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Capítulo 1
SABE Colombia: Una aproximación al sentido y significado de la calidad de vida en personas adultas mayores

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Carmen-Lucía Curcio

Universidad de Caldas, Grupo Investigaciones en Gerontología y Geriatría, Colombia

María Cristina Palacio

Universidad de Caldas, Grupo Investigaciones en Gerontología y Geriatría, Colombia

José Hoover Vanegas

Universidad Autónoma de Manizales, Grupo de Investigación

Cuerpo-Movimiento, Colombia

Introducción

Calidad de vida (CV), es un término ampliamente utilizado en los últimos tiempos por los especialistas de las más diversas disciplinas. Dada la necesidad de unificar criterios y posiciones, el Grupo de Calidad de Vida de la OMS (WHOQOL Group), en 1995 propuso una definición: “Percepción del individuo sobre su posición en la vida en el contexto de la cultura y del sistema de valores en los que vive, y en relación con sus objetivos, sus expectativas, sus normas e intereses”. Este concepto no puede tomarse solamente desde un punto de vista individual, sino que tiene que abordarse económica, social, cultural y ambientalmente, ya que toda evaluación subjetiva está inmersa en un contexto socio histórico determinado (OMS, 1995).

La vejez supone uno de los contextos en los que más importancia se está dando a la CV. Es reconocido que la investigación en salud, bienestar y envejecimiento de las personas mayores debe servir de herramienta para la toma de decisiones políticas y técnicas (Engler, 2002; OMS, 2015). También se reconoce la importancia de la combinación de metodologías y/o métodos con el fin de obtener una visión integral de los fenómenos sociales estudiados (Flick, 2004; Vera y Villalón, 2005). Por ello, el componente cualitativo de la Encuesta SABE Colombia busca comprender el sentido y significado de CV desde la perspectiva de los participantes, es decir, desde la subjetividad.

La pregunta por la CV quizás puede aparecer como porosa al centrarse en una dimensión subjetiva y cualitativa, pero en términos de Senn (2000) y Nussbaum (2002) se traduce en el contenido intangible e imprescindible para una vida humana que merece la pena ser vivida. El envejecimiento y la vejez se entrelazan en esta pregunta, pero con distinciones; la primera como el proceso de transformación del ser humano (Dulcey-Ruiz, 2013) anudadas a las dinámicas de interacción social y familiar; que en otras palabras alude a la trayectoria de vida de las personas, donde se forman los equipajes culturales, emocionales y sociales. La segunda, la vejez, con su doble connotación de condición y situación, la condición de vejez se adquiere a partir de un momento cronológico definido cultural y políticamente en los 60 años y marca giros en la vida cotidiana de las personas; la situación de vejez expresa desde las condiciones y la CV, el lugar de inclusión o exclusión, desigualdad, dependencia, autonomía y cuidado en la vida social y familiar. Pero tanto la condición como la situación de la vejez son construcciones culturales que configuran el peso de su valoración y reconocimiento. Esto sitúa el campo de este estudio, no en la vejez como hecho social, cultural, biológico o psicológico, sino en los sentidos y significados de la CV que las personas adultas le atribuyen y construyen en su vivencia y experiencia de vida.

La interrogación en torno a la vejez y el envejecimiento en clave de CV es puesta desde la centralidad del sujeto, la voz de su subjetividad y la construcción colectiva. En este artículo se presenta un análisis en torno a dos tesis de hallazgos referidas a una mirada subjetiva acerca del bienestar en la vejez y la reconfiguración de la vida familiar. Este análisis se sitúa como marco de referencia a la ciudad de Manizales, Colombia.

Método

La lógica metodológica de esta investigación se sitúa en la interacción de la voz de quien narra, en la aceptación de quien escucha, en la sospecha de quien investiga y la expectativa de quien recibe. Un entrelazamiento de múltiples subjetividades: los participantes y el equipo de investigación, en torno a las dimensiones de la lectura, la observación, la conversación, la escucha, la reflexión y la escritura (Araujo, 2013; Larrosa, 2013), como soportes del proceso de construcción de un saber sobre la CV de las personas adultas mayores, en la ciudad de Manizales. Hablar, enunciar, descubrir e interpretar los sentidos y significados de la CV de las personas mayores de diversas regiones del país, es el producto y entrelazamiento de escenarios de descubrimiento, codificación y relativización propios de la investigación cualitativa (Taylor y Bogdan, 1990).

