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ОглавлениеIII. SER «VIUDA DE ONÉSIMO REDONDO» Y JEFA DE LA SECCIÓN FEMENINA VALLISOLETANA (JULIO DE 1936 - OCTUBRE DE 1936)
LA MUERTE DE ONÉSIMO REDONDO
El día 17 de julio de 1936 Mercedes Sanz-Bachiller cumplió 25 años; sin embargo, aquel día tenía poco que celebrar y mucho que temer porque, si bien el Ejército español destinado en Marruecos se había sublevado, las noticias que llegaban a Valladolid no eran fiables.1 Cortadas las comunicaciones con Madrid y censurada la prensa por parte del gobernador civil, crecía la expectación ante la sucesión de los acontecimientos.
El 18 de julio por la mañana, el gobernador Lavín ordenó algunas detenciones de civiles destacados entre la derecha local y, hacia mediodía, ordenó a los guardias de asalto y de seguridad que se trasladaran a Madrid. Ya por la tarde, y mientras los guardias de asalto estaban en la plaza de las Tenerías, se encontraron con el capitán Perelétegui, el cual les arengó para que desobedecieran las órdenes que habían recibido del Gobierno Civil y se unieran a la sublevación militar que se había iniciado el día anterior en Marruecos. A estos guardias se unieron falangistas y algunos oficiales del Ejército que, de esta forma, iniciaron la sublevación en Valladolid y se adelantaron a los planes del general Andrés Saliquet.2 En las horas siguientes fueron los falangistas, que desde días antes estaban concentrados en los alrededores de Valladolid, los que asumieron la iniciativa. Y ya por la noche empezaron a salir los primeros soldados hacia el cuartel de la VII División. Allí, los generales sublevados, Andrés Saliquet y Miguel Ponte, se entrevistaron con el general que estaba al mando de la División, Nicolás Molero Lobo, para que se plegara a sus órdenes y la entregara. En el transcurso de la entrevista hubo disparos, con el resultado de un muerto, Emeterio Estefanía, y varios heridos, entre los que estaba el general Molero Lobo y dos de sus ayudantes, quienes murieron en los días siguientes. Siendo medianoche, los generales golpistas salieron del cuartel de la VII División.
Apenas habían transcurrido dos horas del 19 de julio, se produjo la declaración del estado de guerra, emitida desde el Gobierno Civil. Unas horas después, el reducido número de personas que resistían en el Ayuntamiento fue rápidamente neutralizado y detenido. En la Casa del Pueblo, por el contrario, el número de personas que resistían era mucho mayor; de hecho, fueron detenidas 448 personas. Tomada la Casa del Pueblo, los sublevados se dirigieron a la sede de la CNT, donde detuvieron a sus ocupantes. A las ocho y media de la mañana de ese mismo día 19, los numerosos falangistas vallisoletanos que estaban presos en Ávila, entre los que estaba Onésimo Redondo, fueron liberados y, tras asistir a misa en la catedral abulense, llegaron a Valladolid hacia mediodía. Rápidamente, Onésimo emprendió el viaje hasta su casa y, según su esposa, «Salió únicamente deseoso de estar conmigo en el terreno físico, eso sí realmente, porque era lo lógico de una persona que estaba en la cárcel».3
Inmediatamente después, Onésimo se reunió con los falangistas vallisoletanos y con el general Saliquet y se instaló en la Academia de Caballería. Ya por la noche, pronunció un discurso por Radio Valladolid en el que daba cuenta de cuál era la situación después del golpe y manifestaba su apoyo incondicional al Ejército. Javier Martínez de Bedoya, desde Guernica, escuchó este discurso a través de Radio Burgos. Sin saberlo, acababa de oír la voz de Onésimo por última vez.4
El día 20 de julio, Onésimo organizó la salida de las milicias falangistas y otros simpatizantes hacia Madrid y hacia los pueblos que todavía resistían a la sublevación5 desde la Academia de Caballería. Su domicilio conyugal era un ir y venir de falangistas continuo. Mercedes mantenía las puertas de su casa abiertas y apoyaba en todo momento a Onésimo6 porque querían
sacar a España del marxismo y hundimiento en que la política ya claramente marxista-comunista se perfilaba. Temíamos el hundimiento de españa [sic] creyendo que íbamos hacia una nueva Albania. Ello nos daba un temple y un coraje que todo cuanto nos ocurría quedaba paliado por la seguridad que teníamos en el triunfo final de nuestros ideales. Cuando se lucha con fe, con conciencia, anhelando un fin, al combatir el mal, todo adquiere unas proporciones en las que no existe ni la fatiga ni el abatimiento ante la superioridad de la victoria.7
Entre el 21 y el 22 de julio, Onésimo siguió trabajando. De hecho, el 22 empezaron a salir las primeras milicias de falangistas vallisoletanos que se habían puesto a las órdenes de los militares hacia el Alto del León. Onésimo les visitó el jueves 23 para infundirles ánimo, y regresó por la tarde a Valladolid.
Al día siguiente, 24 de julio, se dirigió de nuevo al Alto del León acompañado por otros falangistas, entre los que se encontraba su hermano Andrés, pero encontró la muerte en Labajos al ser tiroteado el grupo por unos milicianos que mandaba el teniente coronel Julio Mangada.8 Mercedes Sanz-Bachiller estaba en casa cuando el general Saliquet la llamó por teléfono para comunicarle la muerte de su marido: «Yo estaba en casa, y llaman al teléfono... la puerta estaba abierta. Entraban milicianos... era una cosa... un lío que aquello no era ni una casa ni nada».9
Al recibir la noticia se desmayó y enfermó y, poco después, perdió el hijo que esperaba. Mercedes siempre estuvo convencida de que su hijo murió a consecuencia del golpe que supuso que le anunciaran tal noticia.10 La que a partir de entonces fue conocida como la «viuda de Onésimo Redondo» no pudo asistir al multitudinario entierro que se celebró en la ciudad de Valladolid ese mismo día.
