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El fútbol

La visión de la realidad bajo el punto de vista del paradigma de la complejidad nos lleva a considerar el fútbol como un fenómeno complejo que responde a características peculiares.

Un fenómeno complejo es impredecible y su explicación no se puede deducir a partir de sus componentes individuales sin considerar las interrelaciones que existen entre ellas, del mismo modo que en el fútbol tampoco podemos conjeturar sobre el rendimiento de un jugador sin considerar la relación con los compañeros y la interacción con todos los elementos que influyen en un partido: el Messi del Barcelona es diferente del Messi de la selección argentina.

Todos intuimos que dos partidos con condiciones iniciales iguales (campo, jugadores, entrenadores, árbitro, condiciones ambientales) evolucionarán de una manera totalmente diferente (efecto mariposa).1 De igual manera, si proponemos el mismo modelo de juego con jugadores diferentes o con los mismos jugadores en temporadas diferentes, éstos evolucionarán de una forma distinta, de modo que sus cualidades se separan exponencialmente unas de otras. Visto esto, fácilmente podemos reconocer que en un régimen o sistema caótico (no lineal) «es prácticamente imposible realizar predicciones a largo plazo, ya que nunca se van a conocer las condiciones finales del sistema con infinita precisión» (Marco Cuéllar, véase Seminario-Debate 2000).

¿Por qué en el fútbol nos obstinamos entonces en tener una visión mecanicista de la realidad (causa/efecto) si nosotros mismos en nuestro inconsciente la negamos a favor de un mundo complejo?

«La complejidad se ubica en sistemas, entendiendo como sistema la interacción de un grupo de elementos que hacen emerger una conducta global; ejemplos de estos sistemas los encontramos en fenómenos tales como la conciencia humana, las fluctuaciones económicas, el lenguaje, el conocimiento, la conducta del hombre, la evolución de las especies, la geometría fractal o la autopoyesis celular» (artículo en Ciencia y el Hombre, Enrique Sánchez Ballesteros, véase Seminario-Debate 2000), o también en un equipo y su modelo de juego.

A continuación, queremos puntualizar algunos comportamientos de los sistemas complejos para tenerlos como referencias en el dibujo de un modelo.

•El sistema complejo es abierto o, lo que es lo mismo, está en continuo proceso de cambio, interaccionando con el entorno, como un modelo de juego que está condicionado por varios elementos que interactúan entre sí (compañeros, contrarios…).

•Un sistema complejo es fractal, esto quiere decir que «muestra similitudes formales en diferentes niveles de análisis; la realidad es reproducible de manera más simplificada donde la red de relaciones sea menos extensa» (Romo Santos, 2000); por eso, en la comprensión de un modelo se puede simplificar la realidad proponiendo tareas reducidas pero que mantengan, para acercarse lo más posible a la realidad misma, todos los elementos que se encuentran en el juego real, cuando las circunstancias lo permitan.

•El sistema complejo es dinámico, ya que está afectado por el tiempo, de modo que el modelo de juego de un equipo puede verse afectado en el curso de la temporada.

En definitiva, cualquier modelo de juego presenta las características que aparecen en el gráfico de la página siguiente.

Recordemos que no podemos pasar por alto a los protagonistas del modelo de juego, los jugadores, que son los que interactúan entre ellos y que permiten una continua reorganización del modelo y que el entrenador tiene que saber identificar y valorar, para la mejora del juego del equipo. En un entorno en el que las situaciones están en continuo cambio y reorganización es imprescindible acostumbrar a los jugadores a reaccionar ante situaciones y momentos imprevisibles, identificándose así en la propia naturaleza del fútbol, desarrollando, respetando en cada uno su potencial y su propia creatividad entendida como «una maravillosa capacidad de encontrar orden donde en ningún modo aparece» (Paul Vernon, citado por Romo Santos, véase Seminario-Debate 2000).


Gráfico 1. Características del modelo de juego

El ciclo del juego

El fútbol, visto desde el punto de vista del paradigma complejo, representa una totalidad dinámica en la que cada momento está relacionado con el anterior y el posterior, sin solución de continuidad; la incesante transición de ataque a defensa o de defensa a ataque es denominada ciclo de juego (Antón, 1998).