Descubrimiento: el registro de información y su transformación en dato, tiene una trayectoria no solamente técnica, es una apuesta epistémica, conceptual, metodológica y técnica, mediada por el interrogante central ¿Cuáles son los sentidos y significados de la CV de las personas mayores? Para iniciar la búsqueda de la información se identifican porteros (Galeano, 2004) a través de organizaciones o programas dirigidos a personas mayores, quienes son el enlace inicial para contactar a los informantes claves.

Con estas preguntas, en Manizales se realiza un grupo focal con tres hombres y tres mujeres y 15 entrevistas semiestructuradas a ocho mujeres y siete hombres, correspondientes a los tres estratos (alto, medio y bajo) entre 61 y 85 años. La exploración de las percepciones de sus vivencias y experiencias de vida, permiten afinar el foco exploratorio de sujetos situados en contextos temporales (mayores de 60 años), e identificar desde la producción discursiva colectiva e individual, las condiciones y situaciones de su vejez.

Esta polifonía de voces se constituye en el foco analítico central. Además, se incluyen otras técnicas en este estudio como: diario de campo, fichas sociodemográficas y registros de la relatoría y la observación del grupo focal. Aquí se condensa la mirada de los responsables del trabajo de campo y se constituyen en conectores entre la referencia empírica (adultos mayores) y la construcción de las respuestas a los interrogantes planteados.

Codificación: demanda marcar fronteras conceptuales para la distinción de las categorías centrales (sentidos y significados) y las categorías de soporte (bienestar, redes, relaciones y vínculos, entorno físico y social, participación, vivencias y experiencias) como precedente para la definición de códigos conceptuales requeridos en la clasificación y ordenamiento de la información. La cual se registra en las diversas técnicas, se somete a un procesamiento, comenzando con la asignación de códigos numéricos que identificarán cada técnica. En segundo lugar, se construyen códigos conceptuales desde las categorías (centrales y de soporte) para fraccionar y seleccionar los relatos correspondientes para la utilización del ATLAS TI; con este resultado se realizó un primer barrido y decantación de los códigos, que permiten afinar el peso conceptual y metodológico de la sistematización y su emergenciacomo dato de la investigación. Proceso que no es neutral, es intencional en la apuesta epistemológica y la trayectoria de las subjetividades del equipo investigador, así, la organización de la información está cargada de matices interpretativos (González y Cano, 2010).

Relativización: depuración y condensación de los datos al someterlos a un entrelazamiento analítico de triangulación. Se parte de un agrupamiento por código conceptual de sistematización y sujeto informante (triangulación por agregados), luego se identifican similitudes y diferencias desde la mirada intra e inter género por ciudad (triangulación interactiva). La abstracción de los datos permite señalar tendencias para la interpretación, las cuales se describen con relación a las categorías centrales. Y en el proceso de lectura y relectura que identifica la estructura y esencia de la experiencia vivida individual, grupal y colectivamente, emergieron las tesis de hallazgos (triangulación colectiva).

Hallazgos

Una mirada subjetiva del bienestar en la vejez

Bien-estar, una noción que abre la mirada subjetiva de los participantes y marca una distancia con la palabra Bienestar, la cual alude a la definición de indicadores del desarrollo económico y social presente en los grandes meta-relatos de los Estados y Agencias de Cooperación Internacional; por su parte el bien-estar se muestra al mundo de los otros como producto del mundo interior particularizado en el pensamiento y expresado a través de las palabras y contiene un referente valorativo. El bienestar o estar bien fluye en el tiempo, lo que se vivió, lo que se vive y lo que se espera vivir.

Las voces de los participantes muestran un concepto de calidad de vida significativamente más complejo, incorporando relaciones tales como la tenencia de vivienda, tener o no pensión e ingresos, el empleo incierto o la desocupación estructural y diversas expresiones emocionales; coinciden en el reconocimiento de la satisfacción y gratificación que tienen en su vida presente en términos de casa propia y disponibilidad de una pensión, sin diferencia evidente por género y estrato, hombres y mujeres disponen de una valoración positiva no sólo a lo que tienen actualmente, sino del esfuerzo realizado durante su trayectoria de vida. El trabajo y el ahorro se conectan colateralmente con los dispositivos que sostiene la economía de la gratitud (Hochschild, 2008) y la valoración del dispositivo trascendente en Dios como generador del bienestar.