La muerte de Onésimo generó numerosas muestras de duelo en Valladolid. La prensa de aquellos días dedicaba páginas a su figura y también al relato sobre las circunstancias y los hechos que habían conducido a su muerte. Al día siguiente, día 25, en El Día de Palencia se explicaba que «un grupo de marxistas emboscados en la carretera hizo una descarga cerrada, produciendo la muerte a Onésimo Redondo, jefe de las J.O.N.S.».11 Ese mismo día, en el Heraldo de Zamora, se daban más detalles sobre lo sucedido, aunque con una versión totalmente distinta a la publicada en El Día de Palencia. Según lo relatado, en Labajos se les cruzó una camioneta con varios individuos que les pidieron gasolina y les dispararon a continuación. Andrés Redondo aceleró el vehículo, y se percató después de que «Onésimo Redondo, presentaba una herida en la región frontal, mortal de necesidad. También resultaron heridos, de menos gravedad los otros dos señores que acompañaban al jefe de Falange de Valladolid».12 El medio que más detalles dio sobre lo sucedido fue El Norte de Castilla. Según esta noticia los ocupantes del vehículo no eran cuatro, sino cinco: Onésimo y su hermano Andrés, Agustín Sastre, Jesús Salcedo y Emilio Martín Calero. Al parecer, de una camioneta ocupada por unos individuos vestidos con camisas azules salió una descarga que provocó que Andrés Redondo saliera disparado con el vehículo, y se dio cuenta después de que su hermano Onésimo tenía una herida mortal en la parte frontal. A consecuencia de los disparos también resultaron heridos Emilio Martín Calero y Jesús Salcedo, sin referir si Andrés Redondo estaría herido también o no. Este diario hacía referencia a un rumor según el cual Andrés Redondo salió del vehículo y se refugió en un campo de trigo cercano.13
Un año después, en la que es la primera biografía de Onésimo Redondo, se descartaba que los autores de los disparos fueran falangistas y se afirmaba que eran marxistas. También se daban más detalles sobre cómo había acaecido la muerte de Onésimo. Al parecer, se refugió detrás del asiento del conductor mientras tres de los acompañantes salían del coche y se escondían, pero
al intentar hacer lo mismo Onésimo Redondo y bajar del automóvil, una bala, dándole en la rodilla, le hizo caer en tierra. Una descarga cerrada sobre él le quitó la vida. Junto al cuerpo del Caudillo de Castilla, Onésimo Redondo, ya mártir de España, el cadáver de Agustín Sastre, campesino de la vieja guardia que iba de escolta, muerto en servicio y en estricta fidelidad al Jefe.14
José Luis Mínguez Goyanes recogió los testimonios de Eduardo Martín Alonso y Jesús Salcedo. Según estos, poco antes de entrar a Labajos, vieron un camión ocupado por milicianos, y pensaron que eran falangistas. Según este relato, los disparos no salieron desde dentro del camión, sino que fue un miliciano el que, tras bajarse de dicho vehículo, se acercó y los encañonó. Al gritar Andrés Redondo, el miliciano disparó y mató a Agustín Sastre. Todos consiguieron huir menos Onésimo, que «se quedó en las inmediaciones del automóvil. Un primer disparo le hirió en una rodilla, cayendo junto al coche. Una segunda descarga pondría fin a su vida».15
Estos testimonios de primera mano, sin embargo, entran en contradicción con el testimonio que dio el propio Andrés Redondo en el consejo de guerra celebrado el 3 de septiembre en Valladolid.16 Según este, los milicianos estaban apostados en los lados de la carretera, es decir, que no les vieron llegar en un camión, sino que, a su llegada a las inmediaciones de Labajos, aquellos ya estaban en el exterior de dicho vehículo. Al empezar a dispararles, Andrés se refugió en una casa del pueblo hasta que llegó un vehículo que le recogió y lo trasladó a Valladolid. Andrés relata que, además de Onésimo, también murió otro falangista, apellidado Sanz, lo que indica que también fueron atacados otros falangistas además de los ocupantes del vehículo en el que viajaba Onésimo.
Pero si hay contradicciones y dudas en relación con el lugar exacto de la muerte, la sucesión de los hechos y el número exacto de fallecidos, también las hay respecto a la autoría. Las primeras notas aparecidas en la prensa hablaban de «marxistas» y «rojos», siempre confundidos inicialmente con falangistas por vestir camisas azules. Posteriormente, los atacantes fueron identificados como milicianos de una columna del teniente coronel Julio Mangada. Lo cierto es que, en el consejo de guerra del 3 de septiembre de 1936 fueron juzgados trece vecinos de Labajos por la muerte de Onésimo Redondo y otros cinco más, y fueron condenados seis de ellos a la pena capital. Pero no fueron los únicos acusados de la muerte de Onésimo, puesto que apenas seis días después la prensa publicó que habían sido detenidos en Valladolid «Segundo Calderón Treceño, de 30 años, anarquista y presunto autor de la muerte de Onésimo Redondo, Gerardo Pinar Ortega [...] y su hermana Elena».17 Tanto Segundo Calderón Treceño como Gerardo Pinar Ortega fueron condenados a muerte y ejecutados,18 lo que pone en evidencia, como mínimo, las dudas de las autoridades militares respecto a la autoría, e incluso que los hombres juzgados en el consejo de guerra de septiembre de 1936 fueran los verdaderos autores.
En relación con la autoría de dicha muerte, si en la zona nacional se consideró producto de una confusión la indumentaria que llevaban los atacantes, en la zona republicana se dio por hecho que los autores de la muerte de Onésimo habían sido los propios falangistas, a quienes
su desesperación impotente les lleva a cometer toda suerte de desmanes y tropelías. A veces se producen ellos mismos bajas, que son sensibles para sus organizaciones, pues asesinan a ciegas e incluso a sus oficiales. Así les ha ocurrido en Labajos (Segovia), donde dieron muerte a Onésimo Redondo, que, en las filas de Falange Española, gozaba de idéntica categoría que José Antonio Primo de Rivera.19
Más allá de los intereses propagandísticos de la prensa, propios de un contexto de guerra, entre las personas que estaban convencidas de la autoría falangista estaba la propia Mercedes Sanz-Bachiller, y este convencimiento la acompañó siempre y desde el primer momento.20 Para Mínguez Goyanes, sin embargo, las fricciones y los enfrentamientos de Onésimo con algunos miembros de la Falange vallisoletana no pudieron ser motivo para un asesinato, y menos el del jefe de la Falange castellana. Para este autor quedaba totalmente descartada la autoría falangista y, además, consideraba que la coincidencia con los milicianos fue totalmente fortuita.21 Para Ignacio Martín Jiménez la explicación más verosímil es la que atribuye la autoría de la muerte al grupo del teniente coronel Mangada, añadiendo que la autoría falangista «debe ser totalmente descartada».22
Matteo Tomasoni recuperó la versión que sobre la muerte de Onésimo Redondo se publicó en la obra de Joaquín Arrarás Historia de la Cruzada Española, que coincidía con lo relatado por los testigos entrevistados por Mínguez Goyanes. Además, sacó a la luz la investigación que se llevó a cabo entre 1941 y 1946 y que sirvió, según Tomasoni, para demostrar la culpabilidad de la columna de Mangada, aunque los hechos no quedaron aclarados del todo. Tomasoni concluye que «Hoy no existe, por lo menos oficialmente, un relato que se considere como la versión definitiva sobre la muerte de Redondo».23
Lo cierto es que Onésimo Redondo era uno de los pocos jefes falangistas que estaban en la zona sublevada en esos momentos. Esta circunstancia, unida a su liderazgo indiscutible en Valladolid, lo convertía en el jefe falangista más destacado en la España sublevada. Así pues, cuando el 24 de julio murió, Castilla la Vieja y el falangismo en general se quedaron sin jefe con poder efectivo. Para lo primero se encontró de forma rápida una solución: Andrés Redondo Ortega, hermano de Onésimo, «heredó» la jefatura territorial de Castilla la Vieja casi inmediatamente. Para lo segundo, sin embargo, se tuvo que esperar a que Andalucía oriental y Castilla la Vieja estuvieran conectadas territorialmente a través de Extremadura para celebrar, en la Universidad de Valladolid, un congreso falangista. La citada reunión se llevó a cabo el día 2 de septiembre de 1936,24 y de ella salieron elegidos los miembros de la Junta de Mando Provisional. Manuel Hedilla, antiguo jonsista, y uno de los hombres de confianza de José Antonio en los meses previos a la sublevación militar, fue elegido jefe de la Junta de Mando Provisional. El resto de miembros de la Junta eran Agustín Aznar, José Sáinz, Jesús Muro, José Moreno, Andrés Redondo y Francisco Bravo, que actuó como secretario. Todos los miembros eran consejeros nacionales, a excepción de Redondo.