Si queremos construir un modelo de juego o estudiar el juego de un equipo de fútbol, es necesario extraer algunos elementos de la realidad para identificar, en estas dos fases del juego, cuatro subfases que son:

•En fase de posesión

—Ataque organizado (AO)

—Contraataque (CO)

•En fase de no posesión

—Defensa organizada (DO)

—Organización defensiva (OD)


Gráfico 2. Ciclo del juego

Cada una de estas dos fases del juego están gobernadas respectivamente por tres principios (Bayer, C. 1986):

•En fase de posesión

→Principio 1: mantener la posesión del balón

→Principio 2: progresar hacia la portería contraria

→Principio 3: finalizar la jugada

•En fase de no posesión

→Principio 1: recuperar la posesión del balón

→Principio 2: evitar la progresión del contrario

→Principio 3: proteger la portería

Estos tres principios de cada una de las fases tendrán prioridades diferentes en función de la subfase y las situaciones en las que se encuentra cada momento del juego; por ejemplo, en la fase de ataque organizado donde el balón lo tiene uno de los centrales lejanos a la portería contraria, la prioridad no será finalizar sino mantener la posesión del balón o progresar, para después poder llegar a una situación de finalización. Es por ello por lo que los principios están ordenados y también encadenados.

Para explicar el ciclo de juego, hemos incurrido en la tradicional forma de ver la realidad: dividiéndola. Somos conscientes de que estamos hablando de algo indivisible, pero para interpretar la realidad a veces es necesario fragmentarla para posteriormente volver a unirla.

Nuestra idea es que los jugadores tengan claras las peculiaridades de cada subfase de juego para tener una representación mental de cada una, pero sin separarlas para identificarlas durante el desarrollo del juego.

Ya sabemos que todos los elementos que componen un sistema complejo, como son las subfases del juego, están interrelacionados; por ello, uno de los objetivos que nos proponemos es que cada jugador sea capaz de observar lo mismo que su compañero, respetando en cada uno su función y su diversidad, pero dando la misma interpretación de la realidad y, sobre todo, que cada jugador pueda estar preparado para los cambios que la realidad misma va a imponer.

Creemos que las subfases de juego no son siempre claramente objetivas, sino que son fruto de la interpretación de los jugadores; por ejemplo, hay equipos que en inferioridad numérica nunca contraatacan, mientras que para otros es un arma letal, les basta con tener un solo jugador que sepa aprovechar las situaciones de desequilibrio de la defensa adversaria. Lo más importante entonces es que todos reconozcan las peculiaridades de cada situación de la misma manera, y no sólo eso, sino que también sepan enlazar estas situaciones con una realidad que tenga posibilidad de verificarse; por ejemplo, en un contraataque el movimiento de apoyo de una segunda o tercera oleada para pasar a una subfase de ataque organizado o, en caso de pérdida del balón, a una subfase de organización defensiva.

Ataque organizado (AO)

Es la subfase del juego en posesión de balón en la que se busca la finalización en la portería contraria, ante un equipo en fase de defensa organizada, o sea, con todos o casi todos los contrarios en situación de espera. En función de las características del equipo que ataca y también del equipo que defiende, se pueden desarrollar dos tipos de ataque organizado (Castelo, 1999):

•Ataque directo: basado en buscar la finalización en tiempo y número de pases reducido.

•Ataque posicional: basado en la construcción de jugadas elaboradas con un alto número de pases, prioritariamente en corto, para llegar con el balón controlado a zona de finalización.

Defensa organizada (DO)

Subfase en el momento de no posesión de balón donde el equipo intenta organizarse para recuperar el dominio del balón o evitar finalizaciones cerrando los espacios más peligrosos, no permitiendo la progresión en ellos y orientando el juego a los espacios donde sea más fácil la recuperación por motivos espaciales (por ejemplo, las bandas) y estratégicos (por ejemplo, orientando la presión hacia los contrarios con menos recursos en posesión de balón). Esta presión puede ser llevada en cuatro alturas diferentes del campo (Bragagnolo, Gaburro, Romagnoli, 2004):


Contraataque (CO)