La vejez: narración individual y subjetiva

Aspectos como la edad, la salud, la movilidad, la finitud y la autonomía se anudan en una revelación corporal donde se cruzan “estar viejo” y “sentirse viejo”. Cómo se ven y se sienten, cómo ven a sus pares y cómo consideran que los ven. Son voces a través de las cuales se hacen evidentes realidades subjetivas y colectivas en torno a la dependencia o independencia, la autonomía, la enfermedad, la responsabilidad o la obligación; las cuales se encuentran anudadas a la expresión del cuidado, ya sea que se brinda o que se espera o no recibir, como una figura asociada a la vejez. Pero que también se constituyen en centros de debates actuales, con implicaciones profundas tanto para las políticas sociales y públicas como para la vida cotidiana de las personas (Tobío, et al., 2010).

La categoría de vejez nombra una realidad social que marca una frontera entre la percepción individual y subjetiva de la propia experiencia, como conciencia del ser y estar en el mundo y los imaginarios sociales que se trazan en la mirada hacia la otredad. Así, los relatos demarcan un límite entre la propia condición y situación y la de otros. Con relación a la primera, resaltan la valoración, el reconocimiento, la satisfacción de estar y sentirse bien, además de expresar la felicidad de la libertad. Respecto a la vejez de otros hay un señalamiento negativo por la enfermedad, la discriminación, el abandono y la exclusión a la que están sometidas las personas mayores, no ellos sino los demás.

En esta mirada subjetiva sobre la vejez propia y de los otros pares generacionales, se atraviesa en los relatos la referencia de la finitud, vinculada a dos elementos: el aumento de la edad y la proximidad de la muerte. La edad es atravesada por la enfermedad, y la proximidad de la muerte se enreda en la contención del tiempo esperado, el cual se acorta. Ante esta certeza y a su vez incertidumbre del futuro, se detonan con mayor fuerza el dispositivo de la fe y el desplazamiento de la resignación y la petición de no sufrir a la voluntad de un ser superior.

La calidad de vida en la vejez: connotaciones subjetivas

Las connotaciones sobre la CV en la vejez desde las apreciaciones subjetivas de las personas consultadas son puestas en las garantías para vivir la vida cotidiana desde tres dimensiones: individual, familiar e institucional; entrelazadas en los distintos relatos, en una economía de la gratitud a Dios, por otorgarles la satisfacción y la realización que sienten en sus vidas. En lo individual, a partir del tener y del sentir, marcan en primer lugar la salud y de manera colateral los recursos económicos para la satisfacción de las necesidades básicas como la alimentación y la casa; además, la valoración que reciben de las personas cercanas.

En lo familiar, se proyecta la CV en la vejez en tener reconocimiento, acompañamiento y la satisfacción del deber cumplido. La mirada hacia la trayectoria de vida y las evidencias que se identifican en el tiempo presente le dan contenido al cumplimiento de las reglas del sentimiento y los códigos emocionales que focalizan el lugar transitado en la familia. Finalmente, las personas mayores consultadas, ponen otro acento en la connotación de la CV en cuanto a la disponibilidad y acceso a recursos institucionales, de manera puntual a la atención en salud y a la atención a las personas mayores. Además, incluyen en sus relatos una expresión emocional sobre la CV referida a la capacidad de aceptar la vejez, la demanda de ser reconocidos y no excluidos, la manifestación de los miedos y temores y la consideración de una muerte digna.

Escenarios de interacción cotidiana

Desde los relatos aportados por los informantes se pueden marcar tres ejes de referencia sobre los entornos: el que alude a la casa y al hogar como un escenario cotidiano doméstico y privado; otro entorno de carácter institucional vinculado con prácticas participativas y, el último, a un marco más amplio de movilidad por la ciudad. Tres escenarios de interacción que se entrelazan en el funcionamiento de la vida cotidiana para las personas mayores participantes. Con relación al entorno físico, las personas identifican la casa y en ella la habitación propia, en esto coinciden hombres y mujeres de distintos estratos. En cuanto a los entornos sociales, conectados con escenarios públicos institucionalizados a través de programas, grupos de oración y gimnasio, se hace evidente el lugar que tienen éstos en la vida cotidiana de las personas mayores, al constituirse en un referente de satisfacción, de sentido de pertenencia y de validación de una utilidad social que gratifica su vida. Finalmente, la conexión con la ciudad les brinda arraigo, confianza y familiaridad.

