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ОглавлениеCinq… quatre… trois… deux… un… top
Termina la cuenta atrás. La que nunca se ha llegado a realizar del todo, porque no hay a quien hacérsela. Los jueces muestran expresión de sorpresa. Uno de ellos se vuelve a las cámaras de televisión que retransmiten el evento para todo el mundo y hace un gesto claro con los brazos, cruzándolos en horizontal como si fueran tijeras. Se acabó. El crono empieza a contar. Pero él, Él, no está.
Él es Pedro Delgado. Perico para todos los españoles, aquellos que le han encumbrado como el gran héroe deportivo y casi social de un país. Perico, el actual vencedor del Tour de Francia, el de los ataques fulminantes, el de las remontadas imposibles. Perico, el máximo favorito de esta nueva edición de la Ronda Gala.
Él.
Y no está.
España se estremece. El ídolo está ausente. En aquel momento, se le odió más que nunca. En aquel instante, en aquel tiempo en que no aparecía, en que nadie sabía exactamente qué estaba ocurriendo, también se le quiso como a nadie antes. El Deseado, igual que el Fernando que luego no fue tan deseable. Perico Delgado. Allí, al fondo. Un relámpago amarillo. Llega, se acerca. Sobre su bicicleta. Con cierta tranquilidad. Un enigma…
A muchos kilómetros de allí alguien se frota los ojos, preocupado, y deja escapar un suspiro. Por qué, por qué se dejaría embarcar en esta aventura loca, él, que no era aficionado siquiera al deporte. A tantos kilómetros de allí el banquero de moda, el que sale en las revistas del corazón, el que se codea con los ricos y los poderosos, se estremece. Aquel día, por vez primera, el logo de su exitoso banco, ese símbolo de modernidad de una España que cambia de forma definitiva, aparece en un maillot ciclista. Su salto al reconocimiento popular de la mano del deportista más querido por todo un país. Y ahora esto. La debacle. El ridículo. Su ceño se frunce, airado. Quién le mandaría a él entrar en estos negocios tan etéreos donde no es posible manejar todas las variables.
Y el hombre de amarillo baja la rampa como una exhalación, con un personaje bramándole al oído, gritándole ánimos y reproches, alguien de camisa blanca que es enigma, que es esfinge. Y el hombre de amarillo pedalea como si le fuera la vida en ello, y el respirar de toda una nación se ha detenido, y donde fue, ahora ya no es. Pero, donde pudo haber sido, sin duda, será.
Es el primer día de julio de 1989, y el reloj de Pedro Delgado, de Perico, ha parado el corazón de los ciudadanos. Lo que llega en las tres semanas siguientes es la mayor demostración de locura popular por un deportista en la España contemporánea.
Periquismo. Crónica de una pasión.