Subfase en posesión de balón donde el equipo intenta progresar para llegar a la finalización lo más rápido posible, aprovechando la falta de organización en fase defensiva de los contrarios. Según el tiempo de llegada hacia las zonas más próximas de la portería rival, los grupos de jugadores del equipo que contraataca se pueden clasificar en (Antón, 2000):

•Primera oleada

•Segunda oleada

•Tercera oleada

Organización defensiva (OD)

Subfase en la que no hay posesión de balón, en la que el equipo que defiende se encuentra en una situación de desequilibrio defensivo como consecuencia de una jugada anterior de ataque que termina. En este momento del juego, normalmente se pueden distinguir dos bloques en el equipo que defiende, uno adelantado y otro atrasado. En función de la zona de pérdida del balón, de la manera de atacar del equipo (ataque directo, ataque posicional) y, en consecuencia, del número de jugadores del bloque adelantado, se priorizarán los diferentes objetivos. En general, si suponemos que nuestro equipo pierde el balón en zona de finalización se pueden generar cuatro formas de reorganizarse defensivamente:

•Repliegue ultraofensivo: consiste en agrupar a los jugadores en una zona muy cercana al balón. La prioridad es la recuperación del balón (principio 1 de defensa).

•Repliegue ofensivo: en este caso se intenta recuperar el balón sobre la zona de medio campo. La prioridad es evitar la progresión del equipo contrario y recuperar el balón (principios 1 y 2 de defensa).

•Repliegue defensivo: con este tipo de repliegue se intenta reorganizar la fase defensiva en la propia mitad de campo. La prioridad es evitar la progresión y defender la portería según la situación (principios 2 y 3 de defensa).

•Repliegue ultradefensivo: consiste en reunir a los componentes del equipo lo más rápidamente posible en zonas muy próximas al área propia. La prioridad es defender la portería (principio 3 de defensa).

Cada equipo puede tener como elección preferente un tipo de repliegue más que otro, no obstante éste también puede estar condicionado por las contingencias del juego.

Los principios del juego colectivo

Estudiando la evolución del juego del fútbol desde la segunda mitad del siglo xix hasta la actualidad y teniendo en cuenta los importantes cambios de algunas reglas del juego (por ejemplo, la regla del «fuera de juego» de 1925), se observa una continua reorganización del fútbol, pasando de un estilo de ataque muy marcado y basado sobre capacidades individuales llamado «Kick And Run»,2 hasta llegar a estilos de juego extremamente elaborados en los que las relaciones entre los jugadores han sido más importantes que los propios jugadores.

Desde el punto de vista defensivo se ha pasado de la defensa al hombre hasta la defensa zonal; de forma general se ha favorecido la colaboración más que la individualización. Si estudiamos este proceso histórico desde el paradigma de la complejidad, se puede llegar a afirmar que con el paso del tiempo se ha intentado reducir más el caos a favor del orden.

La presencia del «desorden» es lo que nos lleva a la búsqueda continua de principios de organización colectiva que intenten reducir la imprevisibilidad, aunque nunca se podrán eliminar definitivamente los factores que la provocan; esto es lo que hace tan atractivo un deporte como el fútbol.

Según el biólogo Roberto Marco Cuéllar (2000):

La vida nace y se organiza en las cercanías de regiones caóticas, precisamente en zonas donde la transición entre distintos atractores sea siempre suave y gradual, evitando la posibilidad de transiciones bruscas que puedan desestabilizar o incluso aniquilar al sistema.

Si identificamos la «vida» con el fútbol, para estar preparados para enfrentar factores desestabilizadores hay que mantener niveles altos de organización (modelo de juego); cuanto más altos están, menos bruscos serán los factores desestabilizadores y mayores serán las posibilidades de adaptación.

Los altos niveles de organización de un equipo dependerán de la mayor o menor asimilación de los principios colectivos del juego para llegar a la formación de los conceptos tácticos, progresando hacia el desarrollo de los medios tácticos grupales, y todo ello relacionado con las intenciones tácticas de cada jugador.

La conducta de un jugador en un partido tiene que estar motivada y condicionada por niveles superiores de la realidad, es por eso que el primer nivel de organización está representado por los propios principios del juego colectivo (Antón, 2002).

