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4) En casa de Roberto
ОглавлениеLa casa de Roberto era una típica casa milanesa con balcones: los lados del edificio circundaban un patio sobre el cual surgían los balcones dispuestos en cada planta, a lo largo de estas barandillas se abrían las puertas de los apartamentos. Los habitantes, a menudo, competían por embellecerlos con macetas de flores, y era muy hermoso el contraste entre lo rústico de los muros y el esplendor de las macetas de geranios o de petunias que se exponían.
En casa encontró a la madre preparando la cena que, enseguida, le dijo:
«¡No has ido al gimnasio! ¿Dónde has estado tú solo? ¡Podías haberte perdido! ¡No estabas en el autobús, estaba muy preocupada!»
Roberto, intentando asumir una actitud, en lo posible, masculina, respondió:
«Mamá, no debes preocuparte, soy mayor ¡y estoy a punto de convertirme en policía!»
Luego siguió contando su tarde apasionante, no dejando de describir a su gran amigo el inspector Teddy.
Mientras tanto en la televisión estaban con el telediario, entre las imágenes que aparecían se vio a la sargento Micaela que empujaba a un hombre esposado dentro del coche de policía, ¡el hombre tenía el rosto bastante tumefacto y la nariz le sangraba! Al fondo, se veían también una ambulancia y una camilla donde estaba tendida la esposa del hombre.
En ese mismo momento en la Comisaría, teddy, estaba riñendo a Micaela, justo por aquel hecho, diciendo:
«¿Pero qué has hecho? ¡Le has dado una buena paliza!»
«¿Yo?» respondía Micaela. «¡Ni en sueños! ¡Yo no lo he tocado! Estaba ya así cuando hemos llegado. ¡Habrá sido la mujer, o habrá resbalado y caído mientras la perseguía!»
«¡Sí, se habrá caído sobre una porra que iba por ahí, sola, desde sus pies a la nariz!» comentó el inspector.
La mirada seráfica de Micaela, entre culpable y complacida, mientras acariciaba la empuñadura de su cachiporra, no necesitaba de más explicaciones.