Vida familiar: configuración del tejido parental, anclaje de convivencia y cuidado.

Con base en los relatos de participantes se describen dos dinámicas de convivencia familiar como panorama de su vida cotidiana: una desde la delegación de tareas y la otra a partir de acuerdos establecidos. Dos asuntos que expresan el paisaje que traen las transformaciones demográficas y los cambios en su vida familiar, con el envejecimiento poblacional y la amplia presencia de grupos poblacionales de adultos mayores.

La vida familiar para las personas adultas mayores ocupa un lugar central en sus relatos cotidianos; es el tema de conversación diaria, en torno a lo que hacen o han dejado de hacer. Expresiones que contienen movilizaciones emocionales de un recuerdo de su pasado y una adaptación a las realidades presentes. El desplazamiento o giro en sus capacidades, actividades y lógicas de vida asociado a las situaciones de salud o a la disposición de tiempo diario en su vejez, los enfrenta a un tiempo familiar de presencia o ausencia de sus parientes más próximos (pareja o hijos) y a la redefinición de acuerdos de convivencia, participación y cuidado. Es decir, la vida cotidiana de las personas viejas participantes presenta una relación directa con los movimientos de las redes parentales y sociales.

Cuando la pareja llega a la vejez, se evidencia una redefinición de convivencia, compartiendo más tiempo en el hogar y la participación directa de los hombres en la “domesticidad” a través de la compra del mercado, el pago de facturas y otras diligencias que mantienen su vinculación a espacios públicos; y la conservación del lugar de las mujeres en la preparación de alimentos, el cuidado y la atención del hogar. Y con relación a los hijos, quienes ya salieron del hogar parental, se conserva la práctica cultural filio parental de una línea de atención y comunicación generalmente diaria y de presencia directa en el ritual de una “comensalidad” en los fines de semana, especialmente los domingos.

Ante la muerte del cónyuge o salida de los hijos e hijas del hogar, se produce una ruptura en el ritmo de la cotidianidad familiar, al detonarse la configuración del hogar unipersonal por decisión o imposición. Respecto a la primera, la persona adulta mayor asume el vivir sola en su hogar. Una decisión que se encuentra asociada con su trayectoria de vida, su concepción y realidad presente de vida autónoma e independiente y confronta, desde esta decisión personal y subjetiva, la generalización cultural de la soledad y el abandono. Y con relación a la segunda por imposición, la muerte de la pareja y la salida o ausencia de los hijos e hijas también puede configurar la presencia de hogares unipersonales, marcados por la connotación emocional de débiles o inexistentes vinculaciones parentales. Además de relacionarse con equipajes culturales y emocionales de dependencia hacia las personas ausentes y de cierto sentimiento de victimización.

Un paisaje que permite vislumbrar una resignificación de las relaciones y vínculos emocionales y afectivos hacia y desde la persona adulta mayor. Los rituales de comunicación con una temporalidad diaria o permanente le brindan certeza y confianza para afinar el sentimiento de sentirse cuidado y conservar un lugar de atención entre sus redes parentales y sociales.

En otras palabras, a través de las narraciones de las personas mayores participantes en la investigación, se puede identificar un umbral de cambios en las condiciones y calidad de vida en la vejez. Los giros en la cotidianidad familiar por ausencia de figuras parentales próximas y significativas; la decisión o imposición de estilos de vida doméstica en el hogar compartido o no y el despliegue de movimientos emocionales importantes para garantizar, conservar, sostener o mantener sus condiciones de salud física, emocional y social.

Además, una cotidianidad marcada por la inclusión de la tecnología virtual. A partir del computador, su aprendizaje como mediador de la comunicación familiar y el uso del chat como dispositivo tecnológico, le presentan al adulto mayor una nueva lógica del mundo, a través de la descorporización de las relaciones, el acortamiento de las distancias, la presencia ausente de quienes están en otros lugares y las imágenes virtuales de sus próximos, conservan y mantienen el anclaje a la vida familiar. No obstante, enfrentar dificultades en la asimilación e interiorización de códigos de comprensión, vinculados a dichos procesos tecnológicos, reconocen con asombro la asistencia y participación de estos movimientos de la vida contemporánea.