Principios específicos del juego colectivo

Cada jugador, independientemente de su función específica y del modelo de juego, según la fase del juego en la que se encuentra (posesión o no posesión), tiene que respetar determinados principios que favorezcan el juego colectivo y de colaboración.

Los principios representan la base en que se sustentan cualquiera de esas intervenciones, el camino o disposición mental que nos permite llegar a cumplir los objetivos y que, por consiguiente, todo jugador debe comprender desde el primer instante y en ningún momento debe olvidar.

CANO, 2008

Los principios son reglas o leyes principales que rigen los comportamientos y las relaciones (Jiménez, 2004, citado en Cano, 2008). Para ser comprendidos y asimilados tienen que estar siempre presentes en cada tarea de entrenamiento y, sobre todo, no ser contradictorios, puesto que se consideran la principal guía para todos los jugadores del equipo.

Antón (1998) clasifica los principios del juego colectivo a partir de una serie de variables que vamos a describir a continuación, incluyendo algunos más de Lillo y Caneda3 que también nos parecen importantes.

Principios específicos comunes del juego colectivo (posesión y no posesión) (Antón, 1998)

•Reducción del número de errores (valoración del riesgo): el jugador debe tener presente que su actuación o no actuación influye sobre todo en el funcionamiento del equipo; en consecuencia, tiene que valorar el riesgo de cada decisión.

•Ayuda mutua (ser siempre útil): el juego del fútbol ha evolucionado aumentando la colaboración entre compañeros: «En cada subfase del juego siempre hay que pensar cómo, cuándo y dónde puedo ser útil para el resto de compañeros de mi equipo».

•El mantenimiento de los puestos (equilibrio de las situaciones espaciales): cada jugador tiene que ser consciente de su función y de su ubicación en el campo para conseguir un funcionamiento óptimo del equipo.

•Distribución equilibradora de los espacios de juego (asegurar los apoyos en amplitud y profundidad en el juego en todo instante): esto significa que hay que asegurar un equilibrio espacial en el sentido vertical (profundidad) y horizontal (amplitud) para un correcto desarrollo de una determinada subfase del juego y, sobre todo, para estar preparados para afrontar un cambio de subfase.

•Variación y alternancia de los medios técnicos individuales y colectivos en situaciones similares (respuestas variadas evitando exceso de previsibilidad): respetando la naturaleza del fútbol, los jugadores tienen que estar acostumbrados a variar sus respuestas motrices en situaciones similares (fomentando la creatividad en los entrenamientos) para poder provocar una conducta errónea del contrario o, por lo menos, tiempos de reacción más largos.

•Sincronización espacial y temporal de las acciones (ajustar cada intervención de cada jugador a las acciones de los compañeros, evitando acciones simultáneas sobre el mismo espacio o muchos jugadores al mismo tiempo sobre distintos espacios): esto significa que los jugadores deben conocer no sólo los distintos medios técnico-tácticos útiles en cada situación, sino que también deben saber coordinarse entre ellos respetando una correcta secuenciación espacio/temporal (timing).

•La adaptación del juego a las posibilidades potenciales propias y a las características del adversario (el sistema debe adaptarse a la fuerza potencial de cada equipo): a la hora de dibujar un modelo de juego no hay que olvidar que los jugadores son los protagonistas, y los contarios, sus antagonistas; esto que parece obvio tiene que ser el punto de salida para no descontextualizar el modelo de juego de la realidad teniendo siempre en mente a quién se entrena y en qué nivel competitivo (calidad de la liga).

•Jugar con la intención del contrario (Lillo, Caneda): es importante que en ambas fases los jugadores sepan reconocer algunas señales de los contrarios que indican un determinado comportamiento para adaptar sus respuestas motrices.

Principios específicos del juego colectivo en ataque (Antón, 1998)

•Cambio rápido y decidido a situación de ataque: un cambio rápido de rol de defensa a ataque permite reducir los tiempos de reacción para aprovechar los momentáneos desequilibrios propios de un cambio de fase de ataque a defensa de los contrarios. El cambio de rol representa la unión entre las fases del juego; por lo tanto, cuanto más se desarrolle este aspecto mental, más fuertes serán las relaciones entre fases.