En el resto de las provincias castellanas25 la sublevación abarcó no más de una semana a contar desde el 18 de julio, tiempo durante el cual los golpistas consiguieron hacerse con la totalidad de la región. En la VII División, que tenía su cabecera en la ciudad de Valladolid, se desarrolló rápidamente, tal y como sucedió en la VI División, cuya cabecera estaba en Burgos. En esta ciudad la sublevación estuvo dirigida por el general Fidel Dávila, quedando destituido y detenido el general Domingo Batet. Así pues, después de ser tomadas las cabeceras de la VI y la VII divisiones orgánicas, Palencia, Zamora, Salamanca, Segovia y Ávila también cayeron. Al día siguiente lo hicieron León y Soria, que pertenecían, respectivamente, a la VIII y a la V divisiones orgánicas. Hay que decir, además, que, desde las primeras semanas de guerra, tres de estas ciudades castellanas, Valladolid, Burgos y Salamanca, se erigieron como las tres capitales de la zona sublevada y fue en ellas donde empezó a concentrarse todo el aparato administrativo, político y militar de los sublevados y de todos los territorios que las tropas franquistas iban ocupando. De hecho, el día 24 de julio, al tiempo que Onésimo moría en Labajos, se constituyó la Junta de Defensa Nacional en Burgos, presidida por el general Miguel Cabanellas.26 Esta junta declaró el estado de guerra con el bando del 28 de julio y, el 29 de septiembre, nombró a Franco jefe del Gobierno del Estado y generalísimo de los tres ejércitos.27 El día 1 de octubre tuvo lugar su investidura como jefe de gobierno del Estado y la creación de la Junta Técnica del Estado,28 con sede en Burgos y presidida por el general Fidel Dávila. En Salamanca se instaló el cuartel general del Generalísimo hasta que, en octubre de 1937, Franco se trasladó a la capital burgalesa. En Valladolid, y en todas las ciudades de la zona sublevada, se iban concentrando los efectivos de FE-JONS.
LA GUERRA CIVIL, LA REPRESIÓN Y LA VIDA COTIDIANA EN VALLADOLID
Valladolid, ha quedado dicho, se posicionó rápidamente al lado de los sublevados, y se convirtió en suministradora de fuerza humana y material para el frente, así como en una de las capitales de la España sublevada. Ahora bien, esto no significa que la ciudad del Pisuerga y su provincia, así como las provincias limítrofes, no padecieran las consecuencias de la guerra y la represión sobre los vencidos que, en el caso de Valladolid, tomó tintes de verdadera brutalidad e inhumanidad, tanto por las cifras de represaliados como por las formas en que se desarrolló, convirtiéndose en macabro espectáculo público. Pues bien, fue en esta ciudad en la que Mercedes Sanz-Bachiller puso en marcha, junto a Javier Martínez de Bedoya, Auxilio de Invierno.
Desde las primeras horas después de la sublevación, y a lo largo de las semanas posteriores a esta, en Valladolid se produjeron detenciones masivas, como las 448 personas de la Casa del Pueblo a las que me he referido con anterioridad. De hecho, cuando nació Auxilio de Invierno, a finales de octubre de 1936, ya habían sido detenidas 2.051 personas,29 entre las que estaban las autoridades republicanas, como el gobernador civil, Luis Lavín Gautier, y otras más que tenían ideas políticas afines a la izquierda o que, sin haberse significado políticamente durante la República, se manifestaron contrarias a la sublevación. Fue tal la avalancha de detenciones, que la prisión provincial, conocida como «prisión nueva»,30 inaugurada en 1935 y situada en la calle Madre de Dios de Valladolid, se quedó pequeña y se tuvo que reabrir la «prisión vieja», sita en el antiguo Palacio Real de la Chancillería de la capital. Pero, además, se habilitaron como prisiones las cocheras del tranvía, situadas en el paseo de Filipinos, o el antiguo matadero municipal. También se utilizaron como centros de reclusión los cuarteles con rango de prisiones militares, en concreto los que había en la Academia de Caballería. Sin embargo, frecuentemente se trasladaba a reclusos a otras prisiones de la provincia, como la de Medina del Campo, o incluso fuera del territorio provincial. Todas ellas contaban con la vigilancia de los funcionarios de prisiones, la Guardia Civil y las milicias de FE-JONS, Acción Popular, Renovación Española y Partido Nacionalista Español. La provincia de Valladolid contaba, además, con tres campos de concentración: el Monasterio de la Santa Espina, en Castromonte; el campo del Canal o de las Paneras de Galindo, y la finca Villagodio, ambos en Medina de Rioseco; y el monasterio de Santa María, en la pedanía de San Bernardo, perteneciente a Valbuena de Duero.31
En el ejercicio de la represión resultó muy destacado, aunque no de forma exclusiva, el papel jugado por los falangistas, participando también jóvenes requetés, cedistas y alfonsinos. Durante las primeras semanas de guerra, Falange vallisoletana no solo ejerció la represión, sino que se atribuyó las funciones de orden público, los registros y las detenciones, y fue tal su control que incluso fueron muy frecuentes los incidentes con el gobernador civil y con la Guardia Civil.32 Además, también hay que decir que, desde las primeras horas del 19 julio, el general Saliquet era la máxima autoridad en Valladolid, puesto que había declarado el estado de guerra. Sin embargo, existía un descontrol generalizado que favoreció el ejercicio de esta represión y la perpetración de crímenes de forma impune. Este fue un fenómeno que se repitió en toda la zona sublevada y que, durante los primeros meses de la guerra, mereció las llamadas de atención de las autoridades militares y del propio Manuel Hedilla, así como las protestas de los falangistas contrarios al ejercicio de la represión indiscriminada. Sin embargo, estas prácticas continuaron durante la guerra y la posguerra.33 En la provincia de Valladolid, por ejemplo, hubo al menos 924 fusilamientos irregulares, es decir, producidos sin haber una sentencia judicial previa.34
