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AGRADECIMIENTOS

Este proyecto me tomó muchísimo más tiempo del que yo hubiera podido imaginar y jamás lo hubiera completado sin el apoyo de distintas personas e instituciones. Aunque el agradecimiento más personal es el que suele mencionarse al final, creo que debo empezar por la deuda que este libro tiene con Jeffrey Gore, que me animó desde que escuchó mi idea más incipiente al respecto y que no ha cesado en su apoyo a este y otros de mis proyectos. En particular, su insistencia de que yo tenía cosas que decir sobre el tema me dieron impulsos en momentos en que me sentía superada por las complejidades de género, raza y clase en nuestro país.

Le debo a Patricia Ruiz Bravo las primeras conversaciones sobre los estudios de la masculinidad cuando coincidimos en Nueva York décadas atrás. Su Sub-versiones masculinas fue un estudio pionero en nuestras letras. El interés de Gonzalo Portocarrero por el ensayo inicial que le mostré hace ya mucho tiempo fue vital para inspirarme confianza en este proyecto. Les agradezco a Ronald L. Jackson y a Murali Balaji el haber publicado ese primer ensayo en su colección Global Masculinities and Manhood.

Hay un sinnúmero de colegas que me han permitido presentar mis ideas en charlas y conferencias o incluso como invitada en sus salones de clase: Jorge Coronado, Alejandra Uslenghi, Natalie Bouzaglo, Emily McGuire, César Braga Pinto, Guillermina de Ferrari. Betina Kaplan, Rebecca Saunders y Jose Castro Urioste me han dado la oportunidad de discutir mis ideas con sus colegas y estudiantes. En mi alma mater, la Pontificia Universidad Católica del Perú (PUCP), me han apoyado —desde el Departamento de Humanidades y desde la Maestría de Género— colegas y amigas queridísimas: Giovanna Pollarolo, Susana Reisz, Cecilia Esparza, Alexandra Hibbett, Fanny Muñoz y Francesca Denegri. Víctor Vich siempre ha sido un interlocutor perspicaz y alentador.

La Universidad de Illinois en Chicago (UIC), mi institución desde hace más de veinte años, ha sido enormemente generosa con su apoyo a mi investigación: becas del Instituto de Humanidades, semestres sabáticos y licencias me otorgaron el tiempo necesario para dedicarme a este proyecto, y su apoyo financiero para viajes y conferencias me permitió importantes diálogos que forman parte de este trabajo. Entre esos intercambios, quiero señalar el Congreso de Literatura Afrodescendiente organizado por Richard Leonardo y el Congreso «Arguedas: Las dinámicas de los encuentros culturales» organizado por la PUCP. Ambos congresos me permitieron publicar ponencias que fueron gérmenes para el capítulo tres de este libro. El trabajo de Richard Leonardo y el de una nueva generación de críticos ha trazado importantes avances en la investigación de la literatura y cultura de afrodescendientes. Los autores de dos importantes novelas que examino, Rafael Dumett y Gustavo Faverón Patriau, tuvieron la gentileza de leer el capítulo en el que discuto sus obras El Espía del Inca y Vivir abajo. Jorge Frisancho ha leído y comentado diversas versiones de los capítulos de este libro a lo largo de los años, y ha hecho siempre observaciones invaluables para el progreso del libro.

Mi comunidad de colegas y estudiantes en UIC me ha permitido crecer como maestra y como investigadora desde mi llegada hasta el presente: José Camacho, Anne Cruz, Tatjana Gajic, Kay González, Sara Hall, Rosie Hernández, Luis López, Steve Marsh, Ellen McClure, Dianna Niebylski, Amalia Pallares, Liliana Sánchez, Linda Vavra son algunas de las personas más cercanas que estuvieron conmigo a lo largo de este trayecto. Discutir mis ideas con mis estudiantes es siempre uno de los principales motores en mis proyectos. Agradezco su disposición para leer considerando el punto de vista que les ofrezco. Les debo un agradecimiento especial a Jhon Freddy Hernández, a Meloddye Carpio Ríos y a Tania Torres Oyarce que trabajaron como mis asistentes en distintas etapas de este proyecto.

Sé que se me escapan nombres que me han impactado personal y profesionalmente a lo largo de los años. Espero que si se reconocen en algunas de mis líneas sea de la mejor manera posible.

Por último, agradezco el entusiasmo y dedicación de Lizbeth Alvarado Campos, que, con sus Gafas Moradas, decidió embarcarse conmigo en este Despadre.

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