•Movilización de la defensa atacando permanentemente en amplitud y profundidad: para los defensores es más fácil defender a un equipo estático que no ocupa todos los espacios del juego, por eso quien ataca no tiene que dar muchas referencias al equipo rival (aunque respetando las características de los jugadores, los hay más eficaces para mover el balón, desplazándose continuamente, y otros más estáticos). En definitiva, hay que mover a los defensores para sacarlos de las zonas para ellos más cómodas y poder así aprovecharse de los espacios que se van a generar.

• Observación de espacios libres y de las posibilidades de progresión y penetración: como consecuencia del principio anterior, si se realiza una correcta ocupación de los espacios en profundidad y en amplitud movilizando la defensa, se van a generar espacios libres para progresar. Los jugadores tienen que saber reconocerlos y aprovecharse de ellos para llegar, en última instancia, a una situación de finalización: «mantengo la posesión para movilizar la defensa, movilizo la defensa para progresar, progreso para finalizar».

•Estructuración, creación y explotación de situación de superioridad numérica: sin considerar situaciones puntuales (como una expulsión), el fútbol se juega 11 contra 11, pero esto no significa que con los movimientos oportunos, aprovechando los eventuales desequilibrios defensivos o por la disposición espacial de los dos equipos, no se generen situaciones ofensivas de superioridad numérica en determinadas zonas del campo. Los jugadores tienen que saber individualizar estas situaciones teniendo en cuenta dónde y cuándo se producen y, así, saber aprovecharse de las momentáneas ventajas.

•El cambio de juego de un extremo a otro (búsqueda de zonas menos densificadas): entendemos como extremos los hombres que en situaciones ofensivas ocupan los espacios cercanos a las líneas de banda; estos jugadores tienen que ser posibles receptores en los cambios de juego directos e indirectos (en largo o en corto) para asegurar la posesión, dado que muy probablemente ocuparán zonas con menos densidad defensiva.

•Variación del ritmo de las acciones (evitar ritmo uniforme): según la RAE se entiende como ritmo el «orden acompasado en la sucesión o acaecimiento de las cosas». El ritmo constante en las jugadas de ataque representado por la velocidad de circulación del balón y la velocidad de la carrera de los jugadores provoca una rápida adaptación de los defensores; por ello, hay que variar el ritmo con los dos parámetros para que el equipo defensor se reorganice, provocando continuamente su desgaste físico y, al mismo tiempo, incertidumbre.

Principios específicos del juego colectivo de defensa (Antón, 1998)

•Cambio rápido y decidido a situación defensiva: un cambio rápido de atacante a defensor reduce el tiempo de juego al nuevo poseedor y a los posibles receptores del balón para organizarse en la fase de ataque, y además aumenta las posibilidades de volver a recuperar rápidamente la posesión del balón. El cambio de rol representa la unión entre las fases. Cuanto más se desarrolle este aspecto mental, más fuertes serán las relaciones entre fases.

• Lucha permanente por el balón: la fase de no posesión no tiene que ser considerada una fase pasiva; también cuando se defiende se puede tener una actitud positiva y mantener la voluntad de recuperar la posesión del balón.

•Mantenimiento del equilibrio defensivo (nunca podemos ser inferiores numéricamente en la zona del balón): mediante movimientos colectivos hay que evitar que el contrario se encuentre en igualdad o superioridad numérica. Si así fuera, se debe tomar tiempo para volver a reequilibrar la situación, favoreciendo el repliegue de los compañeros, abandonando los espacios inútiles.

•Ataque permanente al jugador con balón: para reducir el espacio y el tiempo de decisión y ejecución al poseedor del balón es oportuno acosarlo, eso sí, con más o menos intensidad según la estrategia defensiva y, en consecuencia, según la zona del campo donde se encuentra el balón.

•Concentración defensiva en las zonas más peligrosas de actuación del adversario: normalmente, la zona frontal en la cercanía del área es considerada la zona más peligrosa. Los defensores, con la intención de proteger la portería, tienen que concentrarse en esta área, reduciendo las distancias entre ellos con un movimiento colectivo que recuerda la forma de un embudo (cuanto más atrás, más me acerco al eje longitudinal del campo, abandonando los espacios inútiles).