La declaración del estado de guerra en la VII División se produjo el 19 de julio, lo que conllevó que la justicia militar pasara a juzgar, además de los delitos que le correspondían por su propia jurisdicción, los delitos tipificados en el Código Penal ordinario. Además, se simplificaron todos los procesos judiciales, impulsando los procedimientos sumarísimos, que se tramitaban por vía de urgencia, unos juicios en los que actuaban los consejos de guerra o tribunales militares.35 En estos juicios, que eran casi siempre colectivos, la resolución del caso se hacía en un acto único en el que el tribunal dictaba sentencia rápidamente. Las penas eran las que establecía el Código de Justicia Militar, en el artículo 237, para el delito de rebelión militar, que podía tipificarse como adhesión, auxilio y excitación o inducción. En ello tenían un peso muy importante los antecedentes ideológicos, políticos y sociales, es decir, los anteriores al 18 de julio de 1936, estableciéndose el efecto retroactivo de las leyes y de los delitos. Según el delito, las penas oscilaban entre la pena de muerte, como pena máxima, y los 6 años de prisión, como pena mínima.36
En Valladolid, los juicios sumarísimos de urgencia se iniciaron el 22 de julio de 1936, siendo el más destacado el de los 448 detenidos en la Casa del Pueblo. En este caso se impusieron 40 penas de muerte, 2 conmutadas posteriormente; 362 condenas a 30 años de prisión; 26 condenas a 20 años de prisión y 19 absoluciones.37 La mayoría de militares leales a la República fueron acusados de rebelión militar y condenados a muerte. También sucedió así con las autoridades civiles, como el gobernador civil, Luis Lavín Gautier, fusilado el 18 de agosto de 1936, o el alcalde, Antonio García Quintana. También fueron fusilados casi todos los socialistas que ocuparon cargos municipales durante la República y los cenetistas. Entre los meses de julio y octubre de 1936, inclusive, en Valladolid se fusiló, a consecuencia de una condena a muerte, a 181 personas.38 Los fusilamientos se llevaban a cabo en la pradera de San Isidro, en el extrarradio de Valladolid, y siempre al amanecer. En este lugar se llegó a instalar una parada de churros para los asistentes, y hasta allí llegaban multitud de vallisoletanos y vallisoletanas, niños incluidos, a contemplar la agonía y la muerte de los condenados. Estos espectadores gustaban de insultar a los reos y mostraban signos falangistas con frecuencia. Fue tan grave esta situación, que hasta el Gobierno Civil recriminó tales comportamientos y exhortó a la población para que dejara de asistir a los fusilamientos cada mañana.39
Además de esta represión física, hay que hablar también de la depuración y represión en la función pública. De hecho, a la altura de septiembre de 1936, ya habían sido destituidos de sus puestos 46 maestros y maestras en toda la provincia. Este proceso también afectó a los centros de segunda enseñanza y escuelas profesionales, así como a la universidad. Tampoco escapó a la depuración el cuerpo de funcionarios de las administraciones local y provincial.40
Por otra parte, bien pronto apareció la pobreza y la mendicidad infantil por las calles de Valladolid.41 Se trataba de familias que o bien habían perdido a los padres en el frente, o habían sido fusilados, o bien habían perdido su trabajo por haber sido depurados y carecían por tanto de medios de subsistencia. También apareció el paro obrero y la superpoblación, esta última causada por la avalancha de gentes foráneas que huían de otras zonas del país. Ante esta situación, empezaron a crearse multitud de instituciones benéficas, entre las que destacó Auxilio de Invierno, dirigida por Mercedes Sanz-Bachiller. Por otra parte, las autoridades vallisoletanas empezaron a presionar a las familias pudientes de la ciudad para que, a través de donativos, contribuyeran a paliar esta situación. Con el tiempo empezaron a surgir diversas iniciativas de obligado cumplimiento, como el Día del Plato Único, y, además, empezaron a ser multadas las personas que no las cumplían.
Por su parte, la Iglesia católica42 apoyó y legitimó la sublevación militar. En Valladolid, sede episcopal, la Casa Social Católica cedió sus locales para preparar el golpe, las Juventudes de Acción Católica iban a los frentes y las mujeres de Acción Católica atendían a los heridos y confeccionaban ropas a los soldados. Hubo actos de desagravio, volteo de campanas para celebrar la toma del Alcázar de Toledo, en septiembre de 1936, o la celebración religiosa en honor a la toma de Málaga, en febrero de 1937. La Iglesia vallisoletana, además, se implicó en la atención a los heridos de la guerra, convirtiendo sus centros de enseñanza, como el Convento de las Dominicas Francesas, en hospitales de sangre. También impulsó el Aguinaldo del Combatiente. Pero es que, además, empezó a recuperar los privilegios que había perdido durante la República y volvió a dirigir la moral de todos los españoles que se iban incorporando a la España sublevada. Así, se prohibieron los carnavales, se empezó a multar por comportamientos o formas de vestir poco apropiadas en público y se impuso la censura en el cine y en las publicaciones escritas. Una nueva moral se implantó con fuerza en los centros educativos, donde regresaron los crucifijos y los himnos, se volvió a separar a los alumnos por sexos y, al mismo tiempo que se depuraba a los docentes, se hacía lo mismo con los libros de texto.
Este fue el Valladolid en el que nació Auxilio de Invierno, pero también en el que Mercedes Sanz-Bachiller fue nombrada jefa provincial de la Sección Femenina. Vamos a detenernos en este último asunto.
MERCEDES SANZ-BACHILLER, JEFA PROVINCIAL DE LA SECCIÓN FEMENINA DE VALLADOLID
Después de la muerte de Onésimo, Mercedes se encontró sola y con tres hijos a su cargo. Andrés Redondo, que ya era jefe territorial de Falange castellana, le ofreció un estanco para que el sustento económico familiar estuviera asegurado, pero Mercedes lo rechazó,43 buscó niñeras para que estuvieran a cargo de sus tres hijos y empezó a organizar la recogida y confección de ropa para los soldados que estaban en el frente desde la Academia de Caballería.
