eso. Graciela la miró de reojo, pero no dijo nada. No se la hacía fácil.
—Papá es injusto –dijo Juli de repente.
—No es injusto. Tiene miedo de que te pase algo –le contestó Graciela.
—¿Qué me va a pasar, ma? Es una marcha retranquila. Van todas.
—Julieta, ya conocés a tu papá. No va a cambiar de opinión.
—¿Y vos estás de acuerdo?
—¿Con qué? ¿Con el aborto?
—No, ma. Con lo que papá dice.
—En parte sí y en parte no. Creo que exagera un poco, pero esto es una familia, y las decisiones se toman en conjunto.
—¡Mentira! Porque si se tomaran en conjunto me dejarían opinar y ustedes no me dejan.
—Sí, te dejamos opinar, pero también te cuidamos porque vos todavía sos chica y no te las sabés todas –Graciela cerró la canilla y buscó un repasador para secarse las manos.
—Eso es mentira –dijo Julieta–. Acá el único que decide es papá y vos le hacés caso como una tonta y aceptás cualquier cosa que él diga.
—¡Julieta! Cuidado con lo que decís.
—Lo que digo es cierto. Vos no defendés tus derechos. Hacés todo lo que papá quiere y nunca me defendés a mí, tampoco.
—Julieta, estás enojada y por eso estás diciendo cualquier cosa. Esto no tiene nada que ver con los derechos. Ya cuando crezcas…
—¡¿Ya cuando crezca?!... ¿Qué va a pasar cuando crezca si me están educando con una visión completamente machista?
—¡¿Que qué?!
—Nada, ma. Nada. No lo vas a entender. Vos sos de otra época.
Julieta pegó media vuelta y se volvió a encerrar en el cuarto. La vía del diálogo se había terminado.