Cuando los adultos mayores hablan de familia y vida familiar atraviesan asuntos como la maternidad, la paternidad y los enlaces intergeneracionales. Las dos primeras nociones expresan relaciones parento-filiales y desde las subjetividades enunciadas en las narraciones, movilizan una amplia emotividad y afectividad, relacionada con la distancia y la proximidad. Un tema que se constituye en la columna vertebral de su vida cotidiana. Las conversaciones en torno a la historia familiar expresan el reconocimiento del anclaje, la valoración de una trayectoria marcada por avances y retrocesos, el significado de la identidad y la perseverancia de la pertenencia.

Una voz que desde los adultos mayores enuncia su lugar como padre o madre con relación a sus descendientes, como también desde éstos hacia ellos mismos. Entrelazan su auto reconocimiento, con la responsabilidad, el sacrificio y la lucha que desplegaron para sacar a sus hijos adelante y la compensación que reciben en este tiempo, mediada por los cambios generacionales y con cierta añoranza entre la expectativa que tenían y la realidad que enfrentan.

Por otra parte, estos relatos ponen la proyección de la vida familiar como un escenario de enlace intergeneracional. El entrelazamiento que, a través de los procesos de crianza y cuidado, trenza los tiempos sociales y configura los umbrales donde se gestan los cambios y transformaciones de la sociedad. Los relatos de las personas consultadas incluyen la mirada de estos enlaces, señalando como puntos de descripción sus ideas sobre la transmisión de valores y conocimientos, la percepción sobre el tiempo actual y las opciones a las que se enfrentan. Estos relatos también consideran que los tiempos actuales los sitúan ante el desgaste de los valores, el señalamiento de la pérdida del respeto hacia las personas mayores, la debilidad de las normas sociales, la incertidumbre de la protección y seguridad familiar, el desorden de las buenas costumbres especialmente referidos al vestido, los comportamientos sexuales y las libertades de las mujeres.

Estos relatos no evidencian diferencias significativas por género ni estrato socioeconómico, pero permiten disponer de cierta arquitectura social sobre las condiciones y calidad de vida de las personas adultas mayores consultadas y situadas en la ciudad de Manizales y su manera de significar los cambios sociales y generacionales.

Discusión y conclusiones

Las personas mayores le otorgan un significado a la CV en la enunciación de un bienestar o estar bien a través del entrecruzamiento de dos vértices: uno material y físico y el otro simbólico. El primero, alude a la disposición de condiciones que les garantizan la autonomía y la independencia; y el otro, se refiere a la valoración y reconocimiento que reciben como personas y como adultos mayores y la confianza que sienten y brindan.

En lo que respecta a la autonomía y la independencia y desde el punto de vista de los derechos, se consideran conceptos interdependientes y términos que se suelen usar indistintamente en diversos ámbitos y marcos jurídicos. Mientras la autonomía consiste en la capacidad de ejercer la libertad de elección y el control sobre las decisiones que afectan a la propia vida, la independencia consiste en vivir en sociedad sin asistencia, o al menos con un grado de asistencia que no someta a las personas mayores al arbitrio de otros (Naciones Unidas, 2015). Como lo expresa Huenchuan (2012, 2014), desde una perspectiva de derechos humanos, la autonomía supone, por un lado, una dimensión pública que tiene que ver con la participación activa en la organización de la sociedad y, por otro, una dimensión personal que se expresa en la posibilidad de formular y realizar los propios planes de vida. En ambos casos, la autodeterminación y la libertad para decidir por uno mismo son la base de su ejercicio.

Se habla con naturalidad de vidas y personas independientes que pasan a ser dependientes, de personas autónomas que dejan de serlo, como es el caso de las personas mayores. Ellas a menudo son despojadas de manera arbitraria de su autonomía, es decir, de su capacidad de responder a sus propias necesidades, expresar sus deseos, tomar decisiones, optar entre distintas posibilidades y alcanzar sus metas, lo que limita cualquier posibilidad de mantener un control sobre sus vidas (Huenchuan, 2018).

En el escenario actual del envejecimiento poblacional, la capacidad de vivir de forma autónoma e independiente en la comunidad constituye un objetivo prioritario para la persona mayor y para la sociedad (Huenchuan, 2016, 2018). En palabras de las personas mayores, la calidad de vida se expresa, en primera instancia, en la posibilidad de continuar viviendo de esta manera: con autonomía e independencia.