Sin embargo, bien pronto fue requerida por Andrés Redondo para que ostentase la jefatura provincial de la Sección Femenina de Valladolid, ya que la mujer que lo hacía hasta entonces, Rosario Pereda, había quedado atrapada en Santander, y el puesto estaba vacante. Mercedes Sanz-Bachiller no era una profana en asuntos políticos, puesto que había estado casada con Onésimo Redondo y había seguido, y apoyado, su trayectoria política desde que empezaron el noviazgo y también después, durante los pocos años de matrimonio. Con esto quiero decir que no era una mujer ajena a los entresijos, las dificultades y los peligros que comportaba la actividad política. Además, Mercedes compartía con su marido las mismas ideas, y le apoyaba en todo hasta el punto de poner en riesgo su propia vida. Sin embargo, parece que su relación con las actividades políticas, al menos hasta meses antes de la sublevación militar, fue de forma indirecta y a través de las actividades de su marido. Esto cambió en marzo de 1936, cuando Onésimo fue encarcelado. A partir de ese momento, Mercedes se implicó totalmente en Falange.
Cuando Andrés Redondo nombró a Mercedes Sanz-Bachiller jefa provincial de la Sección Femenina de Valladolid existían, dentro del jonsismo vallisoletano, mujeres candidatas a ocupar este puesto. Se trataba de las mujeres que habían entrado a formar parte de las JONS vallisoletanas de la mano de Rosario Pereda y que, junto a ella, habían fundado la Sección Femenina de Valladolid. Pero detengámonos un momento en estas mujeres jonsistas. Lo primero que hay que remarcar es que las JONS de Valladolid fueron las primeras en admitir a una mujer en sus filas: Rosario Pereda.44 Esta joven maestra, nacida en el santanderino municipio de Ramales, empezó a colaborar con las JONS ya en 1932, e incluso en la campaña electoral para las elecciones de noviembre de 1933 participó activamente junto a Onésimo Redondo. Pereda consiguió atraer hacia las JONS a otras mujeres vallisoletanas, con las que formó la JONS femenina y con las que empezó a colaborar con los varones dentro del propio partido. De este primer grupo de mujeres jonsistas salió el grupo fundador de la Sección Femenina vallisoletana pocos años después.45 En el entorno de José Antonio también había un grupo de mujeres que habían pedido afiliarse a Falange, pero no habían sido autorizadas: Luisa de Aramburu, Inés y Lola, primas de Pilar y Carmen Primo de Rivera, y Dora Maqueda. Estas mismas mujeres asistieron al acto fundacional del Teatro de la Comedia, el 29 de octubre de 1933, y continuaron reuniéndose hasta conseguir sus carnets de afiliación. Pues bien, según el testimonio de Dora Maqueda, recogido por Delgado Bueno, fue el 12 de junio de 1934 cuando, convocadas por José Antonio, un grupo de mujeres recibieron el encargo de agrupar en una «sección femenina» a las jóvenes para encuadrarlas dentro de Falange. A esa reunión asistieron Inés, Lola y Pilar Primo de Rivera, Dora Maqueda, Luisa de Aramburu, Marjorie Munden y María Luisa Bonifaz. Además, José Antonio les encomendó que, junto a las mujeres que ya formaban parte del SEU, como Mercedes Formica, organizasen la atención a los numerosos falangistas que habían sido detenidos y permanecían en prisión.46 El 4 de noviembre de 1934,47 este grupo inicial de mujeres falangistas se dirigieron por carta a todos los delegados provinciales de FE-JONS para que propusieran a una mujer, entre las afiliadas, que pudiera encargarse de la Sección Femenina, o que buscaran alguna candidata entre las simpatizantes. En Valladolid se celebró una reunión fundacional a finales de 1934 por orden de Onésimo Redondo, quien, «encargó al delegado local Mariano Greciet Miguel que avisase a Rosario Pereda para que organizase el acto». Rosario Pereda convocó a diez mujeres que ya formaban parte de Falange y que pasaron a ser las fundadoras de la Sección Femenina vallisoletana: Dolores Martín Alonso, Consuelo González Oliveira, Feliciana Santamaría Alonso, Sagrario Amo Peña, Pilar de la Iglesia Somavilla,48 Felisa Molina Rojo, Teresa de Castro Caballero, Joaquina Greciet Sarmiento, Perpetua Membrilla Pérez y Amalia Hernández Pérez. La Sección Femenina de Valladolid pasó a estar liderada por Rosario Pereda.
Por lo tanto, cualquiera de estas mujeres hubiera podido asumir el cargo de jefa provincial de la Sección Femenina vallisoletana en el verano de 1936 en sustitución de Rosario Pereda, puesto que tenían más antigüedad y habían adquirido experiencia política con anterioridad, acompañándola en los numerosos mítines en los que participó o desempeñando cargos destacados. De hecho, dos de ellas, Dolores Martín Alonso y Consuelo González Oliveira,49 habían tenido cargos de relevancia: la primera fue fundadora del SEU vallisoletano y la segunda desempeñó el cargo de secretaria de la Sección Femenina antes del golpe de estado de julio de 1936 y, después de la sublevación, fue jefa de las mujeres que prestaban servicios en el cuartel de milicias y jefa de distritos de la Sección Femenina. Además, es posible que desde que Rosario Pereda se trasladó a Ramales, a mediados de junio de 1936, fuera Consuelo González Oliveira la que asumiera la dirección de la organización.
