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El asunto nos quedó rondando en la cabeza. La reacción de don Anselmo había sido muy extraña y aquella palabra misteriosa en la bicicleta nos intrigaba aún más.

Para Lily, era alguna marca para ciclistas profesionales, muy rara y muy difícil de hallar. Para Nando, podría ser el nombre del equipo del pedalero. Para mí, parecía más un nombre propio, quizás el nombre de la bicicleta o del mismo deportista. De cualquier modo, esa palabra era la clave para encontrar el nombre del ciclista misterioso.

A la mañana siguiente fuimos al taller de don Anselmo para revisar nuevamente las fotos. Estábamos convencidos de que podíamos conseguir un dato más. Para distraerlo, desinflamos la rueda de la Caloi que había reparado el día anterior y le dijimos que el torpe de Marraqueta había pinchado de nuevo. Don Anselmo nos miró desconfiado y, luego de dudar un poco, tomó la bici y se puso a trabajar.

Lily era la encargada de ojear las fotos. No tenía mucho tiempo: el pillo entrenador se daría cuenta del engaño rápidamente y nos echaría del taller. Así que velozmente, Lily recorrió con la vista las instantáneas buscando alguna clave. Justo antes de que don Anselmo se diera cuenta de que el pinchazo era falso, Lily encontró la pista. Al pie de una de las fotografías, en letras diminutas, se podía leer: “Revista Estadio, noviembre de 1973”.

La bicicleta mágica de Sergio Krumm

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