•Rechazo del adversario (orientar los recorridos de los atacantes a zonas de poca eficacia): el movimiento en embudo disuade a los contrarios a jugar por el carril central y los orienta hacia zonas más alejadas de la portería (en algunas ocasiones se favorece el juego hacia el carril central para evitar el juego de banda si se considera que los puntos fuertes del rival son ésos).

•Vigilancia especial del jugador en circulación aunque no sea el poseedor del balón: alternar la atención sobre el poseedor del balón y sobre otro posible receptor. Es necesario el dominio del propio cuerpo en el espacio respecto al entorno para favorecer la intervención y tener una buena capacidad de análisis y anticipación de la situación. Saber orientarse a partir de la distancia entre el contrario y el compañero, respecto al balón y también de acuerdo con sus características.

•Ocupar posiciones intermedias (Caneda, Lillo): los jugadores tienen que mantenerse escalonados para cubrir los espacios en las zonas peligrosas, teniendo una doble función de cobertura y marcaje.

•Esfuerzo útil (evitar desplazamientos innecesarios cuando el adversario se encuentra fuera de distancia peligrosa): los jugadores han de saber reconocer cuándo y dónde las situaciones del juego permiten recuperarse físicamente.

• Corresponder a los tiempos de traslación (Caneda, Lillo): muchas veces los jugadores se dejan «hipnotizar» por la pelota, quedándose parados y mirándola cuando ésta se encuentra trasladándose de un carril a otro. Este error hay que corregirlo; los jugadores deben aprovechar el momento en que la pelota se traslada para cerrar los espacios.

Conceptos tácticos ofensivos y defensivos 4

Las interacciones entre el conocimiento de los principios específicos del juego colectivo, el contexto cultural, las ideas y las experiencias vividas (en partidos y entrenamientos) conllevan a la formación en cada jugador de los conceptos tácticos básicos del juego de ataque y defensa.

•En posesión del balón (Ferrari, 2001):

—Escalonamiento

—Penetración

—Amplitud

—Movilidad

—Imprevisibilidad

•En fase de no posesión del balón (Ferrari, 2001):

—Escalonamiento

—Acción retardadora

—Concentración

—Equilibrio

—Control y limitación

Escalonamiento versus escalonamiento

En la fase de posesión del balón, los jugadores se disponen de manera escalonada. Para fomentar la colaboración hay que evitar estar en la misma línea, procurando formar una serie de triángulos con la presencia constante de un vértice bajo, por detrás de la altura del balón, para favorecer el mantenimiento de la posesión, ofreciendo la posibilidad de más líneas de pase, y al mismo tiempo para evitar los pases horizontales (paralelos a la línea de fondo).

Del mismo modo, en la fase defensiva el equipo tiene que mantenerse escalonado para favorecer la cobertura mutua, lo que da opción a vigilar al contrario más próximo y también a ofrecer ayuda al compañero en caso de que éste sea desbordado; por eso es importante ocupar los espacios de manera que los contrarios no se muevan y no se relacionen con facilidad.

Penetración versus acción retardadora

Para conseguir uno de los objetivos primarios de ataque, o sea, la finalización con éxito, es importante que los jugadores tengan bien claro que la prioridad es que el balón progrese con precisión y rapidez (esto no significa quitarse el balón de encima) para superar al contrario o a una línea entera. Los jugadores tienen que saber asumir la responsabilidad de hacer pases para conquistar el espacio hacia delante según sus posibilidades y, sólo como segunda opción, realizar pases a jugadores libres a su lado o por detrás. En muchas ocasiones suele pasar que para realizar un pase en profundidad es necesario hacer previamente un pase de cara a un compañero que se encuentra en una posición más retrasada, con el objetivo de dificultar la presión del equipo contrario; además, el juego vertical no sólo depende del poseedor, es muy importante que quien reciba sepa ocupar el espacio adelantado en el tiempo justo para que se dé un juego rápido y eficaz.

Para contrarrestar el juego en profundidad se utiliza el pressing y el fuera de juego, no dando la posibilidad de pensar al contrario, con movimientos hacia delante. Otra opción es realizar un repliegue aumentando la densidad hacia la propia portería, priorizando en el principio de protección de ésta. En los tres casos se alteran los tiempos de la jugada de ataque contrario, los dos primeros la presionan y el tercero la retrasa favoreciendo el repliegue de los compañeros más adelantados.