A todo ello hay que añadir el hecho de que Mercedes Sanz-Bachiller no había asistido a la reunión fundacional. De hecho, se desconoce si estaba afiliada a FE-JONS en aquel momento. Tampoco hay indicios de que, ni en los años anteriores, ni tampoco en el momento de la fundación de la Sección Femenina, dedicara su atención a otra cosa que no fuera su familia, su marido y sus dos hijas pequeñas. Debemos suponerla, pues, ocupándose del cuidado de su familia y siguiendo, desde una segunda posición, las actividades políticas de Onésimo y de Rosario Pereda, a la cual debió de conocer por su estrecha relación con su marido. Sin embargo, y a pesar de todas estas circunstancias, el día 12 de agosto de 1936,50 Mercedes Sanz-Bachiller fue nombrada por Andrés Redondo jefa provincial de la Sección Femenina de Valladolid, e incluso es probable que también fuera nombrada jefa territorial y tuviera a su cargo varias provincias.51
¿Qué pudo motivar, pues, la elección de Mercedes Sanz-Bachiller? Sin duda, hubo un elemento fundamental: el hecho de haberse convertido en la «viuda de Onésimo Redondo» y, como madre de los hijos de Onésimo, en la custodia de su legado. Paul Preston ya identificó hace unos años como principales motivos los siguientes: «las razones de Andrés Redondo [...] no tenían más fundamento que las que subyacían tras su propia toma de poder –un vacío de poder y “derechos de herencia”–»,52 es decir, que también en Mercedes Sanz-Bachiller confluían estos dos condicionantes, la existencia de una vacante y sus propios «derechos de herencia» como «viuda de Onésimo Redondo» que era. Además, hay que tener en cuenta el hecho de que Andrés Redondo conocía su trayectoria al lado de Onésimo y había visto cómo Mercedes, en las semanas previas a la sublevación militar, había demostrado su valía haciendo de enlace entre los falangistas que estaban libres y los que estaban presos, y que había colaborado en lo posible a la preparación del golpe. Además, puede que Andrés, movido por la ambición que algunos contemporáneos suyos le atribuyeron, quisiera fortalecer su propia posición en Falange, ya que el partido se encontraba en una situación precaria y bajo la provisionalidad de una Junta de Mando presidida por Manuel Hedilla.
Bien, el hecho es que Mercedes Sanz-Bachiller asumió el cargo de jefa provincial el 12 de agosto de 1936. Las cifras que se ofrecen sobre el número de afiliadas a la organización femenina vallisoletana en aquel momento son dispares. Según Palomares Ibáñez,53
en enero del 36 la organización femenina no llegaba al medio centenar de afiliadas. Otras tantas ingresan desde entonces hasta julio del mismo año. Durante al mes de agosto asistimos respecto de meses anteriores a un boom de afiliaciones. Sólo en la capital se inscriben casi 400 nuevas camaradas.
Este mismo autor califica de «triunfalistas» los datos aparecidos en el mes de noviembre de 1936 en el Diario Regional: 2.500 afiliadas en la capital vallisoletana y 8.000 en la provincia. Palomares Ibáñez, además, señala que la propia Mercedes Sanz-Bachiller, en el acto de bienvenida a Rosario Pereda, el 1 de septiembre de 1937, dijo que había 1.200 afiliadas. Contrasta sobremanera el dato que, en su diario personal, escribió Javier Martínez de Bedoya, la víspera del acto de bienvenida a Rosario Pereda, señalando que en esos momentos la cifra era de 12.000 afiliadas,54 dato sorprendentemente excesivo. Como puede verse, es difícil, por no decir imposible, determinar la cifra exacta de la afiliación a la Sección Femenina de Valladolid, aunque en lo que sí parece haber acuerdo es en un incremento notable de afiliadas desde finales de julio, especialmente en el mes de agosto, cosa explicable por la euforia falangista desatada durante las primeras semanas después de la sublevación militar.
Las actividades que desarrolló Mercedes en el desempeño de su cargo son difíciles de concretar por la ausencia de documentación de la propia Sección Femenina de Valladolid.55 Ha de suponerse que se centraron en llevar a buen término las órdenes de los jefes falangistas y las de la delegada nacional, Pilar Primo de Rivera, aunque su atención prioritaria fue Auxilio de Invierno. Palomares Ibáñez no duda cuando afirma que esta organización fue «la actividad que prioritariamente define su jefatura interina» y, de hecho, según este mismo autor,
en los últimos meses de 1936 y siguientes priman las noticias sobre el Auxilio de Invierno, cuestaciones, resultados y visitas a sus Comedores de Hedilla, Pilar Primo de Rivera, Nicolás Franco... Siendo esto verdad, también lo es que mientras ejerció las funciones de delegada (territorial/provincial) debió resolver las tensiones que en algunas provincias causó la unificación entre Margaritas y Falangistas.56
Delgado Bueno también resalta que «Durante los meses de septiembre y octubre Mercedes Sanz Bachiller no se comprometió excesivamente en la dirección de Sección Femenina, porque no estuvo presente en ninguno de los actos públicos de Falange vallisoletana en los que sí figuró su cuñado Andrés Redondo».57 Es más, para esta autora, Mercedes delegó en la jefa local, Carmina Martín, la representación oficial de la Sección Femenina en algunos actos.58
Añadido a todo ello, lo cierto es que, siendo ya jefa provincial de la Sección Femenina de Valladolid, Mercedes Sanz-Bachiller se encargaba de la recogida y confección de ropa para los soldados que estaban en el frente. Así lo recogió Mauricio Karl, seudónimo de Mauricio Carlavilla de la Vega, en un reportaje publicado en el Diario Regional59 apenas catorce días después de su nombramiento:
Visitaba el Cuartel General de Falange Española. Atravesaba patios y estancias. El recinto de la antigua Academia mostraba los tesoros de juventud, alegre y heroica, que encierra. Me honraba la compañía del jefe territorial, camarada Andrés Redondo [...] Llegamos a una habitación del piso bajo. Muchas mujeres trabajan en labores muy distintas [...] Una del grupo se adelanta. Tiene un block de notas en la mano [...] Oigo hablar de prendas de abrigo, de heridos, de medicinas, de hospitales [...] Hay en aquella mujer una irradiación que me conmueve. Y yo ignoro el motivo. Sus palabras fluyen sin acentos trágicos; son de una naturalidad perfecta. Las facciones, nobles y serenas, no denotan el menor rictus nervioso. Sólo los ojos, secos y brillantes, tienen un destello de tristeza infinita...
Salimos. Formo un concepto rápido. «Firmeza, misticismo, virtud», debe ser la trilogía de este carácter genuinamente español.
–¿Quien es? –pregunto inmediatamente.
–Es la esposa de Onésimo –me contestan con sencillez.
Quedo mudo de asombro. Sigue la visita, pero yo no me entero ya de nada. Mi atención ha quedado presa ante aquel asombro de estoicismo, encerrado en un débil cuerpo de mujer. [...] Mi pluma que quisiera desgranar una sonata heroica y sentimental sobre la frente de la ignorada heroína queda inmóvil, sintiéndose incapaz. Yo no podía imaginar un caso de fortaleza igual. Algo sobrenatural hay en esa mujer. Su dolor está domado dentro del pecho por un imperativo sobrehumano. Sólo el espíritu de su muerto, que vive en ella, es capaz del prodigio. [...] Mercedes, esposa del héroe, él entró ya por las puertas de la Gloria envuelto en púrpura de su sangre. Tú, recatada esposa, española ejemplar, estás unida a él en su inmortalidad...