El proceso de envejecimiento implica una serie de cambios que influyen en la calidad de vida de la población adulta mayor, cuando su entorno es discriminatorio y cuestiona las capacidades de las personas mayores, la calidad de vida se deteriora (CEPAL, 2017). Las personas mayores están expuestas a elevados niveles de exclusión por la falta de reconocimiento que las afecta y por la obstaculización que enfrentan para ejercer sus derechos y contar con oportunidades fundamentales (Huenchuan, 2013).

Así, desde la perspectiva de los participantes, la calidad de vida como bienestar desde una perspectiva simbólica, se conecta con la satisfacción y la necesidad de ser reconocidos y valorados, especialmente en su ámbito familiar, social y vecinal.

La marca cultural del lenguaje del déficit sobre la vejez se somete a una confrontación: desde la propia experiencia se ve como bienestar, pero a partir de la mirada ajena, sobre una otredad generacional, se señala un malestar de la vejez. Esta frontera entre la percepción individual y subjetiva de la propia experiencia, expresa la conciencia del ser y estar en el mundo y los imaginarios sociales que se trazan en la mirada hacia la otredad en los demás. En otras palabras, los relatos presentan un límite entre la propia condición y situación y la de otros adultos mayores. En las narraciones se encuentra una línea de referencia que distingue la percepción de la propia vejez de la de otros adultos mayores. Un asunto que pone un giro lingüístico en la enunciación de la vejez como situación individual a la de condición como categoría social. Además, existe una gran diferencia entre ser viejo y sentirse viejo. La valoración subjetiva sobre la experiencia de la propia vejez se distancia del señalamiento deficitario al significar el bienestar que se tiene. No desconocen los cambios que se dan con el envejecimiento, pero señalan la compensación de satisfacción y gratificación de su propia autonomía e independencia. Se encuentran narraciones que revelan la manera como las personas adultas mayores se saben a sí mismos, esta percepción está acorde y es coherente con el concepto de viejo que se maneja, la vejez es pérdida, deterioro, declinación; así, si estas condiciones no están presentes no se es viejo. En palabras de la vejez se relaciona principalmente con la enfermedad, la falta de capacidades, el deterioro y la finitud material.

De otro lado, la centralidad de la vida familiar de las personas mayores aún continúa vigente. El estudio SABE Colombia (2016) muestra que alrededor de una tercera parte de los ancianos vive en familias nucleares, igual proporción, en familias extensas, una quinta parte vive en familias compuestas y uno de cada diez adultos mayores vive en familias unipersonales. Estos hogares unipersonales merecen especial atención, es un indicador por excelencia de la tensión entre la individualización, la autonomía e independencia del espacio cotidiano y la dependencia de residencia y doméstica del grupo familiar. Alternativas que se producen ya sea por elección (decisión personal), por situación (separación, divorcio, muerte) o por condición (migración, desplazamiento, trabajo o educación).

Emerge un nuevo paradigma sobre la vejez que hace visible la paradoja social y cultural entre las viejas reglas del sentimiento de vulnerabilidad, déficit y pérdida hacia unas nuevas demandas sociales en torno al individualismo, la autonomía y la independencia. Un paradigma que enfrenta tensiones y conflictos, avances, retrocesos y escollos culturales, sociales, económicos y políticos por los contenidos de obligaciones, responsabilidades y decisiones que contienen. Una realidad que está presente cada día, con mayor fuerza para hacerse innegable e ineludible. Los acelerados cambios demográficos, que se traducen en la vida familiar, en la consistencia y garantía de redes parentales, sociales, vecinales e institucionales para el cuidado y auto cuidado de las personas que diariamente envejecen y con su proyección certera de ser viejas, ponen el lente al Estado y la Sociedad ante el compromiso de una vida digna y de construir una conciencia sobre el vivir, la finitud de la vida y el compromiso de su continuidad.

“La vejez es experimentar, adquirir sabiduría, amar y perder, y estar más cómodos en la propia piel, por mucho que se torne ajada. La vejez es muchas otras cosas. Para muchas personas tendrá que ver con los remordimientos, la preocupación, la acumulación de objetos y la necesidad. También puede tener que ver con el voluntariado, la comprensión, la guía, el redescubrimiento, el perdón y, cada vez con más frecuencia, el olvido” (Nussbaum y Levmore, 2017:11).

Agradecimientos

Este estudio se llevó a cabo gracias al patrocinio de Colciencias y el Ministerio de Salud y Protección Social de Colombia.

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Miradas de la vejez: calidad de vida, identidad, violencia y trabajo

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