Amplitud versus concentración

El equipo que tiene la posesión del balón debe saber aprovecharse de todas las zonas del campo, ocupando también la zona contraria donde está el balón, con el objetivo de abrir la defensa contraria y tener más opciones de ataque cuando no es posible la verticalidad.

Por el contrario, los jugadores del equipo que defiende tienen que reducir la distancia entre ellos para garantizar la superioridad numérica en la zona del balón (lado fuerte), dejando más o menos libre (según las características de los contrarios) la zona opuesta (lado débil). Cuanto más se acerca el balón a la propia portería, más se reduce la distancia en sentido vertical y horizontal, sin llegar a superponerse las líneas, respetando el concepto de escalonamiento.

Movilidad versus equilibrio

Sin movilidad es muy difícil, por no decir imposible, que se generen jugadas de peligro en ataque, por eso, los jugadores tienen que saber cómo y cuándo moverse para crear espacios si éstos no se manifiestan. A veces, el movimiento de un jugador es una señal (praxema, véase p. 90) para que otros jugadores se beneficien del movimiento con el objetivo de ocupar nuevos espacios y evitar que dos o más compañeros de equipo ocupen la misma zona.

Para defender un equipo muy móvil, es importante que los jugadores no se pongan a perseguir a los contrarios en cada zona del campo, priorizando la cobertura mutua (equilibrio) más que la marca individual, dependiendo también de si hay superioridad numérica en defensa o no, y tomando como referencia no sólo al oponente directo sino también el balón, la portería, los compañeros y los adversarios.

Imprevisibilidad versus control y limitación

Es conveniente que el equipo que ataca provoque incertidumbre a los contrarios para aumentar sus tiempos de reacción y provocar que se hagan más eficaces las jugadas de ataque. Para que esto suceda, los atacantes no tienen que repetir siempre la misma jugada (hay que desarrollar variedad táctica y motriz); los jugadores, según su potencialidad, deben ser tan creativos como para resultar lo bastante imprevisibles o, por lo menos, si repiten las mismas soluciones tácticas sería importante variar el ritmo de ejecución de éstas y hacer movimientos de engaño para aumentar, como anteriormente se ha dicho, las variables de incertidumbre de los defensores.

Por delante de la creatividad y la imprevisibilidad, el arma más eficaz para un defensa es la racionalidad. Siempre se considera que un buen defensor es aquel que no asume ningún riesgo inútil, que sabe valorar si entrar o acompañar al oponente poseedor del balón, que sabe leer las situaciones y que sabe preverlas; en resumen, que sabe limitar y controlar al atacante calculando las posibles consecuencias de cada elección.

En definitiva, vamos a esquematizar los conceptos tácticos del juego de la siguiente forma, tomando como referencia el gráfico de los principios de juego de Ferrari (2001), modificado:


Gráfico 3. Conceptos tácticos del juego


1. El «efecto mariposa» es un concepto que hace referencia a la noción del tiempo, a las condiciones iniciales dentro del marco de la teoría del caos. La idea es que, dadas unas condiciones iniciales de un determinado sistema caótico, la más mínima variación en ellas puede provocar que el sistema evolucione en ciertas formas completamente diferentes. Sucediendo así que una pequeña perturbación inicial, mediante un proceso de amplificación, podrá generar un efecto considerablemente grande a medio o corto plazo de tiempo. Su nombre proviene de las frases: «el aleteo de las alas de una mariposa se puede sentir al otro lado del mundo» (proverbio chino) o «el aleteo de las alas de una mariposa pueden provocar un Tsunami al otro lado del mundo» así como también «el simple aleteo de una mariposa puede cambiar el mundo» (Wikipedia).

2. «Golpea y corre».

3. Las aportaciones de Lillo y Caneda han sido extraídas de la experiencia profesional de los propios autores junto a éstos, por lo que no existe ninguna bibliografía al respecto.

4. Estos conceptos han sido tomados de la escuela italiana (Ferrari, 2001), por lo que en algunos casos se puede encontrar cierta similitud con otros citados por Antón (1998).

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