Mauricio Karl, con su artículo, estaba contribuyendo a la construcción de una imagen de Mercedes Sanz-Bachiller como la de tantas mujeres falangistas que, en aquella coyuntura de guerra, hacían suyos los valores del servicio, el sacrificio, la abnegación y la disciplina, unos valores que compartían con sus camaradas falangistas varones. Este era el modo falangista de ser mujer, un modo que rompía con el modelo doméstico, del que Mercedes Sanz-Bachiller y otras muchas mujeres falangistas eran ejemplo.60
Así pues, parece claro que Mercedes se volcó en la recogida y elaboración de ropa para los soldados, al menos, durante las primeras semanas después de su nombramiento al frente de la Sección Femenina vallisoletana. También que no se dedicó a la organización femenina posteriormente, a partir de la fundación de Auxilio de Invierno. Sin embargo, ¿qué pudo motivar este desinterés por la Sección Femenina? Puede que, como apunta Delgado Bueno, se debiera a la provisionalidad del cargo. Puede que la respuesta la diera ella misma, años después, por boca de su segundo marido, Javier Martínez de Bedoya, cuando decía que no compartía el proyecto de las mujeres falangistas liderado por Pilar Primo de Rivera: «yo no siento esto de la Sección Femenina, esto de hacer política con las mujeres solas».61
Otras palabras de Mercedes venían a expresar algo similar, como las que le dijo a Paul Preston: «Me llamaban jefe territorial como me podían haber nombrado obispo de Madrid o de Valladolid, no tenía ni idea, ni conocía a Pilar ni la había visto nunca en mi vida. Yo conocía a José Antonio por Onésimo pero jamás a Pilar, no estaba metida en nada de la Sección Femenina».62 O las que dijo con ocasión de la entrevista con Luis Palacios: «Yo no fui nunca de la Sección Femenina».63
Además, y en relación con Auxilio de Invierno, no debemos perder de vista las motivaciones de carácter más íntimo y personal de una mujer que ha perdido de manera trágica, y muy reciente, a su marido: «Me pregunto en todo momento cómo volver a ser persona y cómo entender otra vez que los demás lo son»,64 y que ve por las calles de Valladolid, en el deambular de los niños abandonados y huérfanos, la magnitud de la tragedia: «a mí solo me movió la compasión por los niños que veía desamparados por Valladolid. Era terrible». Y, además, en relación con la represión, afirmaba que «mi intención sólo fue remediar, en parte, lo que pudiese de aquel desastre».65
Ahora bien, hay un componente que creo importante: su personalidad. Mercedes era una mujer de carácter y muy segura de sí misma, y ello, en opinión de su hija Pilar, la ayudó a superar todo lo que le tocó vivir.66 Asimismo, según su hija Mercedes, tenía una capacidad extraordinaria para contactar con las personas necesarias en cada momento, para darles responsabilidades y organizarlas.67 Esta personalidad fuerte y la capacidad para liderar proyectos y grupos humanos le sirvieron para impulsar y dirigir el proyecto que, en un primer momento, llevó por nombre «Auxilio de Invierno».
1 I. Martín Jiménez: La Guerra Civil en Valladolid..., pp. 47-95; Jesús María Palomares Ibáñez: La Guerra Civil en la ciudad de Valladolid. Entusiasmo y represión en la «capital del alzamiento», Valladolid, Ayuntamiento de Valladolid, 2001, pp. 13-23; J. Casanova: «República...», pp. 187-199; Gabriel Cardona Escanero: «Rebelión militar y Guerra Civil», en Santos Juliá (coord.): República y guerra en España (1931-1939), Madrid, Espasa-Calpe, 2006, pp. 223-233.
2 Esta hipótesis es la que se desarrolla en I. Martín Jiménez: La Guerra Civil en Valladolid..., pp. 55-59.
3 P. Preston: Palomas..., p. 40.
4 J. Martínez de Bedoya: Memorias..., p. 95.
5 J. L. Mínguez Goyanes: Onésimo Redondo..., p. 96; I. Martín Jiménez: La Guerra Civil en Valladolid..., pp. 157-158.
6 P. Preston: Palomas..., p. 27.
7 Mercedes Sanz-Bachiller introduce un claro anacronismo en su referencia a la República Socialista Popular de Albania para ilustrar lo que ella y sus contemporáneos consideraban el enemigo que había que batir (M. Sanz-Bachiller: «Breves reflexiones...»).
8 J. L. Mínguez Goyanes: Onésimo Redondo..., pp. 100-101.
9 P. Preston: Palomas..., p. 40.
10 Ibíd., p. 41.
11 «Onésimo Redondo ha sido muerto. Un grupo de marxistas emboscados hace una descarga sobre el coche», El Día de Palencia, 25 de julio de 1936.
12 «En un pueblo de Ávila es asesinado el jefe de los Falangistas de Valladolid», Heraldo de Zamora, 26 de julio de 1936.
13 Noticia recogida en I. Martín Jiménez: La Guerra Civil en Valladolid..., pp. 371-372.
14 Onésimo Redondo, Caudillo..., p. 216.
15 J. L. Mínguez Goyanes: Onésimo Redondo..., pp. 100-101.
16 Ignacio Martín Jiménez recuperó el testimonio de Andrés Redondo en este consejo de guerra, y además identificó a dos de los falangistas que también murieron como Francisco Puerta Martínez y Félix Sanz Burgueño, este último natural de Mojados y médico de Montemayor de Pililla (I. Martín Jiménez: La Guerra Civil en Valladolid..., pp. 377-378).
17 «El presunto autor de la muerte de Onésimo Redondo, detenido en Valladolid», El Diario Palentino, 30 de julio de 1936.
18 I. Martín Jiménez: La Guerra Civil en Valladolid..., pp. 378-379.
19 «Han matado a un alto jefe de Falange», ABC, 28 de julio de 1936.
20 P. Preston: Palomas..., p. 41.
21 J. L. Mínguez Goyanes: Onésimo Redondo..., p. 100.
22 I. Martín Jiménez: La Guerra Civil en Valladolid..., p. 374.
23 M. Tomasoni: Onésimo Redondo..., pp. 310-312.
24 Joan Maria Thomàs: El gran golpe. El «caso Hedilla» o cómo Franco se quedó con la Falange, Barcelona, Debate, 2014, pp. 20-23; S. Ellwood: Historia de Falange..., pp. 91-95; S. G. Payne: Falange..., pp. 103-104; J. L. Rodríguez Jiménez: Historia de Falange..., pp. 275-283.
25 Severiano Delgado, María Luz de Prado y Santiago M. López: «La Guerra Civil en Castilla y León: ensayo general para la dictadura franquista», Pasado y Memoria, 8, 2009, pp. 115-129.
