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PRÓLOGO Por Carlos Master Muñoz
ОглавлениеCada vez que me piden escribir las primeras páginas para algún libro regreso a mi abuelo. Quien haya leído más de uno de mis prólogos o introducciones sabe de qué hablo, es decir, mi abuelo siempre quiso dedicar una buena parte de su vida a la escritura. Por eso no solo invierto tanto de mi esfuerzo en investigar, escribir y publicar mis propios libros, sino también en leer y escribir sobre los de otros autores. Y por lo tanto heme aquí, cuando justo acabo de terminar la lectura de La biblia del emprendedor, de Marcos Provvidenti, el libro que llevas en las manos.
La esencia del texto es el liderazgo. Sobre ese tema tengo algunas cosas que decir. A mí me gusta pensar en el acto de liderar como un arte, una obra artística producto de un proceso que arranca con el concepto de líder-arte a ti mismo, algo que, más allá de potenciar tus habilidades al frente de un equipo, es una forma de mejorar como ser humano. Ese es el primer paso que, a juzgar por las páginas que estás a punto de leer, Marcos ha entendido a la perfección.
¿Pero qué significa en realidad liderarse a uno mismo? La respuesta: olvidarse de que existe el destino, es decir, de que «las cosas pasan por algo» y de que nuestra vida está escrita. Es tomar el control. Ahora, esto yo lo veo como el juego de nuestro propio cerebro, un proceso interno que parte de lograr traer el inconsciente al mundo consciente, es decir, entendernos nosotros y nuestras motivaciones para saber que mucho de lo que nos ocurre no «nos ocurre», sino que lo provocamos nosotros mismos. Por supuesto que, para lograrlo, para líder-arte y luego liderar, es necesario tomar en cuenta ciertos pasos dentro del proceso creativo.
Primero, piensa en controlar tus estímulos. En el día a día nos rodean y alimentan miles, decenas de miles o cientos de miles de distracciones o voces que nos saturan o nos abruman si no sabemos detenerlas, pausarlas, ignorarlas. Es un ambiente denso. Es alimento pesado. Son calorías de negatividad. O bien, es pintar con brocha gorda y lo que quieres es pintar con pinceles finos para darle más detalle a tu vida. Por lo tanto, seleccionarlos es como diseñar una dieta mental que nos vuelve ligeros, en la que dejamos fuera todo aquello que dirigirá nuestras acciones hacia donde no queremos: noticieros amarillistas, entretenimiento basura, personas sin contenido.
Y precisamente eso me lleva al segundo paso del proceso creativo, pues es necesario desarrollar un criterio de selección de la gente que nos rodea. Tu círculo cercano conecta contigo y, de la misma forma que los estímulos digitales o ambientales te contaminan, este ataque constante a los cables de tu cerebro también te entorpecerá sobremanera. Por supuesto, no se trata de eliminar a quienes quieres, a las personas que fueron parte de tu formación y crecimiento, porque ellas, como tal, son parte de tu código genético. Más bien, filtra y selecciona a quienes vayan entrando a partir de ahora. Sé creativo en tu proceso de selección, pues son algo así como los colores con los que le darás vida a tu obra. Procura que dejen valor y, sobre todo, que aprendas de cada persona.
Ahora bien, para aprender de ellos o de donde sea, es vital que entres en un modo de aprendizaje, que quiere decir estar abierto al conocimiento, pero de forma constante, porque no es algo finito. Es imposible terminar una carrera universitaria a los veintidós años y pensar que se ha aprendido todo lo necesario para una profesión y que aquello complementario llegará solo con la práctica. ¿Cómo respetar a alguien que solo ejecuta y luego se distrae o apaga para dejar de aprender? Este aprendizaje constante es todo aquello que te ilumina mientras vas pintando el cuadro, es la inspiración durante el proceso. Entre más aprendas (aunque sea interminable) más probabilidad de control tendrás sobre tu mente, tus emociones y, en general, tu sistema de creencias.
Cuando una persona logra ser director de su vida quiere decir que se conoce a sí misma. Dirigirte significa tener claridad de identidad y de rumbo; en otras palabras: quién eres, qué haces y a dónde vas. Eso te ayudará a crear un sistema propio (no solo de creencias), que es un autoconocimiento radical que maximizará tus fortalezas. Es algo así como conocer a un artista que ha logrado la madurez, que es dueño de todos sus recursos estilísticos y sabe cómo utilizarlos y dejarlos sobre el lienzo.
Cuando hayas sumado todo lo anterior, habrás aprendido pues a liderar-arte. Estarás con una obra que, si bien es interminable porque paramos, podría detenerse en cualquier momento y parecer una obra maestra. Una obra maestra que nunca dejarás de pulir, claro. Y eso es difícil. Aprender a lider-arte a ti es la parte más complicada de ser un líder. Solo el nueve por ciento de la gente es emprendedora, es decir, quizá solo ese pequeño porcentaje ha aprendido a hacerlo o está en ese proceso artístico que es liderarse a sí mismos.
El autor de este libro maravilloso nos dice que sabe a dónde va y recuerda de dónde viene porque ha pasado por ese proceso del que hablo, ya sea que lo haya hecho consciente o no, no importa, pues está donde debe estar, sobre todo para ponerse a escribir estas páginas. Ha tomado el control y entiende que es él quien decide su rumbo y no el destino. Si hablamos de estímulos positivos, esta «biblia» es sin duda uno de ellos, si hablamos de personas o voces que enseñen y de las que aprendamos, Marcos es un claro ejemplo y, por último, si se trata de estar en modo de aprendizaje, ya llevas un buen camino recorrido por dedicarle tiempo a la lectura, que además es la mejor herramienta para conocerse a uno mismo.
¿Y tú ya te lideras a ti mismo?
Carlos Master Muñoz