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El 95

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Es temprano, tempranísimo

el 95 está casi vacío.

Una señora viaja con la pierna vendada

en un asiento individual.

Madres, padres y chicos de colegio

en las butacas dobles, fundan

las bases del distrito escolar.

Más atrás

un hombre se recuesta sobre la ventanilla

y un chiquilín se exilia en la pantalla.

Es temprano, tempranísimo.

El papá joven de la primera fila

mantiene con su hombro al bello zombi.

La mamá japonesa enlaza con su brazo

a su japonesita totalmente dormida.

Los mellizos (supongo)

voltean sus cuerpos al centro del asiento

con los ojos cerrados

para cuidar los últimos minutos, antes de la tarea.

Chofer, ¡baje la radio!

no detenga la marcha,

que todo se repliegue a nuestro andar

que la señora vendada no vaya al hospital

que el hombre de la ventanilla pierda el trabajo

que el chiquilín del celular llegue tarde

que se borren los patios de los colegios

que no suenen los timbres ni batan las campanas.

¡Chofer!

Haga del colectivo una gran mecedora

por favor, deje que en esta cápsula

el sueño de los chicos me sostenga.

Una mujer posible

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