26 Boletín Oficial de la Junta de Defensa Nacional (BOJDN), 1, 25 de julio de 1936. Disponible en línea: <https://www.boe.es/datos/pdfs/BOE//1936/001/J00001-00001.pdf>.
27 BOJDN, 32, 30 de septiembre de 1936. Disponible en línea: <https://www.boe.es/datos/pdfs/BOE//1936/032/J00125-00126.pdf>.
28 Boletín Oficial del Estado (BOE), 1, 2 de octubre de 1936. Disponible en línea: <https://www.boe.es/datos/pdfs/BOE//1936/001/A00001-00002.pdf>.
29 I. Martín Jiménez: La Guerra Civil en Valladolid..., p. 183.
30 Jesús María Palomares Ibáñez: «La Guerra Civil en Valladolid: notas sobre la represión en la ciudad», Investigaciones Históricas, 20, 2000, pp. 265-267.
31 Carlos Hernández de Miguel: Los campos de concentración de Franco. Sometimiento, torturas y muerte tras las alambradas, Barcelona, Ediciones B, 2019, pp. 26-27.
32 I. Martín Jimenez: La Guerra Civil en Valladolid..., pp. 188-191.
33 J. M. Thomàs: Lo que fue la Falange..., pp. 95-101.
34 I. Martín Jiménez: La Guerra Civil en Valladolid..., p. 233.
35 Fernando Peña Rambla: El precio de la derrota: la Ley de Responsabilidades Políticas en Castellón, 1939-1945, Castellón de la Plana, Universitat Jaume I, 2010, pp. 26 y ss.; Francisco Moreno Gómez: «La represión en la posguerra», en Santos Juliá: Víctimas de la guerra civil, Madrid, Temas de Hoy, 1999, pp. 318 y ss.
36 Santiago Vega Sombría: La política del miedo. El papel de la represión en el franquismo, Barcelona, Crítica, 2011, pp. 85 y ss.
37 Jesús María Palomares Ibáñez ofrece datos ligeramente distintos: 40 penas de muerte, 363 condenas a 30 años de prisión, 27 condenas a 20 años, 2 absoluciones por ser menores de edad y otras 17 absoluciones por no poderse probar que fueran detenidos al salir de la Casa del Pueblo (J. M. Palomares Ibáñez: La Guerra Civil en la ciudad de Valladolid..., pp. 147-148).
38 I. Martín Jiménez: La Guerra Civil en Valladolid..., p. 218.
39 Ibíd., pp. 199-225.
40 Ibíd., pp. 251-256.
41 Ibíd., pp. 308-318. Véase también María Silvia López Gallegos: «La vida cotidiana en la provincia de Valladolid durante la Guerra Civil», Congreso Internacional de la Guerra Civil Española, 1936-1939, Sociedad Estatal de Conmemoraciones Culturales, 2006, edición digital.
42 Enrique Berzal de la Rosa: Valladolid bajo palio. Iglesia y control social en el siglo XX, Valladolid, Ámbito, 2002, pp. 73-89.
43 J. Martínez de Bedoya: Memorias..., p. 104.
44 J. M. Palomares Ibáñez: La Guerra Civil en la ciudad de Valladolid..., p. 91; Christine Lavail: «De la creación de la Sección Femenina (1934) a la campaña electoral de 1936: Modalidades de intervención de las mujeres falangistas en la esfera pública», Arenal, vol. 15(2), 2008, pp. 345-370.
45 Sobre la presencia de mujeres en las JONS de Valladolid y de Madrid, así como en FE, véase M. B. Delgado Bueno: La Sección Femenina en Salamanca y Valladolid..., pp. 28-31.
46 Véase Mercedes Formica: Visto y vivido. 1931-1936. Pequeña historia de ayer, Barcelona, Planeta, 1982, pp. 146 y 147.
47 La fundación de la Sección Femenina vallisoletana en M. B. Delgado Bueno: La Sección Femenina en Salamanca y Valladolid..., p. 33.
48 En la fuente consultada consta como Somovilla.
49 Ibíd., pp. 47-48.
50 Expediente personal de Mercedes Sanz-Bachiller, Archivo General de la Administración (AGA), Sección Cultura, Fondo Sección Femenina, caja 2602 TOP 23-09.
51 J. M. Palomares Ibáñez: La Guerra Civil en la ciudad de Valladolid..., p. 94.
52 P. Preston: Palomas..., p. 45.
53 J. M. Palomares Ibáñez: La Guerra Civil en la ciudad de Valladolid..., p. 95.
54 Notas de Javier Martínez de Bedoya (30 de agosto de 1937), APMSB.
55 La delegada provincial de la Sección Femenina de Valladolid manifestaba a finales de 1942, refiriéndose a Mercedes Sanz-Bachiller, que: «No puedo darte balance de su labor en la Delegación ya que no existe nada sobre esto» (Carta de la delegada provincial de la Sección Femenina de Valladolid al jefe del Departamento Central de Personal de Madrid [15 de diciembre de 1942], AGA, Sección Cultura, Fondo Sección Femenina, caja 2602 TOP 23-09).
56 J. M. Palomares Ibáñez: La Guerra Civil en la ciudad de Valladolid..., p. 94.
57 M. B. Delgado Bueno: La Sección Femenina de Salamanca y Valladolid..., p. 48.
58 Ibíd., p. 138.
59 Ambos fragmentos en Mauricio Karl: «La mujer del héroe», Diario Regional, 27 de agosto de 1936. Sobre Mauricio Karl, véase J. M. Thomàs: El gran golpe..., p. 34.
60 Ángela Cenarro: «La Falange es un modo de ser (mujer): discursos e identidades de género en las publicaciones de la Sección Femenina (1938-1945)», Historia y Política, 37, 2017, pp. 91-120.
61 J. Martínez de Bedoya: Memorias..., p. 104.
62 P. Preston: Palomas..., p. 45.
63 Luis Palacios Bañuelos: El franquismo ordinario. Diálogos con Payne, Carrillo, Mercedes Sanz-Bachiller, Velarde, Tamames, divisionarios, guerrilleros..., Astorga, Akrón&CSED, 2011, p. 217.
64 J. Martínez de Bedoya: Memorias..., p. 104.
65 Francisco González de Tena: Puentes de escarcha. Sistemas de socialización de los internos en los Hogares de Auxilio Social, tesis doctoral, Universidad Nacional de Educación a Distancia, 2006, p. 318.
66 Entrevista con Pilar Redondo Sanz-Bachiller (9 de octubre de 2013).
67 Entrevista con Mercedes Redondo Sanz-Bachiller (17 de febrero de 2013).